Sobre profesores de Hogwarts y Reyes de los Goblins

A todos y todas nos han cogido por sorpresa las muertes (hace pocos días) de David Bowie (1947-2016) y Alan Rickman (1946-2016), ambos con 69 años de edad y luchando contra el cáncer. Su muerte sólo es separada por cuatro días.

Pero no vamos a hablar de toda la (amplísima) obra artítica de estos dos genios. Tampoco de sus prolíficas vidas. De ello ya se han encargado multitud de medios a lo largo y ancho del planeta. Nosotros vamos a hablar de los dos personajes emblemáticpos que interpretaron, y que marcaron una buena porción de nuestra infancia/adolescencia).

Porque Jareth, rey de los goblins, y Severus Snape, profesor de Pociones (a su pesar, él lo que quería era serlo de Defensa contra las Artes Oscuras) de Hogwarts, tienen bastante más en común de lo que podría decirse a simple vista. Para empezar, el rol que desempeña cada uno: Jareth empieza siendo el principal villano de ese clásico de los 80 que dirigió Jim Henson que es Dentro del Laberinto (Labyrinth, en inglés), el que le pone las cosas difíciles a la heroína, una adolescente Jennifer Connelly que interpreta a Sarah Williams. A su vez, Snape comienza siendo la horma en el zapato para Harry Potter en la escuela mágica de Hogwarts. Es el típico profesor odioso que todos hemos tenido alguna vez en nuestras vidas (Rowling de hecho se inspiró en un profesor que ella tuvo), y que con su constante careto de mal huele le hace recordar continuamente a Harry (y, por extensión, a sus amigos) lo insufrible que le resulta. La cosa va más allá y, durante el primer libro, se llega a pensar que Snape ha llegado tan lejos como para haber intentado matar al protagonista.

Los acontecimientos dan un vuelco a mitad de la obra. Los villanos ya no son lo que eran. Tienen un motivo para ser lo que son, resultan presa de sus circunstancias. A mitad de la obra, tanto Jareth como Snape se van vislumbrando como otro tipo de personajes. Hay algo (tortuoso) que esconden (especialmente Snape), y lo que hacen persigue un objetivo o (des)motivación. Jareth empieza a mostrarse más complaciente (hasta seductor) con Sarah, celoso del amigo que ella ha encontrado en Hoggle, y aburrido de pasarse los días encerrado en su castillo rodeado de muñequitos que le bailan alrededor sin ton ni son. Él ha secuestrado a Toby (el hermano pequeño de Sarah), no porque quiera dañarlo, sino porque ella se lo ha pedido. Al final, dice (o hasta canta), él lo que busca es que ella se quede eternamente con él, y a cambio él hará lo que ella le pida.

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Las (des)motivaciones de Severus Snape también tienen nombre de mujer: Lily Evans. Y no se revelan hasta la segunda mitad del séptimo y último libro (aunque algo se iba oliendo). Snape no es así porque quiera, es que está verdaderamente jodido. Lo está desde que nació, en medio de una familia que al parecer tenía escasos recursos. Para el colmo, su padre era un muggle (humano sin poderes mágicos) que maltrataba a su madre (la que sí era maga). En medio de esta situación de familia desestruturada total, Snape conoce, casi (CASI) por casualidad, a Lily Evans y a su hermana Petunia, mientras jugaban un día. El aspecto desaliñado y la magia del joven aterrorizan a Petunia, pero no a Lily, quien pronto se hace amiga de él (ya que asimismo los une el que ambos pueden realizar magia). Ambos van juntos a Hogwarts, donde conocen a James Pottery a su amigo Sirius Black (vamos a decirlo claro, dos jóvenes que eran dos cretinos como encinas de grandes y que se divertían haciendo bullying; pero que como van a Gryffindor y maduran, pues enga, no pasa nada). Lily es asignada a Gryffindor y Snape a Slytherin, las dos casas rivales, pero no por ello dejan de ser amigos. La cosa se va poniendo más complicada cuando Snape empieza a juntarse con amistades «de dudosa reputación». Vamos, que se empieza a ir de fiesta junto con los más nazis de Slytherin. Lily, que además es una muggle (hija de padres no magos), no entiende este camino que va tomando su amigo, y acaban rompiendo su relación. Así las cosas, ella se casa con James Potter, y tienen a Harry. Lo de la profecía y que Snape va en seguida a contársela a Voldemort, a cambio de que no mate a Lily (James y Harry le dan un poco igual), pues ya es historia. Conclusión: Voldemort mata a todos menos a Harry, incluida a Lily, y Snape no puede con la pérdida y la culpabilidad, por lo que acude a Dumbledore para intentar redimirse. Ambos llegan a una conclusión: la manera de lograr la redención es protegiendo a Harry mientras crece, y a su vez seguir como infiltrado entre los Mortífagos (acólitos de Voldemort) hasta descubrir su paradero y terminar de una vez por todas con él.

El camino de Snape no es fácil. Como agente doble se ve obligado a realizar actos drásticos y extremos, que lo enemistan definitivamente con todos (salvo con los Mortífagos). Pero al final, todo conducía a la muerte de Lily Evans y a que Snape se quedó atascado en dicho momento (o puede que se quedase atascado antes, cuando Lily lo mandó a freír espárragos definitivamente). Snape nunca se recuperó de aquello, y si odiaba a Harry, era porque le recordaba demasiado a James. Salvo en una cosa: los ojos verdes de Harry eran como los de Lily. Por ello, justo antes de morir (sacrificándose ante Voldemort), Snape sólo tiene una petición que hacerle a Harry: «mírame«.

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Como vemos, los villanos han pasado a ser antihéroes. No van contra los deseos del protagonista por mera maldad, sino porque HAN de hacerlo, o porque en el fondo buscan algo más, algo que los saque de sus aburridas rutinas (en el caso de Jareth). Son ejemplos de héroe byroniano, que definitivamente se alejan del perfil de villano. Hay bastantes más elementos que unen a Jareth y a Snape: ambos sentían esa fijación (rayando en la obsesión) por sus respectivas mujeres desde muy temprano (desde antes incluso de dar comienzo la historia); esto puede verse en el hecho de que tanto Jareth (en forma de búho) como Snape (siendo un niño) se dedicaban a observar a Sarah y a Lily desde lo lejos, sin que ellas advirtieran sus presencias. En cierta forma, tienen algo de depredadores. Pero luego, una vez la chica entra en acción, la relación se invierte, y ellos pasan a ser las presasde sus objetos de deseo. Tanto que, como mencionamos, llegan al punto de la obsesión.

El final es ciertamente agridulce (o trágico, dependiendo de la perspectiva en que se mire) para ambos: Jareth acaba siendo superado por Sarah, que continúa con su vida «en el mundo real», mientras él sigue limitándose a contemplarla desde lo lejos como búho. Snape, una vez muerto heroicamente, le hace descubridor a Harry de toda la verdad; y éste, en compensación, acaba poniéndole su nombre (Severus) a su propio hijo.

Podríamos seguir escribiendo largo y tendido sobre estos dos personajes, y aún mucho más sobre David Bowie y Alan Rickman. Pero todo tiene un límite. Por ello, hemos querido asimismo rendirles un modesto homenaje a través del siguiente vídeo, dedicado a ambos, grandes y perfectas figuras antiheróicas, representantes de todo lo que debe tener un «héroe byroniano». Adiós, Jareth, y adiós, Severus, descansad en paz entre aquéllos que merecen romper las barreras de la posteridad, allí donde se convierten en inmortales.

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