El niño y la bestia (Bakemono no ko)

Mamoru Hosoda lleva un tiempo siendo uno de esos directores a los que conviene tener en el punto de mira. Ya apuntaba maneras con La chica que saltaba a través del tiempo, y eso que era una historia basada en una novela japonesa (escrita por Yasutaka Tsutsui). No fue hasta su siguiente película, Summer Wars, que Hosoda narraría una historia original… bueno, en realidad la parte narrativa no fue labor exclusivamente suya, sino también de la guionista Satoko Okudera. Ambos volverían a repetir en Wolf Children. Y, finalmente, Hosoda voló libre e independiente y escribió en solitario (y dirigió, claro) la cinta que nos ocupa: El niño y la bestia.

Al igual que el protagonista de esta película, llamado a veces Ren, a veces Kyuta, Hosoda pegó el salto hacia la madurez y la independencia, cosa que se percibe en la estructura del guión. Si bien guarda elementos en común con Wolf Children (la madurez, la búsqueda de la identidad, la relación con los padres), e incluso con Summer Wars (la mezcla entre los costumbrista y cotidiano con lo más fantástico; aunque en Summer Wars la dualidad era más entre el mundo real y el tecnológico), el relato en esta ocasión se torna algo más intenso (en comparación  con el ritmo pausado y algo contemplativo de sus otros dos trabajos) y cubre varios elementos, lo que hace obligado un segundo visionado. Ya no es solo la historia de Kyuta/Ren, también es la de Kumatetsu, y en ocasiones hasta la de Kaede o la de Ichirohiko.

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Es esta amalgama de personajes lo quizás provoque que, en algunos puntos, El niño y la bestia pueda llegar a aturdir (especialmente durante la segunda mitad). Sin embargo, son breves estos instantes, y el ritmo general de la cinta apenas siente el tambaleo. El punto fuerte es la relación y el crecimiento personal tanto de Kyuta/Ren como de Kumatetsu. Aprendiz y maestro (¿o es al revés?) van sacando adelante una relación llena de altibajos, debido en buena parte al carácter testarudo y temerario de ambos. Y es que ese es el punto de unión: los dos son unos marginados, que no encajan en ninguna parte de sus respectivas sociedades (Ren/Kyuta en el mundo real y Kumatetsu en el de las bestias). Curiosamente, es gracias al crecimiento (físico y mental) que le sucede a Ren, que Kumatetsu empieza a ganar reconocimiento en su propio mundo. No es de extrañar que este tipo de inquietud abarque una buena parte de la cinta: los japoneses, al fin y al cabo, buscan la armonía y cohesión social por encima de todo. Al final, es cuando Kumatetsu y Ren hacen las paces consigo mismos y con la gente (o bestias) que los rodea, que ambos pueden integrarse totalmente en sus respectivos grupos sociales.

El crecimiento hacia la madurez de ambos personajes es, no obstante, el verdadero punto central de la película. A pesar de todos los elementos fantásticos que rodean a Ren, nos sentiremos identificados en algunas ocasiones con él y sus dudas, o la búsqueda de su identidad y lugar de pertenencia. El crecimiento de Kumatetsu es menos obvio debido a que él ya empìeza el relato siendo un adulto, pero con actitud (así se lo dice de hecho uno de sus compañeros) de niño. Es cuando comienza a hacerse consciente de que debe hacerse cargo de otro ser (o, en este caso, un aprendiz humano) que da inicio a una etapa de cambio y autoconocimiento, de él mismo y de los demás. Kumatetsu estaba tan centrado en sí mismo y en superar a Iozen, que no se había percatado de los que se encontraban a su alrededor (incluyendo al propio Iozen). El acto final de un personaje de esta magnitud cobra aún mayor significado por eso mismo.

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Pasando al apartado técnico, los que ya conozcan a Hosoda sabrán que no le falta calidad a sus trabajos. Si bien los diseños son algo simplistas, y hasta se repiten entre sí (Ren parece el hijo menor de Wolf Children, y Kaede la madre con pelo más corto), la animación es fluida y, por momentos, impresionante. Desde luego, la representación del famosísimo cruce de Shibuya y los escenarios de los distintos países del mundo de las bestias son para quedarse ojiplático. La banda sonora también guarda un par de piezas que creo le otorgan mayor intensidad a determinadas escenas (con tema de Mr. Children en los créditos).

En definitiva, nos encontramos ante una buena y bonita fábula sobre el crecimiento, la madurez y la integración en la sociedad (sea cual sea), con una animación de lujo y unos personajes la mar de carismáticos. Hosoda sigue caminando con el buen pie (aunque lo haga de forma más independiente) y, una vez más, estaremos ansiosos ante la espera de su próximo trabajo.

Por cierto, que a la película en esta ocasión la acompañan una novela (escrita por el propio Hosoda) y una adaptación al manga (dibujada por Renji Asai). Ambas han sido traídas a España por Planeta y Norma, respectivamente, así que no hay excusas para no echarles un vistazo.

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Un comentario

  1. Coincido en que es una buena película que merece mucho la pena. La relación fantasia-realidad esta presente siempre. Los personajes, tanto principales como secundarios, muestran sentimientos contradictorios entre el bien y el mal(agujeros negros). Los efectos especiales son buenos….por cierto, se reconoce La torre de Pisa, pero no estaba inclinada….Se pasa un buen rato viendo la peli.

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