Quiero comerme tu páncreas, emotividad con buen gusto y melancolía

Selecta Visión está trayendo cada vez más licencias de películas de anime que se salen de lo que es masivamente conocido. De hecho, durante la última Japan Weekend de Madrid aseguraron que gracias a éxitos como el de Dragon Ball Super: Broly podrían seguir trayendo títulos menos famosos, como es el caso de Quiero comerme tu páncreas (Kimi No Suizô Wo Tabetai, 君の膵臓をたべたい).

Es una suerte poder llegar a disfrutar de una cinta de este calibre en una sala de cine, y no lo decimos únicamente por su destacado apartado técnico. Quiero comerme tu páncreas es melodrama del bueno, del que sabe cuándo contenerse y cuándo dejarse llevar, el que te roba un hueco de tu «kokoro» por la cercanía que logra establecer con el espectador.

Admito que iba con las expectativas bajas a ver esta película, lo cual puede haber influenciado (o no) en su resultado. Tras cierta saturación de melodramas en la animación japonesa, y con cintas de reciente visionado como El himno del corazón o Maquia que no me acababan de cuajar, Quiero comerme tu páncreas se me anticipaba como más de lo mismo.

Quiero comerme tu páncreas. Estudio VOLN

No nos engañemos: es más de lo mismo, pero está muy bien ejecutado (en la mayoría de las situaciones). Para ponernos en antecendentes y que el título no nos engañe (aunque guarda relación con la historia), la cinta cuenta cómo un estudiante de preparatoria asocial y refugiado en los libros se topa accidentalmente con un cuaderno tirado en el hospital. Al recogerlo y echar un vistazo a lo que contiene, se da cuenta de que se trata del diario de una chica moribunda. La susodicha resulta ser Sakura Yamauchi (con voz de una inspirada Lynn en la versión japonesa), una compañera de clase aparentemente opuesta a él en todo y que aparece para solicitarle que se lo devuelva. Al ver la apatía con la que aborda su caso, ella decide seguirlo y pasar una buena parte del tiempo de vida que le queda con él, pues aparte de su familia y médicos es el único que conoce su enfermedad.

Este es el inicio de un guión bastante previsible, salvo quizás algún giro hacia el final que por otro lado no termina de funcionar. Como decíamos, en lo que destaca Quiero comerme tu páncreas es en su ejecución, en cómo aborda los temas que trata y en la química y desarrollo de la relación (que pasa por varias fases y facetas de forma sorprendentemente creíble y tierna) entre los dos protagonistas, verdadero epicentro de la historia.

El hecho de que el director, Shinichirô Ushijima, haya estado al cargo de algunos capítulos de la serie Death Parade es notorio en este abordaje y en el buen gusto con el que suele manejar temas tan melodramáticos y con los que es excesivamente fácil caer en la pornografía emocional. En su caso, los mezcla brillantemente con situaciones absolutamente cotidianas, guiños a la cultura pop (Death Note y Mario Kart entre ellos) incluidos, lo que la vuelve más cercana al espectador y te transfiere una sensación de nostalgia y melancolía propias de los años estudiantiles. Algunos asuntos como la aceptación e inevitabilidad de la muerte o la relación entre ambos protagonistas nos pueden recordar fácilmente a su obra anterior (o en la que participó activamente), alcanzando aquí un resultado más satisfactorio.

Quiero comerme tu páncreas. Estudio VOLN

El tratarse del primer título importante desarrollado por el estudio VOLN lo convierte aún en algo más sobresaliente, pues se trata de un producto casi redondo asimismo en su apartado técnico. El estilo de dibujo y especialmente la paleta de colores nos recordará inevitablemente a las obras de Makoto Shinkai, lo cual no es malo en absoluto. La animación puede pecar de algo simple en determinados momentos, pero la expresividad y los movimientos fluidos de los personajes (especialmente Sakura, lo cual dice mucho del personaje) son excelentes.

La banda sonora, compuesta por Hiroko Sebu, es también destacable por su emotividad a veces contenida, a veces más explosiva, así como acompañamiento en los momentos más pausados.

Curiosamente, esta adaptación de Quiero comerme tu páncreas proviene de una novela publicada en internet por Yoru Sumino y que ha sido galardonada con varios premios. Hay versiones anteriores a esta cinta, como una película en imagen real y un manga publicado en España por ECC Ediciones. No hemos leído ni visto ninguno de ellos, pero lo cierto es que esta adaptación de anime funciona por sí misma a la perfección, aunque tenemos entendido que cierto giro algo brusco del final cobra más sentido en la novela.

En definitiva, Quiero comerme tu páncreas se acerca más a ser una versión anime de la película occidental Yo, él y Raquel (Me, Earl and the Dying Girl) que con la mucho más comparada (y cargante) Shigatsu Wa Kimi No Uso (Your Lie in April), lo cual personalmente agradecemos por la delicadeza con la que aborda ciertos temas difíciles o melodramáticos y la brillante mezcla que hace con la cotidianidad de dos jóvenes en el Japón actual. Esto es gracias en buena parte a la entrañable relación que se va estableciendo entre unos protagonistas no carentes de estereotipos ni de lugares comunes, pero no por ello menos cercanos.

P.D.: A pesar de los buenos esfuerzos de Selecta Visión y del equipo de doblaje, creemos que esta es una de esas películas que se disfrutan más y se perciben más matices viéndolas en versión original. Lamentablemente, llega a muy pocos cines en este formato.