Siete títulos de anime y manga de samuráis para ver y leer

Los samuráis (侍) son una de esas figuras provenientes del país del Sol Naciente que tan fascinantes y atractivas nos resultan desde la perspectiva occidental, mezcla de exotismo, dura disciplina, habilidades prodigiosas y cierta perdurabilidad y cercanía en el tiempo.

El anime y el manga no han sido ajenos a este atractivo, y son varios los títulos que han versado sobre el «bushidô» (武士道) o camino del guerrero, o que han tenido como protagonista a un samurái. Vamos a hacer nuestro listado de cuáles son nuestros preferidos y los motivos, tarea que no ha sido sencilla por la cantidad, calidad o simplemente lo adictivo de varios de ellos (sí, somos conscientes de Gintama).

Rurôni Kenshin (るろうに剣心)

El clásico por excelencia, al menos dentro de los títulos de manga y anime surgidos en la década de 1990. A partir del manga de mismo título creado por Nobuhiro Watsuki, la adaptación al anime de Rurôni Kenshin, llevada a cabo por los estudios Gallop y Deen nos cuenta las vivencias de un «ronin» o samurái vagabundo llamado Kenshin Himura tras encontrarse accidentalmente con la dueña del «dôjô» del estilo Kamiya, Kaoru.

Animación de calidad, personajes carismáticos, acción trepidante (Watsuki es un declarado fan de los cómics norteamericanos) y una banda sonora insuperable  (compuesta por Noriyuki Asakura) logran en conjunto una obra que ha quedado en el recuerdo de muchos de los que crecimos viéndola (en España con el título de El guerrero samurái y en América Latina con Samurai X).

Los OVAs de esta serie (sobre todo los primeros, Tsuiokuhen 追憶編) son además de una sensibilidad y apartado técnico exquisitos, de lo mejor que servidora ha visto en anime y en general en todo el ámbito de lo audiovisual.

Samurai Champloo (サムライチャンプル)

El nombre de Shinichiro Watanabe (Cowboy Bebop, Zenkyou No Terror) es sinónimo de calidad para cualquier seguidor de anime. Su segunda obra como director es la que nos ocupa, siguiendo la estela dorada dejada por su predecesora, el considerado ya clásico Cowboy Bebop. Al igual que ésta, Samurai Champloo se encarga de mezclar géneros tan dispares como la música hip-hop con el cine de samuráis «chanbara» (チャンバラ).

Animada por el estudio Manglobe, que lleva a cabo un trabajo excepcional durante los 26 episodios que la componen, la serie nos cuenta el fortuito encuentro entre la joven Fuu, que busca al samurái que huele como los girasoles, el impulsivo Mugen y el sensato Jin, generándose así una «road movie» con dinámicas muy curiosas, especialidad de Watanabe.

Samurai Deeper Kyo (サムライ ディーパー キョウ)

Volviendo al shônen puro y duro, en 1999 comenzó a publicarse esta obra de Akimine Kamijô, que pronto tendría su adaptación a anime al cargo otra vez del estudio Deen (que abarcaría únicamente una parte de la historia del manga).

La historia parte del vendedor de medicina Kiyoshiro Mibu, quien se encuentra con la cazarrecompensas Yuya Shiina, que desconoce que en realidad dentro del aparentemente inofensivo Kyoshiro vive el alma de Kyo «Ojos de ogro», un samurái famoso por haber matado a más de 1.000 rivales en una sola batalla. El resto de la narrativa se centra en la búsqueda del verdadero cuerpo de Kyo y, de forma muy similar a Rurôni Kenshin, mezcla fantasía y acción a raudales con acontecimientos y personajes históricos verídicos, esta vez ambientados en el período Sengoku (Kenshin lo hacía en el Meiji).

Peace Maker Kurogane (PEACE MAKER 鐵)

Peace Maker Kurogane, manga de Nanae Chrono que empezó a publicarse en 1999, podría tratarse (casi) perfectamente de un «spin off» de Rurôni Kenshin, ya que comparten episodios históricos y hasta personajes que fueron reales como Sanosuke Sanada, Hajime Saito o Souji Okita (retratados aquí de forma muy distinta).

El manga de Chrono tuvo una adaptación al anime por Gonzo Digimation que abarcaba la primera parte argumental y que, si bien se mantiene bastante fiel, ofrece una animación algo más regulera (el dibujo y expresividad de la mangaka simplemente nos parecen espectaculares). Se estrenó además una película, con el sobretítulo Yûmei, en cines japoneses el pasado noviembre.

La narrativa cuenta los últimos días del Shinsengumi (新選組), una especie de cuerpo de policía samurái durante el período final del shogunato en Japón, a través de la llegada de su nuevo miembro, Tetsunosuke Ichimaru, a medida que va topándose con personajes históricos reconocidos en el país nipón como Hijikata Toshizô o los citados Okita y Saito.

La espada del inmortal (無限の住人)

Manga de Hiroaki Samura que se publicó entre los años 1993  y 2012, cuenta con una adaptación al anime de 13 episodios desarrollada por Production I.G. y con una película de imagen real dirigida por Takashi Miike que puede verse en Netflix.

La historia, ambientada esta vez en la era Edo, cuenta las desdichas (porque esta obra está repleta de ellas) de la joven Rin Asano, que busca vengar el asesinato de sus padres. Por suerte para ella, se topa con el samurái Manji, en realidad inmortal debido al hechizo de una monja/bruja, sin importar la cantidad de heridas que reciba. Para librarse de esta «maldición», Manji debe asesinar a otros mil hombres malvados.

Este título es de corte más maduro que los anteriores (salvando quizás los OVAs de Rurôni Kenshin), por lo que es habitual ver en él vísceras y sangre por doquier (la película de Miike también es buen ejemplo de ello). Sin embargo, y a pesar de un final bastante precipitado y edulcorado a mi juicio, ofrece momentos muy de la sensibilidad nipona, y los antagonistas Anotsu y Makie merecen todo tipo de reconocimientos.

Dororo (どろろ)

La última adaptación al anime de Dororo, publicada originalmente por el «dios del manga» Osamu Tezuka entre 1967 y 1968, está siendo (para nosotros, al menos) la revelación de esta temporada. Elaborada por el estudio Mappa, este título, considerado un clásico en Japón, no deja de sorprendernos, a pesar de su historia archi conocida (pero con un final algo inconcluso, ya que Tezuka la terminó precipitadamente y bajo presión).

La narrativa, de nuevo en el período Sengoku, nos cuenta cómo un «daimyo» o señor feudal decide hacer un pacto con los demonios: ofrece a su primogénito a cambio de paz y prosperidad en sus dominios. Así se hace y los entes demoníacos se quedan con las extremidades, piel, nariz, boca, ojos, oídos y sentido del tacto de Hyakkimaru (que así se llamará el recién nacido). Pasan los años y Hyakkimaru, que había sido dado por muerto, crece y busca recuperar todo lo que le han robado a la par que asesina a estos demonios. En su camino se encuentra con Dororo, un joven ladronzuelo muy vivaz.

Aunque la animación está siendo un pelín inconstante, los diseños de monstruos y los personajes, el ritmo y nuevamente sensibilidad de la historia, el reflejo de un Japón feudal con elementos de su mitología y religión y, sobre todo, la dinámica entre Hyakkimaru y Dororo, hacen de este título un imperdible.

Vagabond (バガボンド)

Llegamos a Vagabond, la obra magna de Takehiko Inoue (que todo lo que dibuja, lo dibuja MUY bien), que empezó a editarse en 1998 y todavía se encuentra en publicación.

Vagabond es una obra compleja (de hecho, Inoue siempre se ha negado por ello a que tenga adaptación a anime), por lo que cuenta y por cómo lo narra. Sigue los pasos de Musashi Miyamoto, «el Cid Campeador» de los japoneses, en su periplo por el «bushidô» y su encuentro con personajes asimismo emblemáticos como Kojiro Sasaki.

Nos quedaríamos cortos buscando adjetivos que halaguen este título, partiendo de su dibujo lleno de vida y repleto de detalles, la introspección que hace en la psique de los personajes (Rindo y Baiken…) y la representación (aparentemente bastante fiel) del Japón de los períodos Azuhi-Momoyama y Edo. No por nada, ha sido galardonado con varios premios, como la Condecoración Cultural Tezuka Osamu y la Condecoración Kodansha por Mejor Manga.

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