El pueblo, esa figura

Nos vamos a poner un poco vacacionales esta vez. La ocasión lo amerita (por este lado del charco estamos en pleno verano, aunque me consta que de la otra parte también están las «vacaciones de invierno»). No son pocos los que, llegado estas fechas, escapan del mundanal ruido y estrés de la urbe para refugiarse en «sus» pueblos, lugares donde sus antepasados (o incluso ellos mismos) nacieron y/o se criaron, por lo que normalmente hay casa asegurada.

En varias obras de fantasía y ciencia ficción el pueblo es también una figura importante, puede que incluso un personaje más de la trama. Se me vienen a la cabeza, en estos momentos, la esperadísima Stranger Things (o su segunda temporada, más bien) y productos MUY disfrutables como Gravity Falls. También Stephen King (a la que Stranger Things debe más de un homenaje) bebe mucho del entorno pueblerino en gran parte de su bibliografía, destacando en este aspecto It (cuya nueva versión cinematográfica está al caer).

¿Por qué es tan importante el pueblo?

Desde un punto de vista narrativo, es comprensible su uso en ocasiones que les viene como anillo al dedo. Primero, el pueblo (o localidad pequeña con número de habitantes ciertamente reducido, en caso de que alguno prefiera referirse a ellos como «ciudades pequeñas») es ese sitio donde normalmente no pasa nada. Pero nada, NADA. Ya lo dice el sheriff Hopper, de Hawkins, lugar en el que habita y en donde ocurren los extraños sucesos de la serie de Netflix: allí lo más grave que ha ocurrido en los más de cuatro años que lleva en su puesto es que un búho atacó a una señora porque creyó que el moño de su cabeza era su nido. Pero ocurre aquí que en los sitios donde normalmente no sucede nada de pronto irrumpe algo inesperado, algo tan increíble que ni tan siquiera en las grandes ciudades podría darse.

La pandilla de «los perdedores» de Derry

Primer punto, pueblo muy tranquilo y seguro, de pronto no lo es tanto. El contraste es mayor y, así, les cuesta más tiempo de reacción a sus habitantes. Que un niño desaparezca en una gran urbe es, lamentablemente, pan nuestro de cada día, no así en Hawkins o en Derry, ubicación donde se emplazan los acontecimientos de It.

Segundo punto, relacionado con el anterior: los pueblos son sitios tan seguros y tan tranquilos que es habitual hallar en ellos a niños jugando en la calle prácticamente a todas horas (comidas aparte). Aunque lamentablemente sea cada vez algo menos frecuente, quién no ha experimentado el llegar a su pueblo y echarse a la calle a jugar con su pandilla de amigos/primos/loquesea hasta que su madre o abuela lo llamaba para comer. Desde un punto de vista narrativo, tenemos aquí la situación creada perfecta para que se dé el desenlace con total naturalidad: un niño desaparece o se pierde, o bien la pandilla de chavales descubre algo inesperado (en la mayor parte de casos termina siendo sobrenatural), o bien ocurren ambas cosas.

En Gravity Falls tenemos a los hermanos Dipper y Mabel, que se van a veranear a la casa de su tío abuelo Stan, en el pueblo de mismo nombre. Allí esperan aburrirse como ostras (son niños urbanitas), hasta que empiezan a percatarse de que están sucediendo cosas extrañas. Nunca les había sucedido en el lugar de donde proceden, pero sí en Gravity Falls, donde hay lugar para lo inimaginable (o no, si hablamos de la imaginación propia de un niño).

Dipper y Mabel llegan a la casa de su tío abuelo Stan en Gravity Falls

En Stranger Things y en It los niños no se encuentran de veraneo, sino que han nacido y viven en Hawkins y Derry, respectivamente. Localidades como mencionábamos muy apacibles hasta que empiezan a desaparecer niños. A la postre, el significado tras estas desapariciones pertenece al mundo sobrenatural. Algo que solo tendría cabida en pueblos tranquilos y seguros como Hawkins o Derry.

El tercer punto, no por ello menos importante, se remonta directamente al dicho «pueblo chico, infierno grande». En estas «ciudades pequeñas» resulta que todo el mundo se conoce. Saben quién es el jefe de la policía, el alcalde, el profesor de matemáticas del instituto y todos los vecinos. Por eso, cuando llega alguien o «algo» nuevo a este tipo de emplazamientos, el revuelo que se causa es mucho mayor. ¿Quién se da cuenta en una ciudad como Madrid qué familia ha llegado nueva o se ha marchado? ¿Quién se entera incluso (en caso de no estar atento a las noticias) de los acontecimientos más graves que ocurren? En el pueblo no hace falta estar enchufado a la tele ni suscrito al periódico, te vas a enterar sí o sí. Esto a su vez conlleva que las redes de solidaridad entre estos grupos suelan estar más arraigadas, pero también el nivel de «hijaputez» con el prójimo que no es de tu agrado. Y es que existen crímenes a lo largo de la historia que se han dado porque la familia Pérez y el clan Sánchez del pueblo X no se soportaban.

Narrativamente, es mucho más sencillo ubicar a todos los personajes, sus lazos e historias en un enclave como el pueblo, donde, como decíamos, todo el mundo se conoce. En Stranger Things, por ejemplo, Jonathan ya era «el rarito solitario/borde» entre los adolescentes del instituto (porque solo hay uno en todo Hawkins, claro) y todo el mundo sabe que Joyce se divorció de Lonnie y que éste se fue a vivir a la ciudad. En Gravity Falls (y aquí vienen SPOILERS de la serie), Stanley se termina haciendo pasar por Stanford (su hermano gemelo, residente en dicha localidad) para que los habitantes de allí no se percaten de su (misteriosa) desaparición.

El pueblo y la infancia

Por último, a modo de conclusión, el pueblo es ese sitio imbuido de nostalgia. Es el lugar donde muchos hemos crecido, sino en periodos estivales, sí durante años enteros y, en definitiva, el rincón que guarda muchas de nuestras emociones y recuerdos de infancia y adolescencia. Probablemente, en el pueblo hubo un amor de verano, tuvimos amigos con los que jugábamos a echarnos carreras en bici, explorábamos en cuanto oscurecía esperando encontrar nuestro propio demogorgon local, y es el sitio en donde más nos relacionábamos con nuestros mayores, ya sean esos abuelos abnegados en cuidarnos o un tío abuelo Stan. Por eso, series como Stranger Things o Gravity Falls resultan tan nostálgicas para la gran parte del público (ambientación en años 80 aparte): nos vemos reflejados en ellas, vemos allí a «nuestro» pueblo y ese pedacito de infancia/adolescencia que, solo en ocasiones, se resiste a dejarnos.