El anime de NieR Automata cumple a pesar de su problemática producción

NieR Automata llegó como videojuego hará ya seis años y supuso el renacer comercial de su creador, Yoko Taro, así como todo un éxito de ventas, tras los fracasos (que no de crítica, siendo consideradas hoy en día obras de culto en el sector) del primer NieR y los Drakengard, que culminaron con el cierre del estudio Cavia.

Quizás previendo ese pelotazo que tardaría en llegar, propio de un director visionario, Square Enix apostó (casi) todo a una última jugada, y en lugar de Cavia llegó PlatinumGames (Bayonetta). Vio así la luz NieR Automata, todo un éxito, esta vez sí, de público y crítica que sigue dando coletazos aun en el tiempo presente, en esta ocasión gracias a la adaptación a anime llevada a cabo por A-1 Pictures (Anohana, 86).

Para los recién llegados, NieR Automata nos sitúa en un lejano futuro (dentro del universo de Drakengard) distópico, donde unos androides se encargan de proteger a lo que queda de la humanidad (resguardados en la Luna) contra las máquinas traídas por una misteriosa raza alienígena y que actualmente pueblan la Tierra.

Esta es la premisa MUY de inicio que da apertura a un relato existencialista sobre la humanidad, las emociones, la vida y la muerte. El peculiar estilo de Yoko Taro, moviéndose siempre entre los límites de lo preestablecido por los estereotipos de la ficción, hace que una obra de la envergadura de NieR Automata salga airosa (y de qué manera). ¿Consigue lo mismo su adaptación a anime de doce episodios de duración?

NieR Automata. A-1 Pictures.

La respuesta es complicada teniendo en cuenta la consideración de culto de la obra de Yoko Taro (quien por cierto ha tenido participación en la realización del anime y fue quien, en parte, decidió los cambios argumentales), más aún al haberse tratado de una producción, salta a la vista, bastante accidentada.

Ya se anunció un pequeño parón tras la emisión de los cuatro primeros episodios; pero éste se vio ampliado al llegar al octavo, tras el cual la producción de A-1 Pictures entró en un hiato de meses, emitiendo los últimos cuatro capítulos hace unos días. Esto ha conllevado, claro está, que mucha gente haya ido perdiendo el hilo y parte del interés. Sobre todo, si no eran fans previos de NieR.

Sin embargo, se nota que el trabajo tras esta última tanda de episodios ha llevado algo más de mimo en comparación con los otros ocho. Al menos el CGI ha ido mejorando y ya no se ve horrible. Y la animación en 2D y varios planos dibujados (sobre todo de los rostros de los personajes) se ven especialmente bonitos.

Lamentablemente, no se puede decir lo mismo del ritmo. Es cierto que NieR Automata es tremendamente complicado de adaptar para una serie corta (uno de los problemas que suelen padecer casi todas las adaptaciones de videojuegos a otros medios); pero por algún extraño motivo han eliminado algunas escenas importantes y han realizado algunos cambios que no termino de captar si son del todo coherentes (pero no haremos aquí spoilers).

NieR Automata. A-1 Pictures

Es cierto que Yoko Taro siempre ha hecho un buen uso del media mix, intercalando información sobre su lore incluso en obras de teatro y conciertos (algunos de ellos, únicamente realizados en Japón), por no hablar de novelas, mangas y guías. A la hora de introducir parte de esta información en el anime, cuyo margen a la hora de explicar contenido es más limitado que el del videojuego, no sabemos si el resultado es el esperado; especialmente entre aquellos no familiarizados con la obra.

Los puntos positivos básicos de la obra original se siguen manteniendo en el anime, eso sí: la banda sonora de Keiichi Okabe (con un nuevo ending de Amazarashii), los conflictos entre los personajes (tanto a nivel externo como interno), la atmósfera melancólica, los experimentos en ciertos fragmentos animados y narrativos…

En cualquier caso, el anime de NieR Automata está lejos de ser un mal producto, y estoy segura de que hará las delicias de, al menos, la mayor parte de los fans. Anunciada su segunda temporada, que adaptará los arcos C y D y que esperamos que tenga menores problemas en su producción, queda por ver si perdurará, al igual que el título del que parte, y si logrará pulir los defectos que arrastra.

Suzume, duelo y amor juvenil en una road movie por Japón

Suzume (Suzume no Tojimari, すずめの戸締まり) es la última película de Makoto Shinkai, quien se diera a conocer mundialmente en 2014 por Your Name y posteriormente afianzó esta popularidad con El tiempo contigo. Vuelve a repetir éxito a lo largo de todo el globo con su nuevo trabajo, que se acaba de confirmar como la cuarta película más taquillera de Japón.

El argumento nos cuenta cómo una joven de 17 años llamada Suzume (voz en japonés de Nanoka Hara), residente en Kyûshû, se topa un día con un misterioso y apuesto muchacho (Hokuto Matsumura) que llama su atención al preguntarle por unas ruinas. Ella se queda intrigada (y prendada) y lo termina siguiendo, descubriendo una puerta solitaria y una extraña figura que traerán consecuencias dramáticas para Japón

Lo que sigue es un suceso de situaciones (la película no pierde ritmo, y eso que dura dos horas) que llevan a los protagonistas por todo Japón, conociendo a una serie de personajes que marcarán sus vidas de alguna forma. La conclusión nos llevará a un momento clave de la historia reciente japonesa y que entronca con el mensaje principal de la cinta, que viene a ser la superación del duelo (ya sea por una persona en concreto o por un conjunto de la sociedad).

Suzume. Crunchyroll y Sony.

No obstante, este mensaje tan trascendental a cualquier vida humana, ciertamente dramático, no impide que el guion esté repleto de situaciones cómicas bastante bien llevadas. De hecho, a mi parecer nos hallamos ante el trabajo más hilarante (y a la vez más serio) de Shinkai, lo que no deja de ser un logro.

En un lugar tan habituado a los desastres naturales como es Japón, es normal que surjan productos como Suzume, donde los terremotos cobran especial protagonismo (son, de hecho, el «enemigo» a batir). Esta sensación de temor, de que en cualquier momento de tu día a día pueda sonar la alarma de tu móvil, el estrés postraumático al respecto de la protagonista… Todo esto aparece reflejado de forma convincente (al menos para quien esto suscribe, quien por suerte no está familiarizada con este tipo de fenómenos, pero sí puedo intuir la sensación de fatalidad).

Este ritmo sin pausa de la película, que lleva a Suzume por medio Japón y en donde no paran de ocurrir acontecimientos puede llevar a que el argumento parezca en ocasiones más intrincado de lo que en realidad es; mientras que las relaciones entre los personajes también sufren. Dicho de otro modo: los personajes en este caso se han visto algo sacrificados en pos de la narrativa.

Suzume. Crunchyroll y Sony.

Sin embargo, esto no impide que lleguemos a una conclusión de lo más emotiva y que fácilmente pone lo pelos de punta; pero no tanto por el romance (que me parece es algo más potente en Your Name), sino por el mensaje de la pérdida y el duelo en medio de un acontecimiento que será lamentablemente recordado siempre por la Historia.

Makoto Shinkai repite misma y efectiva fórmula

Makoto Shinkai pone así el foco, en esta ocasión, en el duelo por encima del romance, lo que no significa que éste no exista. Podría decirse que aquí ha invertido las prioridades respecto a Your Name o El tiempo contigo (donde las pérdidas de la figura materna y de una parte importante del grupo también estaban presentes, pero opacadas por el amorío adolescente).

Tememos, entonces, que el director de anime ha vuelto a repetir la fórmula del éxito (y la taquilla y críticas de nuevo le dan la razón); quizás vaya siendo momento de que pegue un giro de volante antes de que ésta se agote del todo.

Suzume. Crunchyroll y Sony.

¿Significa esto que dicha fórmula es mala? En absoluto. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Makoto Shinkai ha asegurado además que sus tres últimos trabajos formarían parte de una trilogía centrada en los desastres naturales.

Lo que sí hemos percibido en esta ocasión respecto a las anteriores es un acercamiento mayor al estilo de Hayao Miyazaki de Ghibli: desastres naturales y defensa de la naturaleza por encima del romance, una heroína más activa y decidida que en ocasiones anteriores (él pasa aquí a ser algo más el agente pasivo), animalillos y figuras que hacen de espíritus animistas.

Hasta la banda sonora (Shinkai repite nuevamente con Radwimps) se torna más melódica y tranquila, con un toque más místico, pretendiendo acercarse (salvando las evidentes distancias) a las partituras de Joe Hisaishi.

En lo que sí no falla nunca Makoto Shinkai ni su estudio Comix Wave es en la animación, con la que se vuelven a superar. Los paisajes son realistas, detallados y preciosos, y el hecho de que sea una road movie te da ganas de sacar un billete para Japón nada más salir de la sala de cine. Solo por esto, Suzume merece la pena verse en pantalla grande y deleitarse con sus escenarios, las expresiones de sus personajes (¡esos gatos!) y los constantes juegos de iluminación.

El empático y el narcisista en el manga, anime y JRPG

La figura del narcisista es una que se encuentra últimamente muy presente en redes sociales, no tengo muy claro si por una mera cuestión de “moda” (atrae tráfico, ya se sabe) o porque, lamentablemente, cada vez surgen mayor número de estos sujetos (en una sociedad cada vez más individualista, es lo que toca). No es un término inventado recientemente, ni tan siquiera en el mundo de la psicología (Freud huía de ellos como de la peste, caso Otto Gross, y están incluidos en la llamada “tríada oscura”).

Por supuesto, todos tenemos un lado narcisista. No soy psicóloga ni psiquiatra, pero en este caso no me centraré en ese narcisismo “sano” del que cualquiera puede hacer gala en momentos determinados, sino en un trastorno narcisista de la personalidad (como tal, entramos ya aquí en el muy serio, dramático y espinoso terreno de la salud mental) y cómo éste se ha visto reflejado en la ficción reciente japonesa. Porque el narcisista (trastornado) y su opuesto, el ser empático (o hiperempático, mejor dicho) ha sido un tema recurrente y, por qué no decirlo, muy atractivo para tratar sobre el papel.

No solo en los últimos años (y no digo que los autores hayan ido a tratar el trastorno narcisista y el empático o altamente sensible de forma totalmente consciente ni centrada en la psiquiatría). La muerte en la ficción japonesa suele venir por parejas: uno fallece y otro, muy cercano, de personalidad complementaria y a la vez opuesta, le sigue a la tumba (si no muere, está cerca de hacerlo). Así es como lo describe el autor Inuhiko Yomota al hablar sobre las figuras de los actores Ken Takakura y Bunta Sugawara:

Takakura y Sugawara presentaban apariencias profundamente contrastadas. Takakura, alto y delgado, reflejaba la figura de un hombre de lo más voluntarioso, pero con un lado tosco […]. Tendía a ser restringido en la demostración de sus emociones. […]. Se adhería religiosamente al código de honor yakuza y la furia que mantenía a raya explotaba cuando dicho código era violado. Era básicamente una figura trágica, que continuaba luchando contra un destino que sabía que no podría superar. Y estaba envuelto en un aire de noble soledad.

El personaje cinematográfico de Sugawara era claramente alguien que había escalado posiciones desde lo más bajo de la sociedad. Como Takakura, era alto, pero no proyectaba nada de éste respecto a la premonición de la tragedia. […] Su cara parecía relativamente sórdida y su personaje generalmente era el de un hombre que siempre llegaba tarde a la partida y le tocaba la peor parte del pastel… Un hombre desgraciado con un poso de ira que no sabía cómo expresarla. Aunque normalmente parecía cobarde y melancólico, cuando su rabia explotaba se convertía en un monstruo. Despreocupado sobre el código yakuza, era capaz de crueldades inhumanas e incluso de violaciones.

Ken Takakura y Bunta Sugawara

Ambas figuras, a grandes rasgos, engloban al empático (el primero) y al narcisista (el segundo). Ambos son psicológicamente complejos (por ello, si bien el héroe y el villano han sido figuras literarias antagónicas desde el inicio de los tiempos, no todos entrarían dentro del rasgo altamente sensible y del trastorno narcisista de la personalidad). Ambos son las dos caras de una misma moneda y se atraen de forma inevitable, para formar el vínculo más tóxico posible (uno posee lo que el otro no –la empatía, básicamente-; no obstante, son similares en algunos aspectos y son figuras dramáticas…).

El hiperempático y el narcisista

Si nos centramos en el terreno psicológico (en el que, repito, no soy profesional), el trastorno narcisista de la personalidad es descrito con síntomas como sentimientos de grandiosidad (que no suelen corresponder con la realidad), uso de los demás para su propio beneficio, búsqueda de conceptos como “la pareja perfecta” o la belleza, baja tolerancia a las críticas, ansiedad, incapacidad para reconocer los sentimientos y circunstancias ajenas (nula o escasa empatía, salvo si les conviene), necesidad de ser admirados y atendidos, envidia (y frustración) por lo que los demás tienen.

Contrario a lo que se cree popularmente, la persona con el trastorno narcisista posee en realidad una autoestima y un ego terriblemente frágiles, especialmente el que es considerado como narcisista encubierto o vulnerable (que pasa desapercibido, contrario al narcisista clásico o grandioso, y por ello hasta es capaz de mostrarse humilde y especialmente victimista de cara al público). Pero son incapaces de afrontar su verdadero ser y las consecuencias de sus actos (que por lo general son un desmadre en todos los ámbitos), y por ello hacen una constante huida hacia adelante, en un barco sin timón, dejando cada vez más “cadáveres” a su paso.

La «sonrisa narcisista» (otro clásico…). Sefirot en Final Fantasy VII Remake (Square Enix)

Por ello, temen ser descubiertos (de ahí la ansiedad) en su verdadero ser, que suele ser descrito como un niño asustado, con una inteligencia emocional propia a la de un infante (pues el trastorno suele originarse por traumas de infancia o por un apego mal construido con los padres; aunque factores genéticos no son descartados). El trastorno narcisista de la personalidad se encuentra clasificado dentro del mismo grupo que el trastorno antisocial (los famosos psicópatas y sociópatas), el histriónico y el límite; por ello a veces se confunden e incluso puede haber (desgraciadamente) comorbilidad (gente con trastorno límite de la personalidad puede presentar síntomas ADEMÁS del narcisista hasta en un 40% de casos, por no hablar ya si encima hay adicción a sustancias –otro elemento común- y se forma ya aquí la madre del cordero).

Respecto a las personas hiperempáticas, que también pueden ser altamente sensibles o con altas capacidades, son asimismo similares respecto a una sensación de aislamiento, de incomprensión, sensibilidad extrema (sí, a veces también a las críticas) y una baja autoestima (esta vez, no disimulada o no tanto). Sin embargo, son opuestos al narcisista precisamente en la empatía, que al altamente sensible le sobra (hasta tal punto que puede desembocar en algo tóxico como en el síndrome del salvador o en una excesiva complacencia… de la cual justamente el narcisista se beneficia). Todo ello, si no se trata, puede derivar en aislamiento, sensación de culpa por cuestiones que se escapan al control de uno, ansiedad y hasta depresión.

Como decíamos, la ficción japonesa es especialista (ya sea de forma consciente o no) en tratar algunos de estos perfiles. Veamos los que más me han llamado la atención por su complejidad psicológica, los vínculos establecidos o el carisma de los propios personajes (avisamos de que puede haber SPOILERS de los títulos a tratar).

Ogata en sus últimos momentos se muestra como realmente es (y no puede afrontarlo): alguien frágil y asustado y su yo niño aliviado (Golden Kamuy)

Akira Fudo y Ryô (Devilman: Crybaby)

Devilman es un manga creado en verdad por Gô Nagai allá por 1972; sin embargo, nos centraremos en su última adaptación, dirigida por Masaaki Yuasa y que consta de 10 episodios para Netflix.

La base de la historia es la misma: un adolescente japonés llamado Akira Fudo es tentado por su amigo de la infancia Ryô para que sea poseído por el demonio Amon. Debido a la alta sensibilidad de Akira (de ahí el sobretítulo “Crybaby”), Amon no puede completar su posesión, siendo así un devilman, alguien que puede transformarse en demonio casi a voluntad. Akira (normalmente) usará estos poderes para proteger a sus seres queridos, mientras que Ryô buscará sus propios objetivos…

Ryô es, a simple vista, un capullo que se aprovecha de la absoluta bondad de Akira (que puede pecar de ingenuo y que por ello cometerá a su vez errores garrafales). Sin embargo, muestra ciertas complejidades, llegando a un final nihilista y dramático donde se expone claramente la paradoja que el mismo narcisista crea en bucle: aspira a ser amado, idealiza al objeto romántico (como en este caso, un hiperempático), las cosas no salen como quieren (normal, porque en sus paranoias todo es blanco o negro), lo devalúa y lo descarta… Y vuelta a empezar. El narcisista no puede estar consigo mismo (si no se aguanta ni él), pero a la vez no para de destruir las relaciones que él mismo busca/crea, quedándose, a la postre, solo.

Cloud Strife y Sefirot (Final Fantasy VII)

El videojuego (y toda la franquicia que lo sigue) que ha marcado aquí la vida de muchos. Bien sabemos los fans de éste que Sefirot (o Sephiroth) es la perfecta representación del narcisista: pagado de sí mismo (fue concebido como el Soldado perfecto dentro del mismo proyecto Jenova), en realidad con un frágil ego e identidad dudosa (que lo llevan al brote psicótico en Nibelheim), con una relación con su “madre” algo perturbadora (famosa es la escena “voy a ver a mi madre”…) y traumas de infancia varios (que ser criado en un laboratorio y tener a Hojo como padre no son moco de pavo).

Cloud genera una enorme herida narcisista en Sefirot cuando lo derrota (¡incluso lo mata!) en Nibelheim, lo que hace que el villano se obsesione con él y se divida entre el clásico love-bombing y la devaluación/descarte narcisista para manipularlo y destruirlo (y si de paso se sale con la suya, a saber, matar a mucha gente para hacer correr la Corriente Vital, absorberla y trascender a ser una especie de dios –que es lo que se cree, por supuesto-, mejor que mejor). Sefirot incluye otros clásicos del trastorno narcisista: el uso de monos voladores (Kadaj y el trastorno límite de la personalidad sería otra interesante perspectiva), la triangulación para hundir aún más a Cloud (que en el Remake usa de forma indiscriminada) o el hoovering (que es cuando el narcisista te descarta, pero nunca cierra la puerta del todo… ese “yo nunca seré un recuerdo” que es toda una declaración de intenciones). Por supuesto, y al igual que el resto de casos, el narcisista se cree que el otro está en su posesión («no dejaré que lo hagas», etc.)

Cloud, por su parte, siempre ha sido una persona psicológicamente frágil, casi aislada, insegura y, en el fondo (y a pesar de que se esfuerce por ocultarlo, especialmente al inicio de la historia), complaciente, lo que ha derivado (junto a varios episodios traumáticos en su vida) en alguna disociación y depresión. Se culpa además por acontecimientos que para nada fueron su culpa (como las muertes de su madre, Zack y Aeris), algo que por supuesto aprovecha Sefirot.

Asirpa y Ogata Hyakonosuke (Golden Kamuy)

Llegamos a la que resulta, para mí, uno de los mejores mangas (creado por Satoru Noda) de los últimos años. Y esto es gracias, en buena parte, a su elenco de personajes. De entre ellos, Ogata es uno de los favoritos (sino EL favorito) por los fans desde hace años, lo que ha llevado a numerosos debates dentro de la comunidad sobre su hipotético trastorno, siendo considerado normalmente un psicópata o sociópata.

En realidad, para quien esto suscribe, Ogata entra dentro del trastorno narcisista de la personalidad, especialmente teniendo en cuenta su última escena en el manga (que es maravillosa). La confusión suele venir dada porque Ogata se esfuerza por no sentir nada y, sobre todo, aparentarlo ante los demás. Justamente, es un tipo que siente y, de entre todos esos sentimientos, hay uno que prevalece y es el que el narcisista de manual siempre evita confrontar como sea: la culpa (y la vergüenza derivada de ello).

La culpabilidad es lo que mueve todo el arco de Ogata hasta su conclusión y me veo incapacitada para describir con palabras las maravillas narrativas y visuales que lleva a cabo Noda (quien es conocido por tomarse temporadas de investigación para la construcción de su historia) para representar la psique de este personaje, que termina en un colapso narcisista (también de manual) y en su suicidio (uno de los lamentables posibles efectos de dicho colapso también en la vida real, aquí llevado a cabo… lo que, de paso, evita que Asirpa se convierta en asesina, algo que aparentemente ansiaba Ogata y que por ende lo convierte en su irónicamente único acto no egoísta).

Ogata en sus últimos momentos se disocia y reflexiona sobre Asirpa y la culpa (Golden Kamuy, Satoru Noda)

Ogata reúne además todos los elementos característicos del trastorno: aparentar ser más cool de lo que es (y en verdad lo es bastante), tomarse a mal las críticas o momentos desafiantes, falta de empatía por los demás, pasado traumático con padre ausente y madre a su vez trastornada (que también acabó mal), envidia (especialmente de los hiperempáticos, como Yuusaku o Asirpa; pero también de los vitalistas como Koito… lo que le hace querer arrastrarlos a su misma mierda). Ogata entraría además dentro de lo que sería narcisismo encubierto: se cree especial, pero no lo canta a los cuatro vientos (salvo momentos esporádicos, como su famosa huida a caballo) y, de hecho, se muestra hasta con un perfil bajo detrás de figuras mucho más dominantes como Tsurumi (a quien, por supuesto, no le une ningún tipo de sentimiento genuino, ni a él ni a nadie… salvo quizás…).

Y aquí es donde entra Asirpa, más aún que Sugimoto (con quien quizás mantiene un enfrentamiento más clásico de los shônen). Tal como expresa en sus últimos momentos, Asirpa es la luz que Ogata se niega a ver durante todo su arco. No puede afrontar su verdadero ser ni las consecuencias de sus actos, algo que alguien tan empático como Asirpa sí es capaz de ver. Ella es la única en el manga que lo aborda con cierta naturalidad y él hasta se “molesta” (que esto para un narcisista supone un sobreesfuerzo, eh), quizás en lo más similar que habría a una etapa de love-bombing (pero este manga no va por ahí y Asirpa es menor) o idealización, en adoptar ciertas costumbres de ella (los narcisistas, como tienen una identidad frágil, también pueden absorber elementos de las personalidades de otros, por cierto). Es lo que ocurre cuando dice, de forma inexpresiva, el famoso “hinnaainu, para sorpresa y gozo de la muchacha.

Luego llega (SIEMPRE llega) la devaluación, claro, y Ogata se esfuerza de nuevo especialmente, pero esta vez manipulando a Asirpa para que caiga a su mismo nivel (de porquería). Ella es más inexperta y, sobre todo, sensible, por lo que duda y huye; por suerte no cae en sus manipulaciones (y está ahí el más experimentado Sugimoto para echar una mano de cuando en cuando). Al final, Asirpa es tan empática que hasta se muestra abatida por el triste e inevitable destino de Ogata (quien, entre otros, fue quien asesinó a su padre, no lo olvidemos).

Izuku Midoriya y Shigaraki (Boku no Hero Academia)

Boku no Hero Academia (también conocida como My Hero Academia) es uno de los shônen más populares de los últimos años, encontrándose en la actualidad en su arco final. No es para menos, pues la obra de Kôhei Horikoshi va de menos a más (al igual que su ya de por sí llamativo estilo artístico) y pululan por ella una serie de personajes de lo más llamativos tanto en diseño como en personalidad.

Otro de los grandes beneficiados de este “in crescendo” de Boku no Hero es su principal villano, Tomura Shigaraki. Presentado como un antagonista más, casi en la retaguardia frente al mucho más imponente All for One, Shigaraki se va desarrollando hasta convertirse en la principal amenaza, un muchacho traumatizado y seriamente trastornado (personalmente, espero que, si hay redención, sea la justita) que adquiere demasiado poder, al más puro estilo Tetsuo de Akira.

Shigaraki no fue siempre así. De niño era conocido como Tenko (sé que no se escribe con estos kanji, pero dudo que el que lo primero que se venga a la mente con esto sea “dios niño” sea mera casualidad) Kimura y parecía ser amable y considerado. No obstante, la relación con su familia distaba de ser idílica y su padre era autoritario y emocionalmente abusivo… Y, claro, acaba todo mal. Tenko asesina accidentalmente a toda su familia (de ahí las manos que porta en el futuro) y queda aún peor, algo que es aprovechado por All for One (otro que tal baila, aunque diría que este es más psicópata “de los de toda la vida”) para sus propios fines.

Midoriya y Shigaraki (Boku no Hero Academia, Bones)

Tomura se convierte así en alguien nihilista, apático, con escasa o nula empatía hacia los demás (si acaso, hacia sus aliados, y a veces ni eso), autodestructivo y con algunas tendencias obsesivas (como lo de rascarse el cuello a media que se pone nervioso). No por ello carente de emociones; al contrario, es alguien extremadamente emocional (lo que a los inicios de la serie le juega en desventaja, por lo que aprende a controlarse un poco más). Horikoshi (quien es declarado fan de Final Fantasy, por cierto) sabe mostrar visualmente las complejidades del personaje, en cuyo interior viven varias conciencias (de sí mismo, de su yo niño e incluso de All for One).

En contraposición (es fácil percibir los contrates entre ellos), el protagonista es Izuku Midoriya, un joven altamente sensible (llora bastantes veces a lo largo de la serie, al más puro estilo Akira Fudo) y aparentemente débil, inseguro y muy observador. Que se deja humillar por su “amigo” Bakugô (otro del que se ha debatido su supuesto narcisismo; aunque para mí no es el caso debido a que puede sentir y aceptar la culpabilidad por sus actos, aprendiendo de ellos), que va salvando a todo el mundo y pidiendo perdón hasta por existir. Un hiperempático de manual. Frente a Shigaraki, que fue “adoptado” por un psicópata como All for One, Midoriya es tomado como aprendiz por otro empático como One for All (en serio, los apodos ya te están avisando…). Queda ver cómo acabará la confrontación entre ellos.

Vash la Estampida y Million Knives (Trigun Stampede)

Me centro aquí brevemente en la última adaptación a anime que ha tenido la obra de Yasuhiro Nightow debido a que es, precisamente, la que más aborda la dupla Vash-Knives como columna vertebral. Y, como ya hemos tratado, lo hace de forma muy convincente.

Básicamente, Vash es el clásico hiperempático (siente y padece por todos los seres humanos, aunque provenga de otra especie, se empeña en intentar salvar a todo el mundo, aunque lo maltraten –normalmente con nefastas consecuencias-, huye sin parar, en el fondo vive en constante depresión desde la muerte de Rem –a quien se empeña en imitar-, etc.). Por algunos de estos rasgos, hay quienes incluso ven en Vash un trastorno límite de la personalidad (personalmente lo dudo por la cuestión empática y la inestabilidad emocional, pero no es raro que personas altamente sensibles y borderlines sean confundidos).

Knives, en cambio, es puramente egoísta, creyéndose superior (aunque en el fondo vive con miedo constante, como admite en sus últimas líneas) y con derecho a vivir por encima de los demás (sus aliados son sus servidores o fanáticos, al más puro estilo secta). Maltrata todo el tiempo a Vash, intentando manipularlo mediante gaslighting (otro clásico narcisista, sobre todo de los encubiertos), a veces con ciertas muestras de adoración/proyección (de nuevo, la alternancia entre el love-bombing y la devaluación).

Su inevitable confrontación solo podía terminar en tragedia (al igual que el resto de duplas empático-narcisista que hemos tratado), en una escena que, dicho sea de paso, es difícil que no te haga sufrir (¡incluso por Knives!). Un excelente trabajo del estudio Orange.

Vash vs Million knives [Trigun Stampede]
by u/crushedmoose in anime

Trigun Stampede o la dualidad entre el narcisista y el empático

Trigun Stampede (トライガンスタンピード) ha llegado de la mano del estudio Orange (Beastars), no sin cierta polémica: su animación en 3D, sus nuevos diseños, el aparente remplazo de algún personaje y, en definitiva, el hecho de que se hayan atrevido a rehacer un título de la década de 1990 que está considerado de culto, tanto en manga como en la adaptación a anime que realizó la no menos mítica Madhouse.

Para los más despistados, la trama nos sitúa en un futuro lejano y distópico, con la Tierra convertida en un gran e inhóspito desierto, donde solo pequeños núcleos pueden ser habitados por los humanos supervivientes gracias a la explotación de las plantas que proveen recursos. En medio de este panorama, un misterioso ser llamado Vash la Estampida (conocido también como el Tifón Humano) huye de la justicia y de numerosos cazadores de recompensas, pues pagan un alto precio por su cabeza…

Trigun, como serie, le debe muchísimo a su elenco de personajes: desde el propio Vash hasta la dupla Meryl y Millie (sustituida aquí por Roberto De Niro -sí, así se llama-) y, por supuesto, Nicholas D. Wolfwood y el villano Knives. Y el principal y enorme acierto que hace Orange con su nueva adaptación es centrarla precisamente en éstos, haciéndola una historia movida por los personajes. Knives, especialmente, es el que mayor profundidad gana en comparación (con el anime de Madhouse), centrándose en su dualidad con Vash. Avisamos de que a partir de aquí habrá SPOILERS.

Trigun Stampede. Estudio Orange.

El narcisista y el PAS, Knives y Vash, dos caras de la misma moneda

El héroe y el villano son una dicotomía narrativa creada desde el inicio de los tiempos, por lo que Trigun Stampede (que no deja  de ser un shônen con aires distintivos de seinen) no inventa absolutamente nada. No vamos a dar tampoco una clase de psicología (y dudo muchísimo que esa sea la intención de una serie como esta); podéis encontrar montones de información al respecto en sitios especializados a golpe de Google.

No obstante, creo que han tomado la acertada decisión de apoyar el grueso del argumento en la dualidad que se crea entre Vash y Knives: gemelos iguales y a la vez opuestos (aquí Knives sí viene con el lunar bajo el ojo opuesto al de Vash), dos seres únicos en su especie. Knives se lo sabe (es además el que nace con poderes más evidentes), Vash no.

Para conseguir que esto sea efectivo y llegue al espectador, se realiza un adecuado y suficientemente profundo retrato psicológico de cada uno de los personajes. Al igual que sucediera con Sefirot en Final Fantasy VII Remake, aquí Knives ya no es la presencia amenazadora y omnipresente que apenas se hace visible hasta el final. En el capítulo 3 ya lo tenemos en pantalla con todo su esplendor y haciendo gala de sus poderes. Vash se espanta en el mismo momento en el que percibe esta presencia tan temprana.

Por ello, quizás Knives ha perdido aquí su aura de misterio, pero lo gana justamente en lo que mencionaba: sabemos más de él, de sus objetivos y, sobre todo, de por qué su fijación con Vash. Más que sobre la psique del protagonista, ganamos mucho más en la del villano.

Knives en Trigun Stampede (episodio 3). Estudio Orange,

Pero no nos engañemos, Trigun Stampede no se centra (solo) en Knives. Vash es el indudable protagonista y tenemos aquí un complejo retrato psicológico, que quizás, es verdad, ha perdido en algunos puntos de humor.

Esto no significa que la nueva adaptación del manga de Yasuhiro Nightow sea lúgubre, triste y oscura. Sigue teniendo sus momentos cómicos (protagonizados sobre todo por Wolfwood, Roberto y Meryl); pero Vash, quitando alguna puntualidad, ya no es (tan) payaso. Aquí el estudio ha optado por centrarse en su parte atormentada, en cómo una persona que es en apariencia todo sonrisas y querer ayudar en realidad está rota por dentro.

Vash tiene un complejo de salvador, esto el anime no lo oculta. Son varias veces las que se dice que el protagonista no puede ir prometiendo cosas que no podrá cumplir, que en realidad está ahogando culpas, que es un cobarde, Knives incluso lo denomina «enfermo» (¡le dijo la sartén al cazo!).

Y esto es cierto. Vash está profundamente traumatizado por la caída de la nave en la que fue creado y criado junto a Knives, considerándose culpable de ello debido al gaslightning al que lo somete constantemente (¡hasta el final!) el antagonista (como buen narcisista que es). Y, sobre todo, por la pérdida de Rem, obsesionándose con mantener los valores (pacifistas) que ésta le inculcó. Vash es indudablemente un buen tipo, pero no un santo. Es alguien dañado, con heridas (físicas y psicológicas) que lo llevan a actuar como lo hace, en ocasiones incluso de forma errática y causando aún más daño sin quererlo (tanto a sí mismo como a los demás).

Wolfwood sigue siendo un fan-favorite. Tringun Stampede. Estudio Orange

No solo Knives sirve como contrapunto al protagonista. Wolfwood también. Pero donde el villano es el narcisista o incluso psicópata, el predicador, cuyo pasado es en esta adaptación totalmente desolador (y realizado con una preciosa animación), es más bien un cínico llevado a esa peculiar visión por fuerza de las circunstancias. No carece de empatía como aquél, no busca atormentar y controlar/manipular a su principal suministro (Vash) para lograr sus objetivos; más bien se deja contagiar por su visión ultra empática de las cosas (pero manteniendo cierto orden y realismo y sin caer en el abandono de sí mismo del protagonista). Paradójicamente, y quitando a Roberto y Meryl (que hacen más de ventana del espectador), Wolfwood es al final el personaje más equilibrado.

En definitiva, Vash y Knives, Knives y Vash, son al final las dos caras de una misma moneda, una declaración de intenciones que este anime nos muestra desde su propio ending («Stars α» de Salyu × haruka nakamura). Es el motor de esta adaptación y que nos lleva inevitablemente a un intensísimo final en el que ambas fuerzas se unen y chocan una y otra vez, cayendo las dos en esa autodestrucción que constantemente buscaban (sí, Vash también… alguien profundamente dañado en el fondo se autodestruye). Un merecido aplauso, por cierto, para los actores de doblaje o seiyuus tanto de Vash (Yoshitsugu Matsuoka) como de Knives (Junya Ikeda… que pedazo colapso narcisista se marca en los momentos finales).

No por ello Trigun Stampede deja de lado otros apartados: la animación es CGI, sí, pero muy bien realizada y con tonalidades e iluminaciones muy llamativas, que crean un mundo bastante vivo. Hay además muy buen ritmo (teniendo en cuenta que adapta varios tomos de manga en 12 episodios) y una banda sonora (compuesta por Tatsuya Katô) que acompaña. En la cuerda floja quizás algún que otro personaje está desaprovechado (como ese Legato que tanto recordarán los seguidores del anime de los 90). No obstante, esperamos que esto se solucionará en una anunciada

segunda temporada. 

 

Tres anime y dos series para ver si te gustan La casa del dragón y Juego de tronos

HBO Max ha estrenado La casa del dragón (House of the Dragon), precuela lejana de la serie del momento (a pesar de sus últimas temporadas) de la pasada década, Juego de tronos. Basada en otro libro escrito por George R. R. Martin de mismo título, al igual que aquélla nos seguiremos encontrando aquí intrigas políticas, traiciones, violencia, sexo e incesto por doquier.

Para que la espera entre capítulo y capítulo no se haga muy larga, pasamos a recomendar algunos anime y series asiáticas que, por historias de corrupción y erótica de poder no se quedan atrás (si bien en cuestiones de morbo los asiáticos suelen cortarse más).

Heike Monogatari (平家物語, 2021)

Este anime de 11 capítulos, realizado por el estudio Science Saru y dirigido por Naoko Yamada (Koe no Katachi) es simplemente una maravilla que ya se puede disfrutar de forma legal gracias a Crunchyroll.

No es tarea fácil, pero esta adaptación consigue condensar toda la epopeya clásica que narra la guerra civil entre los clanes Taira y Minamoto (y que apareció por primera vez en el siglo XII en Japón) en solo una temporada de anime, si bien ocasionalmente por esto a veces puede hacerse algo confusa (para ello hicimos hace tiempo una guía de quién es quién en el Heike Monogatari).

Intrigas palaciegas y entre los distintos clanes, muertes, amores y desamores y dosis de budismo y Japón feudal envueltos por una animación y banda sonora espectaculares.

Vinland Saga (ヴィンランド・サガ, 2019-)

Pasamos a hablar aquí de esta adaptación a anime (el manga de Makoto Yukimura todavía no lo hemos leído, pero no faltan ganas) realizada, al menos en su primera temporada, de forma más que solvente por WIT Studio y que se puede disfrutar en Prime Video.

Vale, la historia no es propiamente japonesa, ni tan siquiera asiática, pero lo bien que lo cuenta Yukimura y todo su apartado artístico merecen la pena, al menos para darle una oportunidad.

Si te gustan la historia de Hamlet, los vikingos e Islandia esta es tu oportunidad perfecta. Básicamente, el relato épico del crecimiento personal y venganza de Thorfinn, siguiendo las sagas medievales Flateyjarbók, la Saga Grœnlendinga y la saga de Erik el Rojo.

Golden Kamuy (ゴールデンカムイ, 2014-)

En este caso, tenemos que recomendar totalmente tanto el manga de Satoru Noda (finalizado hace unos meses) como la adaptación a anime por parte de Geno Studio y disponible en Crunchyroll, cuya cuarta temporada llegará próximamente.

Golden Kamuy no trata tanto de intrigas palaciegas (no hay palacios ni nobles… o casi), pero es una frenética carrera por descubrir un supuesto tesoro ainu oculto por el padre de una de las protagonistas, Asirpa. Y sí, hay alianzas y traiciones a tutiplén (y es la más picantona de los títulos que tratamos, aunque sea solo por el humor gamberro tan bien integrado por Noda).

Además, qué carajo, tenemos no a uno, sino a dos de los mejores villanos que podremos encontrar en el panorama del manga y del anime en los últimos años: Ogata y Tsurumi.

Kingdom (킹덤, 2019-)

Esta serie surcoreana realizada y emitida por Netflix fue toda una grata sorpresa tanto en su primera como segunda temporada, pero también en su más reciente película-precuela Ashin del norte.

Ambientada en Corea durante la dinastía Joseon (1392-1897… probablemente, por las pistas que da con las guerras contra Japón, esté más cerca de finales del siglo XVI), Kingdom no busca en realidad el rigor histórico, pero tampoco lo necesita.

El príncipe heredero Lee Chang (Ju Ji-hoon) y su fiel guardaespaldas Kim Sang-ho (Moo-young) salen de palacio para investigar una misteriosa plaga que ha empezado a afectar a poblaciones campesinas… Lo que no saben es que la misma quizás se hubiese originado más cerca de lo que ellos imaginan.

De nuevo, intrigas palaciegas, alianzas, traiciones, sangre y… zombies se dan la mano en esta producción que nada tiene que envidiar a las de Hollywood y que tiene un ritmo endiablado. Y ojo con el papel que se marca Jun Ji-hyun como Ashin y que promete muchísimo en una tercera temporada.

Kingdom. Netflix.

Empresses in the Palace (後宮·甄嬛傳, 2011)

Llega el turno de una serie china de 76 capítulos que, lamentablemente, nos llegó a Occidente mutilada y emitida por Netflix.

Siendo francos, a los chinos les encanta hacer dramas de época, con historias sobre las rivalidades entre las distintas concubinas dentro de la Ciudad Prohibida, pero esta fue una de las primeras que tuvo tanto éxito como para ser traída a estos lares.

En este caso, cuenta la historia de Zhen Huan (Sun Li), concubina del emperador Yongzheng (Chen Jianbin) que, tras superar obstáculos de todo tipo (en serio, de TODO tipo) llega a la cúspide del poder, no sin haber realizado todo tipo de sacrificios en el camino.

Lo cierto es que la serie tiene relleno que da gusto, pero las ambientaciones, la evolución de los personajes (especialmente ellas) y las intrigas te mantienen enganchado.

La influencia de Akira en Stranger Things

La cuarta temporada de Stranger Things ha finalizado este fin de semana en Netflix, y con ello la espera durante mes y medio a un broche de oro (por ahora) que, a grandes rasgos, no ha decepcionado. Sobradamente conocidas son las referencias, homenajes y guiños que hace la serie creada por los hermanos Duffer a la cultura pop de la década de 1980, por supuesto también al anime de la época.

Pero hay un título que sobresale por la de inspiración que han tomado de él, tanto en las líneas argumentales como en los personajes principales, y esa es Akira de Katsuhiro Otomo.

Los propios Duffer han admitido esta fuente de inspiración, junto a Elfen Lied, siendo ésta última la que, parece, más se ha comentado en los medios.

Claro, las similitudes entre la protagonista de Elfen Lied, Lucy, y Once (Millie Bobby Brown) son las que más saltan a la vista: dos jóvenes chicas sujetas a experimentos, que logran huir del laboratorio y son encontradas (y acogidas) por un mundano muchacho, del que se enamoran.

Sin embargo, los paralelismos con Akira son más numerosos, especialmente si miramos al manga. Veámoslos (avisamos de que pueden aparecer SPOILERS de Stranger Things y de Akira).

Stranger Things. Netflix.

Tetsuo y Once, Kaneda (y su banda) y Mike (y su pandilla)

Antes que Lucy, Tetsuo Shima llegó como un vendaval siendo uno de los primeros grandes héroes byronianos de la cultura pop. Si bien Kaneda engloba en mejor forma el arquetipo del antihéroe, siempre he sentido mayor fascinación por Tetsuo (quien además me parece más complejo).

Como Tetsuo, Once es una joven con enormes poderes psíquicos que, ocasionalmente, se escapan a su control. Debido a esto, genera en los demás fascinación y temor (al menos hasta que llegan a conocerla). Y, por supuesto, no pueden faltar los científicos y gobiernos de turno que ansían hacerse con él/ella y controlarlo a su servicio.

A diferencia de Tetsuo, Once es de buen fondo (no está tan claro en el caso del nipón… pero claro, es difícil dar con alguien genuinamente bondadoso en Akira). No obstante, la hemos visto ocasionalmente asesinar a gente, normalmente en defensa propia y/o debido a los traumas de su pasado.

Y es que Tetsuo y Once son los dos objetos de experimentos que guardan escasos escrúpulos, además de haber recibido drogas de forma directa o indirecta (tampoco nos llevemos las manos a la cabeza, Stranger Things es una obra mucho más inocente que Akira).

En la cuarta temporada se descubre otro aspecto de Once que no se había visto hasta entonces: en realidad, antes no era TAN poderosa. De hecho, era más bien la mediocre dentro de su grupo de niños superpoderosos. Y por ello recibía (y sigue recibiendo) ataques de acosos por parte de sus pares. Este es otro aspecto que la asemeja a Tetsuo, quien posee un complejo de inferioridad (especialmente respecto a Kaneda) del tamaño de la Torre de Tokio.

Huérfanos ambos (de Tetsuo se menciona en el manga que fue abandonado por su madre y Once fue arrebatada de los brazos de la suya nada más nacer), niños solitarios, traumatizados y de naturaleza retraída y tímida, empiezan a romper el caparazón cuando conocen a otro congénere más extrovertido y con madera de líder. En el caso de Tetsuo es Kaneda y en el de Once es Mike.

Son Kaneda y Mike los que integran a Tetsuo/Once en los grupos que ellos lideran. En el caso del nipón, resultan en una banda de delincuentes adolescentes y en la del estadounidense en la de un grupo de chavalillos que se divierten jugando partidas de rol. La principal diferencia radica en que Mike hace asimismo las veces de interés romántico de Once, mientras que Kaneda es el amigo/rival de Tetsuo (el amoroso recae en otro personaje, también mundano, llamada Kaori).

Tanto Tetsuo como Once continúan desarrollando (y elevando) sus poderes a lo largo de la trama, mientras que Kaneda y Mike sirven como reflejo de lo mundano, de los pies sobre la tierra frente a la corrupción (especialmente en el caso japonés) de lo sobrenatural e incomprensible para la mente humana. Akira es mucho más trascendental y cruda que Stranger Things, por lo que sus similitudes dramáticas al respecto finalizarían aquí; pero no son las únicas.

Crecí en un laboratorio

Akira es en realidad el nombre de otro niño, antes que Tetsuo, que llegó a alcanzar un poder inimaginable tras ser un sujeto de experimentación (junto a otros niños como él, solo que algo menos poderosos).

Si habéis visto la cuarta temporada de Stranger Things (si no, pasad al siguiente párrafo), esto nos recordará a Uno/Henry Creel, el primer (aparentemente) sujeto de experimentación del proyecto MK Ultra, llevado a cabo en secreto por doctores y científicos con conexiones con el gobierno. Uno desarrolló tanto poder que su control escapaba al doctor Brenner, por lo que éste le implantó un chip que lo «sedaba» y tenía además monitoreado. Hasta que un día, Uno logra manipular a Once, ésta le extrae el chip y él aprovecha para vengarse cargándose a todo aquel que va cruzándose en los pasillos del laboratorio (esta escena sí puede recordarnos al inicio de Elfen Lied, pero también a Tetsuo intentando huir de su «prisión»). No obstante, Henry Creel sería Akira, el «primer sujeto» experimental que resultó en éxito, pero con dramáticas consecuencias.

Akira tiene un papel bastante más prominente en el manga que en la película de dos horas (donde no es casi ni personaje), por lo que recomendamos (aún más) su lectura. Ahí, vuelve a ser recuperado por Tetsuo para su causa de dominar/destruir (depende de cómo vaya de ánimo) Neo-Tokio.

Lo que guardan en común todos estos personajes, tanto de Akira como de Stranger Things, es que han sido sujetos de experimentos y han crecido (bueno, en el caso de Tetsuo pasó solo un período de tiempo) en un laboratorio, lo que ha resultado en una serie de jóvenes con superpoderes que van pululando (o no) por ahí.

La intervención del ejército (también el estadounidense)

Claro, allí donde hay experimentos secretos con niños que hacen de armas de destrucción masiva, hace a su vez acto de presencia el ejército estadounidense (sí, aunque los sucesos de Akira se ambienten en Japón). En el caso de la obra de Otomo, lo hacen especialmente en el manga.

Suelen estar comandados por el clásico general/coronel/lo que sea (no, no somos duchos en estas cosas) con aspecto estoico y de tipo duro… que rara vez consigue su objetivo (eso, si no acaba criando malvas).

Es la fuerza contra la ciencia, sin que ninguna termine de llevar del todo la razón (pues ambas han sido partícipes de los experimentos y de haberse saltado unas 38738932 normas contra los derechos humanos). Vamos, que el espectador/lector siempre va a terminar yendo del lado de Tetsuo/Once (o en el de Mike/Kaneda si somos menos ambiciosos y queremos ir a la opción moral más cómoda y segura).

En conclusión, Akira ha servido de influencia, desde su salida allá por 1988 (en el caso de la película) a numerosos trabajos de Hollywood, incluyendo el que nos ocupa. Son varios los proyectos que han intentado adaptar la obra de Otomo bajo la batuta norteamericana, sin éxito hasta la fecha. Mientras tanto, podemos contentarnos con estas versiones, mucho más light y amigables, como es la de Stranger Things.

El anime de la temporada, Spy x Family, cierra primer ciclo por todo lo alto

Spy x Family (スパイファミリー) ha sido probablemente el anime más popular de lo que llevamos de año, y eso que el anterior ciclo contó con pesos pesados como la temporada «final» de Shingeki no Kyojin (進撃の巨人) o la revelación que fue Sono Bisque Doll wa Koi o Suru (その着せ替え人形は恋をする). El estudio tras esta última, Cloverworks, junto a WIT Studio, nos han brindado una magnífica adaptación que se despide hasta el próximo octubre.

La historia de Spy x Family se sitúa en un mundo ficticio altamente inspirado en la Alemania dividida por el Muro de Berlín. Los espías todavía cuentan con un trabajo esencial, si bien su persecución está en boga. Uno de ellos, conocido como Twilight (voz en original japonés de Takuya Eguchi) recibe la importantísima misión de adentrarse en la escuela de élite Edén, para lograr llegar hasta el presidente de Ostania, Donovan Desmond, y evitar así que se desarrolle una catástrofe mundial. Para ello, debe contar con una familia ficticia, la cual acaban conformando la asesina a sueldo Yor (Saori Hayami) y la pequeña telépata Anya (Atsumi Tanezaki), siendo públicamente conocidos como los Forger.

Siendo francos, el principal logro de Spy x Family radica en Anya, de forma similar a cómo Grogu fue la estrella indiscutible de El Mandaloriano. Esto no significa que la serie no destaque en el resto de sus apartados, pues el director Kazuhiro Furuhasi (todo un veterano de la industria que ha trabajado en títulos como Dororo o las OVAs de Rurôni Kenshin) se encarga incluso de mejorar la obra de Tatsuya Endô.

Spy x Family. Cloverworks y WIT Studio.

Así, podemos afirmar que el hecho de ir entrecruzando la trama principal de la Operación Strinx con la vida escolar de Anya (que brinda a otros de los mejores personajes, como los pequeños Damian o Becky o el «elegante» señor Henderson) supone todo un acierto, pues mezcla los mejores elementos de todo anime shônen con los slice of life que tan bien se les dan a los japoneses. No hay saturación de acción ni tampoco de azúcar, sino que se va equilibrando la balanza de uno a otro.

Otra virtud de Spy x Family, que identifica ya a su manga, es la ruptura de los estereotipos, concretamente de los propios de las series de espías. Podría decirse, en este sentido, que se trata de una parodia; pero lo cierto es que su componente más emocional y serio no la hacen caer en la absoluta banalidad del chiste eterno.

De este modo, se juega con los tropos del espía varonil, seductor y misterioso; la femme fatal, el experimento fallido, el abusón del colegio o el gran villano megalómano oculto en las sombras; así como el concepto de familia tradicional e «idílica» norteamericana que tanto se vendió durante la posguerra. Endô (y ahora la adaptación en anime) se encargan de dar vuelta a nuestros prejuicios al respecto mediante la creación y evolución de personajes encantadores y ricos en matices, y no nos referimos solo al elenco protagonista.

Spy x Family va creando así sus propios enigmas e identidad, y somos muchos los que ansiamos saber cómo serán las inevitables confrontaciones que sucederán una vez los personajes descubran sus verdaderas identidades, tanto dentro de ese inusual grupo familiar que son los Forger del título como entre las nuevas «amistades» de Anya (desde Card Captor Sakura no se hacía tan popular una pareja de infantes…).

Spy x Family. Cloverworks y WIT Studio.

Qué decir de la animación… Cloverworks y WIT Studio están detrás, por lo que el trabajo al respecto es impecable en sus (hasta ahora) 12 capítulos. La banda sonora quizás destaque algo menos, pero los opening (de Hige Dandism) y ending (Gen Hoshino, dirigido por cierto por Atsushi Nishigori) poseen ese mismo carisma que impregna al resto de la serie.

Si se le puede achacar un fallo a Spy x Family este es precisamente su propia naturaleza autoparódica, por lo que quizás mucha gente no la termine de tomar en serio. Rayos, incluso ella misma parece no tomarse en serio en determinadas situaciones, como en su propia composición (¿se supone que el final de temporada es un episodio autoconclusivo «de relleno» cuando en el anterior nos estaban presentando a un futuro personaje principal?). Lo cual supone cierta frescura, pero la aleja de la liga en la que juegan títulos tan «intensos» como Shingeki no Kyojin (repetimos, desde la perspectiva que pueden formarse algunas personas).

En definitiva, Spy x Family ha sido el anime de la temporada, puede que del año, y con razón. Su frescura, su (casi) perfecto equilibrio entre el drama propio del slice of life, la acción de las series de espías y la comedia de su naturaleza paródica encandilará a todo tipo de público, incluso a los que no estén habituados al anime. Su animación lo transforma además en un producto genuinamente bonito y agradable a la vista, con el que finalizas la semana con el mejor humor posible.

Hablemos del final de Bubble (バブル)

Bubble (バブル) es el último largometraje de Wit Studio, estrenado recientemente en Netflix, que adapta de forma muy libre el cuento La sirenita de Hans Christian Andersen, mezclado con altas dosis de parkour futurista, en una Tokio devastada al verse envuelta por una serie de burbujas que alteran la gravedad.

A pesar de las portentosas banda sonora y animación, Bubble peca de quedarse corta en su contexto, pues no queda del todo claro qué son estas burbujas ni de dónde vienen… A la espera de que novela o manga aporten algo más al respecto, vamos a intentar organizar la información disponible aquí, para comprender mejor el final del largometraje dirigido por Tetsurô Araki. Avisamos de que habrá SPOILERS de Bubble.

La sirenita

Los paralelismos con la obra de Hans Christian Andersen son los que más saltan a a vista (por si fuera poco, Uta reproduce varios de sus fragmentos a lo largo de la cinta). Pero no la versión de Disney con (inventado y demasiado dulce) final feliz, sino la original. En ésta, la sirena se convertía en niebla como castigo.

Sin embargo, como la protagonista se había visto incapaz a asesinar al príncipe, de quien había caído enamorada (y que se había casado con otra); a pesar de que hacerlo la hubiese salvado de dicho castigo (sus hermanas son quienes le ofrecen esta alternativa), se la perdona a cambio de pasar 300 años realizando buenas acciones para la humanidad, tras lo cual, podrá ir al Cielo.

Al igual que la de Christian Andersen, Uta se sacrifica por amor a Hibiki, pues sabe que si lo toca su forma humana desaparecerá; pero aún así lo hace para poder salvarle hasta en tres ocasiones (al principio cuando lo rescata del tren sumergido, cuando se lanza a por el/la líder de Undertaker en la carrera y al final, cuando Hibiki se va hundiendo con ella en el agua). Es incluso más doloroso porque, aquí sí, el amor de ella es correspondido.

Bubble. WIT Studio y Netflix.

Aquí no se es tan cruel; pero Uta acaba igualmente convertida en burbujas. Que es básicamente lo que es. Vuelve a su hogar.

No desaparece del todo, pues seguimos viéndola (y escuchándola, al igual que Hibiki) de esta forma en la escena final. Ignoramos si habrá secuela del largometraje (tampoco es que haga falta), o si novela/manga oficiales aportarán más información al respecto, pero Uta queda así, como burbuja, siempre cerca de Hibiki. Sus palabras finales y la canción que cierra la historia, cantada por Riria (quien pone voz a Uta), no deja lugar a dudas, pues no dice «adiós» sino «hasta luego«:

じゃあね、またね es el japonés de «Luego nos vemos«. Mientras suena, durante los créditos, vemos a Uta con su forma humana entre escenarios del verdadero Tokio. De forma similar, la figura de Aeris aparecía en medio de un campo real de flores, rodado en Hawái, durante los créditos de Final Fantasy VII: Advent Children (esta secuencia fue luego omitida para la versión extendida).

La letra de じゃあね、またね habla también de la llegada del día en el que no pueda decir «nos vemos«, será el día en que finalice su amor. Uta canta luego sobre querer hacer cosas típicas de cualquier pareja (salir los sábados, llamadas rutinarias, ir al cine, comprar ropa nueva, etc.). Por lo tanto, la tragedia no es tanto que ella muere (no lo hace), sino que ella e Hibiki pertenecen a especies distintas y no pueden estar juntos «al uso».

Ningyô no es lo mismo que sirena

Porque, ¿a qué especie pertenece Uta? La película, por sí sola, no termina de aclararlo, pero da a entender que las burbujas vienen del espacio o incluso que pertenecen a otra dimensión (se habla asimismo de fantasmas en algún momento de la cinta).

En realidad, no es la primera vez que el anime (e incluso la animación china, caso de Big Fish and Begonia) nos muestra esta unión entre el cielo/espacio y el agua/mar. Tenki no Ko de Makoto Shinkai aborda asimismo algo similar, dejándolo también en algo bastante ambiguo y simbólico.

El concepto de sirena, tal como lo entiende el folclore japonés, no es tampoco exactamente el mismo que el nuestro. Conformada la palabra ningyo por los kanji de persona y pescado (人魚), no puede ser más específica. Sin embargo, este yôkai (algo más cercano al concepto de «fantasma») está lejos de poseer la forma de una bella joven, sino que es más bien un pez con cabeza humanoide.

Uta es simplemente una burbuja que adopta la forma de un joven que parece ser una idol que ve en un póster pegado en el tren donde está ahogándose Hibiki. Que adopte la forma de esa chica es así puramente fortuito. No tiene forma humana y no es una sirena como la Ariel de Disney.

Por el mismo motivo, las «hermanas» de Uta, que al final serían algo así como la villana, pueden adoptar también cualquier forma, que es lo que ocurre en esa especie de confrontación que tiene con Uta cerca de la conclusión. Conviene aclarar que, al contrario que la bruja de La sirenita, estas hermanas no quieren matar a Uta, sino que vuelva con ellas (con el «todo» del que hablaremos a continuación). Por eso, Uta no muere, regresa. 

Bubble. WIT Studio y Netflix.

¿Qué pasa con Hibiki?

Entonces, ¿qué ocurre con el otro protagonista de Bubble, Hibiki? Siendo el equivalente al príncipe de La sirenita, en realidad Hibiki es representado como un joven con algún tipo de neurodivergencia como es la hiperacusia o hipersensibilidad auditiva. Según la web de Gaes:

«No se trata de que escuchen más que los demás, sino de que su umbral de tolerancia al sonido está en un parámetro inusual, de manera que los ruidos de la vida cotidiana pueden resultar extremadamente molestos y, según los casos, hasta inaguantables. […] Además de esas molestias, los problemas de atención y concentración, la excesiva irritabilidad o la voluntad de aislamiento, pueden ser al mismo tiempo consecuencias de que este trastorno, pero también las alarmas que nos llamen la atención.»

Hibiki claramente muestra todos estos síntomas en la primera mitad de la cinta. No somos muy amigos del concepto «el amor lo cura todo» (mucho menos una enfermedad), pero se puede interpretar en Bubble que la conexión con Uta, aún cuando ésta es burbuja, nace de esta incapacidad de comunicación por parte de ambos (máxime en un país como Japón, donde ser miembro de la sociedad es casi tan necesario como respirar).

Bubble. WIT Studio y Netflix.

Una vez Uta toma forma humana, tampoco es capaz de comunicarse con lenguaje humano (pues no es humana), asemejándose más a un gato, ya que es el animal con el que casi choca poco antes de su transformación.

El paralelismo con La sirenita viene de que la canción que canta Uta, aún siendo burbuja, es el sonido que resulta más afable y tranquilizador para Hibiki, generándose en éste una especie de obsesión por hallar su procedencia.

Uta sigue evolucionando así en su vínculo con el protagonista debido, justamente, a que no es humana y que, como él, no forma parte de esa sociedad. Dos aislados, vaya, al igual que ese Tokio envuelto por una enorme burbuja (que desaparece hacia el final, cuando los protagonistas ya han aprendido a comunicarse, al menos entre ellos). Ambos van creciendo juntos para llegar a formar al menos una simbiosis, algo de utilidad en el grupo. Hibiki aprende a través de Uta (en esas pedazo de escenas que son la carrera contra Undertaker, al igual que ambos usando el parkour como baile) que cooperando se pueden llegar a mejores resultados. Este mensaje es muy propio del imaginario colectivo nipón, claro.

Por otro lado, Uta y Hibiki no son los únicos personajes que muestran algún tipo de diversidad funcional o neurodivergencia en la película. El/la líder de Undertaker se comunica mediante una voz artificial, no sabemos si por algún problema en el habla o por no ser/saber japonés; y Shin tiene una prótesis por pierna. Lamentablemente, ambos casos están infradesarrollados.

Un ciclo que se repite constantemente

Aparte de varios fragmentos de La sirenita, hay un discurso que se repite en más de una ocasión a lo largo de Bubble:

«Un ciclo que se repite constantemente […] Los átomos de nuestros cuerpos se juntan, se vuelven estrellas, arden, se comprimen y se liberan. De nuevo, crean espirales, se unen y se separan. Algún día, cuando se extinga la vida en la Tierra, volveremos a ser parte de una gran espiral».

Nuestro desconocimiento en astrofísica es amplio (tampoco creo que los animadores y guionistas de Bubble sepan mucho al respecto); pero ciertamente este tipo de discurso me recordó al de otras obras de ficción como Tengen Toppa Gurren-Lagann (sobre todo por lo de la espiral) o, más recientemente, Misa de medianoche. Cerca del final de ésta última, uno de los personajes tiene la siguiente reflexión sobre la muerte:

«El cuerpo se detiene, una célula a la vez, pero el cerebro mantiene activas las neuronas […] Estoy muy ocupada en este momento, recordando… Recuerdo que cada átomo en el cuerpo fue forjado en una estrella, que esta materia, este cuerpo, es mayormente espacio vacío al final, y la materia sólida solo es energía vibrando muy lento y no existe el «yo». Nunca existió. Los electrones de este cuerpo se mezclan y bailan con los electrones del suelo que está debajo de mí, del aire que ya no estoy respirando. Y luego recuerdo que no hay un punto en que eso termine y esto comience. Y recuerdo que soy energía […] Voy de regreso, regreso a casa. Es como una gota de agua que cae de regreso al océano, del cual siempre fue parte. Todo es una parte. Todos somos una parte […] Eso es a lo que nos referimos al decir ¨dios¨, el ser, el cosmos y sus sueños infinitos. Somos el cosmos que sueña consigo mismo […]».

Como Bubble dura algo menos de dos horas y no siete episodios de más de 40 minutos como Misa de medianoche (altamente recomendable, por cierto), es fácil perderse este tipo de cuestiones y quedarse embobado con las escenas de parkour. Pero lo cierto es que el mensaje en este aspecto está bastante claro y además va muy acorde con la idiosincrasia japonesa: Uta es una burbuja, una gota de ese océano al que debe volver; al igual que Hibiki forma parte de una sociedad con la que debe cooperar. Ambos conforman parte del mundo y, en algún momento, volverán a encontrarse. No como dos adolescentes enamorados, sino como parte de un todo.

Evidentemente, no hay que tomar esto de forma literal. Bubble no es un documental ni busca ser un anime de corte realista como pudieran serlo, por ejemplo, algunos títulos de Satoshi Kon (quien usaba el simbolismo y realismo mágico de forma magistral). Es un cuento (inspirado en otro cuento) y, como tal, se presta a otro tipo de interpretaciones más fantásticas (¿Quién dice que Uta no puede volver a adoptar forma humana nuevamente?). Aunque, sin duda, así se perdería parte de ese deje melancólico y triste que desprende la película y que es, en nuestra opinión, uno de sus puntos fuertes.

Bubble. WIT Studio y Netflix.

Bubble (2022), Ponyo ha madurado (y luce espectacular)

Hoy se ha estrenado en Netflix a nivel mundial la última película de anime de Wit Studio, cargada de nombres pesados de la industria como el guionista Gen Urobuchi, el director Tetsurô Araki o el dibujante y diseñador Takeshi Obata; Bubble (バブル) es una reinvención de La Sirenita (la de Hans Christian Andersen, no la versión de la adolescente atolondrada de Disney), una Ponyo ya madura, que luce más espectacular que nunca.

La historia nos sitúa en un Tokio distópico, sobre el que ha caído una misteriosa explosión de burbujas que lo ha dejado aislado del mundo exterior y abandonado. Allí han quedado una serie de grupos de jóvenes marginales que sobreviven mediante torneos de parkour, en los que apuestan víveres y artículos de primera necesidad. Uno de ellos, Hibiki (voz en japonés de Jun Shison) cae un día en el centro de la explosión de burbujas y, a punto de morir, es rescatado por una muchacha con aspecto casi de sirena, a la que bautizará como Uta (Riria).

No pretendemos contar más para evitar spoilers, pero a partir de aquí lo que va sucediendo es básicamente eso: una reinvención de La Sirenita con parkour. No hay mucha intriga ni sorpresas, pero tampoco es que hagan falta. Que es como si uno se frustrara solo porque la base de Kimi no Na wa fuese la misma que la de La casa del lago. Que todo está inventado, vaya. Dejaos llevar.

Bubble. WIT Studio y Netflix.

Y así es como más se puede disfrutar Bubble, un constante orgasmo visual y auditivo (la banda sonora es de Hiroyuki Sawano y cuenta con temas de Eve y Riria, ni más ni menos) que te deja al final hecho un manojo de emociones. Para mí, no hace falta pedir más.

Eso sí, quizás se eche en falta algo más de profundidad del universo que refleja Bubble. De dónde salen esas burbujas, que parecen mezcla de la mala de La Sirenita con las hermanas de Ponyo y cierto concepto de espiral sacado de Tengen Toppa Gurren-Lagann. También por qué en alguno de los grupos de parkour parecen androides y a dónde fue ese amago de crítica a la obsesión por la exposición constante en las redes sociales.

Más allá de esto, este largometraje de Wit, donde saca a relucir todo su armamento tras los éxitos que ya fueron los anime de Attack On Titan u Ôsama Ranking, es francamente disfrutable. Algo más de dos horas que pasan rápido y que llevan sobre sus espaldas los dos protagonistas del romance casi en su totalidad. Por suerte, la química entre ellos también es buena (no así la de la ¿tutora? del grupo de parkour, que parece pecar de cierta pedofilia tirándole ocasionalmente los trastos al adolescente Hibiki…).

Bubble. WIT Studio y Netflix.

Respecto al desarrollo de estos dos personajes (los únicos realmente notorios en la cinta), fluyen bastante bien, lo suficiente como para poder sufrir al final con ellos. Especial mención a la base neurodivergente que le dan en esta ocasión al protagonista, saliéndose así un poco del explotadísimo tropo del joven huraño y asocial.

Las escenas de acción son, claro está, las que lucen mayor espectacularidad, mezclando in crescendo una animación a medio camino entre 2D y 3D con los temas de Sawano. Pero los momentos más pausados tampoco se quedan muy atrás, como es el caso de Hibiki y Uta relajándose y conociéndose en el oculto tejado de un edificio en ruinas.

Si hubiese que ponerle un «pero» a la portentosa animación sería, por decir algo, que en unas pocas ocasiones se nota cierto uso de CGI, especialmente en algún objeto o escenario. Por lo demás, es todo lo fluida que podría ser en unos torneos de parkour.

En definitiva, Bubble no inventa nada; es más, recae en ciertas tendencias que parecen estar últimamente de moda en el cine anime: Tokio distópico, desastres ambientales, romance adolescente que genera congoja. Pero tampoco son aspectos que hubiese creado Makoto Shinkai. Lo mejor que hace el largometraje de Wit Studio es que todo esto lo hace de forma más que correcta y, sobre todo, especialmente entretenida y bonita (hay primeros planos que son para enmarcar). Es para verla, aunque solo sea para que ojos (y oídos) lo agradezcan.

Pero está muerto, ¿no? El «final Taxi Driver»

Los finales ambiguos son como las tortillas de patata con cebolla: los amas o los odias; pero el caso es aún más extremo si lo que está en juego es la muerte del protagonista (incluso de todos los protagonistas en algún caso que veremos). Clímax que han traído numerosos debates de tapeos y por las redes a lo largo de los años y que, en ocasiones, no tienen solución. Como la vida misma.

Avisamos de que habrá SPOILERS de todos los títulos que trataremos.

Taxi Driver, el «origen»

En realidad, Taxi Driver no es el origen de nada, pues por muy innovadora que resultase la película de Martin Scorsese, para cuando se estrenó en 1976 «ya estaba todo inventado».

La historia se centra en Travis Bickle (inconmensurable Robert De Niro), un taxista de Nueva York que vive casi en la marginalidad tras su paso por la guerra de Vietnam. Harto de la corrompida sociedad y tras conocer a una prostituta de 13 años que responde al nombre de Iris (Jodie Foster), un día se harta de todo, se hace el peinado a lo mohicano y planea un tiroteo en el Senado; pero éste se frustra y corre entonces a liberar a la muchacha, enfrentándose con proxenetas y similar chusma.

Al final, tras un sangriento tiroteo, Travis aparece herido de bala en un sofá, mira a cámara y se dispara imaginariamente con el dedo apuntando a la cabeza y al susurro de «bang». Tras eso, la cámara en plano picado sobrevuela la habitación y comienza una especie de epílogo donde se muestra a Travis siendo una especie de héroe social por haber liberado a Iris, a la par que retoma (y vuelve a dejar, pero esta vez por iniciativa suya) la maltrecha relación que había establecido previamente con Betsy (Cybill Shepherd).

Todo muy idílico, especialmente para un personaje tan antiheroico y una historia tan «sucia» como estos. Por ello, mucha gente sigue creyendo que en realidad Travis muere por sus heridas, la cámara en picado y girando es su alma ascendiendo y el epílogo sería su ensoñación, parte de los delirios que él mismo había estado mostrando a lo largo de la cinta.

Lo «malo» con esta línea de pensamiento es que tanto Scorsese como Paul Schrader (el guionista de Taxi Driver y quien volverá a aparecer en esta entrada) han aclarado que, al menos para ellos, Travis sobrevive y el final es una crítica a la glorificación que hace la sociedad estadounidense de tipos que, más que héroes, son personas con enfermedades mentales (clínicamente desatendidas, claro… que no por nada va Joker años más tarde y copia el argumento base).

1976, New York, New York, USA — Overhead view of the bloody aftermath of Travis Bickle’s killing spree from Martin Scorsese’s . — Image by © Steve Schapiro/Corbis

Cowboy Bebop, el anime que hace guiño a Taxi Driver

Años más tarde, en 1998, Shinichiro Watanabe estrenaba Cowboy Bebop, anime de 26 episodios que narraba las desventuras de la tripulación de una nave espacial pilotada por cazarrecompensas. Hemos hablado anteriormente de forma extensa de esta serie y de su final, por lo que no nos explayaremos mucho más.

Cowboy Bebop homenajea a varios títulos de la cultura pop occidental, siendo Taxi Driver uno de ellos. Esto es especialmente apreciable en su conclusión, tanto en las escenas de acción del protagonista, Spike Spiegel, adentrándose a tiros en la sede del Dragón Rojo; como en sus últimos momentos, mirando a cámara y apuntando con el dedo, disparando imaginariamente al susurro de «bang».

Tras esto, al igual que en Taxi Driver, Spike cae inconsciente al suelo y la cámara se eleva al cielo y el espacio, mientras vemos los créditos. No hay epílogo, solo una estrella que desaparece y las palabras finales, mientras se enfoca el rostro muerto/dormido de Spike, «cargarás con ese peso».

Como ya dedicamos una entrada entera a las interpretaciones del final de Cowboy Bebop, solo recordaremos que, a pesar del debate generalizado todos estos años después (teniendo en cuenta que la creencia mayoritaria es que fallece), el mismo autor, Watanabe, ha aclarado que no sabe si vive o muere y que lo deja a decisión del espectador.

Final Fantasy VII y el relato de la extinción por el bien del planeta

Un año antes de Cowboy Bebop, en 1997, salía al mercado un JRPG que cambiaría el género para siempre en Occidente. Final Fantasy VII llegaba para quedarse en el imaginario colectivo de los jugadores durante décadas.

La historia es bien sabida por todos, partiendo del recorrido que hacen Cloud Strife y la banda eco-terrorista Avalancha para salvar al planeta de los abusos de la multinacional energética y militar Shinra. En el camino, una de las protagonistas, Aeris, fallece a manos del villano Sefirot… lo que, sin embargo, supone finalmente la salvación del planeta de Meteorito. ¿O no es así? Un epílogo situado 500 años más tarde nos mostraba a uno de los personajes controlables, Red XIII, corriendo junto a sus crías por las afueras de una Midgar en ruinas y sin vestigios de humanidad. Luego, fundido a negro y solo se escuchan las risas de unos niños.

Con la salida en 2005 de la secuela Advent Children sí quedaba claro que la humanidad sobrevivía a los efectos de Meteorito y Sagrado; pero claramente mermada y enferma. Hasta el lanzamiento de esta película, era fácil pensar que el ser humano se había extinguido en este universo y que, por ello, el planeta sanaba. Solo quedaba Red XIII como único miembro del equipo que no era humano (y que podía sobrevivir durante más de 500 años, claro).

Los creadores de Final Fantasy VII revelaron que llegaron a pensar incluso en la posibilidad de matar a todo el elenco, salvo a los tres personajes que el jugador eligiera. Por suerte para muchos, la idea no salió adelante.

First Reformed, cerrando el círculo

Quien fuera guionista de Taxi Driver, Paul Schrader, escribió asimismo en 2017 el guion y dirigió la película de First Reformed (titulada El reverendo por aquí). Mucho más pausada y espiritual que su ópera prima, en esta ocasión hallamos al reverendo Ernst Toller (también inconmensurable Ethan Hawke), en plena crisis de fe tras la pérdida de su hijo en la guerra de Irak y el divorcio con su mujer. Un día le solicita ayuda la feligresa Mary (Amanda Seyfried), preocupada por su marido, para que pueda intentar sacarlo de su nihilismo existencial en base a ideas eco-terroristas.

Al final, tras sufrir una acentuación en su crisis de fe y en su depresión, tras enamorarse de Mary, Toller opta por vestirse él mismo con el chaleco suicida que tenía en su posesión el marido de la susodicha y hacerlo explotar en la iglesia, en plena celebración del aniversario. Tras divisar a Mary entre el público, desiste de su idea y opta por flagelarse con un alambre de espinos y suicidarse bebiendo desatascador de tuberías (la película es durilla). Entonces aparece Mary, Toller deja caer el vaso con el veneno, ambos se abrazan y se besan apasionadamente mientras la cámara gira (en una cinta donde ésta había permanecido inmóvil salvo en otras dos escenas con Seyfried) y fundido a negro con créditos finales.

El propio Schrader ha aclarado que él mismo no sabe cuál es el final y que éste tiene dos posibles interpretaciones: Toller vive, es efectivamente «salvado» al ver milagrosamente a Mary y, tal como él mismo le dijo al marido de la muchacha al inicio de la película, aprende a vivir a medio camino entre la esperanza y la desesperación. En el otro, Toller muere tras consumir el veneno y lo último que ve es a él y a Mary besándose, como una concesión de Dios (hasta ahora silencioso) de lo que sería el Paraíso.

First Reformed. Paul Schrader

Conclusiones

Hay numerosos ejemplos de este tipo de finales abiertos, en los que no queda del todo claro si el protagonista (o los protagonistas) vive o muere. Otros ejemplos populares son Code Geass (queda bastante claro, hasta la llegada de la película Fukkatsu no Lelouch, que el personaje principal muere, y así lo aclararon sus autores; pero aún así había gente debatiendo la posibilidad de su supervivencia); o NieR Automata hasta el final E (e incluso después de éste, el director Yoko Taro se atrevió a trollear con un doble guion para una serie de conciertos donde jugueteaba con la posibilidad de 9S muriendo y 2B deprimida).

El autor considera la posibilidad de la supervivencia o muerte de su creación, jugando a ser Dios. Los mensajes pueden llegar a ser totalmente distintos en el caso de que el protagonista sobreviva o muera: Cowboy Bebop, con Spike cargando con el hastío de vivir en este caso, o siendo liberado de su sueño en el de morir; Final Fantasy VII como triunfo de la naturaleza sobre la humanidad en el caso de su extinción, o con una mera derrota del mal (no sin pérdidas en el camino) si sobrevive; First Reformed, con un aprendizaje de equilibrio entre la esperanza y la desesperación si Toller vive, o completo nihilismo y que no hay salvación posible (ni para él ni para la humanidad) en el caso de su muerte.

Todos ellos tienen varios elementos en común, y es un cambio brusco en la técnica narrativa con respecto a cómo se iba contando hasta ese momento: la cámara en picado y moviéndose lentamente en Taxi Driver, la abundancia de tonos pastel en Cowboy Bebop, el fundido a negro y las risas de niños en Final Fantasy VII (juego totalmente exento de voces), el giro de cámara y brusco fundido a negro en First Reformed. Y, además, la introducción de un mensaje subliminal de corte espiritual: ¿La fuga del alma de Travis Bickle? ¿El ascenso de la misma de Spike Spiegel y la desaparición de su estrella o la formación de un sueño onírico? ¿Las risas de los niños en medio de la nada como metáfora de la Tierra Prometida? ¿Un milagro o la visión del Paraíso para Ernst Toller?

Final Fantasy VII empieza y termina (salvo epílogo) significativamente con este mismo plano. Squaresoft.

Debido a estos cambios bruscos, tanto en el contenido como en la forma, el espectador tiende a pensar, al menos en un primer momento, que lo que ve no puede ser real. Ergo, o es un sueño o es la muerte (o ambas). Y por eso nuestro pensamiento lógico nos lleva, en la mayoría de los casos, a creer que los personajes se están muriendo o han muerto; incluso cuando no es así (en todos los ejemplos expuestos el personaje o sobrevive –Taxi Driver, Final Fantasy VII– o existe la posibilidad de que lo haga –Cowboy Bebop, First Reformed-). Sin embargo, y salvo en el caso del videojuego de Squaresoft (posiblemente porque es el único que tiene una secuela oficial donde aparecen los personajes vivitos y coleando), en el resto de casos la opinión generalizada es que mueren.

En un ejercicio de disonancia cognitiva similar al que expone First Reformed con lo de la esperanza y la desesperación, el cerebro del espectador tiene que elaborar de forma algo más detenida cómo es posible la supervivencia del personaje en medio de un escenario que, narrativa y técnicamente, se aleja de lo que se había expuesto hasta el momento.

Puede que al final solo prevalezca y se de prioridad a la opinión que se forme el espectador en base a su estado anímico o incluso a su línea generalizada de creencias. Hay gente que directamente no soporta este tipo de finales por la frustración que puede llegar a generar su ambigüedad.

Lo «malo» en este caso, para los trabajos que suele tocar este blog, es que los japoneses adoran la ambigüedad (y es una de las bases del budismo zen, además de evitar así la ruptura de la armonía social). Sí, en esta entrada tocamos dos títulos occidentales, pero ambos son sacados de la mente de Schrader, un señor nada ajeno a lo nipón: suyo es el guion de Mishima, una vida en cuatro actos, además de ser un admirador del cine de Yashuhiro Ozu y de hacer guiños constantes a la cultura oriental, como Toller comiendo sushi y miso mientras se pregunta cómo el ser humano se priva tanto de placeres tan simples. Para muestra, lo proclives que son los JRPGs (género inherentemente japonés) a mostrar varios finales distintos.

El mono no aware, ese concepto estilístico también tan nipón, es muy propio de estas obras, donde se pone el foco en la impermanencia de las cosas y en la destrucción (muchas veces auto infligida). Es por ello que al final, tras su visionado, solo nos quede esa vaga sensación de melancolía, mientras se va formando en nuestro interior la extraña idea de que, para bien o para mal, esa conclusión va a rondar durante un tiempo (sino es siempre) en nuestra cabeza.