En defensa de Squall Leonhart (Final Fantasy VIII)

El protagonista de uno de los Final Fantasy más incomprendidos (aunque también adorados, pues tuvo la desgracia o suerte de ir entre medias de dos de los absolutos favoritos como son la séptima y novena entrega) es asimismo uno de los más criticados por los seguidores. Hablamos de Squall Leonhart. Avisamos de SPOILERS de Final Fantasy VIII y Final Fantasy VII.

Sucesor de Cloud Strife en el rol de protagonista, hereda algunas de las características de éste, pero a su vez tanto Yoshinori Kitase (director) como Tetsuya Nomura (diseñador de personajes) quisieron crear una distancia palpable entre ambos, así como entre uno y otro juego. Del rubio heredó su aparente soberbia inicial y aires de indiferencia hacia lo que lo rodea, pero que en el fondo esconde algo más, como el miedo a fracasar socialmente. Esto último algo que irónicamente Cloud consigue siendo una especie de marginado en Nibelheim y «don nadie» en Soldado; pero Squall no, en realidad él resulta bastante popular siempre dentro de la historia, aunque no lo busque.

De ahí parte la principal diferencia, y es que Squall atrae a la gente (le guste o no) por su aparente calma y buen sentido común incluso en situaciones críticas. Es por ello que resulta tan buen líder, como en el ataque contra el jardín de Balamb e incluso en spin offs como Kingdom Hearts o los Dissidia, donde sigue dando muestras de ese sosiego y decisiones acertadas. La primera vez que lo vemos derrumbarse es cuando Rinoa cae inconsciente, es precisamente este el momento en el que no sabe qué hacer.

Por ello, al igual que su tema principal «The Oath» (compuesto por el siempre genial Nobuo Uematsu) y el león que figura en su nombre y que lo representa, Squall da muestras de solemnidad y y cierta fiereza (cuando lo molestan, que en ocasiones puede ser bastante frecuente); pero todo eso esconde a un niño abandonado en un orfanato y con un miedo terrible a que le vuelva a pasar lo mismo.

A pesar de las críticas, Squall es un prototipo de personaje que puede apreciarse a menudo en medios audiovisuales, no solo provenientes de Japón. El personaje interpretado por Matt Damon en El indomable Will Hunting guarda varias similitudes con él, bastantes más que Cloud. Es el joven brillante que esconde sus traumas y temor al abandono tras una fachada arisca, es su barrera protectora para impedir crear lazos y que éstos puedan así romperse.

Otra de las acusaciones que más se leen sobre Squall es que resulta «emo» porque se considera que este temor al abandono y su actitud antisocial no se corresponde con un pasado TAN traumático y triste como los que estamos acostumbrados a ver incluso en la propia saga (tras el desfile de pasados horripilantes que era Final Fantasy VII pues claro, el VIII parecía un tema baladí).

Squall y su «yo de joven». Final Fantasy VIII.

Es verdad, comparado nuevamente con Cloud, Squall no vio su ciudad natal ardiendo y a su madre asesinada por su ídolo. Tampoco fallece su mejor amigo ni su posible interés romántico. Ni es objeto de horribles experimentos por parte de una multinacional energética. Pero colocando todo en su contexto, teniendo en cuenta que por la octava entrega pululan personajes más jóvenes que en la séptima (de los 17 años a los 21 SÍ hay diferencia; de hecho más de la mitad de las tragedias de Cloud ocurren en ese intervalo), que todos ellos viven en un mundo en guerra por unas brujas y que prácticamente nacen huérfanos, el pasado de Squall es bastante horrible. Caramba, yo diría que en la vida real ser huérfano y que tu único pariente conocido, tu hermana, sea arrancada de tu lado a temprana edad resultaría en un trauma a tener en consideración.

Pero es que además Squall no lloriquea, más bien al contrario. Es un tipo independiente y resoluto que, eso sí, resulta antipático porque lo hace a propósito. Ni tan siquiera comprende su popularidad. Está bastante alejado en realidad del concepto de «emo» y lo que eso conlleva. No hace aspavientos, no monta numeritos, no cuenta penas y no quiere llamar la atención. Y, si es por su diseño, se ha confirmado hace tiempo que está inspirado en el fallecido River Phoenix, quien básicamente existió antes que el término «emo» (al menos tal como lo conocemos hoy en día y se utiliza en este caso).

Esta otra vertiente de Squall, la de su propia diseño basado en una leyenda de la cultura pop, refleja la de una juventud desencantada (no olvidemos nuevamente que tiene 17 años). Aquella «Generación X » que ahora se empeñan en hacer desaparecer entre «Baby Boomers» y «Millennials» y que fue reflejada en varios títulos, hoy considerados de culto, como The Warriors (en cuyo protagonista, Swan, también podremos ver algún destello de Squall); Cuenta conmigo (donde River Phoenix tenía un papel principal); o El club de los cinco; por citar unas pocas. No es ningún secreto además que Nomura es un fan declarado de Hollywood.

Al igual que Swan en The Warriors, que al principio es áspero con Mercy pero luego se va ablandando respecto a ella (y acaban juntos), la historia principal de Final Fantasy VIII gira en torno al incipiente romance entre Squall y Rinoa. Otra de las grandes críticas que recibe nuestro protagonista es por su aparente cambio de actitud hacia la muchacha, que puede ser visto como brusco, forzado o poco creíble. Es cierto que quizás resulte extraño en un principio, pero es cuestión de fijarse. Desde el primer momento hay señas de que Squall está interesado en Rinoa, solo que, como con todos, se esfuerza sobremanera para no demostrarlo. Aparece en la escena del baile, donde claramente se «irrita» cuando Rinoa se marcha «ipso facto» (pagándolo posteriormente con Quistis); también cuando se van conociendo y él se muestra molesto, ergo curioso, con la forma de pensar de ella; etcétera.

Esta actitud aparentemente contradictoria (que en realidad no lo es tanto), Squall la muestra a su vez con Seifer, su «otra cara de la moneda» (partiendo del mismo diseño) y con quien mantiene una relación de rivalidad que parece partir más bien exclusivamente del rubio hacia él. Seifer es otro ejemplo de «protagonista de cinta sobre adolescentes desencantados», solo que él ocupa el papel del impulsivo y rebelde sin causa. Squall se muestra aparentemente indiferente hacia Seifer (lo que frustra a éste), pero en realidad se fija bastante en él y es de los más afectados (sino el que más) por su supuesta ejecución. Lamentablemente, esto es cierto, el arco argumental de esta especie de antagonista no está del todo bien ejecutado en el juego, difuminándose en la segunda mitad. Lejos quedó la potentísima introducción con el «Liberi Fatali» de fondo.

Para finalizar, es una pena que no se profundizara asimismo en el vínculo entre Squall y Laguna, otro de los personajes principales y cuyo pasado Squall es forzado a vivir en forma de sueños. Estas escenas sirven para mostrarnos algunos de los momentos más hilarantes, pero también tiernos, de todo el juego. Los pensamientos de Squall (una constante durante todo el guión y que se agradecen sobremanera por lo que añaden a la psique del personaje) se ven intensificados en estos pasajes, dando más fuerza a esa conexión que se va descubriendo a posteriori.

Admito que Squall tampoco fue mi personaje favorito cuando jugué por primera vez a Final Fantasy VIII, en plena adolescencia. Quizás porque me incomodaba reconocer las actitudes tan propias de aquella edad o porque no entendía lo «estirado» de su actitud inicialmente; pero me fue ganando en partidas posteriores y con el paso del tiempo. Hoy, Squall genera en mí una mezcla de gran simpatía y ternura, a pesar de sus «momentos». Por esto y por mucho más, felicidades, Squall Leonhart.