Japoneando Anime: Kimetsu no Yaiba (Segunda Temporada)

La adaptación a anime de Kimetsu no Yaiba (鬼滅の刃, conocida también como Demon Slayer o Guardianes de la noche, manga original de Koyoharu Gôtoge) está causando sensación allá por donde pasa por una impresionante animación del estudio Ufotable y por un ritmo vibrante que entretiene hasta a aquéllos no muy aficionados a la animación japonesa.

La segunda temporada, que ha finalizado recientemente, solo ha subido el listón dejado por la anterior y por la película El tren infinito, narrando el arco del Distrito rojo y contando con la introducción de nuevos personajes como Tengen Uzui (seiyuu Katsuyuki Konishi), Gyutaro (Ryôta Ôsaka) o Daki (Miyuki Sawashiro).

Tengen Uzui y sus tres esposas

Es un chiste recurrente a lo largo de la segunda temporada de Kimetsu no Yaiba que el nuevo pilar o hashira (柱), Tengen Uzui, tiene tres esposas que lo acompañan en sus misiones, a cada cual más bella y devota… Lo que puede resultar un tema espinoso se salva (más o menos) con una actitud totalmente respetuosa y equitativa por parte de Tengen hacia ellas (que tampoco parecen rivales, sino en armonía la mayor parte del tiempo).

Lamentablemente, no todas brillan en el anime por igual, y mientras que las más similares a Inosuke y Zenitsu (Makio y Suma, respectivamente) quedan relegadas a un tercer plano con componente meramente humorístico (sobre todo Suma); la más parecida a Tanjirô, Hinatsuru, hasta se presta a intervenir en la batalla final y todo (no por nada es la paralela al protagonista de la historia).

Tengen Uzui y sus tres esposas. Kimetsu no Yaiba (Ufotable).

El caso es que, componente humorístico o no, la poligamia se practicaba en Japón antaño (sistema que provenía de la China imperial, por cierto, y que también existía en Corea). No era una poligamia como podemos imaginar en base al modelo eurocentrista imperante en Occidente, pues el matrimonio en sí era una institución bastante distinta en el Japón feudal.

Para empezar, no había necesariamente una ceremonia oficial, como lo son las bodas. Tal como ocurre, por ejemplo, en el Genji Monogatari (escrito en el siglo X), el varón podían darse por casado con la mujer tras tres visitas al lecho, entregándose posteriormente unos pastelitos y haciendo banquete o san san kudo (三三九度). Tras esta «oficialización», los esposos ya podían verse a la luz del día y vivir juntos.

Un varón de clase alta podía llegar a tener hasta cuatro o cinco esposas y uno de clase baja hasta dos o tres, por lo que no resultaba una práctica extraña. En la época del Genji Monogatari, el mantener relaciones con una persona casada (fuera del sexo que fuera) no estaba mal visto y, si el marido dejaba de visitar a la mujer, se daba a entender que quería separarse y entonces ella podría casarse con otro.

También en esa misma época en Japón, la mujer poseía ciertos poderes y privilegios. Podían tener propiedades, por ejemplo, y no era extraño que el marido fuese a vivir a la casa de la primera esposa y no al revés. Este matrimonio con la mujer principal, por cierto, solía darse por motivos meramente económicos, como el que la familia quisiera subir de estatus o aumentar el patrimonio. Los matrimonios secundarios, en cambio, se solían dar más por puro placer del hombre. Además de éstos, seguían teniendo amantes (con las que no «oficializaban» ningún tipo de relación).

Uno de los episodios del Genji Monogatari cuenta cómo la mujer de Yûgiri, Kumoi no Kari, se encela al descubrir que su esposo está manteniendo relaciones con otra y se marcha con los hijos a la casa de su padre

A medida que avanzaba el tiempo en Japón se fueron suprimiendo las libertades que tenían las mujeres, y desde 1192 las mujeres pasaron a ser consideradas propiedad de las familias de los maridos, sirviéndoles para darles hijos y mantener algunos cuidados del ie de él. En 1232 se prohibieron las relaciones con mujeres casadas y en 1847, a punto de entrar en la era Meiji (1868-1912), se abolió el Código Civil anterior (que daba a entender eso, que las esposas solo estaban para parir vástagos y poco más).

Kimetsu no Yaiba se sitúa justo en Meiji, recién entrado el siglo XX, por lo que la poligamia ya no es tan habitual en Japón, y por ello se sorprenden Tanjirô o Zenitsu, que son jóvenes de la nueva época, ya muy influenciada por valores occidentales.

Yoshiwara, barrio del placer

El distrito rojo es el que da nombre a este arco del anime (y manga) de Kimetsu no Yaiba, siendo su representación por parte de Ufotable realmente esplendorosa (a la par que decadente). Este barrio de placer en Edo (antiguo nombre de Tokio) era conocido como Yoshiwara (吉原) y estaba localizado al norte de Asakusa.

A finales del siglo XVI e inicios del XVII, con la unificación de Japón y la llegada de una era de paz (tras largos períodos de guerras), fueron aumentando los castillo-fortaleza que favorecían (desde Oda Nobunaga) el libre comercio y, por lo tanto, la reunión de mercaderes en sus alrededores. Se fueron conformando así los núcleos urbanos, que a lo largo del período Edo (1603-1868) no dejaron de crecer.

Este crecimiento de comerciantes o clase chônin (町人), nuevos burgueses, fue así considerable y permanente a lo largo de toda la era. Si bien un chônin podía llegar a poseer bastante más riqueza que un samurái, la rígida pirámide social japonesa no admitía mucha movilidad (y por lo tanto el mercader o artesano siempre estaría por debajo del samurái).

Evidentemente, fuera de esta pirámide se encontraban las prostitutas, que podían proceder de todas las clases sociales. Mujeres endeudadas y/o vendidas por sus maridos, hasta que no pudiesen acumular lo perdido no podían salir de la prostitución.

Las prostitutas de alto rango, conocidas como oiran (花魁), tenían a su vez otra jerarquía, siendo las yûjo (遊女), con excepción de las hashi (prostitutas expulsadas), las del más inferior; y las tayû (太夫) las del más superior. Las oiran (como lo es Daki al inicio de la temporada) no se posicionaban en base al estatus social de la familia, sino según su belleza física y sus habilidades con las artes como la caligrafía o tocar el shamisen (a lo que aspira el pobre de Zenitsu para ascender…).

Se daba así toda una paradoja, pues si bien las prostitutas se encontraban fuera de la pirámide social y, por lo tanto, de los barrios céntricos de las ciudades; su poder e influencia fueron en aumento gracias al imparable ascenso de la burguesía urbana. Como se consideraba que el espacio de diversión del hombre pertenecía al terreno de lo público (y el de la mujer al de lo privado), que los comerciantes y artesanos visitasen el distrito rojo era algo legal y considerado hasta normal. Se creó así el llamando mundo flotante (浮世), el creciente ocio que tanto se ha visto retratado en el teatro kabuki y en los grabados.

Había otra realidad, mucho menos glamourosa, vinculada a este mundo de placer, y es el nacimiento de hijos bastardos de las relaciones con las prostitutas (las cuales, por cierto, no se dedicaban únicamente al placer sexual), los cuales llegaban al mundo ya condenados a una vida miserable y apartados, como sus madres, de la pirámide social. Como es el caso de Gyutaro y Ume.

Kimetsu no Yaiba. Ufotable.

Hasta aquí hemos llegado con esta nueva entrada de Japoneando Anime, la segunda dedicada a Kimetsu no Yaiba. No hemos abordado el mundo de los ninja o shinobi (clan al que pertenece Tengen) debido a que ya lo hicimos en su momento con el episodio de Yuffie de Final Fantasy VII: Remake. Por lo demás, qué mejor que seguir disfrutando de este entretenidísimo (y audiovisualmente hermoso) anime.

Para saber más…

GONZÁLEZ LAZO, Ana Valeria, «Tradiciones matrimoniales en Japón», en Creación y producción en diseño y comunicación, Año VII, Vol. 36, Marzo 2011, Buenos Aires, Argentina | 100 páginas.

MORRIS, Ivan, El mundo del príncipe resplandeciente, Girona, Ediciones Atalanta, 2007.

PÉREZ RIOBÓ, Andrés y SAN EMETERIO CABAÑES, Gonzalo, Japón en su historia. De los primeros pobladores a la era Reiwa, Gijón, Satori Ediciones, 2020.