Big Fish and Begonia, a medio camino entre El viaje de Chihiro y La Sirenita

Ayer, 17 de agosto, Netflix estrenó la cinta de animación china Big Fish and Begonia (Da Yu Hai Tang), debut en la dirección de los jóvenes Liang Xuan y Chung Zhang, en uno de los proyectos con mayores presupuesto dentro de la historia cinematográfica del país asiático.

La película nos sitúa en un mundo fantástico, situado entre lo más alto del cielo y lo más profundo del océano, donde habitan «los otros», seres con poderes que velan por el equilibrio de la naturaleza. Allí vive Chun, quien al cumplir 16 años se inicia junto a sus congéneres en un ritual de siete días, en el cual se transforman en delfines rojos para vivir durante dicho tiempo en el mundo humano y observar su funcionamiento. Como norma estricta tienen prohibido tratar con cualquier persona de ese mundo.

A lo largo de este periplo, Chun se percata de la existencia de un chico (de nombre desconocido) que vive con su hermana menor a la orilla del mar, desde donde observan y disfrutan de la presencia de seres marinos como los delfines. Intrigada, Chun se acerca al lugar en donde se encuentran estos humanos, cayendo un día de tormenta en una trampa que la deja atrapada en una red. El muchacho se da cuenta del peligro y acude a liberarla, muriendo accidentalmente en el proceso. Al regresar a su mundo, llena de culpabilidad, Chun está decidida a devolverle la vida a aquel muchacho, al que ella y su amigo Qiu bautizarán como Kun.

Esta es la premisa de la película, de poco más de cien minutos de duración y un ritmo por lo general trepidante (evidentemente, pasan muchas más cosas, pero intentaremos no hacer spoilers), a lo largo de los cuales contemplaremos la belleza y absorbente encanto y misterio del mundo de Chun y Qiu.

Para ello, la animación de la película juega un papel fundamental, y es que ésta supone su mayor virtud. Está cuidada, especialmente en los escenarios, y la paleta de colores y su uso es magistral, especialmente en las escenas nocturnas o en las más «oníricas», como el baile de Chun con el alma en forma de delfín de Kun, los momentos con el abuelo o las visitas al hogar del Guardián de las Almas.

Los personajes, aunque de diseño atractivo (especialmente Chun y Qiu, que a su vez nos recuerda muchísimo a Jack Frost en aquella El origen de los guardianes de Dreamworks), tienen una animación más regulera, aunque lejos de ser mala. Para acortar: TODO en Big Fish and Begonia es bonito.

Por el contrario, la historia es donde la cinta más se tambalea. Partiendo de una base atractiva, fundamentada en la historia taoísta Zhuangzi y en otros clásicos de China como Shan Hai Jing o Soushen Ji, ocurren tantas cosas en tan poco tiempo que algunas parecen quedar en el aire y hay personajes que sufren (en todos los sentidos).

De este modo, las motivaciones de los personajes principales no siempre quedan claras o no resultan creíbles, lo que puede llegar a frustrar al espectador. Si por ejemplo eres de los que piensan que Ariel en La Sirenita hace idioteces, es altamente probable que similar idea se te cruce por la cabeza con Chun. En cuanto a Kun, lo cierto es que resulta poco más que un «plot device» sin apenas personalidad (ni nombre real), por lo que lamentablemente su relación con la heroína se asemeja más a la que pueda tener alguien con una mascota que al épico romance que supuestamente pretenden reflejar.

Distinto caso es el de Qiu, para nosotros el mejor personaje de toda la película: un joven irremediablemente enamorado que bajo una apariencia de espíritu juguetón se esconde alguien más atormentado y, sin duda, con el que más hemos sufrido en la historia. Desgraciadamente, hay momentos en los que aparentemente desaparece… para luego regresar sin más. Teniendo en cuenta que su nombre significa otoño en chino, mientras que el de Chun es lo propio con primavera, nos supone otra oportunidad desperdiciada en el guión no haber desarrollado su relación de otro modo.

Otros secundarios parecen quedar en el olvido de forma repentina, aunque el hecho de que los directores hayan indicado estar trabajando ya en una secuela nos hace pensar que quizás estaba ya premeditado que así fuera.

No obstante, tal como adelantábamos, la historia parte de una base tan interesante como pueda resultar la mitología o algunos clásicos chinos, por lo que para quien esto escribe, que desconoce muchísimo sobre esta materia, ha resultado una experiencia enriquecedora y gratificante como primer acercamiento a este mundo. Es el caso de conceptos como el que las almas buenas se conviertan en peces y las malvadas en ratas; o la leyenda (referida en la película) del enorme pez que surcaba los cielos cuyas alas eran tan grandes como las nubes. Hay asimismo algunos elementos escatológicos o más maduros referidos con bastante elegancia y sutileza.

Así, Big Fish and Begonia resultará familiar a todos aquellos que hayan disfrutado de El viaje de Chihiro, aunque las historias y los ritmos narrativos no puedan ser más distintos. No obstante, Liang Xuan y Chung Zhang han admitido que tanto Hayao Miyazaki como La Sirenita han servido de referentes.