It, Capítulo 2: Un globo rojo a medio vuelo que se desinfla

Desde hace no poco tiempo impera una preocupante sequía de creatividad en la meca cinematográfica de Hollywood y asimismo en otros países, lo cual trajo aparejada consigo una sensación aún más preocupante de comodidad y aletargamiento en cuanto a lo que se refiere a nuevas ideas

Entendemos, claro, que hay nuevas ideas todo el tiempo, a cada cual mejor, pero lo que ocurre es que los que manejan los hilos del séptimo arte en Estados Unidos prefieren apostar a lo seguro y refritar y reversionar películas que son consideradas de culto en su versión original.

Habiendo dado las razones de lo que por qué creo que ocurre esto actualmente, curioso es el caso del gran Stephen Edwin King, que hoy nos convoca con la segunda parte de IT.

Muchos libros de este autor originario de Maine se han adaptado  al celuloide. Excelentes adaptaciones y otras no tanto.  Autor prolífico si los hay, comenzó con su emblemático libro Carrie (que su esposa Tabitha rescató del cubo de la basura). En una carrera con pocos altibajos y con el lujo de poder disponer de un álter ego con el que pudo seguir confirmando su valía como escritor, a sus 72 abriles recién cumplidos sigue manteniéndose vigente.

En cuanto a sus adaptaciones, es sabido el descontento que tuvo con Stanley Kubrick debido a que mantuvo con el director inglés diferencias creativas irreconciliables. Diferencias insalvables de concepto y visión guiaron a King a plasmar su propia versión en 1997.

Asimismo, la versión de 1992 de Cementerio de Animales tuvo este año su remake. No la he visto aún, tal vez lo haga, pero personalmente no me llevo bien con el cambio brusco que se hizo con uno de los puntos esenciales de la historia.

Todo lo anteriormente mencionado sirva de antesala para un cómodo y lo más objetivo posible abordaje sobre la última parte del derrotero de Pennywise y los chicos del Club de Los Perdedores.

El director argentino Andy Muschietti, gracias a Mama, su ópera prima, ganó  con creces su pase para dirigir esta película, que tiene una innegable connotación de culto entre los fans del terror.

La primera parte pasó dejando el pabellón muy alto, dejando al espectador a la vera de su asiento y con las expectativas muy altas, y la segunda y última parte nos deja una sensación un tanto ambigua.

Desde mi humilde punto de vista, toda reversión o remake de un clásico ofrece, con sus pros y sus contras, una posibilidad para mejorar y explorar aspectos que tal vez se pasaron por alto en su momento en la versión original. Por este simple pero contundente hecho esta película me brinda sensaciones ambivalentes.

La cinta hace justicia a factores importantes como incluir la secuencia y el arco de Adrian Mellon, una referencia necesaria en los tiempos que corren; pero para los que pueden tener objeciones, esto viene en el libro y fue omitido en la versión original de 1990.

Andy Muschietti logra dar luz y centrarse en la historia de cada uno de los personajes, pero peca en mostrar detalles que no ayudan a la historia a relucir por sí sola. Otro factor determinante para esta «performance» de vuelo accidentado es el exceso de metraje, que logra diluir la carga de miedo y tensión característica de la trama, para después sobrecargar con este recurso en el transcurso de la batalla final.

La película cumple las expectativas primarias de dar un cierre digno a la historia de los Perdedores. Pero no sin algunos baches y pasos de comedia innecesarios de la mano de Richie Tozier (Bill Hader), personaje que en esta versión se lo identifica en un marco social muy necesario en la sociedad actual.

Tal vez la constante que se debe rescatar y que casualmente conecta a ambas versiones es la excelente interpretación de Bill Skarsgård, dando a su Pennywise un nuevo abanico de matices expresivos, bastante únicos y personales que equiparan sin pudor y  con propio mérito a los del gran Tim Curry.

Personalmente, como seguidor de Stephen King, creo que la primera parte de la historia deja al espectador expectante y al borde de la silla en función de los cambios e innovaciones que puede presentar esta segunda parte. Pero ya en la segunda parte se desaprovechan algunos puntos fundamentales de la historia  y se abusa de ciertos recursos, lo que puede llegar a generar cierta lógica desazón en el fan acérrimo de Stephen King. En pocas palabras, la película cumple, pero como diría William Shakespeare: “Mucho ruido y pocas nueces”.

Como dato curioso, destacamos que se está pensando en tal vez realizar un tercer capítulo de la historia de Pennywise, en forma de precuela. Este punto da la pauta que no importa su formato, Pennywise sigue encantando y asustando por igual sin importar cuánto tiempo pueda pasar.

VALORACIÓN: 8 /10