Maquia, una historia de amor inmortal, hermoso empaquetado que aborda temas universales

Maquia, una historia de amor inmortal (Sayonara no Asa ni Yakusoku no Hana wo Kazarou) es la primera película de Mari Okada como directora, tras ser mucho más conocida en su faceta de guionista (que aquí también desarrolla), con títulos como Toradora!, Anohana o El himno del corazón. Para ser su primer título de estas características, cumple de forma más que solvente, pero lamentablemente vuelve a fallar (como ocurriera con El himno del corazón) en una segunda mitad que va decayendo con una ejecución abrupta y confusa, para retomar en una última escena apoteósica donde se saca a relucir toda  nuestra sensibilidad.

Maquia, una historia de amor inmortal narra la historia, ambientada en un mundo fantástico con retazos de la Edad Media europea, de los «iorph», una raza humanoide inmortal que vive apartada del resto de los pueblos y que se dedica a tejer las narraciones de los acontecimientos, de forma muy similar a lo que serían los quipus en los incas o a ciertos tapices. Maquia (Manaka Iwami) es una «iorph» huérfana que aprende a vivir con el sentimiento de soledad que le aporta el paso de los años sin envejecimiento, hasta que un día su vida se ve profundamente alterada por la irrupción de una especie de dragón legendario denominado «renato», que se la lleva de forma accidentada fuera de las fronteras de su pueblo natal. Allí se topa accidentalmente con un bebé humano, también recientemente huérfano, al que decide adoptar y bautizar como Ariel (Miyu Irino en su versión adulta).

Esta es la premisa de un título que aborda sustancialmente lo que significa el paso del tiempo, la familia (especialmente el vínculo maternal), la muerte y la soledad. Y lo hace con buen tino.

Maquia, una historia de amor inmortal. Selecta Visión.

Sin embargo, a pesar de lo interesante de su premisa, lamentablemente acaba resultando algo confusa por los saltos temporales «a trompicones» que se van dando en la segunda mitad. Sale especialmente dañado por ello el arco narrativo de Leilia (Ai Kayano), que empieza siendo muy prometedor y termina de forma abrupta y forzada. Personajes como Krim (Yûki Kaji) o Lang (Yoshimasa Hosoya) van y vienen sin saber muy bien porqué; y el reencuentro con determinada persona (a la que solo se ve durante dos minutos de metraje previamente) hacia el final ya resulta casi surrealista.

Sin embargo, la cinta ofrece momentos que calan especialmente hondo como un determinado fallecimiento en la primera mitad (que sirve de planteamiento base para el abordaje del paso del tiempo y la muerte) y, sobre todo, el final, que es casi lo mejor del guión y que definitivamente hace que se te salten las lágrimas.

Por ello, Maquia ofrece una visión muy interesante y poderosa (no exenta de polémica en Japón) sobre el significado de la maternidad, si lo que te convierte en madre es parir y el consecuente lazo de sangre o el criar y educar a tu hijo; así como la perspectiva cambiante (o no) de uno y otro a medida que pasa el tiempo.

Maquia, una historia de amor inmortal. Selecta Visión.

El otro apartado donde sobresale Maquia es en el técnico. Visualmente hablando es simplemente preciosa, con personajes diseñados por Akihiko Yoshida (Final Fantasy XII, Final Fantasy Tactics, NieR: Automata) y un mundo mágico medieval con muchísimo encanto y potencial. El vuelo del «renato» o la vida de los «iorph» mientras tejen están retratados con una animación exquisita, a la cual acompaña una banda sonora (compuesta por otro veterano en su campo como es Kenji Kawai) instrumental que rezuma sensibilidad y melancolía.

En definitiva, Maquia, una historia de amor inmortal sería un producto redondo de no ser por su atropellada y confusa segunda mitad, que se nota pega algo de bajón respecto a la primera. Eso sí, un apartado técnico exquisito, el abordaje a temas universales ciertamente complejos y un final que es imposible que no conmueva la llevan a muy buen puerto. Con razón guarda tan buenas puntuaciones en portales como RottenTomatoes y Metacritic, siendo, a pesar de todo, uno de los mejores títulos animados del año pasado.