Los niños del mar, mito moderno de sirenas

Selecta Visión ha estrenado este fin de semana en cines de España la película de anime Los niños del mar (Kaijuu no Kodomo 海獣の子供), una espectacular obra a medio camino entre el cine costumbrista y pausado sobre el crecimiento adolescente de su primera mitad con el realismo mágico (casi delirante) de su última parte. Dirigida por Ayumu Watanabe (After the Rain); con guión del propio autor del manga en el que está basado, Daisuke Igarashi; y música compuesta por el siempre maravilloso Joe Hisaishi; nos encontramos ante una delicia visual que, narrativamente hablando, no está hecha para todo el mundo.

Ruka es una estudiante de secundaria que es expulsada del club de balonmano el primer día de vacaciones. Sin saber a dónde ir y con sus padres recientemente separados, acaba yendo al acuario donde trabaja su progenitor. Allí conoce a un misterioso chico llamado Umi, quien fue criado junto a su hermano Sora por una manada de dugongos. A partir de aquí dan comienzo las largas vacaciones de Ruka.

Hay que agradecer especialmente a Selecta el haberse atrevido a traer este título a las carteleras patrias, teniendo en cuenta que se trata de un mercado que, aunque en auge, sigue apoyando masivamente obras que forman parte de franquicias tales como One Piece o Dragon Ball, pero no tanto los trabajos independientes. Además y como decíamos, Los niños del mar no está hecha para todo el mundo.

Los niños del mar. Studio 4ºC.

Basada en el manga de mismo título, Igarashi ya había creado una narrativa que partía de los mitos, la cual no tiene por qué tener sentido (mucho menos, el mismo sentido) para todo el mundo. Entre la psicodelia y la metafísica, Los niños del mar se abre así camino muy alejada de los típicos shônen y mucho más cercana al cine de Terrence Malick (La delgada línea roja, El árbol de la vida). Poesía visual, que puede llegar a resultar lenta y sobre todo confusa para parte del público.

A esta confusión hay que sumarle que la adaptación cinematográfica se deja en el tintero varias escenas determinantes del manga (prácticamente los tomos 3 y 4 completos, si bien es cierto que, para quien esto suscribe, éstos son los que contienen más «relleno del denso»), lo que le otorga un mensaje más centrado en la madurez de Ruka y su vínculo con Sora y Umi y mucho menos en la búsqueda de Anglade (reducido a un personaje completamente secundario) y Jim.

En donde no se pueden poner peros a la película es en su apartado audiovisual. La animación es hipnotizante y absolutamente mágica, tanto en sus partes más experimentales como en otras más convencionales. «Planos secuencia» de las calles por las que corre Ruka, la imagen de ella y Sora nadando bajo el cielo estrellado o, por supuesto, toda la secuencia en el clímax con el ritual del nacimiento son para quedar grabadas en la retina. El diseño de los personajes, a cargo del veterano de Ghibli (y de animes como FLCL o Evangelion) Kenichi Konishi, que sigue fielmente las pautas del estilo de Igarashi, redondea este apartado.

Los niños del mar. Stduio 4ºC.

Qué decir de las partituras de Joe Hisaishi. El compañero de Hayao Miyazaki pone aquí su sello en uno de sus mejores trabajos, y eso es decir muchísimo teniendo en cuenta los temas que ha compuesto para Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro o El verano de Kikujiro, por mencionar a unos pocos. La música con la que arranca la película, que parece seguir el sonido base de las ballenas, o la canción que toca Dehdeh con su instrumento de viento, son solo dos de los ejemplos de este espectacular trabajo que suma puntos a esta experiencia.

Como decíamos, Los niños del mar no es una obra para todo el mundo. Probablemente algunos se aburrirán y otros quedarán estupefactos, pero lo que no se le puede negar es que estamos ante un innovador título que, bajo una premisa clásica, acaba convirtiéndose en algo que no dejará indiferente. Una película arriesgada y excelentemente cuidada que viene a hablarnos de la vida, del mar, del cielo, de las estrellas y de que en algún momento todos nos vemos obligados a crecer, pero sin olvidar a quienes vamos dejando atrás.

P.D.: No os vayáis durante los títulos de crédito, ya que, por un lado, hay escenas posteriores que culminan más satisfactoriamente la película. Por el otro, quedarse a escuchar la canción de Kenshi Yonezu «Spirits of the Sea» es una auténtica delicia.

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Explicamos: Los niños del mar o el mito de creación del siglo XXI

Selecta Visión ha estrenado en cines de España la cinta de anime Los niños del mar (Kaijuu no Kodomo, 海獣の子供, en el original japonés), la última película de Ayumu Watanabe (ha estado al cargo de varios largometrajes de Doraemon y de la serie After the Rain) y del estudio 4ºC (las también muy peculiares TekkonKinkreet o Mind Game, entre otras), basado en el manga de cinco tomos (publicado aquí por ECC Ediciones) de Daisuke Igarashi.

La historia parte de los cambios por los que está atravesando la vida de Ruka, una adolescente japonesa a quien le prohíben asistir a las clases de entrenamiento de balonmano durante las vacaciones de verano debido a un encuentro con otra compañera. Ruka es competitiva y tiene problemas para comunicarse, lo que se traduce en una sensación de aislamiento y de no pertenencia a este mundo. Sus padres, además, acaban de separarse. Un día conoce a un extraño muchacho que nada en el agua, quien responde al nombre de Umi, y a su hermano Sora.

Avisamos de SPOILERS tanto de la película como del manga Los niños del mar.

El relativismo del oyente

La primera mitad de Los niños del mar se desarrolla al uso, sentando las bases de la típica historia de niña que se hace mujer, el crecimiento del héroe. A partir de la mitad, la narrativa se torna simbólica y caótica, entre la psicodelia y la aparente locura del mito.

Porque Los niños del mar es sobre todo un mito, pero contado en el siglo XXI. Como tal, no necesariamente debe tener sentido; si bien el antropólogo Claude Lévi-Strauss defendía que los mitos contenían toda lógica y respuestas, solo que al ser atemporales y no estar sujetos a determinados episodios históricos pueden prestarse a distintas interpretaciones, según quien lo mire o escuche.

El nacimiento de Rakshasa. Los niños del mar, tomo 2. ECC Ediciones.

Hay mucho de antropología y mucho de mitos recogidos en la obra de Igarashi. Partiendo de Jim Cusack o Anglade, quienes hacen las veces de antropólogos sin serlo, son los observadores participantes de los sucesos extraños que acontecen. Son además (especialmente Anglade) quienes transmiten al espectador o lector los mitos vinculados a la historia.

Es el caso del nacimiento de Rakshasa, mito budista y del hinduismo que Anglade cuenta en su primera aparición cuando va a buscar a Sora. Rakshasa es un ser demoníaco que nace del dios creador del universo, el cual un día viajando junto a su mujer a lomos de un toro se pusieron a tener sexo y eyaculó sobre el mar. Anglade concluye que los meteoritos que caen sobre el océano a inicios de la historia representan al semen del cosmos o de esta deidad. Y dicho meteorito será esencial para la historia.

En cuanto al propio Raksasha, se cree que los niños del mar pueden servir de analogía con el ser demoníaco que devora a los humanos. Cuando Dehdeh los encuentra en el manga, un paisano le explica una leyenda que habla de dos niños que llegan misteriosamente, uno procede del cielo y otro del mar. Ambos crean un vórtice en el océano que lo consume todo, como hasta cierto punto acaba ocurriendo en la historia.

Retomando a Lévi-Strauss, los mitos poseen lógica, pero varía dependiendo de quien lo escucha o de quien lo narra. Igarashi plantea aquí un mito sobre la creación del universo y la vida, partiendo de la madurez de una adolescente de hoy que se topa con dos misteriosos muchachos, que se presta a diversas interpretaciones (yo por ejemplo ya he leído teorías que parten de las creencias de Bali, del cristianismo, de teorías sobre la reencarnación o incluso que todo se ciñe al despertar sexual y posterior aborto de Ruka).

Tanto la película como el manga se centran bastante en mostrar la dualidad (a veces enfrentamiento) entre la ciencia o empirismo y lo inexplicable. Esto es perceptible y no merece mayor análisis, pero básicamente sirve como crítica del antropocentrismo dominante (en una realidad donde el ser humano representa a una ínfima parte) y de que, a pesar de todos los avances tecnológicos de los últimos años (pocos, en el conjunto de la historia), el hombre todavía no sabe realmente casi nada.

La propia narrativa de Los niños del mar juega con este relativismo, con este microcosmos frente al macrocosmos. Sora, Anglade y Dehdeh mencionan que en realidad el ser humano apenas sabe ni percibe nada del total de la existencia. La primera mitad parte desde Ruka hacia el mundo; la segunda desde el universo hacia la muchacha.

La creación del universo o nacimiento en Los niños del mar. Studio 4ºC.

El universo como cuerpo biológico que se reproduce

En realidad, Los niños del mar es bastante fácil de entender si se parte de la idea de que el universo funciona como ente orgánico, trabaja y se reproduce como un ser vivo. Nosotros, humanos, somos una minúscula parte de un todo, las amebas, que ayudan (en parte, al menos) a que este todo siga su marcha. Si Cells at Work! o Érase una vez la vida se centrase en el cosmos, nosotros seríamos como los glóbulos rojos.

Así, la Tierra con mar es el útero, el meteorito el esperma, el ser humano el mensajero o teta. Jim canta esta canción y se la cita en más de una ocasión durante la obra. También Kanako, la madre de Ruka, compara al feto en el útero con un ser acuático que, al nacer, muere (como ser de agua) y revive (como ser terrestre en un nuevo mundo), amamantado por el humano.

La representación del océano a través de una figura femenina con varios senos surge asimismo varias veces en el manga, ya sea o no representada en la ballena en cuyo interior termina Ruka con el esperma/meteorito. El mar es creación y fuente de vida, es Venus, como el citado cetáceo.

Los niños del mar funcionan a su vez como espermatozoides: van en busca del meteorito caído y mueren en el intento. Primero lo logra Sora, quien se lo pasa a Ruka (también bajo simbolismo sexual, que veremos a continuación), a quien finalmente se lo arrebata Umi. El destino es Umi, literalmente el mar, que alcanza el grado máximo evolutivo, el universo mismo.  Estos niños que aparecen muertos son también referidos (al menos en el manga) como «menstruación del océano» por las trabajadoras del acuario, ya que sus tejidos corporales se asemejan a los cuerpos blancos de los ovarios. Surge así la creación, fecundación o el nacimiento.

Los humanos seríamos por nuestra parte la teta, como dice Jim, que da la bienvenida al nacimiento/muerte (esta dicotomía no la expresa solo Kanoko, sino también Sora cuando se comunica con Ruka a través del meteorito; ya que los seres del mar mueren al salir de éste y entrar a tierra, y viceversa). En la historia, Ruka es la elegida, como dice Anglade, para ser la mensajera y observadora de la creación o renacimiento de la vida universal.

Hay no obstante algunas excepciones de animales marinos que mueren al salir a tierra (al menos si lo hacen durante determinado tiempo). Una de ellas son las tortugas, más que nada por la variedad de subespecies dentro de los quelonios. Sora es visto nadando sobre una tortuga y posteriormente se lo ve observando a la misma mientras desova en la playa y vuelve al mar. El rubio dice que la conoce de cuando era niño. Este animal simboliza la ruptura de esa frontera entre mar y tierra, vida y muerte que se muestra varias veces en el manga.

Los niños del mar. Studio 4ºC.

Sora y Umi, sirenas del mundo moderno

Tanto Sora como Umi han sido criados por dugongs, conocidos también como «sirenas» debido a la forma en la que amamantan a sus crías, sujetándolas con una aleta mientras la cuelgan del pecho (imagen que sale representada en Los niños del mar). Por ello, ambos nadan como si tuvieran aletas y, al entrar en contacto con la tierra, sufren de forma similar a los delfines (su piel se seca, sus ojos se irritan y comienzan a asfixiarse), especialmente Sora.

El rubio es además «hermoso» (muy similar otros niños del mar de otros relatos) y cuando Ruka lo encuentra está sentado sobre una roca a la orilla del mar y hay «música» de fondo; esa misma jornada ella ha escuchado una melodía de ballenas que recordará posteriormente como «la canción que sonaba el día en que conocí a Sora». El muchacho se ofrece a «jugar» con Ruka si es que está aburrida.

Posteriormente, Sora arrastra a Ruka al océano en más de una ocasión (Umi también, a todo esto, aunque las semejanzas con las sirenas se dan aquí con menor intensidad). Sora besa a Ruka y luego la lleva al mar para desaparecer brillando y siendo despedazado (las sirenas atraían a los marinos, los seducían y luego los ahogaban o despedazaban, en algunos casos se los comían).

Anglade hace incluso una referencia directa a las sirenas en el manga y su forma de seducir a los humanos para llevárselos al océano, preguntándose si acaso los niños del mar formarían parte de este grupo.

Ningyo es el término bajo el que se conoce a las sirenas en Japón. Éstas tienen más cuerpo de pez o anfibio, dejando solo el rostro o cabeza de humano. Cuando aparecen, suelen ser aviso de algún fenómeno como tsunamis, tifones o terremotos. Al contrario que en Occidente, en el país nipón son las sirenas las que suelen acabar despedazadas y comidas por los humanos, ya que se cree que conceden la vida y juventud eternas.

Sora y Umi conocen a Ruka a la par que empiezan a ocurrir sucesos como la caída de los meteoritos o la llegada del tifón. Sora, además, termina despedazado y siendo devorado por peces en el mar después de haber besado/representado el encuentro sexual con Ruka.

En cuanto a Umi, más que sirena/ningyo, sería también el propio mar, como su nombre indica, así como las pistas que se van dejando en la historia, como Anglade contando que las bacterias halladas en el cuerpo del niño solo se encuentran en el ecosistema más profundo del océano, donde no llega nada de sol. Más infantil, enérgico y amigable con los humanos (cuando quiere) que Sora, el menor de los hermanos es también alguien a quien hay que proteger, en palabras de Ruka y a juzgar por los actos de Sora. En Umi se deposita el tifón, asociado asimismo con la vida, el cual va creciendo en su vientre. De ahí, el meteorito es depositado en Umi por decisión propia, se fecunda junto al tifón y acaba desapareciendo/renaciendo. Ruka agarra una porción de este renacer y se lo traga.

Umi está asimismo vinculado al concepto de hombre primordial que buscan Jim y Anglade y al que hacen referencia tantos mitos de creación (como Pangu en China o Púrusha en en el Rigveda). Este primer ser vivo, que vendría a ser también la ballena de varios senos, parte siempre del mar, ya que antes de la existencia misma había agua o sustancia líquida en estos mitos. El ser primordial proviene de un huevo o se divide en varias partes, de las que surge el mundo tal como lo conocemos. Al igual que el cetáceo, en cuyo interior se fecunda el meteorito; y Umi, que acaba dividiendo su cuerpo y desapareciendo/renaciendo.

Se ha teorizado asimismo sobre la posibilidad de que Sora y Umi sean estrellas, ya que, sobre todo el rubio, al desaparecer deja atrás una columna de luz (las estrellas mueren por su propio peso y «explotan») y se escucha un sonido que Anglade describe como el que hace uno de estos elementos cuando perece. En cualquier caso, estrellas, sirenas o meros humanos (la ciencia no percibe que su organismo sea distinto), refuerzan el componente narrativo de que morir es renacer en otro lugar (como veremos), ya sea como parte del mar, de la tierra o del cielo.

El crecimiento de y el despertar sexual de Ruka

Tras conocer a Sora, Ruka percibe que éste se comporta con ella de forma distinta que con Umi y los demás, algo que sucede a su vez a la inversa (la muchacha ve a Umi como alguien a quien se debe a proteger, mientras que Sora es mucho más independiente y adulto). El rubio es bastante borde y mordaz con ella, a quien por otro lado parece atraer o, simplemente, dejar estar. La joven responde inicialmente a esta actitud con algo de precaución y curiosidad, de forma similar a como se adentra en el mar.

Hacia la mitad de la obra, bajo una noche estrellada, Sora besa a Ruka en la boca. Con esto, deposita el meteorito/esperma en el vientre de ésta. Luego desaparece adentrándose en el mar adoptando forma de columna brillante (Freud tendría algunas palabras que decir al respecto). A partir de aquí, Ruka se adentra en el mar sin reparos «junto a Sora» siguiendo el canto de la ballena.

Cuando llega hasta la ballena que refleja la imagen de mujer con varios senos (Anglade también visualiza a esta figura en el mar, de nuevo analogía entre mar y madre, fecundidad), Ruka se adentra en ella. En el manga, en esta escena dice que quiere hacerse una con el canto de la ballena (que en algunos casos suena durante el cortejo) y el meteorito/esperma. En ese momento, aparece Sora junto a ella y también se le une. Se representa en el manga con viñetas de ambos desnudos y posicionados de frente, pies con pies.

No hay escenas claras de sexo en una obra que versa principalmente sobre la vida y el renacer, además de la madurez de una adolescente (salvo quizás la escena de Kanako cuando era joven en el mar y Anglade hablando en la cama junto a una mujer que desconocemos; escenas ambas que no se muestran en la película). Sin embargo, hay muchísima sexualidad contenida y simbolizada, como es lógico pensar en este tipo de trabajo.

En el caso de Ruka, se representa su despertar sexual a partir del beso de Sora. Tras éste, la historia se traslada a otro ambiente y personajes. Cuando regresa a ambos jóvenes, Sora se encuentra echado boca arriba en la arena y Ruka sentada a su lado; en poses prácticamente iguales a las de Anglade y la señorita en la escena postcoital. Es aquí cuando Sora se adentra en el mar y desaparece, como ya hemos citado; y Ruka, con el meteorito/esperma en su vientre, se «hace una» con él. Al igual que el momento en el que se adentra en la ballena.

Durante la escena del beso y el depósito del meteorito/semen en el vientre de Ruka, tanto ésta como Sora estaban observando a una tortuga marina desovar en la playa. Estos animales se aparean en aguas profundas y las hembras son capaces de guardar el esperma del macho en su interior durante años, tardando los huevos en formarse dentro entre dos y tres semanas. La hembra viaja así desde el lugar donde se ha producido el apareamiento hasta la playa que eligen para desovar, al igual que Ruka nada hasta la ballena.

Cuando acaba todo, las tortugas nacen y (las que lo logran) llegan al mar. Los niños del mar, ECC Ediciones.

Podría interpretarse a Los niños del mar como la historia del despertar sexual de una adolescente que, una vez adentrada en esta realidad, entra en contacto con los conceptos de creación, vida, nacimiento y cosmos, que culminan en Umi y el renacer y en el parto de Kanoko. Ese microcosmos versus macrocosmos que mencionábamos anteriormente.

No es el único símbolo de crecimiento en Ruka. Sus problemas de comunicación son superados al conocer a Sora y especialmente a Umi, ya que de éste último empieza a aprender que el lenguaje no es la única vía comunicativa (Umi de hecho pierde el habla en más de una ocasión). Las ballenas se comunican por el canto o por ondas, al igual que el mar, que transfiere recuerdos guardados en sus aguas con el paso del tiempo. Al final, Ruka señala que «las promesas más importantes no se hacen con palabras«.

Anglade también critica las limitaciones que produce el lenguaje, al menos en el manga. Retomando a Freud, quien cuestionara el peso de la cultura sobre el ser humano, ya que limita, según él, sus actos y deseos como especie, así como su visión de la realidad, generando incomodidad, frustración o malestar; todo ello se puede achacar a la evolución de Ruka. En palabras de Anglade, «el ser humano también fue alguna vez un animal noble» antes de adquirir el lenguaje (del cual se considera base cultural del hombre). Y a decir de Freud, mientras escribía sobre el porqué de su afecto por su perro Topsy:

Se trata de un afecto sin ambivalencia, de la simplicidad de una vida liberada de los insoportables conflictos de la cultura, los perros son más simples, no tiene la personalidad dividida, la maldad del hombre civilizado, la venganza del hombre contra la sociedad por las restricciones que ella impone.

Los niños del mar. Stduio 4ºC.

Los muertos que acuden a la silla

En el manga hay una escena con Umi y una silla, en la cual el chico explica a Ruka que los fantasmas a veces vuelven a dejar o depositar algo en uno de estos muebles; es una forma de demostrar su existencia entre nosotros.

Al final del todo de la película, aparece una silla con algo depositado en ella, lo que simbolizaría la presencia de Umi y Sora, quienes, aunque hayan desaparecido, siempre permanecerán de alguna manera «en vida». Es probablemente la promesa hecha por Ruka, no expresada en palabras.

Como hemos mencionado, el mar y la tierra ofrecen una dicotomía donde los seres que habitan en uno no pueden vivir en la otra, salvo excepciones (temporales o por subespecies) como las tortugas. Este concepto se destaca aún más con los peces «fantasma» que desaparecen en luces.

Así, se muestra que la gente que guarda recuerdos de cuando estaban en el útero (un fenómeno extraño, pero que se da, llamado hipertimesia) guardan una conexión especial con estos animales que desaparecen iluminados. Uno de los niños con recuerdos prenatales describe estas desapariciones como el momento del alumbramiento de un bebé.

Por ello, tal como le dice Sora a Jim y Kanoko a Ruka, morir no es sino nacer en otro sitio. Al igual que cuando estuvo encarnado en el «espíritu de la ballena» que Jim acogió cuando era joven, Sora volvió a aparecer décadas más tarde. De este modo, es cuestión de tiempo que él y Umi regresen de alguna forma, si es que no lo han hecho ya.

Como hemos comentado, se pueden llevar a cabo variedad de interpretaciones sobre una obra tan repleta de simbolismo y tan relativista como Los niños del mar. De hecho, lo más probable es que al principio uno tenga la sensación de no estarse enterando de nada. Sin embargo, resulta mucho más fácil de comprender (y enriquece la experiencia) cuando entramos en debates sobre mitos, creación, el universo o, simplemente, el despertar sexual y los problemas comunicativos durante la adolescencia.