Vaiana (Moana): Cuando Ghibli posee a Disney

Este 2016 está siendo un magnífico año para el cine animado. Al menos para el cine animado mainstream. Hace menos de un año llegaba a nuestras carteleras la increíble Zootrópolis, y unos meses después lo hacía la no menos interesante Kubo y las dos cuerdas mágicas. Ahora aterriza Vaiana (Moana en la versión original, que por estos lares hubo problemas con los derechos de autor para poder mantener el título) y, en lo personal, era la apuesta animada que más temía, con todo el tema de «princesas Disney» y canciones que nunca me han llegado a gustar del todo. Sin embargo, podemos ir adelantando que Vaiana sabe salir MUY bien del paso y acaba aprobando con notable alto.

La historia de esta última superproducción animada de Disney nos sitúa en una de las islas de la Polinesia, donde Vaiana, como hija del jefe, debe guiar y cuidar de su pueblo. Sin embargo, una extraña amenaza se está cerniendo poco a poco sobre los mares, y nuestra protagonista se verá obligada a salir a cruzar los mares en una canoa y así poder encontrar al semidiós Maui, quien a su vez deberá depositar una piedra misteriosa en una isla legendaria. Así da inicio una historia repleta de aventuras y elementos del folclore polinesio.

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Tras las cámaras de Vaiana (2016) nos encontramos con dos veteranos de la casa del ratón: Ron Clements y John Musker (La Sirenita, Aladdin). Con esto en mente, era fácil prever que nos encontraríamos con un producto de calidad. El resultado es afirmativo, especialmente en todo lo relacionado con el apartado visual: la animación de Vaiana está llena de vida y color, y elementos como el océano (además de acabar resultando en un personaje la mar de simpático… nunca mejor dicho) en ocasiones pueden llegar a parecer sacados de una fotografía. El paisaje de la isla de la Polinesia de donde proviene Vaiana también es lo más paradisíaco que cabría, y casi te provoca ganas de querer irte raudo y veloz a sacarte un par de billetes de avión en cuanto salgas de la sala de cine. Dicho esto, podríamos concluir firmemente que el apartado técnico es lo mejor de Vaiana y de lo mejorcito que hemos visto salir de Disney en los últimos años (y eso que la enorme ciudad de Zootrópolis se lo había puesto muy difícil).

Otro factor que suele acompañar a Clements y Musker son las canciones (volvemos a hacer especial referencia a La Sirenita y Aladdin). Como adelantaba antes, he de decir que yo no soy muy amiga de musicales, y acabé del Let It Go hasta Mickey sabe dónde, pero los temas de Vaiana se me han hecho extremadamente pegadizos y alguno incluso hasta particularmente bonito (Te Vaka – Logo Te Pate). Para la ocasión han contado con el compositor y actor de Broadway Lin-Manuel Miranda, quien ha impregnado a las notas de toques polinesios y pop. Hay un tema en particular que incluso recuerda poderosamente a David Bowie. En definitiva, una banda sonora variada, bonita y dinámica. We Know The Way ya está entre nuestras favoritas.

Quizás en donde más flojea Vaiana sea en el guión. No porque sea regulero o esté mal ejecutado (que no lo está), sino porque es algo que ya hemos visto cientos de veces, más aún en Disney. En ese sentido, la casa del ratón camina sobre seguro y no se desvía mucho de lo establecido. Eso sí, hay dos puntos que nos han llamado poderosamente la atención y que queremos destacar. Por un lado, nos encontramos ante la película de Disney que probablemente más bebe de Ghibli y de Miyazaki: una chica independiente y voluntariosa como protagonista, un semidiós que la acompaña, la figura de una abuela sabia y algo excéntrica, la importancia de la naturaleza y su equilibrio y… no queremos decir más por peligro de SPOILERS, pero seguro que quien haya visto alguna de Miyazaki enseguida se dará cuenta de a qué nos estamos refiriendo. Por otro lado, se nota que los directores y guionistas han investigado sobre el folclore polinesio, lo que causa que nos introduzcamos en su cultura (al menos superficialmente). Y de nuevo por eso nos dan ganas de sacarnos un par de billetes de avión al terminar la película…

Los personajes, aunque tampoco son nada nuevo, sí resultan simpáticos. Vaiana es esa protagonista que mencionábamos, inteligente y preocupada por el asentamiento de su identidad y el devenir de su pueblo. Maui es un semidiós arrogante pero a la vez vulnerable. La química entre estos dos vuelve a ser una vez más el punto fuerte del guión, como ya sucediera con Ralph y Vanellope o Nick y Judy. Y sí, hay animalitos, pero no se hacen molestos (POR SUERTE). El cerdito adorable tenía todas las papeletas para convertirse en el robaescenas insoportable para los adultos, pero afortunadamente no llega a ser así. En cuanto al villano… no sabríamos decir si realmente hay uno, y de nuevo no queremos adentrarnos en terreno fanganoso de spoilers. Quizás cierto crustáceo con estrabismo provoque algún susto entre los más pequeños, pero poco más.

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En conclusión, Disney vuelve a sacar una gran superproducción animada… y una vez más triunfa. Realmente la casa del ratón está que lo tira en estos últimos años, siendo suyos todos los blockbusters que están teniendo mejor recibimiento generalizado por parte de crítica y público. Para nosotros, si bien no llega al nivel de Zootrópolis (que es MUY buena), sí supera a Frozen, con la que se empeñan molestamente en comparar.

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