Japoneando Anime: Kimetsu no Yaiba (Guardianes de la noche)

Kimetsu no Yaiba (鬼滅の刃, titulado en España Guardianes de la noche por Norma Editorial y Demon Slayer en inglés), creado por Koyoharu Gotôge, es uno de los últimos fenómenos en el mundo del manga y del anime, especialmente a raíz del estreno de la adaptación realizada por Ufotable, de una calidad excelente. Recientemente se ha estrenado en Japón la película secuela, Mugen Train (無限列車編, El tren infinito), donde ha superado todos los récords de recaudación nacional solo en sus primeros días.

Tanjirô Kamado (voz en japonés de Natsuki Hanae) es un joven amable y gentil que vive cuidando de su madre y hermanos menores en la montaña. Un día, mientras pasa la noche fuera tras haber visitado el pueblo, se encuentra con que toda su familia ha sido brutalmente asesinada… salvo su hermana Nezuko (Akari Kitô), quien sobrevive a duras penas. Mientras intenta salvarla, se encuentra con otro problema: Nezuko ha sido convertida en demonio.

Comienza así una historia que mezcla fantasía con elementos de terror atmosférico, que ocupa un total de 23 volúmenes o tankôbon (単行本) y por la que pululan toda un serie de personajes, a cada cual más carismático.

Era Meiji (1868-1912) y la apertura de Japón a Occidente

Kimetsu no Yaiba está ambientada en el período o era Meiji (明治時代), la cual se considera que dio inicio con la apertura de Japón a Occidente tras haber pasado más de dos siglos aislado (solo permitía la entrada a algunos comerciantes holandeses y chinos y poco más). Con la llegada del comodoro Matthew Perry y sus buques, la idea principal era que Estados Unidos hiciera presión a Japón para su apertura al comercio.

La llegada de Perry y la apertura a Occidente causaron una serie de estragos y cambios profundos en la sociedad e instituciones japonesas que los llevó primero a una guerra civil (Guerra Boshin, 戊辰戦争, 1868-69) entre los partidarios del viejo régimen o bakufu, basado en la permanencia de la figura militar del shogun, y los que pretendían devolver todo el poder al emperador. Ganaron éstos últimos, dando formalmente origen a la era Meiji.

Ilustraciones que representaban a los japoneses en la era Meiji.

Así, con Meiji se terminó el sistema feudal en Japón y, tomando como modelo a la Prusia de Guillermo II, el país entró a toda prisa en la carrera hacia la modernización, convirtiéndose en gran potencia solo en unas pocas décadas. Para ello, aparte de realzar la figura del emperador, fortalecieron la creencia «naturalmente japonesa» o sintoísmo (神道) y eliminaron a las viajes castas de daimyô (大名) y samurái por otra nobleza más «a la europea».

Con ello, se dejó de lado a los vecinos «subdesarrollados» de Asia, concretamente a China y a Corea, por lo que Japón se iniciaría luego a su vez en la carrera colonial de estos países, a semejanza también de Europa.

Como decíamos, Kimetsu no Yaiba tiene lugar en este cambiante período, el cual supuso en gran parte el inicio de la gran crisis identitaria por la que pasa Japón (hasta nuestros días). Estos contrastes se dejan ver perfectamente por todo el manga y anime: en la ciudad iluminada de noche que visita Tanjirô, en las ropas de los ciudadanos (especialmente de Muzan en su primera aparición, cuyo diseño está por cierto inspirado en Michael Jackson) y por supuesto en la llegada del ferrocarril. También en otros detalles como el hecho de que los ciudadanos ya no puedan portar armas libremente (relacionado con la desaparición de los samurái) o el que la Sociedad de asesinos de demonios no esté reconocida por el gobierno nipón.

Sin embargo, la serie nos muestra asimismo esos elementos del Japón de antaño, como las aldeas con casas de techos de paja y piedras, los curanderos, los caminos de tierra, los kimonos y las peleas con katana, entre otros aspectos que ahora veremos.

La primera vez que Tanjirô e Inosuke ven un tren. Kimetsu no Yaiba, Ufotable.

El teatro kyôgen y los diseños de los personajes

Japón, debido probablemente al largo aislamiento, posee además su propio mundo de artes escénicas, surgidas hace siglos y que han ido evolucionando en un mundo paralelo al nuestro. Es el caso de los teatros kabuki (歌舞伎), noh (能) o kyôgen (狂言).

Todos estos estilos de teatro están muy apoyados en la danza y el canto, si bien el kyôgen contiene elementos más humorísticos, mundanos y didácticos (surgió a partir del noh, siendo ambos celebrados principalmente en templos budistas y uno como interludio del otro). Tanto en el noh como en el kyôgen hay uso de máscaras que representan a distintos tipos de seres, mientras que en el kabuki la puesta en escena se basa sobre todo en el maquillaje y vestimenta de los actores (desde hace unos siglos, todos ellos masculinos).

Precisamente, máscaras que suelen verse en el teatro kyôgen, como la de usobuki o usofuki (狂言面 空吹), son las que portan los forjadores de espadas Hotaru Haganezuka y Kozo Kanamori en Kimetsu no Yaiba. Este tipo de personajes solían ser los más pequeños y representaban la insignificancia de la vida humana, pues por la postura de la boca solo permitían hacer ruidos tipo silbidos.

Otro ejemplo de estas máscaras es la que porta siempre el maestro de Giyu Tomioka y de Tanjirô, Sakonji Urokodaki, pero en este caso es la de un tengu (天狗), ser del folclore japonés que se asocia con los perros, un yôkai (妖怪). En el noh y kyôgen los portadores de la máscara tengu solían ser o bien personajes demoníacos o bien protectores.

Urokodaki y la máscara de tengu en Kimetsu no Yaiba. Ufotable.

Finalmente, los alumnos de Urokodaki llevan como símbolo protector (entregado por éste) una máscara de kitsune (狐, zorro), un ser muy presente en la mitología japonesa y que está asociado con las divinidades(especialmente con la divinidad Inari -神-, dios de la fertilidad, de la agricultura y del arroz) y con el otro lado al ser capaces de adoptar forma humana. No está claro el origen del uso de la máscara de kitsune, si en el teatro kagura, noh o kyôgen; pero sigue estando muy presente en festivales o matsuri (祭).

Todos estos elementos tradicionales japoneses introducidos en los diseños de los personajes nos muestran a su vez algo de sus personalidades o roles en la narrativa, como el papel de protector de Tanjirô y Nezuko por parte de Urokodaki, los papeles secundarios de los forjadores de espadas (que trabajan asimismo del lado de los asesinos de demonios, ergo se distancian totalmente de los demonios por su condición humana) y la espiritualidad envolvente a Sabitô y a Makomo.

Hay más elementos característicos de estas artes escénicas japonesas presentes en el anime (Renjishi -連獅子- e InuYasha se me vienen a la mente), como pueden ser ciertas características de la estructura narrativa o movimientos «exagerados» y «sobreactuados», más similares a una danza, que pueden traernos a la mente las técnicas y coreografías en las batallas (que suceden a su vez a distintos ritmos, como los narradores «de fondo» de la acción en el kabuki).

¿Esto es terror?

La inclusión de seres espirituales y fantasmagóricos, llámense yôkai, ayakashi (怪), mononoke (もののけ), oni (鬼), etc., son muy comunes en el anime y el manga. En este caso, nos encontramos con demonios con características muy similares a las de los vampiros: solo pueden salir de noche, uno (el «patriarca», similar a Drácula) contagia al resto y gustan de alimentarse de humanos (si bien son bastante más brutales los de Kimetsu no Yaiba). Al igual que en Meiji, se mezcla aquí lo folclórico japonés con lo occidental.

El hecho de que solo puedan sobrevivir de noche causa que la mayor parte de la acción en Kimetsu no Yaiba suceda en ambientes nocturnos o cerrados, lo que ayuda a crear una atmósfera inquietante y algo asfixiante. Cuando las escenas son de día suelen ser mucho más humorísticas y relajadas.

Sin embargo, y a pesar de esta lograda ambientación y de algunas escenas gore (como Muzan ante las lunas menguantes), no puede decirse que Kimetsu no Yaiba sea una obra de terror. Es claramente una aventura juvenil con elementos algo terroríficos y sobre todo del folclore (incluidos los fantasmas) que nos trasladan a ese mundo más espiritual y mitológico, lejos de la modernidad actual.

En ese sentido, parece que hay una tendencia dentro del anime a asociar el pasado con la fantasía (bueno, no es exclusiva de Japón, pensemos en nuestra Edad Media), la cual va desapareciendo a medida que el tiempo avanza y nos modernizamos. La sociedad que refleja Kimetsu no Yaiba no cree (salvo excepciones) en la existencia de demonios, algo que no era así en el pasado (los asesinos de demonios se remontan a Sengoku). La conclusión del manga de Gotôge deja muy claro este punto.

Kimetsu no Yaiba. Ufotable.

Como nos suele pasar, vamos terminando este Japoneando Anime que se nos está quedando sin espacio. Hay más elementos en los diseños de los personajes de los que nos hubiera gustado hablar, como las cartas hanafuda (花札) que lleva Tanjirô como pendientes (particularmente interesante es su vínculo a la historia de la industria del videojuego en Japón) o las pelotas temari (手まり) de Susamaru, entre otros.

Para saber más…

Seco Serra, Irene (2010): Historia breve de Japón. Sílex Ediciones.

Suan, Stevie (2013): The Anime Paradox. Patterns and Practices Through the Lens of Traditional Japanese
Theater. Brill.

Toiyama, Sekien (2014): Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni.

Muzan vestido «a la occidental» en Kimetsu no Yaiba. Ufotable.

Kimetsu no Yaiba, narrativa y animación sobresalientes de la mano de Ufotable

Kimetsu no Yaiba, traducida al inglés como Demon Slayer o Guardianes de la noche en español, es uno de esos títulos que reúne todas las características posibles que hacen a un shônen: un protagonista que en el fondo es un prodigio, bueno y atento con todos, que se fortalece a cada entrenamiento o confrontación; un grupo de combatientes que le hacen la comparsa; un villano malísimo (que quizás tenga redención, esto es un shônen); y muchas batallas, a cada cual más épica, donde la acción se detiene siempre unos segundos para que el personaje pueda explicarle la técnica al espectador.

Sin embargo, la mangaka Koyoharu Gotôge ha sabido darle a su obra un estilo artístico y una ambientación muy propios, casi como si imitara las pinturas de Katsushika Hokusai, especialmente sus trazos y colorido. Y he aquí que ha llegado el estudio Ufotable, ha cogido todas estas virtudes de la autora, y las ha multiplicado por veinte.

La historia nos cuenta cómo Tanjirou Kamado (voz de Natsuki Hanae), un joven que vive con su madre y  hermanos, se libra fortuitamente una noche del ataque que un demonio lleva a cabo sobre su familia, matándolos a todos menos a su hermana Nezuko (Akari Kitou). Sin embargo, ésta es convertida a su vez en demonio, logrando mantener a raya algo de su humanidad. Desde entonces, Tanjirou decide convertirse en cazador de demonios con el firme propósito de vengarse y revertir a su hermana a su forma humana.

Uno de los grandes logros de Kimetsu no Yaiba no es lo original de su premisa, la cual, como decíamos, reúne todos los elementos característicos de un shônen. Lo mejor es cómo consigue crear un entorno ciertamente inquietante y siniestro, pero a la vez hermoso, donde se conjugan algunos rasgos del cine de terror con la lírica tan sutil y evocadora de los japoneses.

A ello se suman unos personajes simpáticos, como el propio Tanjirou, que es pura dulzura; hasta Nezuko, que sin poder hablar logra resultar uno de los personajes más comunicativos y enternecedores; pasando por un atractivo elenco de secundarios como el maestro Urokodaki (Houchuu Ootsuka), Tamayo (Maaya Sakamoto) o Yushirou (Daiki Yamashita). Sin duda, uno de los subidones en el ritmo de la serie lo causa la entrada en acción de Inosuke Hashibira (Yoshitsugu Matsuoka), un torbellino hilarante que vendría a ser una vuelta de tuerca a Son Goku en un entorno más oscuro y dramático (y con más de jabalí que de mono).

Por el otro lado, poco antes de la llegada de Inosuke se nos presenta otro de los personajes principales, Zenitsu Agatsuma (Hiro Shimono). Si bien Inosuke puede resultar inicialmente molesto por lo hiperactivo, Zenitsu lo resultará a la larga por ser ese prototipo de personaje (al menos en parte) cobarde y obsesionado con las mujeres, cuyo acoso es utilizado como recurso humorístico (sin entender muy bien dónde está la gracia en estas cosas). Eso sí, los tres juntos, Tanjiro, Inosuke y Zenitsu ofrecen una gran química por sus contrastes y momentos realmente frescos y divertidos.

Por ello, Kimetsu no Yaiba equilibra bastante bien el drama, la acción y la comedia (incluyendo los «sketches» del final de cada capítulo). La adaptación de Ufotable posee un ritmo endiablado en sus 26 episodios y solo da un respiro momentáneamente para que nuestros protagonistas se recuperen de tanto trajín (dicho incluso por ellos mismos). Si le añadimos la energía de Inosuke en el tramo final, solo podemos sentir una narrativa vigorosa y vivaz, tan entusiasta como el personaje citado sin por ello perder su estilo ni su belleza.

Por supuesto, gran parte de la culpa de esta hermosura la tiene todo el apartado artístico, que bien ha sabido plasmar los dibujos de Gotôge en la pantalla; así como el técnico, sin que la animación pierda un ápice de su calidad en los 26 capítulos; y obviamente el musical, con una banda sonora compuesta por Yuki Kajiura que añade muchas de las emociones que transmiten las imágenes y que supone un 80% de las logradas atmósfera y ambientación.

Se me hace complicado encontrarle un punto negativo a este anime (salvo quizás y ocasionalmente el citado Zenitsu), y es que lo engloba todo: una historia que mezcla drama, terror, acción y comedia; unos personajes con gran química entre ellos; una narrativa con buen ritmo; y unos apartados técnico y artístico no menos que espectaculares. Quizás para alguien no muy fanático del shônen se encuentren algunos elementos repetitivos y no excesivamente originales, por ponerle un «pero». Nos hallamos ante posiblemente el anime del año.