Relato de NieR Replicant: Una princesita

En esta ocasión, tras El sabbath de las brujas, os traemos otro de los relatos incluidos en la guía oficial Grimoire NieR: Una princesita, sobre la vida de Fyra y del rey de Fachada, Sechs, antes de los acontecimientos ocurridos en NieR Replicant. Lo hemos traducido al español del inglés realizado por Defade.

Un corazón cerrado. Yo misma, sellada por dentro. Las reglas se intercambian. Y amistades son forjadas.

De vez en cuando, Fyra miraría la máscara sostenida en sus manos.

Era una máscara extraña, y ella no sabía qué representaba. Pero podía sentir su calor.

“Vas a tener que vivir con esa máscara puesta. No tienes permitido quitártela”.

El hombre que la llevó hasta este pueblo se marchó con estas palabras de despedida. No le explicó nada sobre el significado de la máscara ni tampoco acerca de su futuro.

Fyra tocó gentilmente el lado derecho de su cara, acariciándose con sus dedos sobre manchas de rojizos tumores, algunos de ellos, rezumando pus. Estos queloides eran un testamento de las quemaduras que había sufrido antes de ser lo suficientemente grande para entender. Los numerosos queloides disgustarían mayormente solo por ser vistos, mucho menos tocados, pero para Fyra eran una extraña fuente de confort. Quizás sentía que era la parte de ella que debía ser aceptada.

Por supuesto, para sus padres, sus queloides eran una abominación. Como prósperos comerciantes mayoristas de telas, quienes acostumbrados a dirigir a gente y hacer negocios, eran gente orgullosa que se sentía insultada por el mero concepto de cuidar de su hija, por lo que la compasión estaba fuera de la discusión.

“Tú te vas a entrometer en nuestros negocios”, sus padres le reclamaron y le prohibieron que salga. En la noche de su octavo cumpleaños, le ordenaron que fuese a trabajar a un pueblo lejano… y así deshacerse de una monstruosidad.

Como la niña de 8 años que era, Fyra fue llevada por su cuidador a través del desierto y hacia este pueblo distante. Probablemente no podría regresar a su país nunca más. No tenía quien la protegiese. Fyra se preparó… Está dispuesta a hacer lo que sea para sobrevivir sola.

Fyra se puso su máscara con vigor. La parte interna de la máscara estaba fría, silente y oscura. El mundo que vio a través de los agujeros para los ojos era estrecho.

Por los agujeros de los ojos vio una misma máscara acercándose a ella. Sin saberlo, dio un paso atrás, pero la figura la tomó del brazo y la arrastró lejos, hablando rápidamente acerca de algo al mismo tiempo. Juzgando por la fuerza y la voz de la figura, debía de ser un varón adulto, pero debido a la máscara no estaba realmente segura. Es más, no podía entender el idioma que oía.

“Ah. Umm. Por favor, espera”

Fyra le gritó y el hombre se detuvo ante sus palabras. El momento siguiente, él le gritó lleno de ira. Sacudió sus manos hacia arriba y hacia abajo y golpeó el suelo con sus pies por frustración. Su figura le recordó a la de su propio padre, ahogándose en una ira enloquecedora por ser despreciado debido a su hija. ¡Va a golpearme! Fyra cubrió rápidamente su rostro y tensó su cuerpo.

En ese momento, una digna voz resonó:

“Regla 32: Aquellos que no tengan identificación de residente no hablarán”

Era un poco difícil de entender, pero el idioma era uno de los que Fyra conocía bien. ¿Quién? Mirando alrededor, vio a un niño con las manos en su cintura, parado en la cima de las escaleras de aspecto laberíntico. Descendió a saltos por la escalera. Tenía una máscara también… era como una tradición vivir usando máscaras. Él parecía tener la misma edad que yo. Fyra no se dio cuenta de que lo miraba curiosamente y el niño enmascarado sacudió su cuerpo y, de manera crispada, preguntó:

“Tú. Tú no has nacido aquí, ¿verdad? No tienes identificación de residente, ¿verdad?”

“¿Tarjeta de resi…?»

Fyra comenzó a hablar, pero rápidamente cubrió su boca.

«Las tarjetas de residencia son como certificados donde consta que has nacido en este pueblo. Todos los residentes tienen la suya. Pero los forasteros no. Si realmente los forasteros desean hablar o cantar, deben casarse con alguien de aquí para obtener una tarjeta de residencia. Las reglas del pueblo son absolutas. Si quieres vivir aquí, debes acatarlas».

¿Los forasteros no pueden hablar? Entonces, ¿cómo debería vivir en este pueblo? El malestar de Fyra era evidente aun a través de la máscara. El niño enmascarado se acercó a su oreja.

“Déjamelo a mí”.

Dejando esas palabras susurradas, el niño se dirigió hacia el hombre y habló en un lenguaje que Fyra no podía entender. Tanto el lenguaje en sí mismo como los gestos corporales de ambos eran muy peculiares y Fyra no podía adivinar de qué estaban hablando. De pronto, el niño levantó lentamente su máscara y le dio a Fyra un vistazo con su cara. Fue nada más que un momento, pero Fyra lo vio. Su piel era suave y su nariz bien formada simplemente servían para acentuar su buena apariencia. Su cabello lacio se ondeaba en el viento. No sabía que existía un chico tan hermoso en este mundo. Fyra estaba en shock y no podía quitarle los ojos de encima. ¡El chico eventualmente se giró y la llamó a viva voz “¡Ven!”.

El chico antepuso sus brazos hacia sí mismo y sacó pecho, diciéndole algo el hombre en el lenguaje nativo. Al ver al hombre asentir, miró nuevamente a Fyra y habló.

«Él me lo ha contado. Has venido aquí para trabajar, ¿no? Es tu jefe. Coges frutas de él y las vendes en esta ciudad. El dinero, se lo das a él. Venta de frutas. ¿Puedes hacerlo?».

Fyra asintió rápidamente. El chico cogió una canasta enorme y se la alcanzó a Fyra, diciéndole que lo haga lo mejor posible. Ella ahora ya podía vivir en el pueblo, gracias a la conversación que tuvo el chico con el jefe.

Te lo agradezco. Aunque le irritaba el no poder poner en palabras sus sentimientos de gratitud, hizo una profunda reverencia ante el chico.

Seis meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Fyra vivía como si estuviera en trance.

En el mundo de los negocios, donde no hay nada más importante que las habilidades verbales, Fyra se dio cuenta que la falta de discurso debido a no poseer una tarjeta de residencia resultó ser un problema mucho más grave de lo que esperaba. Sin embargo, no se rindió. Para compensar su silencio, pasó su tiempo caminando hasta tres veces alrededor del pueblo, subiendo y bajando las pequeñas escaleras y recorriéndolo de punto a punta. Casi se muere asesinada en un conflicto entre otros vendedores, pero no importaba cuánto le pegaban o pateaban, protegía las frutas en su canasta. En los días lluviosos, días ventosos, días en los que su rostro se sentía en llamas, días en los que apenas podía caminar debido a la fiebre, Fyra siempre llevaba una canasta de frutas al pueblo.

No tenía tiempo para volverse depresiva o ansiosa, y durante sus días de continuo trabajo, comenzó a comprender casi todo el idioma de la ciudad a pesar de que al principio eran sonidos sin sentido alineados uno tras otro. Podía recordar la mayoría de las reglas de la ciudad, pero ciertamente no todas debido a la gran cantidad que había, por lo que llevaba un libro de normas con ella en todo momento para evitar problemas.

Había días donde apenas recaudaba dinero, pero Fyra disfrutaba vivir en esta ciudad. Se sentía mucho peor en su ciudad natal, estando encerrada en su casa todo el tiempo, debido a que era “la vergüenza de la familia”.

Esta ciudad está sujeta a reglas. Sin embargo, no hay nada más que reglas que lo restringen. Aunque no estaba protegida porque «es una niña» o «es una jovencita», tampoco la discriminaban. Todos usaban máscaras en el pueblo, por lo que no la trataron ni muy bien ni mal debido a su apariencia. No hay medida posible de lo feliz que este hecho había hecho a Fyra. Su corazón había sufrido mucho por las miradas y palabras insensibles debido a sus queloides, pero esas heridas ahora se dispersaron como las arenas que fluyen en los cursos de agua de esta ciudad.

Algunas veces se encontraba con el chico, a quien le debía mucho. Fyra se movía por un área bastante amplia haciendo negocios, pero el muchacho mismo iba y venía muchas veces de forma inesperada. Fyra solo podía reconocerlo porque él a menudo movía un poco su máscara, revelando su rostro.

“Regla 2: Debes utilizar máscaras”.

A pesar de que romper una regla constituía la mayor premisa del pueblo, vivía bastante indiferente al respecto de este hecho y a veces iba a hablar con Fyra, quien siempre estaba sosteniendo una largamente desproporcionada canasta, vendiendo frutas mientras caminaba.

«¿Por qué siempre caminas mirando hacia abajo? Podrías sacar un poco más el pecho. Incluso las frutas se verán mejor de esa manera”.

“Es la primera vez que he visto a alguien llevando un libro de reglas. No necesitas tomártelo tan en serio”.

Las palabras del chico ya no tenían un tono brusco. Desde que Fyra había aprendido el lenguaje del pueblo, comenzó a utilizarlo con ella. Es bastante apropiado para un chico que no tenía idea de que hablar mi idioma con fluidez es mucho peor para mí, pensó Fyra.

Una tarde, Fyra entregó la recaudación diaria como era habitual, y obtuvo una pequeña parte del total a cambio, cuando su jefe la detuvo con su pesada voz.

“Vende todas las frutas de la canasta mañana. Si no puedes hacerlo, entonces no te necesito”.

Eso es difícil. Durante estos seis meses no hubo un solo día donde Fyra haya vendido todas las frutas. Sin embargo, Fyra apretó los dientes ante la frase «no te necesito», y asintió. Tengo que hacer esto. Para sobrevivir en esta ciudad, para ser necesitada, tengo que hacer esto. Estoy preparada para esto.

A la mañana siguiente, Fyra fue a la ciudad antes de que amaneciera. Siempre que veía a la gente, se aferraba a ellos obstinadamente y promocionaba las frutas lo mejor que podía con el lenguaje corporal y los movimientos de manos. Persiguió a los que rechazaron la oferta y se puso de pie de nuevo incluso cuando la arrojaban cruelmente a un lado. Sin embargo, sus esfuerzos fracasaron y no se vendió ni una sola fruta, incluso cuando se alzó el sol.

Cuando la luz de sol se hacía muy difícil de tolerar, solía haber menos gente afuera. Fyra atravesaba muchas escaleras de aspecto laberíntico solo para buscar compradores. Arribaba a la plaza. Por un momento, tuvo grandes expectativas, pero no encontró a nadie. Fyra suspiró y volvió sobre sus pasos, pero se tropezó sobre el pavimento de piedra. Su resistencia estaba al límite por la ansiedad y la fatiga y el diminuto cuerpo de Fyra cayó al suelo. A pesar de su limitada visión detrás de la máscara, vio las frutas desparramarse en todas las direcciones. Fyra repentinamente supo que este era su final. No lo pensó. Ella lo sabía. Vio que su destino se rehusaba a ser alterado solamente con el poder de la voluntad. No tenía ni siquiera más fuerza para levantarse.

¿Cuánto tiempo estuvo así? Una viva voz irrumpió abruptamente en su consciencia.

“Regla 227: Están prohibidas las acciones que obstruyan los pasos peatonales».

Fyra intentó levantarse apresuradamente y vio al chico mirándola, mientras él tenía las manos en su cintura. Hoy había cambiado su máscara.

“… eso es lo que dicen, pero nadie va a pasar por aquí. Duerme si estás cansada, pero busca un sitio en la sombra al menos”.

Fyra sacudió su cabeza y se levantó. Ella sostenía la canasta y el chico comenzó a recolectar las frutas con mucho vigor. Al mirar las frutas en la canasta, Fyra se desilusionó de nuevo. Todas las frutas estaban sucias y rotas por haber estado rodando por el suelo. No había manera de venderlas.

«¿Qué es lo que ocurre?».

El chico preguntó mirándola directamente a sus ojos claros, y Fyra se sonrojó detrás de su máscara. Su corazón se estremeció. Ella pensó que podía contarle a él su problema, al menos. Quería contárselo.

Al ver a Fyra explicar el problema mientras movía su cuerpo y sus manos, el chico entendió inmediatamente y dijo:

“¡Ya veo, entonces es eso!” en un tono casi silbante. Señaló las frutas.

“Entonces las compro. Todas las que estén la canasta”.

Fyra lo fulminó con la mirada. ¡No bromees en un momento como este!

En lugar de decirlo en voz alta, sacó su libro de reglas y le mostró al chico.

“Regla 429: Está prohibido comprar toda la mercadería de un negocio”.

“¡Como siempre, eres muy obediente! No hagas caso a las reglas. Están hechas para romperse. Es preferible romper algunas reglas y vivir en vez de obedecerlas y morir, ¿no?».

Fyra olvidó el enojo en su rostro por ese comentario tan egocéntrico y estaba vagamente confundida. El chico estaba alegre y rio.

Bueno, como sea. Para alguien que tiene tan buen comportamiento como tú, no voy a romper las reglas esta vez, simplemente voy a obviarlas. Haré dos lotes. Si saco el ganador, tomaré tus frutas y te daré dinero. No es “comprar”. Solo es intercambiar de acuerdo a las reglas del juego. ¿Te parece bien?».

Al ver la vacilación de Fyra, el chico se enderezó.

«¡Está bien! Nunca pierdo en un partido, ya verás. Créeme».

El chico tenía razón al final. Sacó el lote ganador y, tomando toda la fruta en sus brazos, extrajo una enorme suma de dinero de su bolsillo y se la mostró a las manos de Fyra sin siquiera contarla.

“Creo que esto debería ser suficiente”.

Fyra trató apresuradamente darle cambio, pero él la detuvo y sonrió.

“Juguemos de nuevo”.

Fyra asintió y vio al chico alejarse. Ella recogió los lotes esparcidos en el suelo… quizás el chico los soltó, ya que solamente se centró en las frutas.

Ambos lotes eran ganadores.

Cuando Fyra regresó y dejó la canasta vacía en el suelo, su jefe se sorprendió bastante. Al contarle la verdad, se sorprendió aún más. El jefe suspiró profundamente.

“Los caprichos del príncipe son siempre problemáticos”.

¿El príncipe? Fyra inclinó la cabeza hacia un lado.

“¿Qué? ¿No lo sabías?”.

El jefe pareció sorprendido, y le dijo que el chico que aparecía frente a ella ocasionalmente no era otro que el príncipe de Fachada.

«Cuando el príncipe se aburre, sale corriendo del palacio a las calles. Siempre está buscando algunos pasatiempos interesantes para jugar. Rompe las reglas, se involucra en diversiones y siempre causa problemas a los ciudadanos… Aun así, aunque siempre causa problemas, realmente no podemos llegar a odiarlo».

El jefe habló sobre el príncipe en un tono gentil que raramente utilizaba y reveló un juego relacionado con Fyra que el príncipe ha estado jugando con él.

“El príncipe hizo una apuesta conmigo… en qué tan buena vendedora podía convertirse una diminuta forastera como tú en seis meses. Si podías vender todas las frutas de la canasta en un solo día, entonces yo gano. Si no puedes hacerlo, el príncipe gana y serás desterrada de este pueblo, al menos es así como debería ser».

¿Por qué el príncipe, quien odia perder, haría algo que lo llevase a la derrota?

Los susurros del jefe no llegaron a los oídos de Fyra, ella ya había arrojado la canasta al suelo y se había dado la vuelta.

“Juguemos otra vez”.

Las palabras del niño, no, del príncipe, resonaron en su cabeza. Los seis meses que he pasado tratando desesperadamente de sobrevivir no fueron más que un juego para él. Yo era simplemente su peón.

El viento le arrojó arena a los ojos. Las lágrimas fluyeron una tras otra. Estaba arrepentida. Estaba triste. Y no podía perdonarse a sí misma por acercarse a él ni siquiera por un momento.

Después de llegar al frente del palacio, Fyra gritó. Rompió las reglas con una voz solitaria, la cual, no constituía palabras.

Los guardias la agarraron de inmediato, pero un par piernas que le resultaron familiares aparecieron frente a ella.

«Dejadla ir. Es mi invitada «.

Su voz no ha cambiado. Sin embargo, parecía un poco más pesado. Ya veo, entonces él realmente es un príncipe. Los hombros de Fyra temblaban incluso mientras la presionaban contra el suelo. Estaba tan fuera de lugar; eso era triste.

El príncipe parecía confundido ante el extraño comportamiento de Fyra. «Dejadnos en paz», dijo y ahuyentó a los guardias, luego levantó a Fyra.

«Así que finalmente lo has descubierto, eh».

El príncipe se encogió de hombros y ni siquiera mostró una pizca de culpa. Fyra se paró frente al príncipe impávidamente y tiró su propia máscara. Lo miró directamente. Quería ser clara con su rostro real, con su yo real.

Al ver las lágrimas fluir de los ojos de Fyra, el príncipe entró en pánico.

«¿Q-qué pasó?» preguntó con voz aguda.

Fyra se sinceró y le contó todo. Las primeras palabras que pronunció en mucho tiempo no fueron las de su tierra natal, sino las del pueblo.

«Camino cabizbaja porque se me ha hecho un hábito después de tratar de ocultar mi fea cara durante tanto tiempo».

«El libro de reglas es un lugar al que pertenecer en este pueblo desconocido».

«Incluso si es solo una forma de aliviar tu aburrimiento, es la vida para mí. No importa cuán despiadada pueda ser, es mi vida insustituible. Si crees que puedes jugar con la vida de tu gente solo porque eres un príncipe, estás muy equivocado. Por favor, discúlpate. Y por favor, no vuelvas a meterte conmigo».

Ah, ¿qué fue lo que hice? Dije cosas tan groseras frente al príncipe y rompí muchas de las reglas. Ya no podré quedarme en esta ciudad. Soy un idiota. E incluso juré abandonarme a mí misma si eso es lo que se necesita para poder sobrevivir. Fyra bajó la cabeza en preparación para el castigo, pero una fuerte voz llegó desde arriba.

«¡Lo siento!».

Fyra levantó la cabeza poco a poco y vio al «príncipe» agachando la cabeza frente a ella con incredulidad.

“Es cierto que lo pensé primero como un juego, e hice una apuesta con el jefe. Pero me olvidé de eso de inmediato, porque tu forma de vida era así de hermosa. Lo que hice hoy… lo hice porque tenía muchas ganas de ayudarte. Me preocuparía que te marcharas de esta ciudad… créeme».

El príncipe se movió inquieto y se miró los dedos de sus pies, pero finalmente levantó la cabeza y dijo:

«No te ayudé por diversión o lástima, sino por amistad».

¡Amistad! Fyra no supo cómo interpretar esa palabra e inconscientemente palpó sus queloides. Al ver su comportamiento, el príncipe solo preguntó: «¿Te Tocas eso por costumbre?» Él no apartó su vista de los queloides. Su rostro mostraba que le eran indiferentes. Inclinó la cabeza y preguntó: «Oye, ¿serás mi amiga?».

Fyra se dio cuenta de que la actitud obviamente forzada del príncipe estaba tan fuera de lugar, y contuvo una carcajada. El príncipe lo vio e instantáneamente se iluminó considerablemente.

“Lo serás, ¿no?”

“Regla 12030: Los ciudadanos no pueden terminar una relación deseada por la realeza”.

Fyra abrió el libro de reglas y se lo mostró al príncipe, cuyos hombros se desplomaron.

«Podrías… romper las reglas”.

Fyra encontró adorable su tono malhumorado y volvió a reír. Era cierto que el príncipe rompió una regla por ella.

«Regla 89: La realeza no puede disculparse con los ciudadanos».

El príncipe me reconoció como su «amiga»; aunque soy una forastera, confiaré en él una vez más, pensó Fyra. Quería confiar en él, como sujeto, como amigo.

El príncipe se dio cuenta de que Fyra lo perdonó por completo e inmediatamente se lanzó hacia adelante y preguntó: «¿A qué quieres jugar?».

«¡Oh, ya lo sé! ¿Qué te parece este juego? A partir de mañana, llevarás tus frutas al palacio todos los días. Si traes las frutas que me gustan, ganas. Pagaré el doble del precio. Si traes las que no me gustan, pierdes.  Tendrás que bailar una canción «.

Fue en ese mismo momento que el príncipe se dio cuenta de que Fyra lo estaba mirando. Él miró hacia otro lado con incomodidad y le preguntó vacilante.

«Ah… ummm, ¿no quieres… juegos?»

Caray, menudo príncipe. Fyra exageró un suspiro.

Pensé que siempre viviría sola. Pensé que no me iba a importar. Les mostraré que puedo vivir bien sola. Pero tener un amigo podría sumar otro tipo de diversión. Si tuviera un amigo que mirara a mi yo real… seguramente, miraría cada día de una manera diferente.

¡Acepto ese desafío!

Fyra se puso de pie y prometió jugar con el príncipe.

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