Esos clásicos inolvidables: Final Fantasy VIII. Parte II

Tras la introducción habida en la Parte I de nuestro especial dedicado a ese clásico de la saga que es Final Fantasy VIII, hoy vamos a centrarnos en los personajes. Porque todos aquellos que nos hemos acercado alguna vez a la serie de Square Enix, sabemos que este es un elemento fundamental, capaz de determinar la calidad de cada episodio, por encima incluso del apartado gráfico (y a la par que la jugabilidad y la historia).

Como decíamos en la Parte I, la era de PSOne parece ser una de atrevimiento dentro del equipo de Squaresoft (antes de que se convirtiera en Square Enix). Con Final Fantasy VII, se adentraron en una estética cyber-punk, presentando a un elenco de personajes variopintos y carismáticos, que nos ayudaban a adentrarnos en un mundo lleno de encanto (porque no solamente Midgar… ¿quién no recuerda Cañón Cosmo o la Ciudad Olvidada?). Con el VIII, la ruptura fue casi total. La estética era futurista, pero basada en el realismo. Y los personajes seguían la misma línea: ya no aparecían animales parlantes (moombas aparte, e incluso aquí hacían referencia a la falta de lenguaje verbal de los mismos), ni peluches gigantes. A lo sumo, brujas y monstruos que en realidad eran extraterrestres. Todos ellos (exceptuando a los monstruos) con formas claramente humanoides.

También cambiaron las personalidades de los nuevos héroes y villanos que nos acompañarían en el camino. Si bien la comparación inicial entre Squall y Cloud es inevitable, lo cierto es que el primero va varios pasos más allá del segundo. Cloud era introvertido y tenía serios problemas de identidad, pero no dejaba de protagonizar sus momentos cómicos (la famosa escena del travestismo). Por otro lado, y al darnos al jugador la oportunidad de elegir entre varias opciones a lo largo del juego, Cloud queda en ocasiones algo desdibujado, en el sentido de que no sabemos bien qué es lo que está pensando, quedando a la interpretación del lector. A su vez, en el plano romántico, nunca parece del todo claro si Cloud acaba prefiriendo a Aerith o a Tifa (debido al mencionado mecanismo de opciones), por lo que en este sentido el héroe termina pareciendo un adolescente iluso que no se da cuenta de los (evidentes) sentimientos de Tifa hacia él. Y de las fichas que le mete Aerith ya ni hablemos; aunque aquí el flirteo sí se muestra con mayor eficacia (probablemente debido a la personalidad más juguetona y extrovertida de la florista, que invita a ello).

Boceto inicial de Squall, por Tetsuya Nomura

Boceto inicial de Squall, por Tetsuya Nomura

Con Squall quisieron hacer más evidentes sus sentimientos para el jugador. Como su personalidad iba a ser aún más introvertida que la de Cloud, Nojima (guionista) tuvo la buena idea de mostrar los pensamientos del personaje en viñetas aparte. Así, ya no queda duda de los sentimientos del héroe hacia Rinoa, o de que éste se enterase perfectamente de todo lo que sucede a su alrededor, incluyendo los avances amorosos de varias de las féminas (primero Quistis y luego la propia Rinoa). En este sentido, son varias veces en las que a lo largo del juego Squall es descrito por varios personajes no controlables como un tipo perspicaz, pensamiento que corresponde con el nuestro al poder ser conocedores de sus reflexiones en las mencionadas viñetas. Quizás este movimiento fuese algo arriesgado, ya que provocaría que no a todo el mundo le cayera bien Squall (cosa que efectivamente sucede).

Con Rinoa sucede algo similar. Si bien no tenemos ocasión de poder adentrarnos en los pensamientos de la muchacha (tampoco es que haga falta, debido a su carácter extrovertido), fue una jugada arriesgada por parte de Squaresoft el ponerla como único y claro interés romántico del héroe. No fue siempre así, ya que Nomura quería que se siguiera un mecanismo similar al de las citas en el Final Fantasy VII (donde según lo que habíamos ido eligiendo, nos aparecerían Aerith, Tifa, Yuffie o Barret…. por ese orden de probabilidad). Así, la famosa escena del baile podría haber sido con Rinoa… o con Quistis, o con Selphie. Fueron Nojima y Kitase (director) los que suspendieron dicha idea, y quedó definitivamente Rinoa. Con ésta última, sucede lo mismo que con Squall: no a todo el mundo le cayó bien. Teniendo en cuenta que son los protagonistas absolutos de la historia, esto provocó que a algunos jugadores se les atragantase la experiencia con Final Fantasy VIII. En cualquier caso, debemos admitir y agradecerles a los de Square que se atrevieran a arriesgar, y en nuestra opinión la jugada les salió redonda. Al menos, nos dejaron una bonita historia de amor, que era uno de los puntos centrales del juego.

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Para paliar un poco todo lo introvertido y borde de Squall, Nomura creó a Laguna, el misterioso personajes que aparece en sueños (luego escenas del pasado) de los protagonistas, y cuya personalidad es totalmente contraria a la del portador del sable pistola: extrovertido, dicharachero, divertido y sociable. Al inicio de estos «sueños», se nos muestra a un Laguna enamorado de Julia Heartilly, una famosa cantante y pianista. Pero los avatares del destino provocaron que acabasen separados y Laguna terminase viviendo con Raine y Eleone en un bonito y apacible pueblo. Menos mal, porque al final descubriremos que Julia es la madre de Rinoa y Laguna el padre de Squall. Y así se cierra un círculo, donde el destino juega nuevamente un papel importante. Y es que esos son los tres elementos fundamentales del guión de Final Fantasy VIII: amor, destino y el paso inexorable del tiempo.

Volviendo a Squall, y gracias a la mencionada lectura de sus pensamientos, descubrimos que en realidad tenemos ante nosotros a un personaje lleno de temores, con uno por encima del resto: el miedo al abandono. De forma similar al personaje de Matt Damon en El indomable Will Hunting, Squall es cerrado y evita crear lazos sociales profundos con los demás por ese mismo motivo: no tiene amigos, ni parientes (es huérfano, al menos que él sepa), ni parejas, ergo no sufrirá la posible partida o desaparición de los mismos. Esto es debido principalmente a la figura de Eleone: hermana mayor adoptiva de Squall y único referente del mismo en su niñez (al menos hasta la llegada al orfanato de Edea). Eleone es una pieza clave dentro de los entresijos de la historia, ya que puede trasladar la mente de las personas al cuerpo de otras, independientemente del tiempo o espacio en el que se encuentren. Por ello, Eleone es objeto de deseo de todas las brujas, y por eso mismo se ve obligada a huir y esconderse constantemente. La partida de Eleone fue el punto de inicio del trauma social de Squall, que acabará completándose (para bien, por suerte) con Rinoa… cuya aparición coincide con el regreso de Eleone (aunque Squall inicialmente no la recuerda). Y otro círculo se cierra.

Fan art de Mowblack

Fan art de Mowblack

En el bando de los villanos, aquí Squaresoft vuelve a alejarse del séptimo episodio de la saga, y en lugar de mostrarnos a uno bien definido y claro desde casi el inicio del juego (Sephiroth), nos sorprende con un conjunto de villanas (las brujas), que van pasando el relevo de una a otra: primero es Edea la principal villana, luego es Adel, y finalmente Artemisa (Ultimecia en algunos idiomas). Este movimiento de villanos ha provocado que el jefe final (Artemisa) no haya sido lo suficientemente desarrollado a lo largo de la historia (cosa que sí sucede con Edea, por ejemplo), y el consecuente surgimiento de multitud de teorías, algunas más fundamentadas y desarrolladas que otras. La más conocida entre los fans, cómo no, es la famosa Artemisa = Rinoa, la cual trataremos en la Parte III. Al final, esto acabó por convertirse en uno de los encantos adyacentes del Final Fantasy VIII: el rico mundo de teorías creadas por los fans. Y, en este caso por suerte, Square Enix no ha tenido ocasión de crear secuelas ni Compilation que las arruine. Aunque por lo general es rara la ocasión en la que la empresa nipona hace referencia explícita a alguna de las teorías, dejando todo en el terreno de la ambigüedad (como los sentimientos de Cloud).

Otro de los personajes más controvertidos del Final Fantasy VIII, por no ser ni héroe ni villano, es Seifer. Inicialmente, surge como otra contrapartida de Squall, especialmente en lo referido al diseño: Squall viste de colores oscuros y con un abrigo corto; Seifer viste de colores claros y con una gabardina; Squall es castaño oscuro y Seifer rubio; el símbolo de Squall es un león y el de Seifer una cruz; Squall es más afeminado en sus rasgos y Seifer más varonil. Sin embargo, tienen a su vez elementos en común: ambos usan el sable pistola y la famosa cicatriz en medio del rostro (que se la hicieron mutuamente en una de sus constantes peleas/entrenamientos, por cierto). En personalidad, Seifer es peleón, obstinado, rebelde e impulsivo. También algo agresivo. Esta personalidad choca con la taciturna, responsable y callada de Squall, lo que provoca que confronten todo el tiempo. Sin embargo, y gracias nuevamente a los pensamientos de Squall, sabemos que ambos en el fondo se respetan. Seifer es inicialmente un posible villano, esos antagonistas que tanto abundan en los animes, que poseen algo de bondad y acaban por pasarse al bando aliado. El romance en el pasado entre Seifer y Rinoa solo añade más leña al fuego sobre esta creencia inicial. Sin embargo, esto nunca llega a pasar: Seifer acaba siendo un aliado de las brujas, al cual tendremos que enfrentarnos en repetidas ocasiones, para al final llevar una vida pacífica junto a sus dos (y únicos) amigos Viento y Trueno. Lamentablemente, Seifer es uno de los grandes desperdicios del Final Fantasy VIII: un personaje que en el primer disco fácilmente crece ante nosotros, para que al final nuestras expectativas sobre él terminen frustradas. Ni tan siquiera acaba funcionando como contraparte de Squall (ese papel es más para Laguna dentro de la historia).

squall rinoa seifer

Aún con esto, Final Fantasy VIII nos ofrece una rica gama de aliados y de personajes secundarios. No son pocos los que prefieren a Quistis sobre Rinoa, al fin y al cabo. Y qué decir de Zell, ese personaje que parece salido de un shonen (manga para chicos adolescentes, como Bleach o Naruto), y cuya personalidad se nos acaba por hacer entrañable. O el amorío secundario entre Selphie e Irvine. De secundarios, tenemos un jardín de Balamb que cobra vida: desde la enfermera Kadowaki hasta las cocineras de bocadillos (en la traducción española), o la bibliotecaria enamorada en secreto de Zell, pasando por el entrañable (y algo explotador, bien lo sabrá Squall) director Cid Kramer. O los simpáticos y fieles acompañantes de Laguna: Kiros y Ward, Y es que al final, buena parte del encanto que desprende el Final Fantasy VIII se lo debemos a estos secundarios, cuya presencia nos acompaña (muy a pesar de Squall) a lo largo de la historia.

Fan art no es nuestro, crédito a su creador ;)

Fan art no es nuestro, crédito a su creador 😉

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