Por qué hacen falta más Wonder Woman

Cuando se estrenó Batman v Superman, de Zack Snyder, muchos esperaban ansiosos encontrarse, rodeado de apabullantes efectos especiales, el que sería el enfrentamiento del siglo. Batman y Superman, dos grandes superhéroes salidos de DC Cómics, ambos son prácticamente el emblema de la casa. Dudamos mucho que haya alguien en el mundo (occidental) que no los conozca. Sin embargo, lo que acabó destacando más en la mencionada cinta (sorpresa positiva de Ben Affleck aparte) fue Wonder Woman (también conocida como Chica Maravillosa en algunos países hispano parlantes). El personaje, ahora interpretado por Gal Gadot (Too Fast Too Furious), pasaba como de puntillas por la historia: aparecía repentinamente como una especie de espía y no sabemos exactamente con qué objetivo para, al final, unirse a la batalla contra el malo (deforme) y ayudar a derrotarlo junto a los dos héroes a los que hace mención el título. Puede que aparezca tan solo diez minutos en total, pero (en una película considerada más bien mediocre por una buena parte de la crítica y del público) fueron suficientes para que Gal Gadot convenciera y, qué diablos, al final fuese incluso mejor que el mismísimo Superman. Al menos en cuanto a carisma.

Ahora se está realizando una película en solitario de Wonder Woman, Liga de la Justicia aparte (donde también tendrá un papel principal), que se estrenará en junio del 2017. Ya van saliendo algunos tráilers, bastante prometedores (la fotografía me tiene maravillada), a pesar de las evidentes similitudes con Capitán América: El primer Vengador. Servidora espera que triunfe, no por ser fanática de DC (mis superhéroes favoritos dentro del cómic americano siempre han sido los X-Men), sino por lo desconocido que ha sido hasta ahora el personaje para las masas, especialmente si la comparamos con los citados Batman, Superman o los añadidos Spiderman, Lobezno/Wolverine o Iron-Man (que, dicho sea de paso, le debe mucha de su fama reciente a Robert Downey Jr.).

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Cuando yo era niña (y eso no fue hace tanto tiempo) no había iconos o referentes femeninos procedentes del mundo de la fantasía o ciencia ficción. Sí, sé que existían las enormes Ellen Ripley o Sarah Connor, pero ambas formaban parte de un mundo donde, a la postre, lo que más destacaba era el ser del título (Alien y Terminator). También sé que estaban las princesas Disney, que no pueden estar más esquematizadas y representar con más fuerza todo lo que supone la construcción de género. Como yo de pequeña era bastante «marimacho», en el sentido de que pasaba de las muñecas y el rosa y en cambio me volcaba con Dragon Ball o Saint Seiya (Caballeros del Zodiaco), siempre me quedaba un poco descolocada. Cuando jugábamos a los muñecos, o a las peleas en la calle con nuestros amigos y amigas, siempre había que elegir simular el papel de un personaje masculino: con suerte podías llegar a ser Vegeta, o Robin, o Gambito. No me sentía nada identificada con el mundo de las princesas (lo cierto es que en las cintas Disney siempre solía ir con el villano) ni tampoco había superheroínas realmente conocidas que llegaran a nuestro imaginario colectivo de niños en los 90. Ser la princesa Leia no estaba mal con sus peinados estrafalarios, pero siendo realistas, lo que verdaderamente molaba era ser Luke o Han, o incluso Darth Vader. Cualquier cosa mejor que simular estar esperando en una Estrella de la Muerte o en una guarida de Jabba el Hut ficticios a que llegaran para rescatarte.

Vivimos en una época donde predomina lo políticamente correcto, es cierto. Muchas de estas nuevas representaciones no surgen con espontaneidad, sino para evitar mayores críticas de algunos colectivos (o recaudar dinero de ellos). Sin embargo, no todo es así, y Wonder Woman es prueba de ello. Para empezar, este personaje fue creado allá por el año 1941 (casi nada), surgiendo de la mente del Doctor William Moulton Marston, un eminente psicólogo de principios del siglo XX que llegó a inventar el primer detector de mentiras y que vivía en una relación poliamor con dos mujeres, las cuales sirvieron de inspiración para el personaje que estamos tratando. Marston pretendía el surgimiento de una superheroína a la par que Superman o Batman, que superase a sus enemigos más a través del poder del amor (entendido como sentimiento, no romántico o sexual) más que por el poder de los puños. Marston creía en la capacidad educativa que tenían los cómics, pero fue su mujer, la también psicóloga Elizabeth Holloway Marston, quien tuvo la idea de que fuese una mujer. Y así surgió Wonder Woman, Diana Prince, la Mujer Maravilla.

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No obstante, como adelantábamos, este personaje no se difundió entre las masas y los colectivos imaginarios hasta recientemente. Es posible que en Estados Unidos sí resultase tan conocida como Batman (la verdad es que no lo sé; aunque lo dudo), pero por estos lares lo cierto es que nunca tomó especial protagonismo. Si bien se conocía su existencia, no sabías muy bien de quién se trataba o qué podía hacer. Yo siempre pensaba que era una especie de comparsa femenina de Superman, al más puro estilo Batgirl con El Hombre Murciélago.

Diana incluso tenía/tiene su propio «Lois Lane» masculino, que en la película será interpretado por Chris Pine (el nuevo Capitán Kirk en Star Trek), pero que, por algún motivo (no imagino cuál), algunos medios quisieron «ocultar»: ¿Qué es eso de un hombre, un reputado soldado para más señas, siendo rescatado una y otra vez por una mujer? ¡Vergüenza! Incluso en algunas adaptaciones han cambiado el papel de Steve Trevor (que así se llama el susodicho) por el de un señor más mayor y veterano de guerra, que servía como influencia (indirecta, a través de su madre) a Diana y las amazonas, pero nada de interés romántico, de chico que se enamora de chica mucho más poderosa. Cero salvación y rescate, el hombre siempre podrá cuidarse solo.

Por suerte eso está cambiando. Wonder Woman al fin está tomando forma, ya sabemos que es una superheroína independiente y con su propia serie, al igual que los otros grandes héroes de DC, ni por debajo ni por encima de ellos. Y eso me alegra. Independientemente de cómo termine saliendo la película (que espero que bien, claro está), me produce cierta ilusión pensar que las niñas de ahora a las que les guste más la acción que las muñecas (o no, porque normalmente siempre hay lugar y tiempo para todo, especialmente en el mundo de la imaginación y del juego) puedan elegir ser una superheroína de igual a igual con quien elija (o le toque) ser Superman. Que existen mujeres en el mundo de la ficción con sus propias aventuras, universos y dudas existenciales y que puedas sentirte orgullosa de que te toque ser una de ellas. Algo vamos avanzando. 

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