Relato de NieR Replicant: El sabbath de las brujas

La guía oficial que salió (hasta la fecha, únicamente en Japón) sobre NieR Replicant, Grimoire NieR, incluía una serie de relatos que añadían a la historia ya contada en el videojuego, especialmente en lo referente al rico mundo y a los personajes creados por Yoko Taro. Traemos aquí el primero que hemos traducido al español de esta versión en inglés por Kho-dazat, el cual se adentra en un momento del turbio pasado de Kainé, ya poseída por la sombra Tyrann. El original está escrito por la guionista, junto a Taro, del juego, Natori Sawako.

Antes de empezar, advertimos por si acaso que contiene lenguaje soez (es Kainé, a ver…) y alguna escena explícita subida de tono. Pero sobre todo, puede llegar a resultar algo duro respecto a algunas cuestiones y situaciones. La vida de esta protagonista siempre ha estado lejos de ser un camino de rosas.

Siente temor y terror, pues la poseída por el demonio permanece. Reza y adora, el karma del superpuesto yin y yang.

Escuché hablar de ella por primera vez en una ciudad cuando estaba finalizando mi peregrinación.

Esta ciudad, amurallada del sol por un manto de blanca niebla, no era ajena a los ataques de las sombras. Los habitantes residían en viviendas fortificadas y metalizadas. La forma en la que estaba construida me recordaba a una enorme tela de araña, siendo las casas sus huevos.

Todo lo que hago en las ciudades que visito es reunir a los jóvenes en la plaza para dedicarles un sermón sobre las virtudes de la tolerancia y la paz. Justo cuando los estaba encomiando por su valentía a la hora de enfrentar cada día bajo la amenaza de las sombras, uno de los muchachos se puso en pie con el ceño fruncido.

“No entiendes nada. Escucha, no son las sombras de lo que tenemos miedo. Hay un monstruo peor acechando por aquí… esa maldita mujer poseía por una sombra”

Mientras las palabras salían por la boca del chico, todos los reunidos dejaron escapar suspiros y pronto el silencio opresivo descendió sobre nosotros. Cuando me sentí aturdido por aquello, el muchacho, llamado Dimo, se rio sarcásticamente, su tono volviéndose más burlón.

“¿Quieres pregonar el valor de la tolerancia a alguien así? ¿Eh, señor “hacer el bien”?

Estoy acostumbrado a las miradas de recelo debido a una mente educada y a una estampa atractiva. Me doy cuenta de que mis ideales de un mundo realmente tolerante quizás no signifiquen mucho a oídos de alguien sin educación y que vive una existencia precaria. He sido objeto de burlas y de menosprecios a través de mi viaje por gente poco iluminada, pero porque percibo su ignorancia soy capaz de perdonarlos. En situaciones así, me limito a sonreírles. Nunca cedo al odio y al miedo. Solo continúo e intento llegar a aquéllos menos afortunados que yo, como este Dimo.

“He escuchado que un mero roce con una sombra genera un dolor peor que la muerte. Nunca antes me he topado con alguien poseído por una sombra, pero su sufrimiento debe ser inimaginable. Me asaltan las lágrimas solo de pensarlo. Me cuesta entender cómo podéis tratar a alguien así con semejante desdén”.

Cuando terminé de hablar, me encontré con un montón de miradas vacías.

Habiendo aprendido sobre el prejuicio contra esta persona, viajé puerta a puerta, recolectando agresivamente información sobre ella. Algunos lugareños se negaban a hablar, como si ella estuviera maldita, pero la mayoría estaba contenta de discutir (y, en el proceso, calumniarla).

Aparentemente fue poseída en el mismo día en el que perdió a su único pariente, su abuela. Consumida por la culpa y la soledad, me dijeron que ella mantuvo relaciones con una sombra, que causó que la mitad de su cuerpo tomara una forma inhumana. Ahora asesina a sombras y a figuras antropomorfas para devorar sus cuerpos. Los días que no se dedica a matar, seduce a los hombres… Mientras escuchaba estos rumores obviamente inventados, sentí que mi simpatía por esta mujer crecía. Mi deseo de defenderla de la discriminación era sincero.

Cuando dije que deseaba hablar con ella, los lugareños se dirigieron a mí con suspicacia. Sin descorazonarme, sin embargo, terminé pagándole a Dimo para que me llevase a donde ella vivía.

“Pagando bastante dinero para ira mirar embobado a una media-sombra… Menudo pilar moral estás hecho, ¿eh? ¿No sería más fácil ir a ver un espectáculo de frikis?” Sin dejar que sus palabras me afectasen, llevé mi cabeza alta. Pronto tendría la oportunidad de llegar a esa pobre y lamentable alma.

En el momento en el que la niebla empezó a tapar mi vista de la ciudad en la distancia, llegamos a un claro abierto. En su interior, una de las viviendas metalizadas que había visto en la ciudad permanecía medio derruida. Sus paredes externas eran rojas con polvo y estaban agrietadas, repletas de enormes agujeros.

“Aquí es”, dijo Dimo, pero apenas podía creer que alguien pudiera vivir en semejante lugar.

Corrí hacia la puerta y llamé, pero no obtuve respuesta. No había nadie dentro. Echando una ojeada al interior, percibí una corona de bonitas flores y lo que parecía el dibujo de un niño garabateado con ceras de colores colgando del techo. Sintiéndome profundamente tranquilizado, me giré a Dimo lleno de confianza.

“Mira ahí. Su corazón es lo suficientemente humano para valorar la belleza. No tengo ninguna duda de que es tan humana como tú o como yo”.

En el momento en el que lo dije, se oyeron varias pisadas. La atmósfera se volvió incómoda, y vi la cara de Dimo palidecer mientras la esencia de algo putrefacto llegaba a nuestras fosas nasales.

“¡Mierda! Deben ser sombras…”

Antes de que pudiera terminar de hablar, ante mis ojos un chorro de sangre erupcionaba de uno de los lados de Dimo. Me cubrió como si fuera lluvia. Una sombra emergió de la espesura, su cuerpo cubierto por lo que parecían círculos dorados. El único motivo por el que no podía dejar escapar un grito al ver semejante forma fantasmal fue gracias a que la lluvia de sangre había anulado mis sentidos. Junto a tres o cuatro más, las sombras me cercaron, encerrándome gradualmente. Con cada pisada que hacían sus pies se emitía un líquido y odioso sonido sobre la hierba. La niebla, espesándose, me asfixiaba y a mi nariz le asaltó el aroma de la putrefacción.

¿Me matarán las sombras o me ahogaré antes? Mientras sopesaba mi destino en una sección lejana de mi vacilante consciencia, llamó mi atención una luz tenue a través de mi rabillo del ojo. Lo próximo que escuché fue un rugido de viento y los sonidos de carne fresca siendo cortada.

No había durado ni un segundo. Antes incluso de que pudiera pestañear las sombras, todavía chillando, habían sido cortadas en pedazos. Frotándome los ojos, vi una mujer de pie con dos largas espadas en cada mano. Llevaba un traje escandaloso que exponía su cuerpo bien proporcionado a los elementos. Dibujaba una sonrisa en el rostro que parecía extenderse de oreja a oreja.

“¿Cómo diablos os gustó eso, eh, malditos comemierdas? ¡No voy a parar de descuartizaros hasta que os haya cortado en cubitos y convertido en una jodida neblina!”

Apenas podía creer las palabras que salían alegremente de su boca. Sus penetrantes ojos parecían arder en rojo, y sus ropas, mojadas con sangre, brillaban mientras se aferraban sugestivamente a su cuerpo.

Esa era… ¿Esa era la pobre alma que había sido poseída por una sombra?

Olvidando el miedo que había tenido por mi vida, permanecí boquiabierto, contemplando a esa mujer que no podía haber estado más alejada de la imagen que me había formado.

No fue hasta que ella había cumplido con su palabra y había terminado hasta con la última sombra que registré los sufrientes lamentos de Dimo.

“¿E-estás bien?”, le pregunté acercándome.

“Lo has visto, ¿verdad?”, me espetó, “¡Es tan mala como esos monstruos! Mata a las sombras, aunque también sea una… ¡y además se divierte haciéndolo! ¡Se entrega a ello! ¡Seguro que pronto termina asesinando a un humano! ¡Hazme caso y sal pitando de aquí!”

Acunando su lado herido, Dimo se puso en pie y se dispuso a irse.

“¡Espera! ¿No nos ha salvado la vida? ¡Mató a esas sombras para protegernos! ¿Y aún así solo le muestras odio? Ella es buena persona… ¿por qué no puedes verlo?”

Dimo me miró inexpresivamente. El sarcasmo y la mezquindad habían abandonado sus ojos; en su lugar percibí un creciente vacío. Estrechando aquellos ojos, proclamó con voz realmente seca:

“Esa cosa no es humana. ¿No eres capaz de entenderlo, predicador? No estoy siendo prejuicioso, ¡es normal odiar a un monstruo!”

Dimo entonces se marchó con piernas inestables. A pesar de la profunda herida, se fue con sorprendente rapidez.

Ahora solos, me armé de valor y me dirigí a la mujer. Debía haber escuchado la conversación que tuve con Dimo, pero no había soltado ni una palabra.

“¿Estás herida?”, le pregunté. Permaneció en silencio. Ni tan siquiera me miraba. Vi sangre corriendo por su muslo interior y me quité la bufanda, pensando en usarla como venda. Salpicada con la sangre de Dimo, no es que fuera exactamente salubre, pero pensé que era mejor que nada.

“Permíteme vendártelo”. Pensé que quizás me detendría, pero en su lugar permaneció impasible. Tomándolo como un signo de aceptación, rápidamente empecé a girar la venda alrededor de su muslo. Noté que cada vez que mis dedos rozaban su muslo, daba un pequeño sobresalto, y aquello se me hizo tan humano… tan femenino… No pude evitar sonreír.

“¿Puedo hablar contigo un rato? Me gustaría ser tu amigo”

Diciéndolo, la seguí hasta su hogar. Me di cuenta de que estaba siendo molesto, pero al percibir que ella era obviamente torpe con las relaciones humanas, pensé que sería mejor actuar de forma un poco familiar. Tomando asiento de forma titubeante sobre las húmedas y semi-podridas tarimas, empecé a hablarle de las maravillas de la tolerancia y la buena voluntad hacia el hombre, como siempre había hecho al llegara un nuevo lugar. Esta vez, sin embargo, siendo consciente de su situación especial de víctima, mi discurso fue incluso más apasionado.

Antes de que me diera cuenta, para cuando había terminado ya hacía tiempo que había anochecido. Cuando miré hacia ella, comprobé que la mujer se había dormido con la espalda hacia mí. Atacada por sombras y obligada a dormir en esta choza… ¡oh, esta pobre, valiente mujer! ¿Se había detenido la hemorragia de su herida?, me pregunté mientras mis párpados pesaban.

No sé por cuánto tiempo estuve durmiendo, pero me desperté con el frío nocturno atravesándome la piel. Todavía estaba silencioso y oscuro ahí fuera, el sol todavía no había salido. Cuando miré hacia mi lado, la forma durmiente de la mujer ya no estaba allí. Tensando mis ojos, vi gotas de sangre en el suelo en dirección a la puerta.

Alarmado, salí corriendo. Abriéndome camino entre la niebla, pronto sentí la presencia de alguien un poco alejado entre los arbustos. Alcé la voz para llamarla, sin darme cuenta de que todavía no le había preguntado su nombre. En aquella noche mudada previamente por el silencio, el sonido repentino de jadeos sufrientes e irregulares atravesaron mis oídos. No había duda, aquella era su voz.

“Ugh….. hah…….. hah, hah, hah, hah…. Haaaaah…”

¿Se había reabierto su herida? ¿Se había ido hasta allí para soportar sola el dolor? Necesitando saberlo, avancé hacia allí.

“¿Estás bien? Puedo volver a vendarte la herida…”

La niebla se esfumó lo suficiente como para poder ver su forma. Emití un fuerte respingo al hacerlo.

Ella realmente estaba poseída. La parte izquierda de su cuerpo estaba hinchada con insondable oscuridad, bultos peculiares circulaban en su interior. Parecía otra criatura, con voluntad propia, separada del resto de ella.

Para entonces se había percatado de mi presencia, así que hice lo mejor que pude para no parecer perturbado. Repitiendo “todos los hombres son hermanos” en mi mente como un mantra, le mostré una sonrisa. Pero su mirada se giró hacia abajo. La seguí, mis ojos se depositaron en lo que ella agarraba con su demoníaca mano izquierda. En el instante en el que comprendí qué era aquello, todos los vellos de mi cuerpo se pusieron en punta.

Lo que tenía agarrado con la mano era… un largo, grueso miembro masculino… pero era de ella. Sobre el oscuro miembro sobresalían varias venas, que podía ver claramente palpitantes.

No es que solamente estuviera poseída. ¡Es que era de ambos sexos!

“Durante las noches después de haber matado sombras… No puedo evitarlo…”

Al alzar la cabeza para mirarme, la mujer había dirigido sus primeras palabras hacia mí. Sus ojos se habían achicado, sus finos labios se abrían como un fino papel en su rostro. Sus pupilas se trabaron en mí como si fuese su objetivo, su mano izquierda comenzó a moverse furiosamente de arriba a abajo. Su respiración se volvió aún más irregular y sus ojos volteados empezaron a perder su enfoque. Sabía lo que vendría a continuación.

“¡Para!”

Grité, apartando mis ojos del momento del clímax.

“¡No te me acerques, tú… monstruo!”

Mientras me alejaba frenéticamente, su chillante voz parecía perseguirme. Aquello era un gemido enloquecedor que parecía ser a la vez risa y llanto.

Asustado. Estoy asustado. Asqueroso. Repugnante. Odioso. Te odio. Asqueroso. Repugnante. No puedo entenderlo. No quiero entenderlo. Asqueroso. Estoy asustado.

Del interior de mi corazón surgen horribles sentimientos que hasta ese momento no habían existido. Me percaté de que también estaba llorando. Llorando profundamente. Después repentinamente expulsé el contenido de mi estómago.

Ese fue el total de mi experiencia con aquella mujer. En la noche que pasé con ella, como si una tuerca se hubiese soltado en mi interior, feos y odiosos sentimientos continuaban saliendo incontroladamente.

La odio por hacerme así. La detesto. La temo. Es asquerosa. Odiosa. Da miedo. Tengo miedo.

Oh, pero por favor no me malinterpretes. No estoy siendo prejuicioso; no es humana. Nadie con un cuerpo tan horrible y terrible como el suyo podría serlo. Es normal odiar a un monstruo, desearle la muerte. ¿No es así? ¿Puedes honestamente decirme que me equivoco?

No me equivoco… ¿no es así? ¿No es así? ¿No es así? No estoy siendo cruel. No soy el feo aquí. Soy una persona respetable. ¿Me equivoco? ¿Me equivoco? No me equivoco.

¿No es así? ¿No es así?

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