Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari), obra maestra que mezcla cine histórico y fantasmagórico

Kenji Mizoguchi es uno de los grandes nombres en el mundo cinematográfico, no solo dentro de Japón. Ganador de varios premios nacionales e internacionales y realizador incansable de películas (se sabe que ha rodado más de 70 películas y lamentablemente falleció con 58 años), fue con Vida de Oharu, mujer galante (Saikaku Ichidai Onna, 西鶴一代女, 1952) y con Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari, 雨月物語, 1953) cuando se dio a conocer en todo el mundo. Y de qué manera.

Los cuentos de la luna pálida es una obra maestra, simple y llanamente. No solo desde el punto de vista técnico (del cual hablaremos más extensamente), sino también narrativo, mezclando con enormes sutileza y sensibilidad el cine histórico o jidaigeki (時代劇) con el fantástico, lo cual sería posteriormente repetido en numerosísimos títulos de anime, poniendo como ejemplos los conocidos La Princesa Mononoke, Dororo o InuYasha.

En el Japón del período Sengoku (siglo XVI), en medio de numerosas guerras civiles entre los señores feudales o daimyô, viven los hermanos Genjurô (interpretado por Masayuki Mori) y Tôbei (Eitaro Ozawa) con sus respectivas esposas, Miyagi (la musa de Mizoguchi, Kinuyo Tanaka) y Ohama (Mitsuko Mito), en una modesta aldea. Genjurô ansía hacerse rico durante la guerra a base de vender sus obras de cerámica, mientras que Tôbei sueña con convertirse en samurái. Con dichas ideas en mente, todos ellos huyen, tras ser asaltados sus hogares por las tropas de uno de los daimyô, y terminan separándose. Entonces Genjurô se topa con una misteriosa aristócrata conocida como Wakasa-sama (Machiko Kyô).

Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari). Kenji Mizoguchi.

Emakimono, gagaku y noh en Los cuentos de la luna pálida

La historia comienza así como un relato sobre la vida del pueblo en el Japón feudal para, posteriormente (especialmente representativa de dicho cambio es la escena de la barca cruzando el río cubierto de niebla) ir derivando en uno de fantasmas (y sí, es fácil ir percibiendo que hay algo ahí que no está vivo…). Pero este salto no resulta en absoluto abrupto; Mizoguchi sabe ir contando estos cuentos de forma semejante a la lectura de un rollo ilustrado o emakimono (絵巻物), a base de secuencias largas y juegos de encuadres y luces.

Por eso, a nivel técnico Los cuentos de la luna pálida es también un portento. Sus tonos en blanco y negro solo aportan al relato histórico fantasmal y hay planos que son una auténtica maravilla (aparte de la citada escena de la barca, todas las protagonizadas por Wakasa y el final), acompañados asimismo por música estilo gagaku (雅楽), compuesta para esta ocasión por, entre otros, Fumio Hayasaka, que nos introduce aún más en el mundo onírico y folclórico nipón.

Es gracias a estas brillantes cinematografía y música, aparte de la interpretación de Kyô, por las que llegamos a sentir entre intriga y lástima (al igual que Genjurô, además de la lujuria) por un ser como Wakasa; algo no tan sencillo partiendo de que su maquillaje y vestuario, que se asemejan a los propios de la figura del teatro noh (能), resultan inicialmente más inquietantes que otra cosa.

Los cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari). Kenji Mizoguchi.

Si hay alguna objeción que ponerle a Los cuentos de la luna pálida es, al menos en opinión de quien esto suscribe, a su moralina, que nos llega especialmente con un tercer acto que decae respecto a todo lo anterior. Los japoneses se mueven muy bien entre relatos que no pretenden adoctrinar y la verdad es que lo preferimos así.

Parece que tanto Mizoguchi como el guionista principal, Yoshikata Yoda (a partir de unos relatos del siglo XVIII escritos por Ueda Akinari) preferían también un final no tan moralizante y sí más cruel (en concordancia con el resto de la historia), pero los productores sugirieron la opción del «happy end» para hacer más taquilla.

No es que la conclusión de Los cuentos de la luna pálida sea mala, ni mucho menos (a nivel técnico nos deja un par de secuencias para el recuerdo); pero chirría el tono moralista del «te lo dije» y el regreso de los personajes arrepentidos que han aprendido la lección. Eso sí, el canto antibelicista y feminista que adopta la narrativa aportan a su belleza.

Aún con todo, Los cuentos de la luna pálida es una obra imperecedera, perfecta para iniciarse en el cine japonés (e incluso en el anime, pues luego le replican varias de sus temáticas) o en el CINE a secas. Perfecta para ver en el mes de Halloween por su relato, personajes y tonos fantasmagóricos; pero que no desprende miedo, sino una sensibilidad, poesía y belleza como solo los nipones en su máxima inspiración saben expresar.

Recuerdos del ayer, relato universal y atemporal sobre la vida en el campo y el adiós a la infancia

Isao Takahata es el otro gran nombre dentro de Studio Ghibli aparte del de Hayao Miyazaki (con quien siempre ha tenido una entrañable y sana rivalidad). Antes de su triste fallecimiento en 2018, nos ha dejado títulos que hoy en día son considerados obras maestras como La tumba de las luciérnagas, El cuento de la princesa Kaguya o el que nos ocupa, Recuerdos del ayer (おもひでぽろぽろ, 1991).

Con guión del mismo Takahata basado en el manga homónimo de Hotaru Okamoto y Yuko Tone, el realizador se puso detrás de las cámaras para dirigir este relato atemporal y universal que, no obstante, refleja con bastante fidelidad(la animación es de las más realistas de las que recuerdo, dentro del estilo anime) el Japón de las décadas de 1960 y 1980. Y nos referimos tanto al Japón urbano (concretamente Tokio) como al rural (Takase en la prefectura de Yamagata, para lo cual los animadores se trasladaron para dibujar los escenarios reales).

Taeko Okajima (voz en el original de Youko Honna) es una veinteañera independiente que disfruta yendo durante sus vacaciones a echar una mano voluntariamente con los campos de cártamo de la familia de su cuñado. De camino a la localidad de Takase, en el tren, se le van sobreviniendo una serie de recuerdos de su infancia y de los vínculos que la unían a su familia y a sus compañeros de clase. Una vez en destino, se encuentra con Toshio (voz de Toshirou Yanagiba y quien por cierto fue bautizado así en honor al mítico productor de Ghibli, Toshio Suzuki), un muchacho que desea poder vivir de la agricultura ecológica.

Recuerdos del ayer. Studio Ghibli.

Este es a grandes rasgos el argumento de una cinta que va y viene entre el pasado y el presente, que muestra un relato fiel, empático y universal sobre la infancia (así hayas crecido en España en los 90), los anhelos y temores que nos acompañan al crecer y, finalmente, cuando somos adultos y descubrimos que algunos de ellos todavía no nos han dejado.

Para ello Takahata, quien ha crecido rodeado de hermanas, crea a una protagonista con la que es fácil identificarse tanto de niña como de adulta. Su química con el resto de la familia es notorio, pero hay que hacer mención especial a los vínculos con Toshio y con su hermana Yaeko (Yuki Minowa).

Si bien los saltos temporales pueden resultar algo abruptos en ocasiones (fue uno de los quebraderos de cabeza de Takahata, ya que en el manga original no existe la Taeko adulta), al final acaban encajando bastante bien y desembocan en un sobrecogedor final que, acompañado por la melodía cantada por Miyako Harumi, es un espejo realista, duro, emotivo y nostálgico sobre la despedida de la infancia.

Este realismo que se muestra en la narrativa Takahata también lo quiso dejar para la posteridad en una animación que no parece de finales de los 80. Siguiendo el estilo anime, pero dotándolo de un realismo sorprendente (de ahí las chocantes -en principio- arrugas de las comisuras de los labios cuando sonríen los personajes), el cual se pudo lograr gracias a que el proceso de doblaje se realizó antes que el de dibujo y por ello se pudieron captar movimientos y expresiones de los actores que pusieron sus voces.

Recuerdos del ayer. Studio Ghibli.

No solo en los personajes, los paisajes son de un realismo abrumador y hermoso, especialmente con la llegada de Taeko a Takase y su estadía en los campos (atención a ese primer amanecer). La forma de conducir de Toshio, la recogido de las flores de cártamo, Taeko cocinando… todo está imbuido de ese precioso realismo animado.

En contraste, las escenas de Taeko niña están cubiertas por unos tonos pastel y un trazo más simple y sencillo que nos traen a la mente los anime de nuestra infancia y las ensoñaciones en las que nos veíamos envueltos.

La banda sonora, compuesta por Masaru Hoshi, es maravillosa más allá del tema cantado por Harumi. Solo por el hecho de hacernos descubrir a grupos de música folclóricos húngaros (y lo bien que acompañan al campo) ya deberíamos darle las gracias.

En definitiva, nos encontramos ante un trabajo de Takahata mucho más optimista y tierno que su anterior título (La tumba de las luciérnagas) y, lamentablemente, uno de los más desconocidos de Ghibli en Occidente (en Japón fue todo un éxito de taquilla en 1991); no obstante, una auténtica joya por descubrir y una de las mejores representaciones de la filmografía de este genio. Queda para la posteridad, como su propio relato universal y atemporal.

Recuerdos del ayer. Studio Ghibli.

Japoneando Anime: La princesa Mononoke

Los nombres de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli son de sobra conocidos no solo en Japón, sino en todo el mundo, además de ser sinónimos de calidad en forma de cine de animación para todas las edades. Pues bien, hasta La princesa Mononoke (もののけ姫), fuera del círculo de aficionados al manga y al anime, apenas sonaban y las películas «de dibujos» se consideraban en su gran mayoría dirigidas al público infantil (a continuación vino El viaje de Chihiro para poner la guinda en el pastel).

Es difícil entender el anime en cines antes de La princesa Mononoke. Akira y Ghost in the Shell eran títulos de culto entre los aficionados que no salían del formato doméstico (hablamos de la situación en un país como España, claro está). Por supuesto, tras el estreno de la de Ghibli, las salas pronto se llenaron de niños con padres abnegados que salían despavoridos tras los primeros cinco minutos de proyección. Casualmente, este es uno de los trabajos de Miyazaki más sangrientos (y tiene un arranque fuerte).

La princesa Mononoke cosechó críticas muy positivas a lo largo y ancho del planeta y sirvió de preludio para el Oscar a Mejor Película de Animación para Miyazaki por El viaje de Chihiro, siendo en la actualidad uno de los títulos más destacados de la filmografía de este autor y de los aficionados al anime o simplemente al cine.

La historia trata sobre un joven líder emishi, Ashitaka (voz en el original de Yôji Matsuda), quien se ve obligado a marcharse para siempre de su pueblo tras contagiarse de la maldición de un espíritu del bosque desbocado y con forma de jabalí gigante. En su viaje hacia el oeste, llega a la Ciudad de Hierro, donde conoce a Lady Eboshi (Yuko Tanaka), y al gran bosque, donde se topa con una misteriosa muchacha que vive entre lobos llamada San (Yuriko Ishida).

La princesa Mononoke. Studio Ghibli

El «anti nihonjinron» o ir contra el relato de la construcción identitaria colectiva de la japonesidad

En conjunto, se puede interpretar a La princesa Mononoke como la versión que quería aportar Miyazaki al nihonjinron (日本人 論) o, mejor dicho, su respuesta a éste, una especie de revisionismo histórico.

El nihonjinron es considerado la construcción de la identidad colectiva nipona por excelencia, aquélla que procede del libro que narra los orígenes de Japón (Kojiki, 古事記) y que se apoya en la figura del emperador, en el sintoísmo como religión principal y natural de Japón, en la lengua japonesa como «única» en el mundo y en la supuesta homogeneidad del pueblo japonés, superior a los demás y que, además, procede del bushidô o camino del guerrero (y de ahí su beligerancia). Es también el concepto del país-isla que evoluciona de manera independiente al resto.

He resumido muchísimo el nihonjinron, pero básicamente era (es) la corriente que se fortaleció a raíz de la apertura de Japón a Occidente en el siglo XIX, con la modernización de Meiji y posteriores campañas colonizadoras, a semejanza de Europa, hacia otros países de Asia Oriental (como Corea del Sur) que eran vistos como inferiores.

«Mi cultura iba mucho más allá de los estúpidos japoneses que empezaron la guerra, más allá de Hideyoshi Toyotomi, quien invadió Corea, y más allá de La Historia de Genji, que detestaba» (Hayao Miyazaki, cit. in Montero Plata, 2017: 105-6)

La princesa Mononoke. Studio Ghibli

Así, en La princesa Mononoke Miyazaki narra la historia desde la perspectiva de un miembro de uno de los grupos aborígenes de Japón, los emishi, quienes se enfrentaron al emperador en una guerra que duró entre el 774 y el 812 en el noreste de la isla principal del archipiélago, en la región de la actual Tohoku. Más adelante hablaremos más de los emishi.

Pero no solo Ashitaka, por la película pululan también personajes que son prostitutas, leprosos, forjadores de hierro o la propia San, una marginada de la sociedad y cuyo diseño con máscara está inspirado en máscaras domen (怒面) de la cultura Jômon (縄文時代), anterior a la formación del Japón/Yamato como nación.

Los samuráis aparecen poco y, cuando lo hacen, son bajo una perspectiva antagónica y efectivamente beligerante. El emperador es solamente nombrado y su ambición es superar a los propios dioses aunque para ello tenga que acabar con todo el mundo natural.

Tampoco se vislumbran apenas elementos «típicos» que se asocian con la cultura japonesa, como arrozales (únicamente cuando Ashitaka llega al principio al oeste de la isla) o grandes castillos, viviendas de daimyô (譜代大名); al contrario, los escenarios que más predominan son los de la fortaleza de prostitutas, leprosos y forjadores de hierro como epítome de la civilización, y el bosque donde habitan San y los suyos.

El mayor obstáculo a este revisionismo histórico de Miyazaki lo hallamos en la predominancia del sintoísmo en la trama, ya sea mediante los espíritus del bosque, la corrupción del tatarigami (祟り神), el shishigami (獅子神), los kodama (木霊). Pero bueno, que no estés a favor de algo no significa que te disguste todo el conjunto.

Los emishi y el imperio de Yamato

Como mencionábamos, los emishi (蝦夷) son uno de los pueblos originales de Japón que se describen, por ejemplo, en el Nihon Shoki (日本書紀), aunque de forma poco favorable (que al fin y al cabo había que legitimizar y fortalecer la figura del emperador).

Se desconocen sus orígenes (algunos académicos creen que proceden justamente de la cultura Jômon) y si están o no extintos, ya que otras corrientes defienden que los ainu (アイヌ), en Hokkaidô, provienen de ellos.

Se estima por descubrimientos arqueológicos y descripciones históricas que los emishi eran más bajos y anchos que los japoneses y también más peludos. Se destaca su fuerza y habilidad luchando a caballo y con el manejo del arco y de la espada (nada que ver con la katana), al igual que Ashitaka cabalgando sobre Yakul.

Los emishi se dividían en varios grupos, pero los que habitaban en la región de Tohoku fueron de los que se opusieron al emperador de Yamato y a su expansión por toda la isla desde la capital (Nara o Kioto, según la ocasión). Así se dieron varios enfrentamientos, destacando la citada guerra de los 38 años (774-812), durante la cual los emishi pusieron contra las cuerdas a los ejércitos imperiales (que seguían el modelo de infantería chino) mediante las tácticas de guerrilla.

Ashitaka tirando con arco mientras cabalga sobre Yakul. La princesa Mononoke. Studio Ghibli

Finalmente, los emishi fueron derrotados (tras copiar su modelo de combate de ataque en grupos reducidos y huida rápida) y algunos se adhirieron al ejército japonés.

El poblado emishi al que pertenece Ashitaka sería uno de los pocos que prevalecen en Honshû, pues La princesa Mononoke se sitúa en el período Muromachi, cuando ya quedaban pocos grupos en pie.

Con esta importancia dada a los emishi a través de su protagonista, Miyazaki muestra mediante La princesa Mononoke que Japón no siempre ha sido un pueblo tan homogéneo, tal como defiende el nihonjinron.

Período Muromachi y la llegada del Japón moderno

La era Muromachi (室町時代, 1336-1573) es, para Miyazaki, quizás el último vestigio de lo que quedaba «antes de Japón»: es el fin de los grandes bosques y de la naturaleza más salvaje, de los grupos emishi y de la convivencia con diversas culturas como los reductos de la Jômon. Llegan las ciudades, la tala masiva de árboles, la destrucción del paisaje natural y de los grandes guerreros daimyô como Oda Nobunaga, quien buscaba unificar el país.

Aún así, Muromachi no fue tampoco un período precisamente pacífico. A lo largo del mismo se establecieron shogunatos (幕府, bakufu, líderes militares) como el de Ashikaga Takauji y éstos tenían que jugar a equilibrar el poder con otros daimyô o señores feudales.

La princesa Mononoke. Studio Ghibli

Finalmente, este equilibrio de poder se rompió, lo que derivó en la formación de dos cortes paralelas: la Corte del Norte (apoyada por el shogun Ashikaga) y la Corte del Sur (que poseía los tres tesoros sagrados, lo que legitimiza al emperador), lo que evidentemente produjo una guerra civil (la de la batalla de Dan no Ura y El Cantar de Heike) y, bueno, la llegada de una figura como la de Nobunaga.

Durante la era Muromachi se dieron asimismo una proliferación del comercio y de la agricultura, el teatro no y del budismo zen.

Al final de La princesa Mononoke, los humanos asesinan al dios del bosque o shishigami, arrasándolo y generando una ola de destrucción que puede rememorarnos a un tsunami. Al final, tras recuperar la cabeza, Ashitaka, San y Eboshi tienen un atisbo de esperanza para empezar de nuevo un mundo mejor; similar a cómo Muromachi supuso el final de la Edad Media japonesa y la llegada del Japón moderno. Pero con ese toque optimista del Studio Ghibli.

Para saber más…

Guarné, Blai (varios autores, 2018): Antropología de Japón. Identidad, discurso y representación. Edicions Bellaterra.

Montero Plata, Laura (2017): Biblioteca Studio Ghibli: La princesa Mononoke. Héroes de Papel.

Ono, Sokyo (2014): Sintoísmo: La vía de los kami. Satori Ediciones.

Seco Serra, Irene (2010): Historia breve de Japón. Sílex Ediciones.

La princesa Mononoke. Studio Ghibli

Son: The Guest, un equilibrado relato sobre la soledad disfrazado de thriller sobrenatural

Los surcoreanos son especialmente buenos produciendo series de fácil consumo (unas mejores que otras) y son especialmente buenos con el género del thriller tanto en el cine como en la televisión. Si juntamos ambas, nos sale un producto tan redondo como Son: The Guest (손: The Guest), una serie de 16 episodios estrenada en 2018 en la cadena OCN y que acumuló bastante éxito tanto de crítica como de público.

La historia arranca hace unos años en una localidad costera de Corea del Sur, donde un niño descendiente de una familia de chamanes comienza a tener visiones sobre un ente que proviene del mar y que es capaz de poseer a varias personas, haciendo que éstas cometan actos crueles y asesinatos. Tras un fatídico evento que unirá su destino al de los otros dos protagonistas, el joven crece y en la actualidad trabaja como taxista en Seúl, donde comienzan a ocurrir otra serie de misteriosos crímenes.

No queremos contar nada más de The Guest al tratarse de una serie que no deja de sorprender (aunque algunos casos son más predecibles que otros), hasta concluir en un final sobrecogedor e inevitable que pondrá a prueba el vínculo desarrollado por los tres protagonistas.

Es la relación entre ellos, interpretados bastante bien por Kim Dong Wook (Yoon Hwa Pyoung), Kim Jae Wook (Choi Yoon, el cura) y Jung Eun Chae (Kang Kil Young, la detective) sobre la que gira la trama, por encima de los asesinatos y posesiones.

The Guest. OCN.

Así, para que ésta funcione, aparte de las solventes interpretaciones, se tiene que dar una muy buena química entre todos ellos, cosa que ocurre. Los vínculos van evolucionando de forma creíble y, como ya hemos dicho, desembocan en un clímax estremecedor y emocionante (lo cual no funcionaría si dichas relaciones no se desarrollasen correctamente a lo largo de la serie).

No solo los protagonistas, sino también los personajes secundarios suelen calar hondo, especialmente en el caso del abuelo de Hwa Pyoung (Jun Moo Song) y su tierna relación. A la postre, cada uno de ellos tienen vínculos externos que nos implican más en el argumento, en sus vidas y en sus motivaciones, tornándolos más cercanos y realistas.

Quizás una de las pocas objeciones se puede achacar a alguna interpretación sobreactuada entre los poseídos, lo que sumado a un efecto de voces superpuestas ocasionalmente exagerada y efectista hace que de más vergüenza que miedo; sin llegar a entrar nunca en el terreno de la comedia, pues el drama que rodea a los personajes y el hecho de que empaticemos tanto con ellos lo impide.

Además del desarrollo de los personajes principales y de los secundarios, The Guest acierta asimismo en una banda sonora, compuesta por Kim Tae-seong, que logra que el espectador se encuentre al borde de las lágrimas en más de una ocasión, caso especial del tema recurrente «Somewhere»; así como logra la tensión necesaria para ciertos momentos clave.

The Guest. OCN.

La dirección, principalmente de Kim Hong-seon, resulta asimismo bastante solvente en los momentos tensos y dramáticos (su punto más fuerte), si bien en las escenas de acción o con mucho movimiento (algunas persecuciones a pie y sobre todo en escenarios nocturnos) pueden llegar a parecer algo confusas.

El guión, escrito por Kwon So-ra y Seo Jae-won, consigue, aparte de meternos de lleno en las vidas de Hwa Pyoung, Choi Yoon y Kil Young, sus miedos y aspiraciones, que nos preocupemos por las víctimas de los distintos casos que se van sucediendo; eso sí, alguno bastante irregular en comparación con los demás. No se puede evitar tampoco la presencia de algún elemento muy «de telenovela», como una villana «en la sombra» que es malísima y que no para de demostrarlo con actos y gestos.

En definitiva, The Guest es una serie de 16 episodios que se pasa volando y que hace que nos encariñemos sobremanera con sus tres protagonistas y también con alguno de sus secundarios. Con un ritmo acertado, una conclusión emotiva, una banda sonora que sabe acompañar a las distintas situaciones y un reparto que desprende química, es un k-drama que gustará fácilmente tanto a los seguidores de este tipo de productos llegados de Corea del Sur como a aquél que simplemente quiere disfrutar (y sufrir, en el buen sentido) con un producto de calidad.

Mulan (2020), el remake más alejado del original de Disney resulta en un interesante híbrido

Mulan es probablemente una de las heroínas más «originales» de Disney, teniendo en cuenta las limitaciones propias de la compañía: china, no está emparentada con la realeza (pese a que posteriormente la han metido en el marketing de «princesas») y precursora del feminismo en la factoría, antes de que surgieran Mérida (Indomable) o Elsa (Frozen). Hablamos, claro, de la Mulan de la cinta animada de 1998.

Teniendo en cuenta lo bien que le han estado saliendo en cifras a los de la Factoría del Ratón los remakes en acción real de sus clásicos animados, era cuestión de tiempo que le dieran luz verde a la nueva adaptación de Mulan; pero teniendo en cuenta los tiempos que corren y la llegada de nuevas generaciones, era preciso realizar varios cambios. 

Uno de ellos recaía en profundizar la mirada sobre China, ya que la producción animada no solo se alejaba notoriamente del relato original (que se cree es de entre los siglos V y VI), sino que pecaba de superficial en varias cuestiones propias de la cultura y creencias de allí, como la veneración a los antepasados o la resolución con la figura del emperador.

Por ello, desde etapas iniciales de producción se anunció que se eliminaría la figura de Mushu (que básicamente convertía en todo lo relacionado con los antepasados en un chiste) y los números musicales para otorgarle mayor «realismo». Ésto último no tengo claro que haya quedado bien reflejado en este remake, pero que querían homenajear además al género wuxia (del que forman parte, por ejemplo, cintas como Tigre y Dragón, La casa de las dagas voladoras o La novia del cabello blanco) estaba claro.

Mulan (2020). Disney.

El otro cambio venía a caer en el mismo mensaje feminista, que, a pesar de que sigue funcionando bastante bien a nivel general, empezaba a chirriar en algunos aspectos dentro de la nueva ola (como el hecho de que pueda confundirse que Mulan es bien recibida al final en el hogar porque trae con ella a un maromo bien posicionado socialmente o la escena, con fines humorísticos, de los soldados disfrazándose de mujeres para infiltrarse en el palacio).

Sea como sea, se contó con la profesionalidad de Niki Caro (quien ya trató temas relacionados con el feminismo en Whale Rider) y con guión de Rick Jaffa, Amanda Silver, Elizabeth Martin y Lauren Hynek para sacar adelante la nueva adaptación. Entre el reparto, destaca la figura de Liu Yifei para interpretar a Hua Mulan, lo cual termina haciendo con bastante soltura tanto en las escenas donde se hace pasar por soldado como cuando ya se descubre su verdadera identidad.

La leyenda de Hua Mulan cuenta cómo una joven se fuga de casa para alistarse en el ejército imperial y salvar así a su anciano padre (quien no tiene hijos varones). Debido a su valor y grandes logros en la batalla, el emperador de China le ofrece ocupar un alto cargo, pero Mulan pide solo poder volver a casa.

La película narra todo ello de forma bastante fidedigna (en líneas muy generales) e incluso añade algunos guiños a la recopilación de poemas de esta leyenda más famosa (del siglo XI), como cuando Mulan cuenta que ha estado persiguiendo a una pareja de liebres (macho y hembra) y que no era capaz de diferenciarlas (que así es como finaliza el escrito).

Mulan (2020). Disney.

También parece haber querido retratar la forma de vida (hasta cierto punto) de la China de antaño, con esas construcciones en forma de corral que nos traerán a la mente producciones chinas como Big Fish and Begonia; así como los espectaculares paisajes y vestimentas (obra de la diseñadora Bina Daigeler).

Sin embargo, el mensaje feminista es aquí transformado al de la mujer que debe ocultar su talento solo por su sexo, lo que la aleja de la animada y que introduce elementos cuestionables como el «chi», reflejado aquí de forma similar a la Fuerza de Star Wars (que sí, está inspirado en el chi, al igual que multitud de manga shônen… pero es que al parecer eso no es exactamente el chi).

Otros cambios sustanciales han sido la introducción de nuevos personajes, como la «bruja» interpretada por Gong Li y que sirve como contrapunto a Mulan, pero que al final está bastante desaprovechada; o la modificación de otros como la del general Shang por Honghui (un carismático Yoson An), quien de forma similar a Rey en Los últimos jedi ya no procede de ningún linaje y es un completo igual a la protagonista.

El que sí sigue saliendo igual de perjudicado es el villano, en esta ocasión Böri Khan (Jason Scott Lee), un personaje totalmente estereotipado y predecible, que serviría de contrapunto (negativo, claro está) en su vínculo con la «bruja» al que va estableciendo Mulan con sus colegas del ejército.

Mulan (2020). Disney.

Al final, esta mezcla de elementos de China pero en una superproducción de Hollywood ha dado como resultado un híbrido interesante, pero algo extraño (la escena de Mulan desmelenándose cuando los hombres también tenían largas cabelleras, chinos en China hablando en inglés…) y errático (quizás por eso no triunfa entre el público chino), sobre todo en cuanto a ritmo y narrativa, que termina cayendo en un tercer acto en el que se percibe un bajón importante. También en los efectos especiales.

Aún así, el remake en acción real de la Mulan de Disney está lejos de ser una mala película y es probablemente y junto a El libro de la selva la mejor de las nuevas adaptaciones realizadas por la Casa del Ratón (al menos no es una repetición plano por plano). Los escenarios, vestuario, banda sonora (de Harry Gregson-Williams) y las interpretaciones de parte de su reparto (destacamos las escenas de Mulan en el ejército; el tono intimista le sienta mucho mejor que la acción, a la que por cierto le falta epicidad) hacen que al menos vista y oídos se deleiten.

P.D.: Aclaramos que no somos expertos en la historia y cultura china, por lo que es perfectamente posible que la hayan «pifiado» con los vestuarios o la estructura del edificio que hemos mencionado, aunque nos haya parecido todo muy bonito a la vista.

Final Fantasy XVI es anunciado en exclusiva para PlayStation 5

El evento dedicado al anuncio oficial de la PlayStation 5, que saldrá a la venta el 12 de noviembre por 499€ (con lector de disco) y 399€ (sin lector), ha arrancado con el primer avance de Final Fantasy XVI, uno de los títulos más esperados por los seguidores de la franquicia de Square Enix.

De momento solo se sabe que su productor es Naoki Yoshida (director de Final Fantasy XIV), quien así lo ha comunicado a través del Twitter oficial; mientras que de la dirección se encarga Hiroshi Takai (The Last Remnant). No se ha anunciado aún director ni demás miembros del equipo de desarrollo, pertenecientes a la Creative Business Unit III dentro de la empresa (que recordamos se trae también entre manos la continuación de Final Fantasy VII: Remake, un nuevo título de Kingdom Hearts y el misterioso Project Athia).

Por lo poco que se puede intuir de la historia en el tráiler, ésta se situará en un mundo fantástico de inspiración medieval donde un niño de procedencia noble (al parecer, descendiente de un duque) llamado Joshua es el protegido del narrador y aparente protagonista, un joven moreno cuyo nombre desconocemos.

Por el avance también vemos a los que parecen ser padres de Joshua (¿y el asesinato de uno de ellos?), a una mujer de aspecto algo amenazante y a una especie de orden de caballeros con la cara tatuada, siendo uno de ellos el aparente antagonista (si no es el mismo Joshua o alguien relacionado con éste).

Las invocaciones cobran especial protagonismo, con Shiva, Ifrit y Fénix apareciendo de forma destacada. Incluso se da a entender que Joshua se convertiría en Fénix o en Ifrit, apareciendo asimismo ambos en el logo del título. Esto nos lleva a pensar que quizás en esta ocasión los mismos personajes se transformen en las invocaciones.

El título del tráiler, «Awakening» («Despertar») podría señalarnos hacia esa dirección, la de los personajes despertando a su invocación interior. Además, y todo esto son puras hipótesis, si Joshua (y el muchacho más crecido con la cara tatuada) fuese Ifrit, su escudero ducal sería Fénix, dando la idea de que, al contrario que el primero, éste no envejece. También están por ahí Shiva y la niña amiga de Joshua (que podrían ser la misma en base a los diseños y al detalle de la cruz/forma de copo de nieve del colgante), así como la misteriosa mujer que discute con varios hombres, entre ellos quien parece el padre de Joshua.

Otra posibilidad (más probable) es que Joshua en realidad se transforme en Fénix y que su protector sea la misma persona que el hombre de cara tatuada en el pasado (cuando los eventos fatídicos sucedieron). En las escenas de batalla vemos que el protagonista de joven tendría poderes de Fénix (aparece un ala en su brazo) y, de mayor (si es que es el mismo), los de Titán (la otra invocación que aparece al inicio del avance luchando contra Shiva); por lo que se da a entender que los personajes que se transforman en invocaciones (en el tráiler hablan de «dominantes») pueden prestar en parte sus poderes a terceros.

La historia parece que será algo oscura y con ciertos grados de crudeza (se aprecia sangre en varios momentos del tráiler, que ya es más que la que aparece en todo Final Fantasy VII: Remake), en lo que podría recordarnos (en este aspecto) a Final Fantasy Type 0.

Otros detalles que se sustraen del tráiler en japonés, que han sido traducidos al inglés en Twitter por Audrey, son los siguientes:

  • Las marcas en las caras de los soldados que aparecen al principio les impiden desobedecer órdenes.
  • Los cristales protegen a la gente.
  • Hubo una gran guerra anterior.
  • O bien no había otra invocación de fuego aparte de Fénix, o no pueden existir dos invocaciones de fuego al mismo tiempo.
  • El protagonista o el caballero rubio (cuyo aspecto es similar al caballero, también con la cara tatuada, del inicio) podrían ser el hermano mayor de Joshua.

Además, chocobos, peleas contra bestias como los molbol (en un sistema de batalla de un solo jugador que parece orientado, en principio, a la acción, similar al de Final Fantasy XV),trabajos como el dragontino o cristales son otros de los aspectos clásicos de Final Fantasy que ya hacen aquí acto de presencia.

Lo que está claro es que queda bastante para que este juego tome su forma final, ya que lo mostrado así lo avisa. Sin fecha de salida en el horizonte (2021 sería extremadamente optimista), al menos podemos contar con que Final Fantasy XVI es una realidad.

Final Fantasy XVI Announced for PlayStation 5 and PC - Siliconera

La espada del inmortal (2019), cuando adaptar una obra maestra en 24 episodios es imposible

La espada del inmortal (無限の住人, Mugen no Juunin: Immortal) es considerada la obra magna de Hiroaki Samura, publicada entre 1993 y 2012 y recopilada en 30 hermosos (en serio, su arte es espectacular) tomos, que actualmente está relanzando Planeta en una bonita edición que los recopila en 15. Debido a que la obra tardó bastante tiempo en finalizar, ya tuvo una primera adaptación a anime por parte del estudio Be Train, donde se mostraban los primeros arcos argumentales. Takashi Miike también lo intentó dirigiendo una película muy gamberra en 2017.

No ha sido hasta el año 2019 que Lidenfilms y Amazon Prime han decidido traer de vuelta este título para adaptarlo íntegramente en 24 episodios que se ha encargado de dirigir Hiroshi Hamasaki (todo un veterano en la industria y que ha estado detrás de trabajos como Paranoia Agent -sí, la de Satoshi Kon-, Steins; Gate o Shigurui). El propio Samura ha estado involucrado en los diseños de los personajes.

Con estos alicientes, esta vez se veía venir una adaptación en condiciones; pero lo de reunir los 30 tomos en 24 episodios (probablemente por falta de presupuesto) ha resultado fatal.

El argumento nos sitúa en el Japón de finales de la era Edo. Rin Asano (voz en japonés de Ayane Sakura) es una joven que busca vengar el cruel asesinato de sus padres a manos de una escuela conocida como Ittô-ryû dos años atrás. Para ello decide contar con la ayuda de un guardaespaldas y, siguiendo los consejos de una misteriosa anciana, da con el «asesino de 100 hombres», el guerrero inmortal Manji (Kenjirou Tsuda).

La espada del inmortal (2019). LIDENFILMS.

Sensibilidad y melancolía atrapadas por una narrativa confusa

No quiero pecar de catastrofista, pues esta adaptación en anime de La espada del inmortal posee grandes virtudes, pero lamentablemente quedan opacadas por una narrativa errática y confusa, que sitúa a personajes aquí y allá, introduce a nuevos sin saber de dónde salen (o peor, dónde terminan); ni se llegan a comprender las motivaciones de algunos miembros del amplio plantel, algo particularmente doloroso en los casos de los «villanos» Makie (Houko Kawashima) y Anotsu (Nozomu Sasaki).

Y es que la construcción de la psique de los personajes que pululan por La espada del inmortal es uno de los puntos fuertes de la obra original, con finas líneas entre el bien y el mal, el pragmatismo y la espiritualidad, la tradición y la modernidad. Anotsu es claro ejemplo de esto y en este anime se percibe ya en lo poco que (lamentablemente) aparece.

De su historia con Makie poco se puede decir, salvo que queda amputada y herida de muerte; simplemente apenas se entiende. Adiós a la «maldición» de la guerrera más fuerte de toda la obra, de la que al menos ha quedado su melancolía.

Aún así, La espada del inmortal 2019 sí ha sabido reflejar, aún con sus limitaciones, grandes momentos como el rescate de Manji e Isaku por parte de Rin y Doa, el último enfrentamiento contra Shira (el villano más paródico de la serie) o un capítulo final que, si bien cae en la citada narrativa sobrecargada de acontecimientos, logra capturar holgadamente esa sensación de pérdida, de sensibilidad poética hallada en la violencia y del inexorable paso del tiempo.

La espada del inmortal (2019). LIDENFILMS.

También han conseguido con este trabajo aprovechar al máximo ciertas circunstancias de la trama para intentar con estilos más experimentales dentro de la animación, lo que no ha derivado en un mal resultado. La espada del inmortal no es una obra «al uso» (es un seinen bastante gore y con un estilo de dibujo hermoso, pero lejos de los vistos en los manga más comerciales) y creemos que en esta ocasión han sabido reflejar esa «rareza» sin caer en el gore zafio o en las cintas de serie B.

No podemos finalizar esta crítica sin mencionar la mayor virtud de esta última adaptación, que es la banda sonora compuesta por Eiko Ishibashi y Youji Shimizu, la cual se conforma de temas básicamente instrumentales y que bajo el sonido del shamisen nos traslada a ese Japón de antaño, donde guerreros morían por honor (o debido a él). Es gracias a estos temas que algunos de los momentos se confieren de una gran sensibilidad y melancolía.

En definitiva, la de 2019 tampoco ha sido LA adaptación de La espada del inmortal, pero es sin duda la que más se ha acercado al espíritu y esencia de la obra de Samura, aún a pesar de las limitaciones de tiempo, espacio y presupuestarias. Uno no puede evitar sentir cierta añoranza por una época y un lugar que, al contrario que Manji, no hemos vivido.

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Japoneando Anime: Dororo (2019)

Dororo (どろろ) es uno de los títulos con mayor reconocimiento del conocido como «dios del manga» Osamu Tezuka, si bien es uno de los más cortos y con un abrupto final. Tras pasar por varias adaptaciones de anime, videojuegos e incluso una película de acción real, el estudio Mappa llevó a cabo la última versión de Dororo (con permiso del manga de Satoshi Shiki, aún en publicación), aportando una visión algo más realista y cruda dirigida por Kazuhiro Furuhashi, quien ya había estado al cargo del anime y OVAs de Rurouni Kenshin.

La historia (que a grandes rasgos ocurre en todas las adaptaciones) nos presenta a Hyakkimaru, un joven que ha crecido sin extremidades, piel, vista, oídos o habla debido a que su padre, un daimio (大名, señor feudal) hizo un pacto con los demonios justo antes de su nacimiento, según el cual entregaría a su primogénito a cambio de prosperidad y riquezas para sus tierras. Hyakkimaru por suerte sobrevive y es criado por Jukai, quien le construye prótesis. Al alcanzar 16 años, se embarca en un viaje para derrotar a los demonios y recuperar así su cuerpo, conociendo a un niño llamado Dororo.

Dororo. Estudios MAPPA y Tezuka Productions.

Ayakashi, oni y otros demonios

Hace poco hablamos de los yôkai (妖怪), criaturas del folclore japonés que observan y en muchos casos imitan a los humanos, no siempre con carácter maligno. Hay yôkai de prácticamente todo tipo, incluso en objetos inanimados o en elementos de la naturaleza.

Dentro de los yôkai podemos encontrar especies como los ayakashi (アヤカシ), que suele hacer referencia a espíritus que habitan en el agua o que provienen de la otra orilla. En anime como Dororo o Noragami, el término ayakashi es generalmente utilizado para referirse a seres vinculados con el Más Allá, provenientes de la Orilla Lejana. En estos casos están más asociados a la corrupción del espíritu.

Otro conjunto de seres relacionados con los yôkai son los oni (鬼), que hacen mayor referencia a los demonios, ogros o diablos como tal. Los oni poseen por lo tanto un carácter algo más hostil hacia el ser humano y su forma es generalmente antropomorfa. Un anime reciente y popular que se apoya bastante en el mito del oni es Darling in the FranXX.

Si bien en Dororo Hyakkimaru persigue y derrota a los demonios, traducido así en nuestra lengua, no es que sean exactamente oni, pues su forma puede variar de una especie de escorpión/araña gigante a unos tiburones. En algunos episodios, como el 19, el enemigo a batir sí es más claramente un oni.

El budismo en Japón

Dororo posee muchas características del folclore japonés y también de su historia, a pesar de los evidentes elementos fantásticos. Por ejemplo su esfuerzo por mostrar una cara del Japón histórico que no está basada en la idealización del samurai (más bien al contrario) ni es la demostración de grandes castillos y templos. El arroz, tan característico y asociado a las teorías de la japonesidad o nihonjinron (日本人論) es aquí mostrado casi como la última y desesperada apuesta de un pueblo empobrecido y apartado del camino y de los anales de la historia por su falta de glamour.

El budismo (仏教) es otro de los rasgos clave de Japón, concretamente de su sincretismo religioso (pues convive pacíficamente con otras religiones como la natural del país, el sintoísmo). Introducido desde Corea en el año 552 según el Nihon Shoki (日本書紀), el budismo pronto se fue conformando en varias escuelas como la de la Tierra Pura (Jodo-Shu) o sobre todo la Zen, que sirvió de puente entre sectas viejas y nuevas y que ha supuesto una enorme influencia en la sociedad y cultura niponas.

El zen (禅) sostiene básicamente que la iluminación o satori (悟り) se alcanza mediante la meditación o zazen (坐禅). Se basa en alcanzar la visión de la verdadera naturaleza de las cosas y en aplicarlo a nuestra vida diaria y especialmente para con los demás.

Evidentemente, el budismo y el zen son mucho más complejos (máxime en Japón, donde puede percibirse el zen en prácticamente todo); no obstante este anime de Dororo es una buena ventana a lo que sería el budismo zen, pues lo hallamos en obviedades como la estatua bodhisattva de Guan Yin a la que reza la madre de Hyakkimaru y que impide que los demonios consuman su plan de devorar al niño; o en la historia del escultor Okaka.

Pero el budismo zen se encuentra asimismo en las principales tramas de la serie: quiénes somos realmente (cómo Hyakkimaru o Biwamaru, ambos ciegos, son capaces de percibir la esencia de los seres a su alrededor) y en el dilema de sacrificar una vida individual por el bienestar común.

Al final la propia madre de Hyakkimary y Tahomaru se asemeja a la figura de Guan Yin que reza. Dororo de estudios de MAPPA y Tezuka Productions.

«Aniki» y otras formas de dirigirse a otros

A lo largo de la historia Dororo se dirige a Hyakkimaru con la palabra «aniki» (兄貴), ocasionalmente mal traducida como «hermano». Al menos en inglés usan el término «bro», que aunque tampoco esté bien, le otorga ese rasgo de argot de pandilla callejera que puede asemejarse ligeramente a los yakuza, que es la idea prevaleciente por la actitud de Dororo y el haber sido criada entre bandoleros.

Aniki sí es un honorífico japonés (como «san», «sama», «chan», etc.) para dirigirse a un hermano mayor o a alguien de rango superior, que actualmente está desfasado y es utilizado principalmente por miembros de la yakuza o mafia japonesa para dirigirse a un camarada.

De todos modos, hay que tener en consideración (seguro que los que ven anime en versión original se han percatado de esto) la costumbre cultural y social japonesa de dirigirse a otra persona por honoríficos vinculados a la familia como onee san (hermana), oji san (tío) u obaa san (abuela), dependiendo del rango de edad y sexo del receptor y del emisor (si éste última fuera un niño, sería común que usase por ejemplo onee chan).

Así, que un niño u otra persona que no esté relacionado contigo se dirija a ti como «tío/a» (si estás alrededor de la treintena) no es de extrañar ni tampoco una rareza. Tampoco significa que te incluya dentro de su familia.

Esta costumbre puede pensarse como una derivación lógica de la división social que se tenía antiguamente en Japón basada en el ie (家, literalmente hogar), donde se arremolinaban en un sistema heteropatriarcal los abuelos, sus hijos, las esposas de éstos y toda su prole. El primer vástago terminaría ocupando el lugar del padre tras haberlo cuidado hasta su muerte, y así sucesivamente.

Dororo se dirige desde el principio a Hyakkimaru como «aniki». Dororo de estudios MAPPA y Tezuka Productions.

Por lo tanto, que Dororo se dirija a Hyakkimaru como «aniki» nos habla de su crianza, de su personalidad y también, por supuesto, de cómo percibe a Hyakkimaru como un camarada (es curioso que no lo llame por ejemplo «onii chan«, que es lo que suele escucharse en otros anime); más que de un vínculo sanguíneo o simbólico.

En conclusión…

Como ya hemos comentado con anterioridad, a nosotros Dororo nos ha gustado mucho, a pesar de sus evidentes defectos (esos altibajos en la animación…). Sobre todo por sus personajes, su vínculo y por lo «japonés» que es, por brindarnos una visión del Japón antiguo que no se limita a samuráis, castillos y arrozales (si bien están presentes), de forma similar a lo que hace Hayao Miyazaki en La princesa Mononoke.

De hecho, nos hemos tenido que dejar cosas como los biwa hôshi (琵琶法師), que es a lo que se dedica Biwamaru; el denominado «problema de Astro Boy« que arrastran las obras de Tezuka (incluida Dororo); el período Sengoku en el que se ambienta; o la profunda jerarquía dentro de los sistemas feudales y que se vislumbra en el hogar de Tahomaru; por problemas de espacio.

Para saber más…

Toiyama, Sekien (2014): Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni.

Suzuki, Daisetz T. (2020): El zen y la cultura japonesa. Satori Ediciones.

Landeras, Javier (2014): Cómo hacen los japoneses: Un enfoque cultural para negociar con Japón. Satori Ediciones.

Portada de la edición blu-ray. MAPPA y Tezuka Productions.

Japoneando Anime: InuYasha

Rumiko Takahashi es una de las autoras de manga con mayor reconocimiento a nivel mundial, no sin mérito, pues suyas son Urusei Yatsura (más conocida en estos lares como Lamu), Ranma 1/2 y la que nos toca, InuYasha, entre otros como la reciente Mao.

InuYasha (título completo Sengoku Otogizōshi InuYasha, 戦国御伽草子 犬夜叉) se sitúa en un Japón imaginario del Período Sengoku (1467-1603), donde habitan multitud de seres propios del folclore japonés llamados yôkai. Sin embargo, la protagonista, Kagome Higurashi (voz original de Satsuki Yukino), procede del Japón actual, desde donde se ve arrastrada accidentalmente por un túnel que comunica su hogar (vive en un templo sintoísta) con el de la Era Sengoku. Allí se encuentra con un hanyô (medio yôkai) conocido como Inuyasha (Kappei Yamaguchi).

Los yôkai, monstruos del folclore japonés

Como se puede imaginar, siendo el mismo protagonista masculino un medio yôkai, el mundo de InuYasha está repleto de estos seres.

Yôkai inugami según el «Hyakkai Zukan» (Sawaki Suuchi)

Los yôkai (妖怪) son seres sobrenaturales, como espíritus, monstruos o demonios, que forman parte intrínseca del folclore japonés y que proceden de la tradición animista del sintoísmo (la religión natural de Japón, 神道). Pueden adoptar prácticamente cualquier tipo de forma y algunos, como los kappa (河童) poseen rasgos humanos mezclados con animales; pero pueden llegar a habitar incluso en objetos inanimados.

Los yôkai son generalmente más poderosos que los humanos y por ello arrogantes; sin embargo algunos tienden a imitar su estilo de vida y por ello se transforman en personas, se disfrazan o similares.

Hay diversos tipos de yôkai y se considera que entre ellos se encuentran los mononoke (espíritus vengativos o que poseen, 物の怪) o ayakashi (あやかし), entre otros. No siempre tienen carácter maligno o díscolo, sino que la mayoría de las veces se mantienen neutros e incluso pueden llegar a traer buena fortuna.

En InuYasha abundan los yôkai de todo tipo, desde el propio protagonista hasta su hermano, el yôkai completo y popular Sesshômaru (Ken Narita); ambos siendo del clan de los demonios-perro (犬妖怪) y por ello de carácter obstinado y muy poderosos.

Sesshômaru en su verdadera forma frente a Inuyasha y Kagome. InuYasha. Sunrise Studio.

Inugami e inumochi

Dentro de los yôkai encontramos la figura mitológica del inugami (犬神), un espíritu de origen animal (normalmente canino) que es invocado por una persona usando cierto tipo de magia negra o Kojyutsu (蠱術), prohibida desde el Período Heian (794-1185), para llevar a cabo una venganza.

En ocasiones, si el inugami es macho y es alimentado por una mujer, ésta pasa a convertirse en su inumochi o inugami-mochi (literalmente, el que posee un inugami, 犬神持ち), la cual tiene cierto control sobre el espíritu canino y éste en cambio la protege ferozmente. Si el poder del inugami llega a descontrolarse, las inumochi tendrán que llevar a cabo un exorcismo, ya que pueden llegar a asesinar a los novios o parejas potenciales de éstas por celos.

Tanto las parejas formadas por Inuyasha y Kagome (o Kikyô) como la de Sesshômaru y Rin tienen estos rasgos del inugami y la inumochi.

Por otro lado, el inugami-mochi también puede ser interpretado (más frecuentemente) como el invocador del inugami y por lo tanto quien quiere llevar a cabo la venganza. Ambas figuras como tal están presentes por ejemplo en otro manga/anime, Noragami.

Rin se encuentra a un Sesshômaru malherido y lo alimenta. InuYasha. Sunrise Studio.

El género isekai

InuYasha entra dentro de un subgénero muy popular y representado dentro del manga y del anime (así como de las novelas ligeras), el isekai (異世界).

Éste a su vez puede verse dividido en otros dos subgéneros: isekai ten’i (異世界転移), que hace referencia a cuando el personaje se ve trasladado a un mundo distinto al suyo; o  isekai tensei (異世界転生), que es cuando se reencarna en otra dimensión. 

InuYasha juega en parte con estos dos conceptos, ya que Kagome es principalmente una estudiante de instituto en el Japón actual; pero a su vez se trata de la reencarnación de Kikyô.

Es habitual que en los isekai el personaje transportado/reencarnado sea una especie de «inadaptado» en su mundo real/vida actual, resultando que en verdad es alguien con habilidades por encima de la media (o una especie de «elegido») en la realidad alternativa, transmitiendo con ello una sensación de empatía y optimismo al espectador o lector. No es ciertamente el caso de Kagome; pero sí por ejemplo el de Subaru en la franquicia Re: Zero, Mikasa en Fushigi Yûgi o el de Naofumi en Tate no Yūsha no Nariagari, por mencionar unos pocos ejemplos.

Kagome se ve trasladada al Período Sengoku, donde convive con el típico uniforme colegial del Japón contemporáneo. InuYasha. Sunrise Studio.

Período Sengoku (1467-1603)

El período en el que transcurre InuYasha, conocido como Sengoku, es uno de los más convulsos de la historia de Japón, inundado por guerras civiles, enfrentamientos entre clanes e inestabilidad política.

Si bien el mayor líder en Japón era oficialmente el emperador, ya se encontraba instaurado el shôgunato (liderazgo militar, 幕府), cuyo puesto era heredado dentro de ciertos linajes poderosos de señores feudales o daimiô (大名).

Las peleas por el poder dentro de estos clanes era lo que a menudo originaba varias confrontaciones. De hecho, se estima que el Período Sengoku dio inicio con la Guerra Onin (1467-1477), la cual dejó prácticamente destruida la ciudad de Kioto.

Entre los clanes más poderosos que se disputaban el puesto del shôgun estaban los Oda, los Takeda o los Mori. En InuYasha aparece por ejemplo el personaje de Kuranosuke Takeda.

El Período Sengoku es de los más beligerantes de la historia japonesa.

Para saber más…

Pérez Riobó, Andrés y Chida, Chiyo (2014): Yôkai. Monstruos y fantasmas en Japón. Satori Ediciones.

Toiyama, Sekien (2014): Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni.

Seco Serra, Irene (2010): Historia breve de Japón. Sílex Ediciones.

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Final Fantasy VII y la retórica sobre el pasado

Los JRPG (Japanese Rol Playing Game) han puesto siempre el foco sobre los personajes; o el personaje aunque sea. Es esencial para que el jugador pueda sumergirse en esos mundos fantásticos, que la mayor parte de las veces abordan problemas y temáticas universales (aunque, siendo japoneses, la entrada a la madurez y el camino del héroe les gana a todas por goleada); para que podamos empatizar y sobre todo dejarnos llevar por las emociones, otros de los pilares del género.

Final Fantasy VII no es ajeno a este contexto; de hecho es uno de sus aspectos más recordados: sus personajes son generalmente queridos en todo el mundo y nombres como Cloud, Aeris, Tifa o Sefirot nunca se han desvanecido.

En este foco sobre el personaje cobra un especial significado su evolución y, por ende, su pasado; aunque no todos pueden presumir de tener uno lo suficientemente desarrollado.

Cloud Strife y Tifa Lockhart, la amiga de la infancia como puerta al pasado

El caso principal en Final Fantasy VII lo hallamos, como es evidente, en su protagonista, Cloud Strife, cuyo pasado es de hecho uno de los puntos culminantes del juego y esencia de su desarrollo como personaje. Avisamos de que a partir de aquí habrá SPOILERS de Final Fantasy VII.

El original y el Remake ya dejan claro desde el inicio que Tifa conoce a Cloud y (al menos parte de) su pasado, lo que será esencial para más adelante. Final Fantasy VII: Remake. Square Enix.

Cloud se pasa más de medio juego con los recuerdos de otra persona, cuya identidad no descubrimos hasta ese momento culminante en el que la deconstrucción de Cloud como héroe termina de tomar forma.

Así, resulta que Cloud no había recorrido el camino de Zack (un héroe mucho más al uso) durante los acontecimientos ocurridos en Nibelheim hace cinco años (los cuales supusieron, entre otros, el asesinato de su madre y la destrucción de su hogar); ni tampoco había logrado ser un Soldado de Primera Clase como aquél, solo uno raso. Sus aspiraciones se habían visto así culminadas en fracaso.

Quien ayuda principalmente a Cloud a salir de todo este embrollo es Tifa Lockhart, la cual fue creada en parte con este propósito, al menos originalmente. Por eso la hicieron la amiga de la infancia de Cloud, su puente con ese pasado perdido.

En una de las mejores escenas del videojuego (la favorita de su director y ahora productor del Remake, Yoshinori Kitase, según una Ultimania), Cloud y Tifa caen en la Corriente Vital, lo que les lleva a un mundo onírico donde se mezclan presente y pasado, realidad y ensueño. Es en este punto cuando vemos finalmente al verdadero Cloud, el cual se vislumbraba en destellos o detalles durante momentos anteriores: un joven tímido, introvertido, avergonzado. Como decíamos, la deconstrucción del héroe.

Cloud y Tifa en la Corriente Vital. Final Fantasy VII. Squaresoft (ahora Square Enix).

Esta revelación no supuso solo una sorpresa para el jugador promedio durante la época (Final Fantasy VII salió al mercado en 1997), sino un punto de inflexión en el desarrollo de uno de los protagonistas más icónicos que ha dado el JRPG.

Casos no tan positivos de retórica del pasado en Final Fantasy VII: Aeris Gainsborough y Sefirot

¿Y qué pasa aquí con Tifa? Pues que su pasado existe solo en cuanto está unido al de Cloud, y ya. Sabemos que su madre falleció, pero no lo visualizamos (solo las consecuencias que esto tuvo principalmente para el protagonista); y que entrenó artes marciales con un maestro llamado Zangan (lo cual tampoco vemos).

Final Fantasy VII: Remake ha empezado a dar solución en parte a esto, dándole a Tifa rasgos o preocupaciones que van más allá del personaje de Cloud, como es su vínculo con los otros miembros de Avalancha o su preocupación sobre si el fin justifica los medios. Incluso vemos el diseño de Zangan en el libro de arte, si bien no aparece en esta primera entrega del proyecto (que todavía no aborda la crisis existencial y del pasado de Cloud).

Hay casos aún peores que el de Tifa, por el peso que por sí mismos estos personajes tienen en la trama (más allá de Cloud), Aeris y Sefirot.

Del caso del último y las oportunidades desaprovechadas ya hemos hablado en otra entrada. Entendemos que probablemente otorgarle un pasado definido a Sefirot le arrancaría esa aura amenazante y misteriosa que tenía en el juego original (no así tanto en el Remake).

Sefirot en Final Fantasy VII: Remake. Square Enix.

Aeris ha sido asimismo misteriosa, pero no alcanzamos a entender por qué no se aborda su pasado en mayor profundidad, siendo además la heroína. En Final Fantasy VII, el pasado de Aeris se limita a un flashback y a un par de líneas aquí y allá sobre un primer amor y su vínculo con uno de los Turcos. Nada más.

Incluso se podría haber aprovechado este vínculo, de forma similar al de Cloud con Tifa, para adentrarnos en el pasado de Aeris. Un diálogo o escenas con Tseng sería suficiente para abrirle la puerta al espectador a la vida anterior de Aeris en Shinra o en los suburbios (ahora barriada) del Sector 5.

Es más, podrían aprovechar esta relación con Tseng en el Remake para sacar a colación a Zack, un personaje del que, por cuestiones narrativas, Cloud todavía no puede saber. Pero Tseng, al igual que Tifa, sí sabe de su existencia, y Aeris nunca lo ha olvidado. Teniendo en cuenta que este Soldado es ampliamente querido por el público y el final de la primera parte, no descartaría que se utilizara este recurso en un futuro para que podamos saber y ver más de él y, por ende, del pasado de Aeris.

En definitiva, Square Enix (antes Squaresoft) creó unos personajes emblemáticos con Final Fantasy VII, pero la retórica del pasado, tan importante en su desarrollo, no siempre ha sido la mejor, como en los casos de Cloud, Barret, Cid, Red XIII o, posteriormente, Zack en Crisis Core (donde por cierto tampoco es que averigüemos mucho de la florista más allá de su relación con éste último). No solo Tifa, Aeris o Sefirot; personajes como Yuffie (¡más Wutai!), Vincent (aunque al menos éste tiene Dirge of Cerberus, otra cosa es que guste más o menos) o por supuesto secundarios como los Turcos se ven asimismo aquejados de este hueco en blanco, muchas veces ocupado por la imaginación del jugador o por títulos que nunca ha salido de Japón (Before Crisis, EJEM). Esperemos que Final Fantasy VII: Remake aporte una solución, al menos parcial, a esto. Su primera parte ha ido por buen camino.

Tseng y Zack en Crisis Core. Square Enix.

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