El amor está en el agua, un refrescante romance con forma de trabajo menor de Yuasa

Masaaki Yuasa se ha hecho un hueco en el mundo de la animación japonesa (y lo que le queda) con títulos tan interesantes como The Night Is Long, Walk On Girl, Mind Game o Devilman: Crybaby. Ninguna de ellas baja del notable. Selecta Visión ha traído a las carteleras españolas su último trabajo, El amor está en el agua (Kimi to, Nami ni Noretara きみと、波にのれたら), una apuesta la mar de oportuna para la fecha de su estreno el 14 de febrero.

Hinako Mukaimizu (voz en japonés de Rina Kawaei) es una joven recién llegada a una ciudad costera que aspira a estar cerca del mar, al cual adora desde que era niña debido en buena parte a su pasión por el surf. Allí conoce a Minato Hinageshi (Ryôta Katayose), un bombero muy simpático y agradable que sabe hacer un poco de todo. Ambos enseguida conectan y se enamoran, dando inicio a una relación que se verá truncada debido a un trágico acontecimiento.

El amor está en el agua aprovecha la química desarrollada por el par de protagonistas para dar así rienda suelta al drama, a la melancolía y a la exploración de la pérdida y su consecuente superación.

El amor está en el agua. Science SARU.

A Yuasa se le debe de dar bien la narrativa de romances, algo que ya había demostrado con The Night Is Long, Walk On Girl y en menor medida con Devilman: Crybaby  (por volver a los mismos ejemplos) porque, a pesar de lo fácil que es caer en terrenos almibarados en este tipo de historias, logra salvar el tipo y nos ofrece un vínculo Minato-Hinako sólido y enternecedor, aún con sus escasos minutos en pantalla.

Gracias a que la relación entre los dos protagonistas se asienta bien, la parte más dramática llega sola. Esta es probablemente la sección más interesante de la cinta y la que más posibilidades ofrece. Lamentablemente, no están bien aprovechadas y el último acto es el que más cae en clichés y situaciones anodinas. Eso sí, el final es quizás de los más emotivos que hemos tenido oportunidad de ver en los últimos años.

El amor está en el agua. Science SARU.

El apartado técnico, a cargo del estudio de Yuasa, Science SARU, cumple como en todos los trabajos del director. Animación simple, pero efectiva y dinámica, con colores llamativos que se acoplan estupendamente al tipo de historia que nos quiere contar. No nos encontramos ante un estilo tan bonito como el de Ghibli ni tan grandilocuente como el de las cintas de Satoshi Kon, ni falta que le hace. Es el estilo Yuasa.

La banda sonora, compuesta por Michiru Oshima, viene con trampa. Se puede decir que hay un tema especialmente importante a lo largo de la trama y que suena en más de una ocasión. Si te gusta, bien; pero como no sea el caso puede llegar a resultar irritante y distrae de ciertos aspectos de la trama.

En definitiva, El amor está en el agua es otro notable trabajo de Yuasa, pero está algo lejos de ser el mejor. Apoyándose en la química de sus dos protagonistas y en el bonito (y desaprovechado) guión de Reiko Yoshida, la película pasa como una ola, con su momento álgido y luego cayendo en un último acto poco inspirado y más propio de un shôjo promedio o de una película de sobremesa.

Los niños del mar, mito moderno de sirenas

Selecta Visión ha estrenado este fin de semana en cines de España la película de anime Los niños del mar (Kaijuu no Kodomo 海獣の子供), una espectacular obra a medio camino entre el cine costumbrista y pausado sobre el crecimiento adolescente de su primera mitad con el realismo mágico (casi delirante) de su última parte. Dirigida por Ayumu Watanabe (After the Rain); con guión del propio autor del manga en el que está basado, Daisuke Igarashi; y música compuesta por el siempre maravilloso Joe Hisaishi; nos encontramos ante una delicia visual que, narrativamente hablando, no está hecha para todo el mundo.

Ruka es una estudiante de secundaria que es expulsada del club de balonmano el primer día de vacaciones. Sin saber a dónde ir y con sus padres recientemente separados, acaba yendo al acuario donde trabaja su progenitor. Allí conoce a un misterioso chico llamado Umi, quien fue criado junto a su hermano Sora por una manada de dugongos. A partir de aquí dan comienzo las largas vacaciones de Ruka.

Hay que agradecer especialmente a Selecta el haberse atrevido a traer este título a las carteleras patrias, teniendo en cuenta que se trata de un mercado que, aunque en auge, sigue apoyando masivamente obras que forman parte de franquicias tales como One Piece o Dragon Ball, pero no tanto los trabajos independientes. Además y como decíamos, Los niños del mar no está hecha para todo el mundo.

Los niños del mar. Studio 4ºC.

Basada en el manga de mismo título, Igarashi ya había creado una narrativa que partía de los mitos, la cual no tiene por qué tener sentido (mucho menos, el mismo sentido) para todo el mundo. Entre la psicodelia y la metafísica, Los niños del mar se abre así camino muy alejada de los típicos shônen y mucho más cercana al cine de Terrence Malick (La delgada línea roja, El árbol de la vida). Poesía visual, que puede llegar a resultar lenta y sobre todo confusa para parte del público.

A esta confusión hay que sumarle que la adaptación cinematográfica se deja en el tintero varias escenas determinantes del manga (prácticamente los tomos 3 y 4 completos, si bien es cierto que, para quien esto suscribe, éstos son los que contienen más «relleno del denso»), lo que le otorga un mensaje más centrado en la madurez de Ruka y su vínculo con Sora y Umi y mucho menos en la búsqueda de Anglade (reducido a un personaje completamente secundario) y Jim.

En donde no se pueden poner peros a la película es en su apartado audiovisual. La animación es hipnotizante y absolutamente mágica, tanto en sus partes más experimentales como en otras más convencionales. «Planos secuencia» de las calles por las que corre Ruka, la imagen de ella y Sora nadando bajo el cielo estrellado o, por supuesto, toda la secuencia en el clímax con el ritual del nacimiento son para quedar grabadas en la retina. El diseño de los personajes, a cargo del veterano de Ghibli (y de animes como FLCL o Evangelion) Kenichi Konishi, que sigue fielmente las pautas del estilo de Igarashi, redondea este apartado.

Los niños del mar. Stduio 4ºC.

Qué decir de las partituras de Joe Hisaishi. El compañero de Hayao Miyazaki pone aquí su sello en uno de sus mejores trabajos, y eso es decir muchísimo teniendo en cuenta los temas que ha compuesto para Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro o El verano de Kikujiro, por mencionar a unos pocos. La música con la que arranca la película, que parece seguir el sonido base de las ballenas, o la canción que toca Dehdeh con su instrumento de viento, son solo dos de los ejemplos de este espectacular trabajo que suma puntos a esta experiencia.

Como decíamos, Los niños del mar no es una obra para todo el mundo. Probablemente algunos se aburrirán y otros quedarán estupefactos, pero lo que no se le puede negar es que estamos ante un innovador título que, bajo una premisa clásica, acaba convirtiéndose en algo que no dejará indiferente. Una película arriesgada y excelentemente cuidada que viene a hablarnos de la vida, del mar, del cielo, de las estrellas y de que en algún momento todos nos vemos obligados a crecer, pero sin olvidar a quienes vamos dejando atrás.

P.D.: No os vayáis durante los títulos de crédito, ya que, por un lado, hay escenas posteriores que culminan más satisfactoriamente la película. Por el otro, quedarse a escuchar la canción de Kenshi Yonezu «Spirits of the Sea» es una auténtica delicia.

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Los niños del mar o el mito de creación del siglo XXI

Explicamos: Los niños del mar o el mito de creación del siglo XXI

Selecta Visión ha estrenado en cines de España la cinta de anime Los niños del mar (Kaijuu no Kodomo, 海獣の子供, en el original japonés), la última película de Ayumu Watanabe (ha estado al cargo de varios largometrajes de Doraemon y de la serie After the Rain) y del estudio 4ºC (las también muy peculiares TekkonKinkreet o Mind Game, entre otras), basado en el manga de cinco tomos (publicado aquí por ECC Ediciones) de Daisuke Igarashi.

La historia parte de los cambios por los que está atravesando la vida de Ruka, una adolescente japonesa a quien le prohíben asistir a las clases de entrenamiento de balonmano durante las vacaciones de verano debido a un encuentro con otra compañera. Ruka es competitiva y tiene problemas para comunicarse, lo que se traduce en una sensación de aislamiento y de no pertenencia a este mundo. Sus padres, además, acaban de separarse. Un día conoce a un extraño muchacho que nada en el agua, quien responde al nombre de Umi, y a su hermano Sora.

Avisamos de SPOILERS tanto de la película como del manga Los niños del mar.

El relativismo del oyente

La primera mitad de Los niños del mar se desarrolla al uso, sentando las bases de la típica historia de niña que se hace mujer, el crecimiento del héroe. A partir de la mitad, la narrativa se torna simbólica y caótica, entre la psicodelia y la aparente locura del mito.

Porque Los niños del mar es sobre todo un mito, pero contado en el siglo XXI. Como tal, no necesariamente debe tener sentido; si bien el antropólogo Claude Lévi-Strauss defendía que los mitos contenían toda lógica y respuestas, solo que al ser atemporales y no estar sujetos a determinados episodios históricos pueden prestarse a distintas interpretaciones, según quien lo mire o escuche.

El nacimiento de Rakshasa. Los niños del mar, tomo 2. ECC Ediciones.

Hay mucho de antropología y mucho de mitos recogidos en la obra de Igarashi. Partiendo de Jim Cusack o Anglade, quienes hacen las veces de antropólogos sin serlo, son los observadores participantes de los sucesos extraños que acontecen. Son además (especialmente Anglade) quienes transmiten al espectador o lector los mitos vinculados a la historia.

Es el caso del nacimiento de Rakshasa, mito budista y del hinduismo que Anglade cuenta en su primera aparición cuando va a buscar a Sora. Rakshasa es un ser demoníaco que nace del dios creador del universo, el cual un día viajando junto a su mujer a lomos de un toro se pusieron a tener sexo y eyaculó sobre el mar. Anglade concluye que los meteoritos que caen sobre el océano a inicios de la historia representan al semen del cosmos o de esta deidad. Y dicho meteorito será esencial para la historia.

En cuanto al propio Raksasha, se cree que los niños del mar pueden servir de analogía con el ser demoníaco que devora a los humanos. Cuando Dehdeh los encuentra en el manga, un paisano le explica una leyenda que habla de dos niños que llegan misteriosamente, uno procede del cielo y otro del mar. Ambos crean un vórtice en el océano que lo consume todo, como hasta cierto punto acaba ocurriendo en la historia.

Retomando a Lévi-Strauss, los mitos poseen lógica, pero varía dependiendo de quien lo escucha o de quien lo narra. Igarashi plantea aquí un mito sobre la creación del universo y la vida, partiendo de la madurez de una adolescente de hoy que se topa con dos misteriosos muchachos, que se presta a diversas interpretaciones (yo por ejemplo ya he leído teorías que parten de las creencias de Bali, del cristianismo, de teorías sobre la reencarnación o incluso que todo se ciñe al despertar sexual y posterior aborto de Ruka).

Tanto la película como el manga se centran bastante en mostrar la dualidad (a veces enfrentamiento) entre la ciencia o empirismo y lo inexplicable. Esto es perceptible y no merece mayor análisis, pero básicamente sirve como crítica del antropocentrismo dominante (en una realidad donde el ser humano representa a una ínfima parte) y de que, a pesar de todos los avances tecnológicos de los últimos años (pocos, en el conjunto de la historia), el hombre todavía no sabe realmente casi nada.

La propia narrativa de Los niños del mar juega con este relativismo, con este microcosmos frente al macrocosmos. Sora, Anglade y Dehdeh mencionan que en realidad el ser humano apenas sabe ni percibe nada del total de la existencia. La primera mitad parte desde Ruka hacia el mundo; la segunda desde el universo hacia la muchacha.

La creación del universo o nacimiento en Los niños del mar. Studio 4ºC.

El universo como cuerpo biológico que se reproduce

En realidad, Los niños del mar es bastante fácil de entender si se parte de la idea de que el universo funciona como ente orgánico, trabaja y se reproduce como un ser vivo. Nosotros, humanos, somos una minúscula parte de un todo, las amebas, que ayudan (en parte, al menos) a que este todo siga su marcha. Si Cells at Work! o Érase una vez la vida se centrase en el cosmos, nosotros seríamos como los glóbulos rojos.

Así, la Tierra con mar es el útero, el meteorito el esperma, el ser humano el mensajero o teta. Jim canta esta canción y se la cita en más de una ocasión durante la obra. También Kanako, la madre de Ruka, compara al feto en el útero con un ser acuático que, al nacer, muere (como ser de agua) y revive (como ser terrestre en un nuevo mundo), amamantado por el humano.

La representación del océano a través de una figura femenina con varios senos surge asimismo varias veces en el manga, ya sea o no representada en la ballena en cuyo interior termina Ruka con el esperma/meteorito. El mar es creación y fuente de vida, es Venus, como el citado cetáceo.

Los niños del mar funcionan a su vez como espermatozoides: van en busca del meteorito caído y mueren en el intento. Primero lo logra Sora, quien se lo pasa a Ruka (también bajo simbolismo sexual, que veremos a continuación), a quien finalmente se lo arrebata Umi. El destino es Umi, literalmente el mar, que alcanza el grado máximo evolutivo, el universo mismo.  Estos niños que aparecen muertos son también referidos (al menos en el manga) como «menstruación del océano» por las trabajadoras del acuario, ya que sus tejidos corporales se asemejan a los cuerpos blancos de los ovarios. Surge así la creación, fecundación o el nacimiento.

Los humanos seríamos por nuestra parte la teta, como dice Jim, que da la bienvenida al nacimiento/muerte (esta dicotomía no la expresa solo Kanoko, sino también Sora cuando se comunica con Ruka a través del meteorito; ya que los seres del mar mueren al salir de éste y entrar a tierra, y viceversa). En la historia, Ruka es la elegida, como dice Anglade, para ser la mensajera y observadora de la creación o renacimiento de la vida universal.

Hay no obstante algunas excepciones de animales marinos que mueren al salir a tierra (al menos si lo hacen durante determinado tiempo). Una de ellas son las tortugas, más que nada por la variedad de subespecies dentro de los quelonios. Sora es visto nadando sobre una tortuga y posteriormente se lo ve observando a la misma mientras desova en la playa y vuelve al mar. El rubio dice que la conoce de cuando era niño. Este animal simboliza la ruptura de esa frontera entre mar y tierra, vida y muerte que se muestra varias veces en el manga.

Los niños del mar. Studio 4ºC.

Sora y Umi, sirenas del mundo moderno

Tanto Sora como Umi han sido criados por dugongs, conocidos también como «sirenas» debido a la forma en la que amamantan a sus crías, sujetándolas con una aleta mientras la cuelgan del pecho (imagen que sale representada en Los niños del mar). Por ello, ambos nadan como si tuvieran aletas y, al entrar en contacto con la tierra, sufren de forma similar a los delfines (su piel se seca, sus ojos se irritan y comienzan a asfixiarse), especialmente Sora.

El rubio es además «hermoso» (muy similar otros niños del mar de otros relatos) y cuando Ruka lo encuentra está sentado sobre una roca a la orilla del mar y hay «música» de fondo; esa misma jornada ella ha escuchado una melodía de ballenas que recordará posteriormente como «la canción que sonaba el día en que conocí a Sora». El muchacho se ofrece a «jugar» con Ruka si es que está aburrida.

Posteriormente, Sora arrastra a Ruka al océano en más de una ocasión (Umi también, a todo esto, aunque las semejanzas con las sirenas se dan aquí con menor intensidad). Sora besa a Ruka y luego la lleva al mar para desaparecer brillando y siendo despedazado (las sirenas atraían a los marinos, los seducían y luego los ahogaban o despedazaban, en algunos casos se los comían).

Anglade hace incluso una referencia directa a las sirenas en el manga y su forma de seducir a los humanos para llevárselos al océano, preguntándose si acaso los niños del mar formarían parte de este grupo.

Ningyo es el término bajo el que se conoce a las sirenas en Japón. Éstas tienen más cuerpo de pez o anfibio, dejando solo el rostro o cabeza de humano. Cuando aparecen, suelen ser aviso de algún fenómeno como tsunamis, tifones o terremotos. Al contrario que en Occidente, en el país nipón son las sirenas las que suelen acabar despedazadas y comidas por los humanos, ya que se cree que conceden la vida y juventud eternas.

Sora y Umi conocen a Ruka a la par que empiezan a ocurrir sucesos como la caída de los meteoritos o la llegada del tifón. Sora, además, termina despedazado y siendo devorado por peces en el mar después de haber besado/representado el encuentro sexual con Ruka.

En cuanto a Umi, más que sirena/ningyo, sería también el propio mar, como su nombre indica, así como las pistas que se van dejando en la historia, como Anglade contando que las bacterias halladas en el cuerpo del niño solo se encuentran en el ecosistema más profundo del océano, donde no llega nada de sol. Más infantil, enérgico y amigable con los humanos (cuando quiere) que Sora, el menor de los hermanos es también alguien a quien hay que proteger, en palabras de Ruka y a juzgar por los actos de Sora. En Umi se deposita el tifón, asociado asimismo con la vida, el cual va creciendo en su vientre. De ahí, el meteorito es depositado en Umi por decisión propia, se fecunda junto al tifón y acaba desapareciendo/renaciendo. Ruka agarra una porción de este renacer y se lo traga.

Umi está asimismo vinculado al concepto de hombre primordial que buscan Jim y Anglade y al que hacen referencia tantos mitos de creación (como Pangu en China o Púrusha en en el Rigveda). Este primer ser vivo, que vendría a ser también la ballena de varios senos, parte siempre del mar, ya que antes de la existencia misma había agua o sustancia líquida en estos mitos. El ser primordial proviene de un huevo o se divide en varias partes, de las que surge el mundo tal como lo conocemos. Al igual que el cetáceo, en cuyo interior se fecunda el meteorito; y Umi, que acaba dividiendo su cuerpo y desapareciendo/renaciendo.

Se ha teorizado asimismo sobre la posibilidad de que Sora y Umi sean estrellas, ya que, sobre todo el rubio, al desaparecer deja atrás una columna de luz (las estrellas mueren por su propio peso y «explotan») y se escucha un sonido que Anglade describe como el que hace uno de estos elementos cuando perece. En cualquier caso, estrellas, sirenas o meros humanos (la ciencia no percibe que su organismo sea distinto), refuerzan el componente narrativo de que morir es renacer en otro lugar (como veremos), ya sea como parte del mar, de la tierra o del cielo.

El crecimiento de y el despertar sexual de Ruka

Tras conocer a Sora, Ruka percibe que éste se comporta con ella de forma distinta que con Umi y los demás, algo que sucede a su vez a la inversa (la muchacha ve a Umi como alguien a quien se debe a proteger, mientras que Sora es mucho más independiente y adulto). El rubio es bastante borde y mordaz con ella, a quien por otro lado parece atraer o, simplemente, dejar estar. La joven responde inicialmente a esta actitud con algo de precaución y curiosidad, de forma similar a como se adentra en el mar.

Hacia la mitad de la obra, bajo una noche estrellada, Sora besa a Ruka en la boca. Con esto, deposita el meteorito/esperma en el vientre de ésta. Luego desaparece adentrándose en el mar adoptando forma de columna brillante (Freud tendría algunas palabras que decir al respecto). A partir de aquí, Ruka se adentra en el mar sin reparos «junto a Sora» siguiendo el canto de la ballena.

Cuando llega hasta la ballena que refleja la imagen de mujer con varios senos (Anglade también visualiza a esta figura en el mar, de nuevo analogía entre mar y madre, fecundidad), Ruka se adentra en ella. En el manga, en esta escena dice que quiere hacerse una con el canto de la ballena (que en algunos casos suena durante el cortejo) y el meteorito/esperma. En ese momento, aparece Sora junto a ella y también se le une. Se representa en el manga con viñetas de ambos desnudos y posicionados de frente, pies con pies.

No hay escenas claras de sexo en una obra que versa principalmente sobre la vida y el renacer, además de la madurez de una adolescente (salvo quizás la escena de Kanako cuando era joven en el mar y Anglade hablando en la cama junto a una mujer que desconocemos; escenas ambas que no se muestran en la película). Sin embargo, hay muchísima sexualidad contenida y simbolizada, como es lógico pensar en este tipo de trabajo.

En el caso de Ruka, se representa su despertar sexual a partir del beso de Sora. Tras éste, la historia se traslada a otro ambiente y personajes. Cuando regresa a ambos jóvenes, Sora se encuentra echado boca arriba en la arena y Ruka sentada a su lado; en poses prácticamente iguales a las de Anglade y la señorita en la escena postcoital. Es aquí cuando Sora se adentra en el mar y desaparece, como ya hemos citado; y Ruka, con el meteorito/esperma en su vientre, se «hace una» con él. Al igual que el momento en el que se adentra en la ballena.

Durante la escena del beso y el depósito del meteorito/semen en el vientre de Ruka, tanto ésta como Sora estaban observando a una tortuga marina desovar en la playa. Estos animales se aparean en aguas profundas y las hembras son capaces de guardar el esperma del macho en su interior durante años, tardando los huevos en formarse dentro entre dos y tres semanas. La hembra viaja así desde el lugar donde se ha producido el apareamiento hasta la playa que eligen para desovar, al igual que Ruka nada hasta la ballena.

Cuando acaba todo, las tortugas nacen y (las que lo logran) llegan al mar. Los niños del mar, ECC Ediciones.

Podría interpretarse a Los niños del mar como la historia del despertar sexual de una adolescente que, una vez adentrada en esta realidad, entra en contacto con los conceptos de creación, vida, nacimiento y cosmos, que culminan en Umi y el renacer y en el parto de Kanoko. Ese microcosmos versus macrocosmos que mencionábamos anteriormente.

No es el único símbolo de crecimiento en Ruka. Sus problemas de comunicación son superados al conocer a Sora y especialmente a Umi, ya que de éste último empieza a aprender que el lenguaje no es la única vía comunicativa (Umi de hecho pierde el habla en más de una ocasión). Las ballenas se comunican por el canto o por ondas, al igual que el mar, que transfiere recuerdos guardados en sus aguas con el paso del tiempo. Al final, Ruka señala que «las promesas más importantes no se hacen con palabras«.

Anglade también critica las limitaciones que produce el lenguaje, al menos en el manga. Retomando a Freud, quien cuestionara el peso de la cultura sobre el ser humano, ya que limita, según él, sus actos y deseos como especie, así como su visión de la realidad, generando incomodidad, frustración o malestar; todo ello se puede achacar a la evolución de Ruka. En palabras de Anglade, «el ser humano también fue alguna vez un animal noble» antes de adquirir el lenguaje (del cual se considera base cultural del hombre). Y a decir de Freud, mientras escribía sobre el porqué de su afecto por su perro Topsy:

Se trata de un afecto sin ambivalencia, de la simplicidad de una vida liberada de los insoportables conflictos de la cultura, los perros son más simples, no tiene la personalidad dividida, la maldad del hombre civilizado, la venganza del hombre contra la sociedad por las restricciones que ella impone.

Los niños del mar. Stduio 4ºC.

Los muertos que acuden a la silla

En el manga hay una escena con Umi y una silla, en la cual el chico explica a Ruka que los fantasmas a veces vuelven a dejar o depositar algo en uno de estos muebles; es una forma de demostrar su existencia entre nosotros.

Al final del todo de la película, aparece una silla con algo depositado en ella, lo que simbolizaría la presencia de Umi y Sora, quienes, aunque hayan desaparecido, siempre permanecerán de alguna manera «en vida». Es probablemente la promesa hecha por Ruka, no expresada en palabras.

Como hemos mencionado, el mar y la tierra ofrecen una dicotomía donde los seres que habitan en uno no pueden vivir en la otra, salvo excepciones (temporales o por subespecies) como las tortugas. Este concepto se destaca aún más con los peces «fantasma» que desaparecen en luces.

Así, se muestra que la gente que guarda recuerdos de cuando estaban en el útero (un fenómeno extraño, pero que se da, llamado hipertimesia) guardan una conexión especial con estos animales que desaparecen iluminados. Uno de los niños con recuerdos prenatales describe estas desapariciones como el momento del alumbramiento de un bebé.

Por ello, tal como le dice Sora a Jim y Kanoko a Ruka, morir no es sino nacer en otro sitio. Al igual que cuando estuvo encarnado en el «espíritu de la ballena» que Jim acogió cuando era joven, Sora volvió a aparecer décadas más tarde. De este modo, es cuestión de tiempo que él y Umi regresen de alguna forma, si es que no lo han hecho ya.

Como hemos comentado, se pueden llevar a cabo variedad de interpretaciones sobre una obra tan repleta de simbolismo y tan relativista como Los niños del mar. De hecho, lo más probable es que al principio uno tenga la sensación de no estarse enterando de nada. Sin embargo, resulta mucho más fácil de comprender (y enriquece la experiencia) cuando entramos en debates sobre mitos, creación, el universo o, simplemente, el despertar sexual y los problemas comunicativos durante la adolescencia.

El tiempo contigo (Tenki no Ko), amor y lluvia en su máxima expresión

Makoto Shinkai es uno de los nombres que más destaca dentro del mundo de la animación en los últimos años, especialmente tras el estreno de Your Name (Kimi no Na Wa), cinta que rompió todos los récords en Japón y que Hollywood tiene en sus planes adaptar bajo la producción de J.J. Abrams. Ahora nos llega su último título, que por estos lares se ha traducido como El tiempo contigo (Tenki no Ko en original y Weathering With You en inglés), de la mano de Selecta Visión.

Hodaka (voz en japonés de Kotarô Daigo) es un joven de 16 años que huye de su isla natal para hallar oportunidades en la prometedora Tokio. La capital nipona no resulta ser lo que esperaba y el muchacho pronto se encuentra sin dinero y mendigando, hasta que acude al negocio de un conocido, Keisuke (Shun Oguri), quien lleva una editorial amateur especializada en temas sobrenaturales. Allí conoce a la universitaria Natsumi (Tsubasa Honda) y juntos empiezan a investigar los rumores sobre una chica que es capaz de hacer que salga el sol (ya que apenas ha parado de llover en meses), Hina Amano (Nana Mori).

Esta es la premisa básica de la película, que a lo largo de sus más de dos horas no para de desarrollar a sus personajes, motores del guión. No debe preocuparnos la duración de la cinta, pues se pasa ciertamente rápido en buena parte gracias a lo que nos encariñamos con sus protagonistas y la química que se va generando entre todos ellos. Si bien sucede algún (pequeño) altibajo en el ritmo.

Las comparaciones con Your Name han sido numerosas, lo que en nuestra opinión no hace justicia al trabajo de Shinkai pues, si bien es cierto que existen elementos comunes entre ésta y El tiempo contigo, también lo es que bebe bastante de otros títulos anteriores (y de gran calidad) como El jardín de las palabras (especialmente la presencia de la lluvia, lo que otorga cierto deje melancólico). Aporta a su vez novedades como el reflejo de una Tokio mucho menos glamurosa y algo cruda.

Tenki no Ko. CoMix Wave Films.

El tiempo contigo es más introspectiva que Your Name y menos que, por ejemplo, Cinco centímetros por segundo, logrando un buen equilibrio entre un ritmo más que aceptable para un público mayoritario y esa citada melancolía o sentir de los personajes tan propio de la filmografía de Shinkai.

Otro rasgo que hemos encontrado más positivo que en otros de sus trabajos anteriores es cómo se desarrolla el vínculo entre los protagonistas, especialmente entre Hodaka y Hina, pues ambos interactúan más y su relación se torna más cercana y creíble, llevándonos a un clímax que nos dejará sin aliento (y un final algo abrupto, eso sí).

El excepcional arte de Shinkai, por el cual ya era conocido, alcanza aquí unos niveles extraordinarios, llegándose a superar a sí mismo (lo que estaba complicado). Los escenarios de Tokio son fieles a la realidad, embriagados por ese colorido tan propio de este realizador japonés que le aporta esa magia que siempre impregna sus argumentos.

Esta no es la excepción, se genera un buen híbrido entre el costumbrismo de la sociedad nipona con elementos más legendarios de su cultura, creándose un buen ejemplo de realismo mágico.

Tenki no Ko. CoMix Wave Films.

No podemos decir nada sobre la espectacular animación de la lluvia, el agua y el movimiento en general que no se aprecie por sí solo a través de las imágenes. Por todo esto, conviene verla en pantalla grande al menos una vez, nuestros sentidos lo agradecerán.

La banda sonora, otra de las constantes del cine de Shinkai, sobresale nuevamente en El tiempo contigo. El japonés vuelve a contar aquí con el grupo Radwimps, acompañados esta vez por la voz de Toko Miura, novedad que viene como anillo al dedo a determinados momentos y escenas. Las melodías puramente instrumentales son asimismo destacables y suman tanto a los momentos dramáticos como a los cómicos (muy bien integrados, por cierto).

Si hubiera que ponerle un mayor «pero» a El tiempo contigo (pues no existe obra perfecta) sería que se echa en falta, otra vez, algo de trasfondo a las motivaciones de los protagonistas, especialmente del masculino. Como ya ocurriera con Taki y tantas otras creaciones de Shinkai, apenas sabemos nada de la vida pasada del personaje, lo que puede quitar credibilidad a algunas de sus decisiones.

En definitiva, El tiempo contigo es una maravilla visual y sonora con un argumento que se hace cercano (a pesar de un realismo mágico muy bien integrado) gracias a sus personajes y a momentos verdaderamente apasionantes. Imprescindible disfrutarla en su máximo esplendor en la pantalla grande.

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Japoneando Anime: El tiempo contigo (Tenki no Ko)

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Makoto Shinkai (Your Name) ha estrenado nueva película el pasado verano en Japón, la cual llega finalmente a España de la mano de Selecta Visión. Estamos hablando de El tiempo contigo (Weathering With You en inglés y Tenki no Ko en el original japonés), la cual ha cosechado éxitos de taquilla y crítica allí por donde ha pasado. Hemos sido unos de los afortunados de haberla visionado durante el preestreno de ayer en los cines Yelmo de Madrid, por lo que hemos podido pensar y enumerar varios aspectos que presenta relacionados con la cultura y sociedad niponas.

Teru teru bozu («brilla, brilla, monje»)

Seguro que los aficionados a la cultura japonesa lo han visto alguna vez: ese muñeco con forma parecida a la de un fantasma de trapo que cuelgan de algunos sitios. En El tiempo contigo también hacen acto de presencia de forma prominente, enganchados a un paraguas y con el hermano menor de Hina, Nagi, disfrazándose de uno. No podía ser menos, pues estos muñecos son en realidad amuletos contra la lluvia y reciben el nombre de «teru teru bozu» (てるてるぼうず), que vendría a significar «brilla, brilla, monje».

Evidentemente, hacen referencia a un monje budista y son especialmente populares entre los niños, ya que son muy fáciles de hacer. De hecho, hay una canción infantil que es muy conocida en Japón que se usa a modo de invocación para que el teru teru bozu haga que cese la lluvia:

Es fácil entender su presencia en una película con la temática de El tiempo contigo, ya que Hina viene a ser básicamente una teru teru bozu en carne y hueso. Lo que nos lleva a…

Hare onna y Ame otoko

Vamos a detenernos un momento en el término por el que se dirigen a Hina varias veces a lo largo de la película (al menos en el audio original japonés): «hare onna» (晴れ女), literalmente mujer que despeja el cielo.

Por lo que he encontrado, en inglés se ha traducido como «sunshine girl» y en los subtítulos que vimos nosotros como «la chica que detiene la lluvia» (o similar, que lo cito de memoria). En realidad, este término es bastante común en Japón y hace referencia a la gente que parece traer el buen tiempo, siendo su versión masculina «hare otoko» (晴れ男).

Para denominar todo lo contrario, a las personas que parecen atraer el mal clima, se los llama «ame otoko» (雨男) o «ame onna» (雨女, hombre o mujer de la lluvia, respectivamente).

«Tenki no Ko». CoMix Wave Films.

Senpai y kôhai

Un chiste recurrente a lo largo de la cinta es la forma en la que Hodaka, de 16 años, aborda a Nagi, claramente menor que él. Quizás se pierda con la traducción (en nuestros subtítulos casi nunca se le hacía referencia), pero en el original Hodaka se dirige a Nagi desde más o menos la mitad de la película como «senpai», lo que resulta inusual y muy chocante en alguien que es menor que el interlocutor.

En Japón, el sistema social, muy arraigado en el confucionismo, se basa en el respeto de la mujer al hombre y de los menores a los mayores (por ejemplo del hijo al padre). Esto en la lengua japonesa ha derivado en los honoríficos «senpai» (先輩) y «kôhai» (後輩), siendo el primero la forma en la que alguien de menor edad o inferior rango se dirige a otro, y el segundo todo lo contrario (el mayor al menor). Esto es bastante estricto y se utiliza tanto en la escuela (por ejemplo alguien de un curso inferior) como en la empresa (aquí juega un papel el rango o puesto).

Por eso, que alguien claramente mayor, como Hodaka, se dirija a Nagi como «senpai» es un recurso humorístico y algo chocante, especialmente para los japoneses. Este rasgo también se utiliza, de manera mucho más dramática, entre Hodaka y Hina, ya que se juega con las edades de ambos a lo largo de la historia, lo que causa que el muchacho se dirija a ella con el honorífico de «san» mientras que la joven simplemente lo llama «Hodaka».

Nagi, Hina y Hodaka en «Tenki no Ko». CoMix Wave Films.

El bien grupal contra el beneficio individual

Uno de los conflictos que presenta El tiempo contigo es un dilema que podría decirse universal, pero que tiene mayor presencia en los países de Asia Oriental y aún más en Japón, por confrontar sus enseñanzas tradicionales locales (de nuevo, muy basadas en el confucionismo, pero también en los orígenes tribales y en una larga duración de un sistema feudal) con las influencias de Occidente desde la segunda mitad del siglo XIX.

En Japón, como bien se sabe, se da especial importancia a la armonía grupal y a la ausencia de rasgos individualistas, lo que choca con el ser occidental, que tiende mucho más hacia lo contrario. A raíz de la occidentalización de Asia y con la ocupación de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, el pueblo japonés ha ido hacia dos vertientes: o bien la asimilación de lo que algunos consideran como más positivo del lado occidental; mientras que otros se han reforzado en su tradicionalismo, endureciendo la creencia del bien grupal y asimilándolo como una de las características propias del pueblo japonés o «japonesidad» y que lo diferencia del resto (desde su perspectiva, para bien, claro está).

«Tenki no Ko». CoMix Wave Films.

Hacia el final, todos los personajes principales se enfrentan a este tipo de dilema y toman sus decisiones, lo que conlleva consecuencias que marcan el epílogo de la cinta. Al parecer, el propio Shinkai contó en una conferencia en el Animation Film Festival del pasado octubre que este fue uno de los motivos por los que a algunos de los críticos más mayores en Japón no les gustó El tiempo contigo.

El mundo empieza en las profundidades del océano

Seguro que este concepto les suena a quienes hayan visto la cinta de animación china Big Fish and Begonia (estáis tardando en verla), pues su argumento parte de esta premisa, con raíces chinas, sobre nuestro mundo unido por cielo y océano, es decir, empieza donde termina el otro, originándose un círculo vicioso.

El tiempo contigo, si bien no se centra tanto en este concepto, juega bastante con él, con peces cayendo del cielo; los dragones celestes con forma de anguila gigante (muy a lo dragón chino); la isla a donde va a caer Hina, que está depositada sobre una nube; o la información que aporta el personaje de Natsumi de una determinada nube conteniendo tanta agua como un lago.

«Tenki no Ko». CoMix Wave Films.

Torii, la entrada al mundo de los dioses

Para ir finalizando, que la entrada nos está quedando larga, si hay un elemento importante en la última cinta de Shinkai es esta puerta roja situada sobre un edificio abandonado. La misma sirve, como todas las torii (鳥居) situadas a la entrada de santuarios y templos (jinja 神社), de ingreso al mundo de los dioses.

Elemento característico de la religión animista de origen japonés, el shinto o sintoísmo, se asemeja a una puerta con forma rectangular, alargada y normalmente de color rojo (es especialmente famoso el conjunto de torii que hay a la entrada del santuario Fushimi Inari en Kioto). Su presencia casi omnipresente en la película sirve para avisarnos de que, en medio de tanta actualidad, modernismo y costumbrismo tokiotas (pues uno de los rasgos de Shinkai es la fidelidad de sus paisajes dibujados a los reales), siguen estando presentes los dioses. Al fin y al cabo, el ser humano no deja de ser insignificante en el conjunto de las cosas (otro de los mensajes de la cinta).

Podríamos escribir largo y tendido sobre la película y aspectos varios que muestra sobre la cultura y sociedad niponas, como la creencia de estar unidos por el destino a través de los paraguas o esa sátira a la pasividad del pueblo japonés a través de los policías o cierta escena con Hodaka corriendo. Pero creemos haber comentado lo más importante. Ahora solo queda disfrutar de esta maravillosa película y la multitud de matices que ofrece.

«Tenki no Ko». CoMix Wave Films.

Maquia, una historia de amor inmortal, hermoso empaquetado que aborda temas universales

Maquia, una historia de amor inmortal (Sayonara no Asa ni Yakusoku no Hana wo Kazarou) es la primera película de Mari Okada como directora, tras ser mucho más conocida en su faceta de guionista (que aquí también desarrolla), con títulos como Toradora!, Anohana o El himno del corazón. Para ser su primer título de estas características, cumple de forma más que solvente, pero lamentablemente vuelve a fallar (como ocurriera con El himno del corazón) en una segunda mitad que va decayendo con una ejecución abrupta y confusa, para retomar en una última escena apoteósica donde se saca a relucir toda  nuestra sensibilidad.

Maquia, una historia de amor inmortal narra la historia, ambientada en un mundo fantástico con retazos de la Edad Media europea, de los «iorph», una raza humanoide inmortal que vive apartada del resto de los pueblos y que se dedica a tejer las narraciones de los acontecimientos, de forma muy similar a lo que serían los quipus en los incas o a ciertos tapices. Maquia (Manaka Iwami) es una «iorph» huérfana que aprende a vivir con el sentimiento de soledad que le aporta el paso de los años sin envejecimiento, hasta que un día su vida se ve profundamente alterada por la irrupción de una especie de dragón legendario denominado «renato», que se la lleva de forma accidentada fuera de las fronteras de su pueblo natal. Allí se topa accidentalmente con un bebé humano, también recientemente huérfano, al que decide adoptar y bautizar como Ariel (Miyu Irino en su versión adulta).

Esta es la premisa de un título que aborda sustancialmente lo que significa el paso del tiempo, la familia (especialmente el vínculo maternal), la muerte y la soledad. Y lo hace con buen tino.

Maquia, una historia de amor inmortal. Selecta Visión.

Sin embargo, a pesar de lo interesante de su premisa, lamentablemente acaba resultando algo confusa por los saltos temporales «a trompicones» que se van dando en la segunda mitad. Sale especialmente dañado por ello el arco narrativo de Leilia (Ai Kayano), que empieza siendo muy prometedor y termina de forma abrupta y forzada. Personajes como Krim (Yûki Kaji) o Lang (Yoshimasa Hosoya) van y vienen sin saber muy bien porqué; y el reencuentro con determinada persona (a la que solo se ve durante dos minutos de metraje previamente) hacia el final ya resulta casi surrealista.

Sin embargo, la cinta ofrece momentos que calan especialmente hondo como un determinado fallecimiento en la primera mitad (que sirve de planteamiento base para el abordaje del paso del tiempo y la muerte) y, sobre todo, el final, que es casi lo mejor del guión y que definitivamente hace que se te salten las lágrimas.

Por ello, Maquia ofrece una visión muy interesante y poderosa (no exenta de polémica en Japón) sobre el significado de la maternidad, si lo que te convierte en madre es parir y el consecuente lazo de sangre o el criar y educar a tu hijo; así como la perspectiva cambiante (o no) de uno y otro a medida que pasa el tiempo.

Maquia, una historia de amor inmortal. Selecta Visión.

El otro apartado donde sobresale Maquia es en el técnico. Visualmente hablando es simplemente preciosa, con personajes diseñados por Akihiko Yoshida (Final Fantasy XII, Final Fantasy Tactics, NieR: Automata) y un mundo mágico medieval con muchísimo encanto y potencial. El vuelo del «renato» o la vida de los «iorph» mientras tejen están retratados con una animación exquisita, a la cual acompaña una banda sonora (compuesta por otro veterano en su campo como es Kenji Kawai) instrumental que rezuma sensibilidad y melancolía.

En definitiva, Maquia, una historia de amor inmortal sería un producto redondo de no ser por su atropellada y confusa segunda mitad, que se nota pega algo de bajón respecto a la primera. Eso sí, un apartado técnico exquisito, el abordaje a temas universales ciertamente complejos y un final que es imposible que no conmueva la llevan a muy buen puerto. Con razón guarda tan buenas puntuaciones en portales como RottenTomatoes y Metacritic, siendo, a pesar de todo, uno de los mejores títulos animados del año pasado.

Quiero comerme tu páncreas, emotividad con buen gusto y melancolía

Selecta Visión está trayendo cada vez más licencias de películas de anime que se salen de lo que es masivamente conocido. De hecho, durante la última Japan Weekend de Madrid aseguraron que gracias a éxitos como el de Dragon Ball Super: Broly podrían seguir trayendo títulos menos famosos, como es el caso de Quiero comerme tu páncreas (Kimi No Suizô Wo Tabetai, 君の膵臓をたべたい).

Es una suerte poder llegar a disfrutar de una cinta de este calibre en una sala de cine, y no lo decimos únicamente por su destacado apartado técnico. Quiero comerme tu páncreas es melodrama del bueno, del que sabe cuándo contenerse y cuándo dejarse llevar, el que te roba un hueco de tu «kokoro» por la cercanía que logra establecer con el espectador.

Admito que iba con las expectativas bajas a ver esta película, lo cual puede haber influenciado (o no) en su resultado. Tras cierta saturación de melodramas en la animación japonesa, y con cintas de reciente visionado como El himno del corazón o Maquia que no me acababan de cuajar, Quiero comerme tu páncreas se me anticipaba como más de lo mismo.

Quiero comerme tu páncreas. Estudio VOLN

No nos engañemos: es más de lo mismo, pero está muy bien ejecutado (en la mayoría de las situaciones). Para ponernos en antecendentes y que el título no nos engañe (aunque guarda relación con la historia), la cinta cuenta cómo un estudiante de preparatoria asocial y refugiado en los libros se topa accidentalmente con un cuaderno tirado en el hospital. Al recogerlo y echar un vistazo a lo que contiene, se da cuenta de que se trata del diario de una chica moribunda. La susodicha resulta ser Sakura Yamauchi (con voz de una inspirada Lynn en la versión japonesa), una compañera de clase aparentemente opuesta a él en todo y que aparece para solicitarle que se lo devuelva. Al ver la apatía con la que aborda su caso, ella decide seguirlo y pasar una buena parte del tiempo de vida que le queda con él, pues aparte de su familia y médicos es el único que conoce su enfermedad.

Este es el inicio de un guión bastante previsible, salvo quizás algún giro hacia el final que por otro lado no termina de funcionar. Como decíamos, en lo que destaca Quiero comerme tu páncreas es en su ejecución, en cómo aborda los temas que trata y en la química y desarrollo de la relación (que pasa por varias fases y facetas de forma sorprendentemente creíble y tierna) entre los dos protagonistas, verdadero epicentro de la historia.

El hecho de que el director, Shinichirô Ushijima, haya estado al cargo de algunos capítulos de la serie Death Parade es notorio en este abordaje y en el buen gusto con el que suele manejar temas tan melodramáticos y con los que es excesivamente fácil caer en la pornografía emocional. En su caso, los mezcla brillantemente con situaciones absolutamente cotidianas, guiños a la cultura pop (Death Note y Mario Kart entre ellos) incluidos, lo que la vuelve más cercana al espectador y te transfiere una sensación de nostalgia y melancolía propias de los años estudiantiles. Algunos asuntos como la aceptación e inevitabilidad de la muerte o la relación entre ambos protagonistas nos pueden recordar fácilmente a su obra anterior (o en la que participó activamente), alcanzando aquí un resultado más satisfactorio.

Quiero comerme tu páncreas. Estudio VOLN

El tratarse del primer título importante desarrollado por el estudio VOLN lo convierte aún en algo más sobresaliente, pues se trata de un producto casi redondo asimismo en su apartado técnico. El estilo de dibujo y especialmente la paleta de colores nos recordará inevitablemente a las obras de Makoto Shinkai, lo cual no es malo en absoluto. La animación puede pecar de algo simple en determinados momentos, pero la expresividad y los movimientos fluidos de los personajes (especialmente Sakura, lo cual dice mucho del personaje) son excelentes.

La banda sonora, compuesta por Hiroko Sebu, es también destacable por su emotividad a veces contenida, a veces más explosiva, así como acompañamiento en los momentos más pausados.

Curiosamente, esta adaptación de Quiero comerme tu páncreas proviene de una novela publicada en internet por Yoru Sumino y que ha sido galardonada con varios premios. Hay versiones anteriores a esta cinta, como una película en imagen real y un manga publicado en España por ECC Ediciones. No hemos leído ni visto ninguno de ellos, pero lo cierto es que esta adaptación de anime funciona por sí misma a la perfección, aunque tenemos entendido que cierto giro algo brusco del final cobra más sentido en la novela.

En definitiva, Quiero comerme tu páncreas se acerca más a ser una versión anime de la película occidental Yo, él y Raquel (Me, Earl and the Dying Girl) que con la mucho más comparada (y cargante) Shigatsu Wa Kimi No Uso (Your Lie in April), lo cual personalmente agradecemos por la delicadeza con la que aborda ciertos temas difíciles o melodramáticos y la brillante mezcla que hace con la cotidianidad de dos jóvenes en el Japón actual. Esto es gracias en buena parte a la entrañable relación que se va estableciendo entre unos protagonistas no carentes de estereotipos ni de lugares comunes, pero no por ello menos cercanos.

P.D.: A pesar de los buenos esfuerzos de Selecta Visión y del equipo de doblaje, creemos que esta es una de esas películas que se disfrutan más y se perciben más matices viéndolas en versión original. Lamentablemente, llega a muy pocos cines en este formato.

El himno del corazón, buena premisa y pobre ejecución

El himno del corazón (心が叫びたがってるんだ) se estrenó allá por 2015 bajo la presión y expectativa de tratarse del último trabajo del equipo que había estado detrás de AnoHana y de la guionista Mari Okada (Maquia), quien había sido la escritora asimismo de historias como las de Fate/stay night o True Tears.

De este modo, y con la dirección de Tatsuyuki Nagai (Toradora!), El himno del corazón prometía un relato juvenil repleto de sensibilidad y con emociones a flor de piel, similar a los títulos anteriormente mencionados.

Cuál ha sido nuestra desilusión al ver en realidad una narración más bien torpe y atropellada, con una premisa interesante sobre los traumas infantiles que acaba empañada por clichés románticos de adolescentes.

Jun Naruse (voz de Inori Minase) es una vivaz y parlanchina niña que un día descubre accidentalmente un secreto que, al comunicárselo a su madre, romperá a su familia y la dejará dañada para siempre. Sintiéndose responsable de la situación, Naruse promete junto a un príncipe con forma de huevo que no volverá a hablar nunca más. Pasan los años y la adolescente es seleccionada en su instituto junto a otros tres compañeros (a cada cual más distinto) para organizar el evento comunitario anual, lo que poco a poco hará que vaya logrando mayores dotes comunicativas.

El himno del corazón. A-1 Pictures.

Lo que empieza así como el trauma infantil de una muchacha y cómo va superándolo desencadena en una serie de subtramas, a cada cuál más típica y tópica, sobre los problemas comunicativos de los otros adolescentes, lo que hace que el guión al final no resulte tan efectivo y sí bastante forzado en su afán por intentar sorprender al espectador a base de triángulos amorosos resueltos de manera atropellada y superficial.

No es que el romance esté mal en un relato sobre adolescentes, es que enturbia el objetivo principal de la historia. Por ejemplo, la relación que la película se encarga de desarrollar durante más de la mitad de su duración entre Sakagami (Kouki Uchiyama) y Naruse queda empañada por repentinos sentimientos amorosos de unos y otros. Personajes que apenas tienen desarrollo de pronto parecen tener casi más importancia que Naruse hacia el final. Y así el relato va cayendo de más a menos.

Lo peor de todo, para nosotros, es que la premisa queda tan opacada por estas historietas de amor juvenil que a la postre Naruse no queda más que como instrumento narrativo para que el resto de personajes puedan expresar lo que sienten, en un giro de guión también forzado y hasta un pelín absurdo (SPOILERS, si Sakagami se acerca a Naruse porque se siente identificado con ella al no poder expresar lo que siente y nada más… ¿no es eso lo que nos pasa al 99% de la humanidad (no decir lo que realmente sentimos)? ¿Por qué acercarse entonces a Naruse, a quien no conoce casi de nada, y no al muchacho del segundo pupitre por la izquierda en la tercera fila? FIN DE SPOILERS).

El himno del corazón. A-1 Pictures.

En el apartado técnico es sin duda donde la película alcanza notas sobresalientes, con diseños de personajes muy enternecedores que corren de la mano de Masayoshi Tanaka (Darling in the FranXX) y una animación fluida y dinámica tanto en sus expresiones como en las escenas musicales. No se puede esperar menos en este aspecto de parte del estudio A-1 Pictures.

Hablando de la música, compuesta por Masaru Yokoyama, también es de lo más llamativo. Repleta de referencias a clásicos musicales como El mago de Oz o El fantasma de la ópera, logra transmitir un deje nostálgico y buenrollista que por un momento hace que el espectador se olvide de la forzada trama que hay de fondo. Por supuesto, la música es clave en el desenlace y queda expuesta como referente comunicativo, allí donde no podemos llegar con el mero diálogo (o monólogo, según se vea).

En definitiva, El himno del corazón no es a pesar de todo una mala película. Sin duda la salvan su apartado técnico y musical, y en ese sentido hace pasar un rato al menos agradable. No obstante, si has quedado encantado con AnoHana o Toradora!, o buscas un romance del nivel de Kimi No Na Wa, o simplemente una historia narrada con coherencia de principio a fin, la cinta probablemente te decepcionará.