Japoneando Anime: Zankyou no Terror

Estrenamos sección centrada en los aspectos de la sociedad y cultura japonesas (actual o no) que pueden observarse a través de algunos animes. No, no nos referimos a los típicos shojo de colegialas con uniformes de marinera (nada en contra de ello, pero son sobradamente conocidos y en lo personal pensamos que se queda en lo superficial). Aspectos como la percepción de la muerte (y lo posterior) entre los nipones, el concepto de amor (y su expresividad) y lo que nos ocupa y trataremos a continuación, a través de la magnífica Zankyou no Terror (残響のテロル Zankyô no TerrorTerror in Resonance, como es más conocida en países angloparlantes).

Zankyou no terror, otra genialidad de Watanabe

Empecemos por introducir este anime, especialmente para aquéllos que todavía no lo han visto (¿a qué esperáis?). Zankyou no Terror es, a día de hoy, la última obra de Shinichiro Watanabe, creador de otros grandísimos animes como Cowboy Bebop (al que por cierto dedicamos un especial en las Parte I, Parte II, Parte III y Parte IV) o Samurai Champloo. Teniendo ya al director como garantía, al equipo se sumó otra habitual colaboradora de Watanabe: Yoko Kanno, encargada (cómo no) de la música, que suma otro gran tanto a la obra. La banda sonora de Zankyou no Terror se encuentra repleta de temas pop con toques eclécticos y más cercanos al estilo de bandas de Islandia (Sigur Ros), a las cuales hacen explícita referencia al final. Cuando observamos que en Zankyou no Terror hay escenas que quedan grabadas en la retina y en el oído para la posteridad (la huida en motocicleta, la noria) es cuando nos damos cuenta de la grandiosidad del trabajo realizado. De la animación se encargó el estudio MAPPA (Sakamichi no Apollon -también de Watanabe-, Shingeki no Bahamut) y de la emisión el espacio Noitamina. El anime consta de 11 episodios de casi media hora cada uno.

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¿Qué nos cuenta este anime? Nine y Twelve son dos adolescentes de unos 17 años que se inscriben como alumnos en un instituto de Tokio. De camino a su primer día, se topan con Lisa, una estudiante del mismo centro que estaba sufriendo un ataque de bullying. Hasta aquí todo bien, parecería un anime más de institutos y chicos y chicas guapos que se conocen en un caluroso día de verano. Pero Nine y Twelve esconde un secreto: son terroristas que se hacen llamar Sphinx, y buscan (aparentemente) causar el caos en Japón a través de la implantación de bombas en edificios y de jugar a las adivinanzas (o acertijos) con la policía. Al final todo se irá complicando hasta involucrar a la propia Lisa y al mismísimo FBI.

La ambigüedad y la caracterización de los personajes

Con este argumento no serían pocas las voces que se alzarían (a primera vista) en alarma. Hasta el mismísimo Obama advirtió de los peligros de la mala interpretación de este anime cuando llegó a Estados Unidos. Sin embargo, encontramos en Zankyou no Terror varios elementos para pensar. No, no es una apología del terrorismo (por suerte, claro está), ni es una visión maniqueísta sobre lo malos que son unos y lo buenísimos que son los otros. Hallamos aquí una característica general de los medios audiovisuales japoneses (no solo el anime, que también): la ambigüedad moral de sus personajes. Probablemente, todo aquél que haya leído una obra de Haruki Murakami o haya visto alguna película de Takeshi Kitano sabrá de qué estoy hablando.

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Ya sea por la inexistencia de los conceptos de «pecado», «infierno» o «cielo» en las religiones que abarcan Japón (sin contar minorías cristianas, etc.), o por su forma de pensamiento reflexivo sobre las dicotomías existentes (filosofía zen), o la transitoriedad de todo lo que está vivo y pasa en el mundo (concepto mudyô), lo cierto es que es habitual observar cómo en películas, libros, mangas o animes japoneses el autor no se preocupa tanto en juzgar las acciones de los personajes; lo importante es lo que se cuenta, lo que sucede sin moralejas. Tal como cabe esperar, al final Nine y Twelve guardan sus motivos para hacer lo que hacen, y cuidan bastante el no causar víctimas mortales, hasta el punto de ser la parte contraria (los supuestos «buenos») los que se aprovechan de esto para intentar capturarlos. En Occidente, una obra que se nos ocurre similar sería V de Vendetta de Alan Moore, pero este autor sí expresaba claramente sus preferencias y mensajes políticos a través del personaje (Watanabe también tiene su intencionalidad, que ahora veremos, pero no la deja tan clara ni lo hace obvio a lo largo del anime).

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Los jóvenes y la política en el Japón de hoy

En una entrevista posterior al estreno de Zankyou no Terror, Watanabe contaba que su idea al crear dicha obra era expresar su descontento con la sociedad y la política actuales en Japón. Incluida la apatía de los jóvenes nipones al respecto. A partir de aquí, habrá SPOILERS.

Efectivamente, todos los principales protagonistas de Zankyou no Terror son jóvenes (rondando los 17 años), frente al equipo de policía e investigación donde claramente son ya adultos. Curiosamente, los jóvenes de Zankyou no Terror son representados como la parte activa del cambio, usando la violencia incluso y de ser necesario, mientras que el cuerpo policial muestra el lado corrupto y más apático de la sociedad japonesa (se dejan dar órdenes y no intervienen una vez hace acto de presencia Estados Unidos). Con la excepción del inspector Shibazaki entre los adultos y de Lisa (al principio) entre los jóvenes. Shibazaki porque persigue con ahínco al corrupto (y eso le cuesta el cargo); mientras que Lisa es, al comienzo de la serie, una chica que se deja llevar por la depresión (bullying en el instituto, una madre que demuestra tener problemas psicológicos), hasta que se topa Nine y Twelve. Lisa entonces despierta del letargo y se involucra, hasta el punto de convertirse en cómplice.

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El personaje de Lisa muestra, además, un curioso cambio en todo este proceso: en los primeros capítulos se la ve mirando el móvil, mientras que al irse con Twelve y Nine el dichoso aparato ya ni aparece. Los jóvenes (la sociedad en general), puede que más en Japón, pero también en todo el mundo, se encuentran aletargados por la tecnología. Por eso, el objetivo final de Nine y Twelve, con la explosión en la estratosfera de la bomba atómica, es fulminar todos los aparatos electrónicos de Japón (nación cuya industria tecnológica es muy poderosa, por cierto), Al hacerlo, no se consigue solo que el país nipón retroceda a un estado similar al que se encontraba tras la II Guerra Mundial (tras la explosión de otras bombas atómicas, recordemos), sino que sirve para despertar a la sociedad (jóvenes y adultos) del letargo en el que se encontraban sumidos. Ahora podrán escuchar su historia y contemplar horrorizados los casos de corrupción y de crímenes contra la humanidad en los que el gobierno japonés se ha visto involucrado. Lo cual nos lleva al siguiente punto.

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El Escuadrón 731

Muchos quizás no lo conozcan (servidora misma vivía en la ignorancia al respecto hasta que se topó con este anime y se puso a investigar por San Google), pero dentro del pasado imperialista japonés nos encontramos con algo llamado Escuadrón 731. Esto fue un programa encubierto del gobierno japonés de la época (II Guerra Sino-Japonesa y II Guerra Mundial) que se dedicaba a la investigación y al desarrollo de armas biológicas mediante la tortura y experimentación sobre seres humanos (vivos). El ejército imperial, con Shirô Ishii a la cabeza, fue puesto al mando. Las instalaciones se encontraban (y se encuentran) en Harbin, Manchuria (entonces Manchukuo, bajo dominación japonesa), en China, y los sujetos de experimentación eran en su mayoría población militar y civil de dicho país. Esta incluía a niños, embarazadas y ancianos. Constaba de más de 150 edificios y se calcula que en total se torturaron entre 3.000 y 250.000 personas. Muchas de ellas murieron allí. Entre los experimentos, se mencionan vivisecciones (sin anestesia), extracción de órganos (dejando al sujeto con vida para observar su capacidad de supervivencia), amputación de miembros (también sin anestesia, algunos luego volvían a coserse en otra parte del cuerpo), explosión de granadas con mayor o menor aproximación a los sujetos, inyección de agentes patógenos (con la excusa de que eran vacunas), transmisión de enfermedades como la gorronea o la peste bubónica, exposición a temperaturas extremas, y un largo y crudo etc.

Cuando finalizó la guerra y los estadounidenses ocuparon Japón, descubrieron todos estos lugares y terribles experimentos, pero acordaron otorgar la amnistía a los responsables de tales atrocidades a cambio de que les transfirieran los resultados de sus investigaciones. Así, la mayor parte de doctores, militares, profesores, etc. que tuvieron alguna relación con el Escuadrón 731 pudieron continuar con sus vidas sin mayores impedimentos.

La situación que Nine y Twelve (y, posteriormente, Shibazaki y su equipo) quieren denunciar es muy similar a la del Escuadrón 731, y no sabemos si quizás Watanabe pretendía hacer referencia directa a dicho episodio. Básicamente: que niños puedan ser llevados y torturados (y asesinados, muchos de ellos), dañándoles de por vida, bajo órdenes del gobierno japonés, y que éste `pueda salir impugne de ello es lo que narra también el anime. Que los responsables de aquello piensen llevarse dicho acontecimiento a su tumba, mientras mueren por causas naturales en sus camas, dentro de sus enormes casas en Tokio, rodeados de enfermeras y servicio doméstico; a la vez que la sociedad, ignorante y ajena a todo, continúa con sus superficiales vidas. De fondo, unas víctimas olvidadas.

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Conclusión

Independientemente de lo que Zankyou no Terror pueda o no decirnos sobre la sociedad y cultura japonesas (nosotros al menos hemos aprendido algo nuevo), lo cierto es que es un muy buen anime. Incluso si no eres fan de la animación japonesa, podrás disfrutarlo enormemente. Por un lado, Watanabe siempre da muestras de un estilo narrativo muy occidentalizado (a nosotros ocasionalmente nos recuerda a directores como Martin Scorsese o Quentin Tarantino, salvando las distancias). Por otro, la trama de thriller a lo Death Note lo hacen enormemente entretenido. Y no podemos olvidar la ya mencionada banda sonora de Yoko Kanno, que es absolutamente magistral. Los personajes, a su vez, logran calarnos hondo y transmitir con miradas (animadas) lo que no dicen mediante diálogos (incluida Lisa, que además de representación nuestra sirve como punto de crecimiento de Nine y, sobre todo, Twelve. Quizás en este punto la que más falla y estereotipada queda es Five).

Si además Zankyou no Terror nos hace pensar, con tan solo 11 episodios, y reflexionar sobre nuestra historia e incluso lo que tenemos alrededor, para qué pedir más. Shinichiro Watanabe continúa mal acostumbrándonos. Solo por escenas como la de la huida en moto ya merece la pena.

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