Klaus, magia en animación que mezcla técnicas 2D y 3D

Sergio Pablos ya se ha hecho un nombre conocido dentro del mundo de la animación en Estados Unidos por sus propuestas ajenas al gigante Disney-Pixar, si bien sus primeros pasos los dio en la Casa del Ratón como diseñador de personajes de, entre otros, Goofy e hijo, El jorobado de Notre Dame o El planeta del tesoro, de la cual saltó a idear el concepto detrás de Gru, mi villano favorito. De la adaptación «disneyniana» de la novela de Robert Louis Stevenson y su doctor Doppler parece haber recogido bastante para Jesper Johansen, protagonista de su obra como guionista y director, Klaus.

Klaus cuenta una especie de origen ficticio de Santa Claus o Papá Noel a través de las peripecias de Jesper (voz en versión original de Jason Schwartzman y Quim Gutiérrez en la española), un muchacho rico cuyo padre lo obliga a hacer carrera como cartero en el pueblo más inhóspito y al norte posible, Smeerensburg, y así poder hacer algo de provecho para la sociedad. Allí se encuentra con las constantes disputas entre dos clanes, los Krum y los Ellingboe, lo que tiene paralizada la vida y productividad de la villa (como la política de cierto país que Pablos conoce bien). Hasta que accidentalmente conoce a un niño encerrado y a un solitario carpintero (con voz de J.K. Simmons en original).

Evidentemente, el guión de Klaus, firmado aparte de por el propio Pablos, por Zack Lewis y Jim Mahoney, no encierra ni trampa ni cartón, puesto que es una cinta que pueden disfrutar también los más pequeños. En ese sentido, no debe esperarse nada del otro mundo en lo que cuenta (la trama es previsible prácticamente al 100%), pero sí en cómo lo hace.

Pablos y su equipo, que en parte está conformado por su estudio de animación en Madrid Spa Studios, han optado por mezclar así lo mejor de la animación 2D (el dibujo a mano y la mayor parte del coloreado) con la del CGI (el programa de iluminación) y lo hacen magistralmente, dando como resultado escenarios hermosísimos y con un deje melancólico que pueden llegar a recordar al más inspirado Tim Burton. Hay así planos de Klaus que son en sí mismos obras de arte, desde la tétrica casa del pequeño Krum hasta la colina en donde habita el carpintero o el poblado de los sámi, todo en esta cinta es visualmente hermoso.

«Klaus». Netflix.

La música, compuesta por Alfonso G. Aguilar, tampoco se queda muy atrás, y da como resultado momentos emotivos y sobrecogedores que ablandarán el corazoncito de adultos despistados (o no tanto). Y uno de los mejores finales en cine (a secas) que recordamos, que no por ser animación infantil debe tratarse a los niños como a idiotas.

Si bien comentábamos al inicio que la trama es previsible, los personajes, aunque siguiendo ciertos estereotipos, se hacen querer. El protagonista, Jesper, empieza siendo básicamente un malcriado adinerado que acaba evolucionando correctamente, así como Alva (voz de Rashida Jones, con quien inicialmente y probablemente se identifiquen varios jóvenes de nuestra era), la adorable Margü y por supuesto el entrañable Klaus. El inesperado vínculo que se va forjando entre éste último y Jesper es lo que mueve fundamentalmente el argumento y, al más puro estilo Buzz y Woody en Toy Story, nos brinda un gran ejemplo de amistad. El humor, imprescindible en este tipo de películas, se encuentra a su vez bien integrado.

En definitiva, Klaus es una excelente película para estas fechas y que puede disfrutarse en solitario o en familia. La animación y el titánico trabajo que han tenido que realizar Pablos y su equipo por sí solos lo merecen. Probablemente la mejor cinta animada producida por Netflix hasta la fecha y sin duda la que guarda más magia y alma en su interior.

Japoneando Anime: Zankyou no Terror

Estrenamos sección centrada en los aspectos de la sociedad y cultura japonesas (actual o no) que pueden observarse a través de algunos animes. No, no nos referimos a los típicos shojo de colegialas con uniformes de marinera (nada en contra de ello, pero son sobradamente conocidos y en lo personal pensamos que se queda en lo superficial). Aspectos como la percepción de la muerte (y lo posterior) entre los nipones, el concepto de amor (y su expresividad) y lo que nos ocupa y trataremos a continuación, a través de la magnífica Zankyou no Terror (残響のテロル Zankyô no TerrorTerror in Resonance, como es más conocida en países angloparlantes).

Zankyou no terror, otra genialidad de Watanabe

Empecemos por introducir este anime, especialmente para aquéllos que todavía no lo han visto (¿a qué esperáis?). Zankyou no Terror es, a día de hoy, la última obra de Shinichiro Watanabe, creador de otros grandísimos animes como Cowboy Bebop (al que por cierto dedicamos un especial en las Parte I, Parte II, Parte III y Parte IV) o Samurai Champloo. Teniendo ya al director como garantía, al equipo se sumó otra habitual colaboradora de Watanabe: Yoko Kanno, encargada (cómo no) de la música, que suma otro gran tanto a la obra. La banda sonora de Zankyou no Terror se encuentra repleta de temas pop con toques eclécticos y más cercanos al estilo de bandas de Islandia (Sigur Ros), a las cuales hacen explícita referencia al final. Cuando observamos que en Zankyou no Terror hay escenas que quedan grabadas en la retina y en el oído para la posteridad (la huida en motocicleta, la noria) es cuando nos damos cuenta de la grandiosidad del trabajo realizado. De la animación se encargó el estudio MAPPA (Sakamichi no Apollon -también de Watanabe-, Shingeki no Bahamut) y de la emisión el espacio Noitamina. El anime consta de 11 episodios de casi media hora cada uno.

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¿Qué nos cuenta este anime? Nine y Twelve son dos adolescentes de unos 17 años que se inscriben como alumnos en un instituto de Tokio. De camino a su primer día, se topan con Lisa, una estudiante del mismo centro que estaba sufriendo un ataque de bullying. Hasta aquí todo bien, parecería un anime más de institutos y chicos y chicas guapos que se conocen en un caluroso día de verano. Pero Nine y Twelve esconde un secreto: son terroristas que se hacen llamar Sphinx, y buscan (aparentemente) causar el caos en Japón a través de la implantación de bombas en edificios y de jugar a las adivinanzas (o acertijos) con la policía. Al final todo se irá complicando hasta involucrar a la propia Lisa y al mismísimo FBI.

La ambigüedad y la caracterización de los personajes

Con este argumento no serían pocas las voces que se alzarían (a primera vista) en alarma. Hasta el mismísimo Obama advirtió de los peligros de la mala interpretación de este anime cuando llegó a Estados Unidos. Sin embargo, encontramos en Zankyou no Terror varios elementos para pensar. No, no es una apología del terrorismo (por suerte, claro está), ni es una visión maniqueísta sobre lo malos que son unos y lo buenísimos que son los otros. Hallamos aquí una característica general de los medios audiovisuales japoneses (no solo el anime, que también): la ambigüedad moral de sus personajes. Probablemente, todo aquél que haya leído una obra de Haruki Murakami o haya visto alguna película de Takeshi Kitano sabrá de qué estoy hablando.

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Ya sea por la inexistencia de los conceptos de «pecado», «infierno» o «cielo» en las religiones que abarcan Japón (sin contar minorías cristianas, etc.), o por su forma de pensamiento reflexivo sobre las dicotomías existentes (filosofía zen), o la transitoriedad de todo lo que está vivo y pasa en el mundo (concepto mudyô), lo cierto es que es habitual observar cómo en películas, libros, mangas o animes japoneses el autor no se preocupa tanto en juzgar las acciones de los personajes; lo importante es lo que se cuenta, lo que sucede sin moralejas. Tal como cabe esperar, al final Nine y Twelve guardan sus motivos para hacer lo que hacen, y cuidan bastante el no causar víctimas mortales, hasta el punto de ser la parte contraria (los supuestos «buenos») los que se aprovechan de esto para intentar capturarlos. En Occidente, una obra que se nos ocurre similar sería V de Vendetta de Alan Moore, pero este autor sí expresaba claramente sus preferencias y mensajes políticos a través del personaje (Watanabe también tiene su intencionalidad, que ahora veremos, pero no la deja tan clara ni lo hace obvio a lo largo del anime).

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Los jóvenes y la política en el Japón de hoy

En una entrevista posterior al estreno de Zankyou no Terror, Watanabe contaba que su idea al crear dicha obra era expresar su descontento con la sociedad y la política actuales en Japón. Incluida la apatía de los jóvenes nipones al respecto. A partir de aquí, habrá SPOILERS.

Efectivamente, todos los principales protagonistas de Zankyou no Terror son jóvenes (rondando los 17 años), frente al equipo de policía e investigación donde claramente son ya adultos. Curiosamente, los jóvenes de Zankyou no Terror son representados como la parte activa del cambio, usando la violencia incluso y de ser necesario, mientras que el cuerpo policial muestra el lado corrupto y más apático de la sociedad japonesa (se dejan dar órdenes y no intervienen una vez hace acto de presencia Estados Unidos). Con la excepción del inspector Shibazaki entre los adultos y de Lisa (al principio) entre los jóvenes. Shibazaki porque persigue con ahínco al corrupto (y eso le cuesta el cargo); mientras que Lisa es, al comienzo de la serie, una chica que se deja llevar por la depresión (bullying en el instituto, una madre que demuestra tener problemas psicológicos), hasta que se topa Nine y Twelve. Lisa entonces despierta del letargo y se involucra, hasta el punto de convertirse en cómplice.

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El personaje de Lisa muestra, además, un curioso cambio en todo este proceso: en los primeros capítulos se la ve mirando el móvil, mientras que al irse con Twelve y Nine el dichoso aparato ya ni aparece. Los jóvenes (la sociedad en general), puede que más en Japón, pero también en todo el mundo, se encuentran aletargados por la tecnología. Por eso, el objetivo final de Nine y Twelve, con la explosión en la estratosfera de la bomba atómica, es fulminar todos los aparatos electrónicos de Japón (nación cuya industria tecnológica es muy poderosa, por cierto), Al hacerlo, no se consigue solo que el país nipón retroceda a un estado similar al que se encontraba tras la II Guerra Mundial (tras la explosión de otras bombas atómicas, recordemos), sino que sirve para despertar a la sociedad (jóvenes y adultos) del letargo en el que se encontraban sumidos. Ahora podrán escuchar su historia y contemplar horrorizados los casos de corrupción y de crímenes contra la humanidad en los que el gobierno japonés se ha visto involucrado. Lo cual nos lleva al siguiente punto.

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El Escuadrón 731

Muchos quizás no lo conozcan (servidora misma vivía en la ignorancia al respecto hasta que se topó con este anime y se puso a investigar por San Google), pero dentro del pasado imperialista japonés nos encontramos con algo llamado Escuadrón 731. Esto fue un programa encubierto del gobierno japonés de la época (II Guerra Sino-Japonesa y II Guerra Mundial) que se dedicaba a la investigación y al desarrollo de armas biológicas mediante la tortura y experimentación sobre seres humanos (vivos). El ejército imperial, con Shirô Ishii a la cabeza, fue puesto al mando. Las instalaciones se encontraban (y se encuentran) en Harbin, Manchuria (entonces Manchukuo, bajo dominación japonesa), en China, y los sujetos de experimentación eran en su mayoría población militar y civil de dicho país. Esta incluía a niños, embarazadas y ancianos. Constaba de más de 150 edificios y se calcula que en total se torturaron entre 3.000 y 250.000 personas. Muchas de ellas murieron allí. Entre los experimentos, se mencionan vivisecciones (sin anestesia), extracción de órganos (dejando al sujeto con vida para observar su capacidad de supervivencia), amputación de miembros (también sin anestesia, algunos luego volvían a coserse en otra parte del cuerpo), explosión de granadas con mayor o menor aproximación a los sujetos, inyección de agentes patógenos (con la excusa de que eran vacunas), transmisión de enfermedades como la gorronea o la peste bubónica, exposición a temperaturas extremas, y un largo y crudo etc.

Cuando finalizó la guerra y los estadounidenses ocuparon Japón, descubrieron todos estos lugares y terribles experimentos, pero acordaron otorgar la amnistía a los responsables de tales atrocidades a cambio de que les transfirieran los resultados de sus investigaciones. Así, la mayor parte de doctores, militares, profesores, etc. que tuvieron alguna relación con el Escuadrón 731 pudieron continuar con sus vidas sin mayores impedimentos.

La situación que Nine y Twelve (y, posteriormente, Shibazaki y su equipo) quieren denunciar es muy similar a la del Escuadrón 731, y no sabemos si quizás Watanabe pretendía hacer referencia directa a dicho episodio. Básicamente: que niños puedan ser llevados y torturados (y asesinados, muchos de ellos), dañándoles de por vida, bajo órdenes del gobierno japonés, y que éste `pueda salir impugne de ello es lo que narra también el anime. Que los responsables de aquello piensen llevarse dicho acontecimiento a su tumba, mientras mueren por causas naturales en sus camas, dentro de sus enormes casas en Tokio, rodeados de enfermeras y servicio doméstico; a la vez que la sociedad, ignorante y ajena a todo, continúa con sus superficiales vidas. De fondo, unas víctimas olvidadas.

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Conclusión

Independientemente de lo que Zankyou no Terror pueda o no decirnos sobre la sociedad y cultura japonesas (nosotros al menos hemos aprendido algo nuevo), lo cierto es que es un muy buen anime. Incluso si no eres fan de la animación japonesa, podrás disfrutarlo enormemente. Por un lado, Watanabe siempre da muestras de un estilo narrativo muy occidentalizado (a nosotros ocasionalmente nos recuerda a directores como Martin Scorsese o Quentin Tarantino, salvando las distancias). Por otro, la trama de thriller a lo Death Note lo hacen enormemente entretenido. Y no podemos olvidar la ya mencionada banda sonora de Yoko Kanno, que es absolutamente magistral. Los personajes, a su vez, logran calarnos hondo y transmitir con miradas (animadas) lo que no dicen mediante diálogos (incluida Lisa, que además de representación nuestra sirve como punto de crecimiento de Nine y, sobre todo, Twelve. Quizás en este punto la que más falla y estereotipada queda es Five).

Si además Zankyou no Terror nos hace pensar, con tan solo 11 episodios, y reflexionar sobre nuestra historia e incluso lo que tenemos alrededor, para qué pedir más. Shinichiro Watanabe continúa mal acostumbrándonos. Solo por escenas como la de la huida en moto ya merece la pena.

Qué pasa con Disney, o por qué nos gusta tanto Zootrópolis

Muchos son los que piensan (pensamos) que Disney está viviendo una nueva»edad de oro», similar a la que ya pasara, en los 90, con La Sirenita, La Bella y la Bestia o El Rey León. Ahora, veinte años más tarde, Disney (fusionada con Pixar) vuelve a resurgir, no solo en taquilla, también en crítica. Ya apuntaba maneras con Bolt (2008), pero fue Enredados (2010) y, sobre todo, Frozen. El reino de hielo (2013), las que alcanzaron la cúspide y volvieron a situar a la compañía del ratón Mickey en el podio del cine de animación.

Que hayamos mencionado a esas películas no quiere decir que otras, también pertenecientes a esta nueva»edad de oro disneyniana«, no lo merezcan. Rompe-Ralph (2012) y Big Hero 6 (2014) son, en nuestra modesta opinión, de lo mejorcito que ha salido de la casa de las ideas en todo su largo recorrido cinematográfico (especialmente la primera).

Y este año nos ha llegado Zootrópolis (Zootopia, en varios países), dirigida en conjunto por los responsables de varias de las obras citadas en los párrafos anteriores: Byron Howard (Enredados, Bolt) y Rich Moore (Rompe-Ralph), con un guión escrito en conjunto por Howard y Jared Bush (Big Hero 6). Como se puede ver, lo mejor de la casa de los últimos años. Imposible que saliera mal.

Pero no vamos a hacer una mera crítica de Zootrópolis (sería un poco tarde para ello, que en España lleva en cines desde mediados de febrero), sino más bien, un análisis sobre por qué Zootrópolis está gustando tanto a crítica (un 8,4 de media en IMDB, 99% de críticas positivas en rottentomatoes, un 8,8 en metacritic, etc.) y a público (número 1 en taquilla en Estados Unidos por tres semanas consecutivas, que probablemente acabará bajando por el inminente estreno de Batman v Superman). Ha sido, además, el mejor estreno que ha tenido Disney en su historia, superando en cifras (en ese aspecto) a Frozen. ¿Estamos ante un nuevo fenómeno de la compañía? ATENCIÓN, porque de aquí en adelante habrá SPOILERS (a los que no habéis visto la película, ¿a qué esperáis?).

Zootopia

Película para todos los públicos con mensaje adulto

La discriminación ha existido desde que el hombre es hombre. Ya sea por cuestiones de género, raza, religión o incluso físicas, la discriminación existe. Lamentablemente, la discriminación (a nivel social, no tanto particular) se encuentra de rabiosa actualidad con los desgraciados atentados que viene sufriendo Occidente por parte de varios grupos terroristas (y no solo Occidente, pero no queremos adentrarnos demasiado en política). Conscientes de ello, Howard y Moore exponen a lo largo de Zootrópolis que no importa de dónde vengas (grupo social), lo importante es quién eres (individuo) y tus decisiones, superando por lo tanto en el camino infinidad de prejuicios y obstáculos. Esto aparece claramente reflejado durante la segunda mitad de la película, que toma un tono bastante más dramático, y apunta (desde la perspectiva de la sociedad y los medios de comunicación) a los depredadores como potenciales terroristas, independientemente del historial de cada individuo, creándose así un ambiente de división/confrontación y paranoia generalizada. Cualquier parecido con la realidad no ha de ser pura coincidencia.

Personajes, carisma y química

Pero este mensaje no aparece solo en los depredadores. Y aquí viene una de las enormes virtudes que tiene esta película: Judy Hopps (la otra gran virtud tiene forma de zorro y recibe el nombre de Nick Wilde). Judy es una coneja que tiene muy claro a qué quiere dedicarse desde pequeña: ser policía. Problema: no existe ningún conejo policía. Pero ni esto, ni los consejos de sus (preocupados) padres logra amedrentarla y, con esfuerzo y perseverancia, Judy logra promocionarse como la número uno de su promoción en la academia de policía. Independientemente del tamaño menudo de los conejos (y su apariencia poco fiera), el aspecto más llamativo en el hecho de que Judy no deba ser policía (según una parte de la sociedad en Zootrópolis) es que es una mujer. En la película no se expresa directamente (la metáfora ya es bastante clara), pero no por nada, Judy es el único miembro femenino que es mostrado dentro del cuerpo de policía a lo largo de la película. El resto son mamíferos machos, bastante grandotes y brutos «en plan machirolo«, desde el jefe Bogo hasta el rinoceronte con el que Judy choca puños al poco de llegar. El único que parece más delicado y andrógino es un leopardo entrado en carnes que se encuentra tranquilamente posicionado en la recepción. Claro, así el cuerpo de policía no parece un lugar adecuado para las damiselas educadas para que cumplan con su correspondiente rol. Teniendo en cuenta que este mensaje parte de Disney, la casa productora de «bellas y delicadas princesas», esto ya le anota un punto a su favor a Zootrópolis.

Pero no acaba aquí el juego de cambios de rol en cuanto al género se refiere. Que Judy logre convertirse en una (buena) poli no conlleva que sea una marimacho, pero tampoco que se maquille como una puerta (sí, hasta en Frozen aparece bastante claro que Elsa, una vez liberada, ha de aparecer ultra maquillada, con tacones, marcando escote y sensual). Judy, en este caso, se comporta como, imagino, nos comportaríamos cualquiera de nosotras en pleno siglo XXI en un día normal. Sus aspiraciones tienen más que ver con los logros profesionales que con encontrar el amor verdadero, además. Y es ahí donde entra nuestro nuevo zorro favorito (tras Robin Hood, del cual claramente bebe este diseño): Nick Wilde.

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Nick es, en pocas palabras, un canalla. Claro, es un zorro. Y como zorro, se dedica a estafar a los demás, que es lo que mejor se les da hacer a los de su especie. Pero Nick, a nivel individual, quería de niño ser otra cosa, y ser más productivo para la sociedad. Cuando lo intentó, otros niños lo maltrataron y frustraron sus sueños. He aquí otro punto de la película de penosa actualidad: el bullying o acoso escolar.

El carisma de Judy y Nick a nivel individual no hace más que aumentar cuando ambos se conocen y empiezan a trabajar juntos, derrochando una enorme química por todos lados. Sin embargo, la relación no es amorosa (aunque pudiera llegar a serlo), y en Zootrópolis solo nos muestran la construcción de una buena amistad, al más puro estilo películas de polis de los 80 y 90 (Arma Letal, especialmente). Y sucede otro giro en los roles de género: cuando surge la necesidad de crear conflicto entre los dos protagonistas, es Nick (el hombre) el que se ofende y se enfada, abandonando (momentáneamente) a Judy (la mujer), quien finalmente es la que se disculpa ante el zorro. Curioso, ya que creemos recordar que en el 99% de películas de Hollywood (especialmente las que entran dentro del género comedia romántica) es el hombre el que ofende/enoja a la mujer, para luego acudir suplicando su perdón/reconciliación (que, claro, acaba dándose).

Universo animal y noventero

No podemos dejar de hablar de las cosas que nos gustan de Zootrópolis sin hacer especial mención al universo creado. La dedicación y mimo puestos se trasladan al CGI en cada plano de Zootrópolis, la macro ciudad donde todos los animales viven «en paz» (o teóricamente en paz). Dentro de Zootrópolis se muestran varios distritos, organizados por microclimas (quitando «Villa Ratón», que se diferencia del resto porque todo se encuentra a tamaño escala… para los ratones y similares, claro). Así, la ciudad parece inmensa y vibrante. Lamentablemente, sabe a poco, y nos gustaría conocer más de ella (los directores ya han hablado de que estarían encantados de hacer una secuela, así que crucemos los dedos). Se echa en falta ver cómo viven las aves, peces o reptiles (ovíparos en general), por ejemplo.

Otro elemento constante en este universo (y en la película) son los guiños a la cultura pop, especialmente a aquella de las décadas de 1980 y 1990 (aunque hay otros más actuales, como el muy evidente a Breaking Bad). Las ya mencionadas pelis de polis, o buddy movies; o el toque TAN Han Solo de Nick (guiño en el diálogo entre él y Judy «me quieres», «lo sé» al final incluido).

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P.D.: No podemos dejar de mencionar la alegoría burócratas = perezosos. Especialmente aquellos que hemos tenido que sufrir algún episodio burocrático.