La influencia de Akira en Stranger Things

La cuarta temporada de Stranger Things ha finalizado este fin de semana en Netflix, y con ello la espera durante mes y medio a un broche de oro (por ahora) que, a grandes rasgos, no ha decepcionado. Sobradamente conocidas son las referencias, homenajes y guiños que hace la serie creada por los hermanos Duffer a la cultura pop de la década de 1980, por supuesto también al anime de la época.

Pero hay un título que sobresale por la de inspiración que han tomado de él, tanto en las líneas argumentales como en los personajes principales, y esa es Akira de Katsuhiro Otomo.

Los propios Duffer han admitido esta fuente de inspiración, junto a Elfen Lied, siendo ésta última la que, parece, más se ha comentado en los medios.

Claro, las similitudes entre la protagonista de Elfen Lied, Lucy, y Once (Millie Bobby Brown) son las que más saltan a la vista: dos jóvenes chicas sujetas a experimentos, que logran huir del laboratorio y son encontradas (y acogidas) por un mundano muchacho, del que se enamoran.

Sin embargo, los paralelismos con Akira son más numerosos, especialmente si miramos al manga. Veámoslos (avisamos de que pueden aparecer SPOILERS de Stranger Things y de Akira).

Stranger Things. Netflix.

Tetsuo y Once, Kaneda (y su banda) y Mike (y su pandilla)

Antes que Lucy, Tetsuo Shima llegó como un vendaval siendo uno de los primeros grandes héroes byronianos de la cultura pop. Si bien Kaneda engloba en mejor forma el arquetipo del antihéroe, siempre he sentido mayor fascinación por Tetsuo (quien además me parece más complejo).

Como Tetsuo, Once es una joven con enormes poderes psíquicos que, ocasionalmente, se escapan a su control. Debido a esto, genera en los demás fascinación y temor (al menos hasta que llegan a conocerla). Y, por supuesto, no pueden faltar los científicos y gobiernos de turno que ansían hacerse con él/ella y controlarlo a su servicio.

A diferencia de Tetsuo, Once es de buen fondo (no está tan claro en el caso del nipón… pero claro, es difícil dar con alguien genuinamente bondadoso en Akira). No obstante, la hemos visto ocasionalmente asesinar a gente, normalmente en defensa propia y/o debido a los traumas de su pasado.

Y es que Tetsuo y Once son los dos objetos de experimentos que guardan escasos escrúpulos, además de haber recibido drogas de forma directa o indirecta (tampoco nos llevemos las manos a la cabeza, Stranger Things es una obra mucho más inocente que Akira).

En la cuarta temporada se descubre otro aspecto de Once que no se había visto hasta entonces: en realidad, antes no era TAN poderosa. De hecho, era más bien la mediocre dentro de su grupo de niños superpoderosos. Y por ello recibía (y sigue recibiendo) ataques de acosos por parte de sus pares. Este es otro aspecto que la asemeja a Tetsuo, quien posee un complejo de inferioridad (especialmente respecto a Kaneda) del tamaño de la Torre de Tokio.

Huérfanos ambos (de Tetsuo se menciona en el manga que fue abandonado por su madre y Once fue arrebatada de los brazos de la suya nada más nacer), niños solitarios, traumatizados y de naturaleza retraída y tímida, empiezan a romper el caparazón cuando conocen a otro congénere más extrovertido y con madera de líder. En el caso de Tetsuo es Kaneda y en el de Once es Mike.

Son Kaneda y Mike los que integran a Tetsuo/Once en los grupos que ellos lideran. En el caso del nipón, resultan en una banda de delincuentes adolescentes y en la del estadounidense en la de un grupo de chavalillos que se divierten jugando partidas de rol. La principal diferencia radica en que Mike hace asimismo las veces de interés romántico de Once, mientras que Kaneda es el amigo/rival de Tetsuo (el amoroso recae en otro personaje, también mundano, llamada Kaori).

Tanto Tetsuo como Once continúan desarrollando (y elevando) sus poderes a lo largo de la trama, mientras que Kaneda y Mike sirven como reflejo de lo mundano, de los pies sobre la tierra frente a la corrupción (especialmente en el caso japonés) de lo sobrenatural e incomprensible para la mente humana. Akira es mucho más trascendental y cruda que Stranger Things, por lo que sus similitudes dramáticas al respecto finalizarían aquí; pero no son las únicas.

Crecí en un laboratorio

Akira es en realidad el nombre de otro niño, antes que Tetsuo, que llegó a alcanzar un poder inimaginable tras ser un sujeto de experimentación (junto a otros niños como él, solo que algo menos poderosos).

Si habéis visto la cuarta temporada de Stranger Things (si no, pasad al siguiente párrafo), esto nos recordará a Uno/Henry Creel, el primer (aparentemente) sujeto de experimentación del proyecto MK Ultra, llevado a cabo en secreto por doctores y científicos con conexiones con el gobierno. Uno desarrolló tanto poder que su control escapaba al doctor Brenner, por lo que éste le implantó un chip que lo «sedaba» y tenía además monitoreado. Hasta que un día, Uno logra manipular a Once, ésta le extrae el chip y él aprovecha para vengarse cargándose a todo aquel que va cruzándose en los pasillos del laboratorio (esta escena sí puede recordarnos al inicio de Elfen Lied, pero también a Tetsuo intentando huir de su «prisión»). No obstante, Henry Creel sería Akira, el «primer sujeto» experimental que resultó en éxito, pero con dramáticas consecuencias.

Akira tiene un papel bastante más prominente en el manga que en la película de dos horas (donde no es casi ni personaje), por lo que recomendamos (aún más) su lectura. Ahí, vuelve a ser recuperado por Tetsuo para su causa de dominar/destruir (depende de cómo vaya de ánimo) Neo-Tokio.

Lo que guardan en común todos estos personajes, tanto de Akira como de Stranger Things, es que han sido sujetos de experimentos y han crecido (bueno, en el caso de Tetsuo pasó solo un período de tiempo) en un laboratorio, lo que ha resultado en una serie de jóvenes con superpoderes que van pululando (o no) por ahí.

La intervención del ejército (también el estadounidense)

Claro, allí donde hay experimentos secretos con niños que hacen de armas de destrucción masiva, hace a su vez acto de presencia el ejército estadounidense (sí, aunque los sucesos de Akira se ambienten en Japón). En el caso de la obra de Otomo, lo hacen especialmente en el manga.

Suelen estar comandados por el clásico general/coronel/lo que sea (no, no somos duchos en estas cosas) con aspecto estoico y de tipo duro… que rara vez consigue su objetivo (eso, si no acaba criando malvas).

Es la fuerza contra la ciencia, sin que ninguna termine de llevar del todo la razón (pues ambas han sido partícipes de los experimentos y de haberse saltado unas 38738932 normas contra los derechos humanos). Vamos, que el espectador/lector siempre va a terminar yendo del lado de Tetsuo/Once (o en el de Mike/Kaneda si somos menos ambiciosos y queremos ir a la opción moral más cómoda y segura).

En conclusión, Akira ha servido de influencia, desde su salida allá por 1988 (en el caso de la película) a numerosos trabajos de Hollywood, incluyendo el que nos ocupa. Son varios los proyectos que han intentado adaptar la obra de Otomo bajo la batuta norteamericana, sin éxito hasta la fecha. Mientras tanto, podemos contentarnos con estas versiones, mucho más light y amigables, como es la de Stranger Things.

La larga sombra de Tetsuo Shima

Akira es uno de esos títulos que crearon escuela no solo en el mundo de la animación, sino en el cinematográfico en general. Desde hace décadas, Hollywood se ha interesado por intentar llevarla a su terreno, con figuras de la envergadura de Leonardo DiCaprio a la cabeza, sin éxito. Y es que es una obra descomunal.

Nos referimos especialmente al manga, compuesto de un total de seis voluminosos tomos. Su creador, Katsuhiro Otomo, dirigió asimismo la adaptación a anime en formato de película de cerca de dos horas de duración, que evidentemente no lograba condensar toda la trama que aparecía (y aparecería) reflejada en el papel. No obstante, corría el año 1988 y los cines de medio mundo colocaron en su cartelera uno de los primeros grandes ejemplos de animación que no iba dirigida a infantes.

La historia de Akira se sitúa en una distopia donde Tokio ha sido arrasada por una explosión nuclear, dando así lugar a la ciudad Neo-Tokio, urbe corrupta donde prosperan las bandas callejeras y motoristas. A una de ellas pertenecen los jóvenes Kaneda Shôtarô y Tetsuo Shima, huérfanos (aparentemente) y amigos desde la infancia. Un día, Tetsuo choca contra un misterioso niño con cara de anciano, a partir de lo cual es localizado y raptado por el ejército, experimentando con él. Tetsuo comienza a despertar así poderes inimaginables.

Es fácil creer inicialmente que el Akira del título son Kaneda o Tetsuo, pero nada más lejos de la realidad (especialmente en el manga, donde el personaje que da nombre a la obra tiene bastante más presencia). Es cierto, no obstante, que a Tetsuo se lo compara inicialmente con el susodicho, debido a que el despertar de sus poderes recuerda a los que tuviera aquél. La cinta cierra con la famosa frase «yo soy Tetsuo», lo cual es un fuerte indicador.

El nihilismo como bandera

Akira es una obra bastante nihilista, si bien finaliza con un rayo de esperanza (literal y metafóricamente). El personaje que mayormente representa dicho nihilismo, frente al idealismo y heroicidad de Kaneda (hasta cierto punto, pues en una obra tan nihilista hasta el que hace de héroe es algo cafre), es Tetsuo.

Tetsuo destruye, es una fuente de poder prácticamente infinita y descontrolada que solo deshace a su paso, incluso cuando no quiere hacerlo.

En este discurrir de destrucción se nos presenta una sociedad quebrada, harta, con manifestaciones e intentos de revolución de por medio y pretensiones de rupturismo. El manga de Akira comenzó a realizarse en 1982, década en la que Japón todavía nadaba en una abundancia económica que comenzaba a mostrar sus grietas.

Pero no solo en Japón, sino en todo el mundo occidental se respiraba nihilismo en la juventud. Las protestas de 1968 estaban aún recientes en el imaginario colectivo, así como el abuso de drogas y alucinógenos con los que se buscaban nuevas experiencias y manifestaciones artísticas. Unido a un auge del movimiento neoliberal en lo económico y un consumismo cada vez más exacerbado, se iba diluyendo el significado de las cosas. Lo que servía para hoy, o incluso en un instante, quizás no lo haría para mañana.

Akira (1988) de Katsuhiro Otomo

Hay una maraña de gente que sigue fielmente a un desatado Tetsuo; en el manga incluso tiene secuaces. Ni tan siquiera saben realmente lo que quiere (pues solo destruye), ni lo conocen (Tetsuo está lejos de ser un líder carismático a lo Lelouch Lamperouge, ni lo persigue), pero se ven atraídos por ese fin aparente del status quo.

Es por esta cuestión nihilista por lo que Akira como obra y Tetsuo como personaje han envejecido tan bien, pues en pleno 2021 seguimos básicamente en la misma tendencia: juventud nihilista, consumismo aún más exacerbado, vivencias que perduran instantes en nuestra mente.

Tetsuo y Kaneda, Vegeta y Goku, Bakugô y Deku

Es Tetsuo también el protagonista (porque lo es, aparte de Kaneda) cínico y sensible frente al mucho más simple y heroico (dentro de los cánones que presenta Otomo) Kaneda. Cabe decir que Tetsuo es un personaje que expone características mucho más éticamente dudosas, pero que sin embargo posee una gran popularidad.

Esto de presentar a dos protagonistas contrapuestos, con uno de ellos tornándose incluso a la vez en antagonista, es uno de los tropos clásicos que más se han ido repitiendo en el shônen y que de hecho ya aparecía en una conocida obra anterior a Akira, que es el Devilman de Gô Nagai, con Ryô Asuka y Akira Fudô.

Sin embargo, y a pesar de que Ryô ha servido claramente de influencia en personajes posteriores como Griffith de Berserk y probablemente Lelouch de Code Geass; creemos que la influencia de Tetsuo en la cultura pop japonesa posterior ha sido incluso más pronunciada.

El ejemplo más esclarecedor que se nos viene a la mente es Vegeta de Dragon Ball, principalmente por el diseño y apariencia general del personaje (la frente ancha y pelo en punta son rasgos característicos de Tetsuo, especialmente cuando alcanza el cénit de su poder). Además, el color base de Tetsuo, al igual que es de Vegeta, es el azul frente al rojo de Kaneda/Goku (exceptuando la famosa capa que se coloca en su ataque de megalomanía). Y Kaneda lo llama «canijo».

Las personalidades de Tetsuo y Vegeta son también muy similares: complejos de inferioridad (dirigidos especialmente hacia el héroe) disimulados con arrogancia, momentos de cierto patetismo que se ven eclipsados por otros mucho más cool, problemas de contención de la ira.

Es cierto que en la trama argumental inicial de Vegeta se percibe más notoriamente la influencia del general Zod de Superman, y en su diseño pudo tener algo que ver asimismo el Feyd-Rautha Harkonnen interpretado por Sting en la Dune de 1984 (el creador de Dragon Ball, Akira Toriyama, siempre ha sido un declarado fan del cine de Hollywood); pero las similitudes con Tetsuo son innegables.

En el manga de Akira, cuando Tetsuo alcanza más poder su pelo no solo crece y se pone en punta, sino que se vuelve dorado o blanco, lo que pudo haber servido también de influencia a Toriyama para la creación de su super saiyan (sin olvidar que en la leyenda del rey mono este personaje ya tornaba su pelaje en dorado cuando se volvía más fuerte, siendo la base general de Dragon Ball).

El autor que sí ha confirmado la influencia de Tetsuo para la creación de su personaje Katsuki Bakugô ha sido Kôhei Horikoshi (My Hero Academia). Evidentemente, Bakugô es a su vez muy similar a Vegeta y de nuevo repite los patrones de deuteragonista con complejo de inferioridad frente al héroe (en este caso Deku), arrogancia y problemas de contención de la ira. En este caso incluso se muestra un vínculo entre los dos personajes principales que se remite a la infancia (en el caso de Vegeta y Goku en cambio el príncipe saiyan hace acto de presencia cuando el protagonista ya es adulto).

Otro reconocido mangaka que ha comentado cómo le inspiró la obra de Otomo ha sido el creador de Naruto, Masashi Kishimoto, quien dijo quedar prendado en su juventud cuando vio el cartel de Kaneda caminando hacia su moto.

Si bien Sasuke Uchiha se aleja algo más en sus rasgos definitorios de Tetsuo, de nuevo hallamos el color azul de base frente al rojo (en este caso naranja) del héroe Naruto. Y, claro está, aquello del amigo del protagonista que se torna en antagonista.

De más está decir cómo todas estas obras y autores se han inspirado entre ellas, pues Dragon Ball fue asimismo un referente para Naruto, que a su vez lo fue para My Hero Academia. Pero el origen (bueno, el origen más popular, mejor dicho) lo encontramos en Tetsuo Shima.

Nos dejamos para el final de esta entrada otro conocido personaje, muy popular en tiempos recientes, que es Eren Yeager de Attack on Titan. Frente a su idealista y altruista amigo de la infancia Armin, Eren aparece como un joven casi siempre enfadado, acomplejado (especialmente frente a Mikasa), impulsivo y arrogante que acaba obteniendo un enorme poder, clave para el desenlace de la trama. Pues eso, el efecto Tetsuo, con el nihilismo como bandera todavía en plena forma.

Tetsuo y Kaneda (Akira) ilustrados por Masashi Kishimoto

Japoneando Anime: Akira (1988)

Akira (アキラ), manga y película de anime creados por Katsuhiro Otomo, es uno de esos títulos considerados de culto no ya dentro del mundo del manga y anime, sino del cine universal (desde Leonardo DiCaprio hasta Taika Waititi han estado interesados en el proyecto de llevarlo a Hollywood). No obstante, es una obra adulta que aborda temas algo complejos. Avisamos de que nos ceñiremos sobre todo al anime, ya que el manga varía bastante en algunos apartados de la historia.

Kaneda y Tetsuo son dos jóvenes que pertenecen a una banda callejera, que enfrenta a otras a bordo de sus motos durante las noches en Neo-Tokio, reconstruida tras la fatídica Tercera Guerra Mundial. En una de estas confrontaciones, Tetsuo tiene un accidente al chocar contra un misterioso «niño», lo que le otorga ciertos poderes y la atracción de ejército y gobierno. Mientras Kaneda y su banda intentan liberar a Tetsuo, éste empieza a despertar cualidades insospechadas y que alterarán el orden no ya de Japón, sino del mundo.

El Japón de la posguerra y los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 (y 2020)

El contexto y la ambientación en Akira no son mera decoración post-apocalíptica, juegan un importante papel en la trama. Durante cierta escena de la película (mucho más desarrollada en el manga) se habla claramente de cómo Tokio resurgió de sus cenizas tras la catastrófica Tercera Guerra Mundial de 1988, para acabar convirtiéndose en una ciudad corrupta y «muerta», que no tiene un objetivo claro sobre el que mantenerse.

Como bien es sabido, tras la rendición sin condiciones de Japón ante Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial, el país nipón pasó a estar ocupado por tropas norteamericanas con la intención de ayudar a su reconstrucción. Fue una etapa ciertamente dura, pues Tokio había sido casi completamente arrasada por los bombardeos y había altos índices de pobreza. No era inusual que las japonesas se prostituyesen a los soldados y que los niños mendigasen (entre otros asuntos turbios).

Los estadounidenses se retiraron de Japón en 1952, cuando consideraron finalizada su misión y tras la firma del Tratado de San Francisco. A pesar de que siguen habiendo bases militares de Estados Unidos repartidas por el país (algunas de ellas con especial polémica, como la de Okinawa), los nipones ya alcanzaron un cierto grado de independencia.

No obstante, la dura posguerra continuaba sintiéndose (a pesar de que Japón se vio económicamente beneficiada por la Guerra de Corea de 1950-53), y no fue hasta la década de 1960 cuando el país nipón retomaba el vuelo, y de qué manera. Se lo conoció como «el milagro económico japonés» (高度経済成長) y, para 1964, era el primer país con mayor crecimiento económico en el mundo, habiéndose adelantado en el PIB a todas las naciones occidentales salvo Estados Unidos.

Los Juegos Olímpicos de 1964 celebrados en Tokio sirvieron para exponer al mundo que Japón ya no era ni un país fascista ni, sobre todo, pobre. Había superado admirablemente la posguerra y estaba en la cúspide de la economía mundial (donde todavía se mantiene, a pesar de todo). En una época donde todavía no había internet, el seguimientos de los Juegos expuso las imágenes de este Japón desarrollado, siguiendo el modelo capitalista de Occidente. Además, sirvieron para dar otro impulso económico.

Pero no es oro todo lo que reluce. El rápido e impresionante crecimiento económico japonés llegó a colapsar en la década de 1980, con el estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera, dando lugar a una crisis de la que todavía no han terminado de recuperarse. Se acabó el encanto y el milagro, dando lugar a la denominada «década perdida» (失われた十年).

Akira es una ventana a estos años. En los ochenta ya empezaban a sentirse los primeros coletazos de la crisis, era el fin de una era de encanto. Efectivamente, Tokio había resurgido de sus cenizas tras la Guerra Mundial, como alumno aventajado del capitalismo, para luego quedarse en una tierra anodina de hormigón y salaryman (サラリーマン).

Los Juegos Olímpicos marcan un punto argumental esencial en Akira, tanto en el anime como en el manga, y el estadio Olímpico es donde se desarrolla el desenlace de la trama. Es la exposición del Japón desarrollado (pero, en el fondo, decadente) al mundo. Aunque este ideal se encuentre en sus últimos momentos de vida.

Los Juegos Olímpicos de 2020, celebrados finalmente (y no sin inconvenientes ni protestas) en 2021, no han servido evidentemente de base para la obra de Otomo (a no ser que fuese vidente), pero curiosamente van como anillo al dedo como reflejo del mundo retratado en Akira: entorno algo post-apocalíptico (en este caso pandémico), con un Japón decadente (si bien sigue siendo tercera potencia mundial) y un ambiente crispado y convulso socialmente.

Estadios olímpicos vacíos en Akira. Katsuhiro Otomo.

Las bandas callejeras y el activismo estudiantil

La crispación social nos llevan al segundo punto de este Japoneando Anime, también esencial en Akira, y es que Otomo se basó en la década de 1960 (en la cual era adolescente, pues nació en 1954) para mostrar la rebelde juventud que pulula por su obra magna.

Japón no fue siempre el aparente país apático, políticamente hablando, que llevan años mostrándonos, pues en las décadas de 1960 y 70 las actividades reivindicativas, especialmente en los ámbitos universitarios y sindicales, eran notorias. Otro ejemplo conocido lo hallamos en otro popular director de anime, Hayao Miyazaki, quien, aunque mayor que Otomo, se nutrió de la actividad sindical de estos años que luego mostraría, más sutilmente, en su obra.

Dentro de estos movimientos sobresalió el Zengakuren o Federación Japonesa de Asociaciones Estudiantiles (全日本学生自治会総連合), surgida en 1948 motivada por un sentimiento contrario a la ocupación norteamericana y su notable influencia en la economía y sociedad. Vinculada al Partido Comunista japonés, organizó numerosas protestas contra las guerras de Corea o de Vietnam (1955-75).

Esta movilidad social llevó asimismo al surgimiento de bandas callejeras. En Japón, destacaron los conocidos como bôsôzoku (暴走族), motoristas al más puro estilo de la subcultura norteamericana (si bien al principio la influencia provino más del rock de Reino Unido). Normalmente jóvenes de entre 16 y 19 años, provenientes de clases humildes, conducían temerariamente y sin casco, saltándose las normas de conducción vial y portando ocasionalmente armas como tuberías. A veces llevaban con ellos banderas del Japón imperial y símbolos neo-fascistas, por lo que se han vuelto a poner de relativa moda en redes sociales a raíz de la polémica por otro manga/anime, Tokyo Revengers.

Tanto Tetsuo como Kaneda pertenecen a una banda motera ilegal, siendo ambos menores de edad y en donde se convive con la violencia y el consumo de drogas (más visibles en el manga). La icónica primera escena de la película muestra uno de los enfrentamientos con otra banda y los altercados que van produciendo por Neo-Tokio.

No solo las bandas juveniles japonesas influyeron en Akira, sino también las estadounidenses, o más bien, las que ha mostrado el cine de Hollywood (que evidentemente también llegaba a Japón) como Easy Rider (1969), de la cual Otomo también ha bebido.

Akira es en definitiva una obra atemporal. Si bien se ha realizado en los años 80, con sus peculiaridades e influencias arrastradas de las décadas anteriores, es perfectamente aplicable a nuestra convulsa realidad del siglo XXI (aunque la evidente ausencia de aparatos móviles chirría un poco). Nos dejamos en el tintero otros aspectos importantes en la narrativa como las bombas nucleares lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki, de las cuales ya hemos hablado con anterioridad.

Para saber más…

PÉREZ RIOBÓ, Andrés y SAN EMETERIO CABAÑES, Gonzalo, Japón en su historia. De los primeros pobladores a la era Reiwa, Gijón, Satori Ediciones, 2020.

RODAO, Florentino, La soledad del país vulnerable: Japón desde 1945, Barcelona, Planeta, 2019.

SECO SERRA, Irene, Historia breve de Japón, Madrid, Sílex Ediciones, 2010.