Una lección criminal, asesinos en serie en el Japón rural

Una lección criminal (死刑にいたる病) es una película de Japón del año 2022 que se engloba dentro del género de suspense o thriller (sobre todo dentro del psicológico y de los asesinos en serie) y que se la ha llegado a denominar «El silencio de los corderos japonesa«.

Si bien está más cerca del cine de David Fincher que de la de Jonathan Demme, y especialmente a la obra de Søren Kierkegaard (guiño incluido), es el personaje interpretado por Sadao Abe, verdadera estrella de la cinta, el que más recuerda al icónico que interpretó Anthony Hopkins.

El argumento trata sobre un estudiante universitario, Masaya Kakei (Takanori Iwata), quien al más puro estilo Light Yagami se encuentra aburrido de su vida hasta que contacta con él un misterioso personaje de su pasado, el preso Yamato Haimura (Sadao Abe), acusado de asesinar a unos cuántos jóvenes. Sin embargo, dice, hay una de las víctimas por las que lo acusan que no es realmente de él…

Da inicio así un turbio viaje por juegos psicológicos entre el nihilista estudiante y el psicópata encerrado, desencadenando en un final que dejará ojiplático a más de uno.

Una lección criminal es perfecta para los amantes del thriller psicológico, pero también un más que digno entretenimiento para quienes se rinden ante los vaivenes psicológicos entre varios personajes. Una vez más, la comentamos a fondo junto a los queridos compañeros de El Sótano de Radio Belgrado:

 

Lo mejor de la ficción japonesa de 2021

El año ha finalizado y hemos entrado en otro nuevo, algo que evidentemente no se le habrá escapado a nadie (salvo al funcionamiento de esta web, que lamentablemente ha estado caída un par de días y por ello no hemos podido publicar antes este listado). De lo que hemos podido ver y jugar, lo cierto es que 2021 ha sido algo flojo en lo tocante al anime (tomamos como referencia la fecha de estreno, ya que si no la cuarta temporada de Shingeki no Kyojin o Jujutsu Kaisen sí han estado en emisión en parte durante el año anterior y son dos títulos más que notables).

5- Nier Replicant ver.1.22474487139 (ニーア レプリカント)

El aniversario de la saga creada por Yoko Taro ha sido una ocasión ideal para lanzar al mercado una remasterización (con contenido adicional no visto antes) de NieR Replicant, videojuego que no había salido de Japón (sí una versión «occidentalizada» bajo el título de NieR Gestalt).

NieR es puro Yoko Taro, para lo bueno y lo malo. Por suerte, es muchísimo más lo bueno, que incluye la desgarradora historia con narrativa que se va desencadenando tras pasar diversos finales e ir «desbloqueando» el argumento, personajes complejos con situaciones al límite y, sobre todo, la banda sonora de Keiichi Okabe.

En la parte negativa, una jugabilidad (que sí han mejorado bastante del original) algo repetitiva y un recorrido machacón por los mismos cuatro sitios para poder avanzar en la historia pueden hacer que la experiencia se atragante un poco. Y es una pena, pues Nier Replicant ver.1.22474487139 es verdaderamente una delicia (que te rompe el kokoro, pero delicia).

Grimoire NieR y toda la maravillosa información adicional de NieR Replicant

4- Evangelion 3.0+1.0: Thrice Upon a Time (シン・エヴァンゲリオン劇場版:||)

Neon Genesis Evangelion es un título de culto desde que se estrenase el anime allá por 1995. Su final, en la forma de la película The End of Evangelion, apenas fue comprendido por muchos de sus seguidores (si bien se incluye dentro del estatus de culto).

Años más tarde, su creador Hideaki Anno decidió hacer un reboot/remake/secuela bajo el nombre de Rebuild of Evangelion y en formato de películas. Tras varios retrasos, en marzo de 2021 se estrenó primero en Japón y luego en el resto del mundo (vía Amazon) el último de sus largometrajes, el cual, han asegurado, ha puesto punto final a toda la franquicia. 

Se entiende nuevamente más bien poco, pero bastante más que The End of Evangelion y es, sobre todo, mucho más optimista. Una conclusión al ciclo de crecimiento y madurez de Shinji Ikari que, si bien no ha estado exento de polémica, nos deja con buen sabor de boca. Y la animación vuelve a estar en otro nivel.

Por qué las ships de Rebuild of Evangelion tienen sentido desde una perspectiva de psicoanálisis

3- Belle (竜とそばかすの姫)

Mamoru Hosoda es actualmente uno de los principales directores de películas de anime, tras haber sido nombrado en varias ocasiones como el «sucesor de Hayao Miyazaki» por la prensa. Curiosamente, su último largometraje, estrenado este año en Japón y en festivales por el mundo (el 4 de febrero llegará a España), Belle, ha sobrepasado con creces al nuevo de Ghibli (dirigido por Goro Miyazaki), Aya to Majô.

Al igual que el hijo de Miyazaki, Hosoda hace aquí un uso bastante excesivo del 3D, pero no únicamente y, sobre todo, muy bien implementado con la animación tradicional (en la cual también han participado estudios como el irlandés Cartoon Saloon).

La tradicional historia de La Bella y la Bestia toma aquí nuevas y sorprendentes formas que incluyen conceptos de rabiosa actualidad como las redes sociales (más ahora que llega el metaverso), la crisis de identidad en los jóvenes, la falta de anonimato, el poder de la fama y el abuso a los menores en Japón. Un guion, eso sí, que peca de demasiado ambicioso y que por ello queda ocasionalmente algo cojo.

Belle, apabullante espectáculo audiovisual sobre la búsqueda de identidad

2- Drive My Car (ドライブ・マイ・カー)

Ganadora de mejor guion en Cannes, nombrada mejor película por los círculos de críticos de Nueva York y de Los Ángeles, nominada a los Globos de Oro y seleccionada por Japón para ser representada en los Oscar, la última cinta de Ryûsuke Hamaguchi arrasa allá por donde pasa (en España aterrizará el 4 de febrero).

Basada en un relato corto de Haruki Murakami, Drive My Car va mucho más allá y mejora al original escrito en una historia de tres horas (¡que no se hacen largas!) que nos habla de la culpa, la pérdida y su superación, la forma de comunicarnos y de conectar unos con otros.

Quizás haya sido efecto de la pandemia (No mires arriba, otro de los fenómenos cinematográficos de estos días, también aborda el tema de las conexiones humanas), pero esta película ofrece una mirada optimista al futuro, no importa lo duro que haya sido el camino. La química entre los actores principales (unos espléndidos -y contenidos- Hidetoshi Nishijima y Tôko Miura) añade mucho.

Drive My Car, sensibilidad medida en el mejor cine de 2021

1- Tales of Arise (テイルズ オブ アライズ)

Finalizamos con un JRPG, no podía ser de otra manera (y eso que hemos pensado bastante si poner aquí este o Drive My Car). Tales of Arise es una reivindicación de una de las franquicias más largas y populares dentro del género, y vaya si lo hace.

Tras un período sin noticias, Bandai Namco nos ha traído el pasado mes de septiembre un duradero videojuego (puedes superar fácil las 50-60 horas), precioso en su apartado artístico, con un elenco de personajes entrañable y uno de los sistemas de combate más adictivos que se recuerden. La historia, si bien peca de algo repetitiva y machacona en el último tramo, nos brinda varios giros (algunos más previsibles que otros) y arcos argumentales de lo más satisfactorios.

Y, por supuesto, Tales of Arise nos ha traído a Dohalim.

Tales of Arise y el romance

Somos conscientes de que nos hemos dejado en el tintero títulos como Final Fantasy XIV: Endwalker (al cual todavía no hemos podido jugar de forma adecuada… Square Enix sufriendo de éxito) o Bravely Default 2; pero esta ha sido nuestra lista, en base a lo experimentado y disfrutado. Nos seguimos leyendo en 2022. ¡Feliz año!

Drive My Car, sensibilidad medida en el mejor cine de 2021

Haruki Murakami no es un nombre desconocido en el panorama general (mucho menos en el literario) y han sido ya varias las adaptaciones de sus obras que se han llevado al cine, unas con más éxito que otras (destacando anteriormente la surcoreana Burning sobre el resto). La última ha sido un relato corto (de unas 50 páginas) titulado Drive My Car, incluido en su libro Hombres sin mujeres.

En realidad, el director y guionista Ryûsuke Hamaguchi aclaró en una entrevista dada en el Festival de Cine de Mar del Plata que son varios los relatos de Murakami que incluye en la película, aparte del mencionado, como Scherezade; además de Tío Vania de Antón Chéjov, cuyo tema principal del hastío vital resulta el hilo conductor de toda la cinta.

Yusuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima) es un actor y director casado con Oto (Reika Kirishima), guionista (anteriormente actriz) que encuentra sus momentos de inspiración tras haber alcanzado el orgasmo. Aparentemente un feliz matrimonio, un día Yusuke encuentra a su esposa fallecida en el hogar, justo cuando ella quería haberle contado algo importante. Dos años más tarde, viaja para trabajar en una nueva adaptación de Tío Vania en Hiroshima, donde la compañía que lo contrata le exige que cuente con un conductor para sus viajes (pues el protagonista tiene una enfermedad degenerativa de la vista). Conoce así a la taciturna Misaki (Toko Miura).

Esto es básicamente el prólogo de Drive My Car… que dura algo más de 40 minutos, en un total de tres horas de película. No obstante, no se hace larga en absoluto, pues un brillante guion (co-escrito con Takamasa Ôe) que ahonda en la psique y desarrollo de los personajes se encarga de hacérnoslo llevadero.

Drive My Car, Ryûsuke Hamaguchi

La expresividad de los silencios

Es además una obra donde se habla bastante, incluso cuando no se pronuncian palabras. Los silencios, las miradas y los gestos son muy significativos y dicen más que los diálogos, entrando en una especie de ruptura de la cuarta pared con la trama de la preparación de Tío Vania. El actor que sabe muy bien cómo comunicarse, el qué y el cuándo.

El culmen de la expresividad silenciosa se alcanza en esa representación del personaje de Sonia por parte de una actriz surcoreana sordomuda (Yoo-rim Park), expresándose completamente en lenguaje de signos. Así, la obra de Tío Vania logra llevarse a cabo (y entenderse de algún modo) mediante interpretaciones a la vez en diversos lenguajes, dando a entender la universalidad de un mensaje que nos afecta a todos.

Los japoneses, que son en general muy controlados ellos, con esos términos antropológicos y sociológicos que forman dicotomías entre el mundo público y el privado (honne/tatemae, uchi/soto), suelen dejarse llevar en sus ficciones por «explosiones sentimentales», como los clásicos llantos desconsolados y gritos desgarradores en tantísimos anime, series y videojuegos. Aquí no, pero eso no exime de emoción y sensibilidad a esta obra. Los personajes son creíbles y las emociones notorias.

Drive My Car, Ryûsuke Hamaguchi

Para ello las interpretaciones deben ser buenas y aquí lo son. Nishijima hace de hombre roto, pero excesivamente dueño de sí mismo, dándose la paradoja de que en realidad no se conoce (y no se acepta). Miura es otra alma perdida que encuentra un respiro y cobijo en ese coche destartalado que quizás pueda acabar haciendo su hogar (el automóvil, metafórica y literalmente, es tan importante como cualquier otro personaje). Mención especial también para Masaki Okada, actor que se deja ver sobre todo en el mundo de la telenovela nipona y que aquí se convierte en algo más que una cara bonita.

La genialidad del guion de Drive My Car es tal que logra así llevarnos por tres tramas principales que se interconectan en perfecta armonía, cada una con su clímax. Una honesta y dura conversación en el coche, una road-trip que culmina en un sentido abrazo con paisaje nevado de fondo, una representación teatral.

La vida es una obra de teatro, cubierta por el hastío que nos narra Tío Vania. Mientras tanto, encuentros y desencuentros nos ayudan a hacerla más llevadera, incluso plena por momentos (y así es el tono en el que finaliza la película).

En definitiva, Drive My Car ha sido para quien esto suscribe la mejor película vista en este 2021 (aunque en fechas recientes estén saliendo títulos como El poder del perro que tampoco quedan muy atrás), por su emotividad y honestidad sentimental, sin caer en ñoñerías ni en situaciones forzadas. Realiza un meticuloso estudio de personajes que cobran vida, gracias sobre todo a un excelente guion y a unas cuidadas interpretaciones. Este año el Globo de Oro (y el Oscar) deberían ir para Japón.

Drive My Car se estrenará en cines de España (y previsiblemente en Filmin) el 4 de febrero.

Actualizado: Coloquio sobre Drive My Car

Para quienes no les importen los spoilers, el especialista en cine japonés Aythami Ramos y una servidora estuvimos hablando sobre Drive My Car durante más de una hora en Instituto Kojachi. A partir del minuto 8:00:30 profundizamos en la narrativa de la película de Hamaguchi y en los relatos de Murakami.

Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari), obra maestra que mezcla cine histórico y fantasmagórico

Kenji Mizoguchi es uno de los grandes nombres en el mundo cinematográfico, no solo dentro de Japón. Ganador de varios premios nacionales e internacionales y realizador incansable de películas (se sabe que ha rodado más de 70 películas y lamentablemente falleció con 58 años), fue con Vida de Oharu, mujer galante (Saikaku Ichidai Onna, 西鶴一代女, 1952) y con Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari, 雨月物語, 1953) cuando se dio a conocer en todo el mundo. Y de qué manera.

Los cuentos de la luna pálida es una obra maestra, simple y llanamente. No solo desde el punto de vista técnico (del cual hablaremos más extensamente), sino también narrativo, mezclando con enormes sutileza y sensibilidad el cine histórico o jidaigeki (時代劇) con el fantástico, lo cual sería posteriormente repetido en numerosísimos títulos de anime, poniendo como ejemplos los conocidos La Princesa Mononoke, Dororo o InuYasha.

En el Japón del período Sengoku (siglo XVI), en medio de numerosas guerras civiles entre los señores feudales o daimyô, viven los hermanos Genjurô (interpretado por Masayuki Mori) y Tôbei (Eitaro Ozawa) con sus respectivas esposas, Miyagi (la musa de Mizoguchi, Kinuyo Tanaka) y Ohama (Mitsuko Mito), en una modesta aldea. Genjurô ansía hacerse rico durante la guerra a base de vender sus obras de cerámica, mientras que Tôbei sueña con convertirse en samurái. Con dichas ideas en mente, todos ellos huyen, tras ser asaltados sus hogares por las tropas de uno de los daimyô, y terminan separándose. Entonces Genjurô se topa con una misteriosa aristócrata conocida como Wakasa-sama (Machiko Kyô).

Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari). Kenji Mizoguchi.

Emakimono, gagaku y noh en Los cuentos de la luna pálida

La historia comienza así como un relato sobre la vida del pueblo en el Japón feudal para, posteriormente (especialmente representativa de dicho cambio es la escena de la barca cruzando el río cubierto de niebla) ir derivando en uno de fantasmas (y sí, es fácil ir percibiendo que hay algo ahí que no está vivo…). Pero este salto no resulta en absoluto abrupto; Mizoguchi sabe ir contando estos cuentos de forma semejante a la lectura de un rollo ilustrado o emakimono (絵巻物), a base de secuencias largas y juegos de encuadres y luces.

Por eso, a nivel técnico Los cuentos de la luna pálida es también un portento. Sus tonos en blanco y negro solo aportan al relato histórico fantasmal y hay planos que son una auténtica maravilla (aparte de la citada escena de la barca, todas las protagonizadas por Wakasa y el final), acompañados asimismo por música estilo gagaku (雅楽), compuesta para esta ocasión por, entre otros, Fumio Hayasaka, que nos introduce aún más en el mundo onírico y folclórico nipón.

Es gracias a estas brillantes cinematografía y música, aparte de la interpretación de Kyô, por las que llegamos a sentir entre intriga y lástima (al igual que Genjurô, además de la lujuria) por un ser como Wakasa; algo no tan sencillo partiendo de que su maquillaje y vestuario, que se asemejan a los propios de la figura del teatro noh (能), resultan inicialmente más inquietantes que otra cosa.

Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari). Kenji Mizoguchi.

Si hay alguna objeción que ponerle a Los cuentos de la luna pálida es, al menos en opinión de quien esto suscribe, a su moralina, que nos llega especialmente con un tercer acto que decae respecto a todo lo anterior. Los japoneses se mueven muy bien entre relatos que no pretenden adoctrinar y la verdad es que lo preferimos así.

Parece que tanto Mizoguchi como el guionista principal, Yoshikata Yoda (a partir de unos relatos del siglo XVIII escritos por Ueda Akinari) preferían también un final no tan moralizante y sí más cruel (en concordancia con el resto de la historia), pero los productores sugirieron la opción del «happy end» para hacer más taquilla.

No es que la conclusión de Los cuentos de la luna pálida sea mala, ni mucho menos (a nivel técnico nos deja un par de secuencias para el recuerdo); pero chirría el tono moralista del «te lo dije» y el regreso de los personajes arrepentidos que han aprendido la lección. Eso sí, el canto antibelicista y feminista que adopta la narrativa aportan a su belleza.

Aún con todo, Los cuentos de la luna pálida es una obra imperecedera, perfecta para iniciarse en el cine japonés (e incluso en el anime, pues luego le replican varias de sus temáticas) o en el CINE a secas. Perfecta para ver en el mes de Halloween por su relato, personajes y tonos fantasmagóricos; pero que no desprende miedo, sino una sensibilidad, poesía y belleza como solo los nipones en su máxima inspiración saben expresar.